Pusieron el sextante en mi mano.
Me enseñan a medir los
icebergs.
Toda la gente que soy
se amontona para ver
esto como si fueran teoremas
dos o tres unidos con tornillos.
Sigo las instrucciones–
un ojo ve el espejo
¿la realidad el otro?
gira una perilla mueve una pinza
dos imágenes se tocan.
Y las tablas de conversión me dicen
que mide cincuenta metros de alto
dos kilómetros de largo.
Registro en la bitácora las cifra
x… su marca
visa en un pasaporte gigante.
Aquí en el firme puente de mando
–ejercicio de aula–
hazaña en chalupas cabeceantes
usar este instrumento
poderoso como un palo
que se arrojó de una canoa
para ver el rumbo
que la corriente toma–
inútil sin recuerdos
del viento y la marea y el tiempo.
Lo devuelvo a su caja
extraño como un insecto y familiar
como si lo lleváramos dentro
antes de haberlo fabricado–
como los náufragos
que dijeron después
que cada mañana se contaban unos a otros
sus sueños
de rescate
describiendo a detalle cada escena
una y otra vez
como si hubiera un artefacto
que pudiera salvarlos. ~
La montaña
Yo estoy aquí junto al Terror, mi hermano.
Yo soy el sitio del error humano.
Yo soy belleza y nube, y soy pesar;
Yo soy lágrimas que mañana vas a llorar.
Yo soy el vendaval agotador y el cielo.
Yo soy el rastro de escombros. Soy el lugar del hielo.
Y aún soy una mano, la punta de un dedo, un anillo.
Yo soy aquello para lo que no hay olvido.
Yo soy el que tiene roto el corazón sinceramente.
Yo los vi caer, y helarse, y romperse. ~
Los muertos
Caímos.
Y sin embargo nos amaban y nos levantan.
Nos helamos.
Y sin embargo nos amaban y calor sentimos.
Nos rompimos.
Y sin embargo aquí estamos y enteros estamos. ~
Versiones del inglés de Fabián Espejel.