Hace seis años, más de doscientos estadounidenses se reunieron en Murrieta, California, y pararon tres autobuses que intentaban trasladar a un grupo de familias centroamericanas de las celdas abarrotadas que compartían en Texas a un centro de detención de la policía fronteriza local. Al grito de “¡usa!”, obligaron a los autobuses a dar la vuelta. No querían a esas familias migrantes en su localidad. Un vecino le dijo a un periodista: “¿Quién va a responder por ellos? ¿Qué clase de delito sucederá?”
Las familias huían de la violencia de sus países tras décadas de intervenciones estadounidenses. Pero, en mitad de una creciente propaganda antiinmigrante, los manifestantes los consideraban una amenaza a la prosperidad y la seguridad nacional de Estados Unidos. En aquel momento, un joven de veintiocho años llamado Stephen Miller –que más adelante se convertiría en el asesor principal y escritor de discursos de Trump– estaba trabajando en medios de derecha como Fox News o Breitbart creando en la imaginación del país la idea de unos inmigrantes criminales que iban a robar subsidios.
La demonización ayudó al magnate inmobiliario Donald Trump a llegar a la Casa Blanca en 2016. Este noviembre determinará si estos cuatro años en el poder representarán un bache o una larga regresión hacia un pasado racista. Si Trump pierde las elecciones, demostrará que los votantes han reconocido su nativismo como lo que realmente es: nacionalismo blanco envuelto en el lenguaje de la herencia y la seguridad nacional. Estarían repudiando todo lo que ha traído: una alta cifra de muertes por coronavirus, una crisis económica y una extrema derecha envalentonada.
Esta era de crisis puede remontarse a principios de 2013. El Partido Republicano había decidido ser más inclusivo en los últimos tiempos: “Tenemos que ir a las comunidades donde normalmente no van los republicanos y escuchar y promover nuestras ideas. Tenemos que hacer campaña entre los hispanos, los negros, los asiáticos y los homosexuales”, decía un informe del comité nacional republicano en el que se hacía una autopsia de las elecciones. Tres hombres en la sede en Washington de Breitbart planeaban lo contrario.
En aquella reunión, Miller, su jefe, el senador de Alabama Jeff Sessions y el presidente de Breitbart Steve Bannon fantasearon abiertamente sobre una revuelta populista motivada por el odio antiinmigrante. Todo lo que les hacía falta era un hombre que la liderara, y, en 2015, lo encontraron en Donald Trump. Cuando Miller se unió a la campaña presidencial, se puso rápidamente a trabajar introduciendo descripciones gráficas de crímenes de migrantes en sus discursos. Utilizó propaganda del supremacismo blanco, como estadísticas falsas sobre crímenes cometidos por gente que venía de América Latina o África, para atraer votantes a favor de Trump. Trump perdió el voto popular, pero ganó la elección.
Desde la Casa Blanca, Miller promovió políticas que atacaban a familias que no habían incumplido ninguna ley: separó a niños migrantes de sus padres, rechazó las protecciones para personas que habían llegado al país de niños, impuso un veto a los viajes desde países con mayoría musulmana, frenó las admisiones de refugiados y más cosas. Ahogó la inmigración legal desde América Latina y África, y destrozó la reputación de Estados Unidos como un refugio para los perseguidos.
Cuando comenzó la pandemia, en vez de centrarse en distribuir mascarillas y equipamiento médico, el gobierno recortó las green cards o tarjetas de residencia permanente y desmanteló el sistema de asilo a lo largo de la frontera con México.
Si Trump pierde en noviembre, significará que los estadounidenses han abierto los ojos ante el daño que ha provocado en la seguridad nacional y la economía del país su estrategia de distracción y echar las culpas a los demás. El movimiento nativista no desaparecerá, pero se puede revertir su agenda. Algunas políticas son más fáciles de revertir que otras. Joe Biden podría comenzar reconstruyendo el sistema de asilo y derogando los Protocolos de Protección de Migrantes, que obligan a los solicitantes de asilo a esperar en México a la resolución judicial de sus peticiones. El sistema de admisión de refugiados será más difícil de reconstruir; se han cerrado en el extranjero oficinas enteras.
Lo más difícil de revertir será el extremismo que Trump ha desatado. La tía de Miller, Patti Glosser, teme que ha abierto la caja de Pandora. “Cuando éramos niños, nos preguntábamos ‘¿Por qué la gente no se enfrentó a Hitler? ¿Cómo convencieron a la gente a odiar así?’”, recuerda. “Ahora veo exactamente cómo lo hicieron. Con mentiras. Explotaron el lado ario de cada uno, ese prejuicio que no debería salir, y con eso abres la caja de Pandora. Dejas que salga. Y creo que no vamos a poder cerrar esa caja rápidamente.”
En los años noventa, se abrió una caja de Pandora similar en el estado natal de Miller. California se convirtió en un caldo de cultivo del nacionalismo blanco, y había un miedo a que el estado se volviera más “marrón”. El gobernador republicano Pete Wilson, que gozaba de poca popularidad, ganó la reelección en 1994 culpando a los mexicanos de todos los problemas del estado. Se produjeron ataques de ambos partidos contra la discriminación positiva, la educación bilingüe y los servicios sociales para familias migrantes. Se hizo creer a los californianos que el multiculturalismo destruiría la civilización. Se militarizó la frontera de California.
El patrón zigzagueante que definió la migración durante un tiempo –trabajadores que iban a Estados Unidos para trabajos de temporada y volvían luego al sur para comprar propiedades– se frenó. Los latinoamericanos se establecieron en el país. Se naturalizaron. Comenzaron a votar. El estado entonces se volvió totalmente azul.
La condición diversa de todo el país está atravesando los mismos problemas. Hay oportunistas que están explotando el miedo blanco para obtener réditos políticos y personales, y hay extremistas saliendo de las sombras. Pero mientras Miller cierra la puerta a los perseguidos, los perseguidos en casa se movilizan y forman nuevas coaliciones multiculturales. Forzará a los neonazis a que vuelvan a los márgenes, esta vez para siempre. ~
Traducción del inglés de Ricardo Dudda.
es periodista. Su libro más reciente es Hatemonger. Stephen Miller, Donald Trump, and the White nationalist agenda (HarperCollins, 2020)