La epopeya del pensamiento francés

La saga de los intelectuales franceses 1944-1989

François Dosse

Traducción por Traducción de Juanmari Madariaga y Francisco López Martín

Akal

Madrid, 2023, 2 vols., 624 y 712 pp.

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Georges Dumézil, acaso recordando el inicio de las Galias de César, postuló famosamente tres “estructuras” fundamentales en que se dividiría toda sociedad: los militares, los campesinos y los magos. Siempre bajo diversos nombres y con predicados cambiantes según la época y el lugar, a cada estamento le corresponderían, sin embargo, atributos estables: la fuerza para sobrevivir, defenderse e imponerse; la alimentación y la reproducción; en fin, la inteligencia: esta inteligencia que conjura males e imagina obras materiales y espirituales, que interpreta los astros y, en un sentido amplio, las meteorologías.

Si aplicáramos el esquema del sabio francés a su propia sociedad, no debería extrañar a nadie que la “historia intelectual” de Francia pudiera ser vista desde fuera, por un hipotético antropólogo, como una historia de sus chamanes. Y la obra de referencia de este excéntrico explorador tendría que ser por fuerza La saga de los intelectuales franceses 1944-1989 de François Dosse, en dos volúmenes, a la que le han seguido ya en pocos meses, aún inéditas en español, una meditación sobre las relaciones entre la historiografía y la literatura y una historia de la universidad de Vincennes. Aunque el ritmo de producción de Dosse es pasmoso y ubicuo merced a sus traducciones, podemos considerar que ha coronado, con su Saga, un proyecto iniciado desde su doctorado, que versó sobre la Escuela de los Annales, y que prosiguió, como todos saben, con sendas biografías que van de Ricœur a Castoriadis, pasando por Michel de Certeau, Deleuze y Guattari, y próximamente Michel Serres. A Dosse le debe Francia, en una palabra, el recuento de la historia moderna de su inteligencia, de su esprit.

El de “saga” es un concepto mitológico, propio de la epopeya. Otros historiadores se han demorado en contar –y cantar– a los generales y presidentes, las intrigas políticas y sus combinaciones; Dosse ilumina otro rincón del escenario, alumbrando las siluetas que medran en bibliotecas y aulas, como presintiendo acaso que los rumbos de una sociedad, en cierto sentido, se trazan también con tinta y pluma.

Reduciendo a su mínima expresión las fuerzas que combaten en esta epopeya –pues bien hace falta que las haya–, Dosse traza una línea entre el campo socialista y el liberal, cada uno con sus derivaciones. A los extremos, por supuesto, asoman desoladas las estepas del comunismo, el nazismo y el fascismo. De Sartre a Foucault, personajes paradigmáticos que deliberadamente figuran en la portada, cada intelectual encuentra su lugar entre las filas de uno u otro bando, con sus respectivos órganos de difusión, las revistas, y apertrechados generalmente alrededor de instituciones de educación superior o del propio gobierno. Por supuesto, Dosse no escribe una novela, sino una obra de historia que prioriza, por un lado, las polémicas y, enseguida, las anécdotas elocuentes que dibujan la miríada de grupúsculos y tendencias que se formaron desde 1944, en la víspera de la Liberación de París, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. El índice onomástico le otorga a esta obra, por lo demás, su pleno carácter enciclopédico.

Como es natural, en esta narración cada uno buscará a sus propios héroes. No sobran ejemplos de perseverancia, claudicación, veleidad, valentía o acomodo; proyectos de elucidación más serios unos que otros, a veces malogrados como propaganda “culta”, hoy tan en boga. Era inevitable: esta historia implica también el recuento de ciertas imposturas, de una idolatría de los chamanes en una sociedad que los ha encumbrado a veces demasiado y que ha sabido hacer de ellos, cuando menos, un redituable producto de exportación. Por lo demás, ¿no nos parece un poco ajeno el afán por definir las posiciones de lo que, como decía Montaigne, puede variar con la digestión del desayuno, como son las opiniones? Pequeña digresión que viene al caso: acaba de aprobarse en Francia una ley por la que los comentadores de televisión deben ser etiquetados según sus tendencias políticas, en aras de una supuesta paridad de tiempo para cada facción. No es, como quiera, un buen signo, pues ¿no presagia ello una “policía del pensamiento”? Pero no confundamos el parasitismo intelectual, propio de todos los países, con los maestros del pensamiento, que efectivamente abundaron aquí. El culto de Francia por su inteligencia es una alta conquista de la civilización, tal como París es una ciudad idónea para cultivarse. Porque, a un lado de los estantes de libros, revistas y museos napoleónicos, a veces adustos, Dosse nos presenta esa otra vitalidad del arte que pasó, y pasa, por los bulevares de París bajo los carteles de neón de los cines, de clubes de jazz y de galerías de pintura, de círculos de amigos espontáneos, de afinidades electivas. Así, por ejemplo, el magisterio de un Godard, en círculos sin corbata, no lo fue menos que el de un Pierre Clastres reencarnando a La Boétie con pantalones encampanados. Además, ¿no veremos en esa tendencia tan francesa de “comprometerse con causas” una faceta, justamente, de una politización tan notable? Y es que Francia vive plenamente en el siglo, como otros países prefieren discurrir por aires más metafísicos.

Si comencé evocando al gran comparatista de las sociedades indoeuropeas que fue Georges Dumézil, fue porque, puestos a sacar los saldos de esta historia intelectual, arriesgaríamos que en él y en Lévi-Strauss, o en todo caso en la corriente que representan, se cristaliza la perla más valiosa de la bisutería espiritual de la Francia moderna. Ello parece indicar Dosse en varios pasajes, por el cambio de paradigma que sus reflexiones conllevaron; y nosotros, los lectores extranjeros atentos a la voz de Francia, hemos efectivamente bebido de esa y otras fuentes subsidiarias con predilección. No se me oculta que otros serán de diverso parecer.

En definitiva, una sabiduría mayor se dibuja en nuestras conciencias tras la lectura de esta obra aguerrida de François Dosse. Contrariamente al catastrofismo de la hora que quisiera desquiciar los nervios, congregando a todo mundo en confusas algarabías, pediríamos: no dejen unos su azadón ni sus cuentas, ni abandonen la pluma los brujos y chamanes; pues los generales, lo sabemos, no soltarán las armas. ~

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(Ciudad de México, 1993) es escritor, poeta y traductor. Autor de Nuestra lengua. Ensayo sobre la historia del español (Academia Mexicana de la Lengua-UNAM, 2021). Profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de Aix-Marsella, Francia.


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