El misterio marciano

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in memoriam Rafael Navarro González, explorador de Marte

El gran astrobiólogo y divulgador científico Carl Sagan sostenía “que la ciencia y la ciencia ficción han efectuado una especie de danza durante los últimos dos siglos”. En pocas palabras, los científicos hacen un descubrimiento que inspira a los escritores de ciencia ficción y después los jóvenes leen ciencia ficción que los hace soñar con convertirse en científicos.

Esto es cierto en el caso de Marte y la euforia que provocó el libro Crónicas marcianas de Ray Bradbury, escrito en 1949, y que inspiró a varias generaciones de niños a convertirse en exploradores del planeta rojo. Y es que el escritor imaginó Marte como un lugar idílico. Tenía dunas de arena azul y mares secos. Había canales que transportaban agua y las viñas se erguían en los patios. Sus habitantes eran seres morenos, con ojos amarillos, que vivían en casas de cristal. Los niños jugaban con insectos metálicos y arañas doradas.

Hoy en día, sabemos que Marte es un planeta muy diferente al que Bradbury imaginó. De entre los planetas del sistema solar, es el más parecido a la Tierra. Está cubierto de arenas rojas y tiene cañones, volcanes y ríos secos. En su superficie hay agua en forma de hielo. Al igual que nuestro planeta, tiene un día de veinticuatro horas, pero es mucho más frío, con temperaturas que alcanzan los -50 grados centígrados. Además, no hay ningún ser vivo en su superficie y es el único planeta que está habitado solamente por robots.

El 18 de febrero llegó a Marte el más joven de sus habitantes robóticos, llamado Perseverance, construido por el Jet Propulsion Laboratory de la NASA. En un impresionante despliegue tecnológico, con imágenes dignas de una película de ciencia ficción, el robot se posó suavemente en el cráter Jezero, con ayuda de un paracaídas que llevaba un mensaje cifrado en código binario, que decía: “atrévete a hacer cosas grandiosas”. Se bautizó al lugar de amartizaje como Octavia E. Butler, en honor de la escritora norteamericana de ciencia ficción, ya que, de acuerdo con la NASA, “sus novelas inspiran a los científicos e ingenieros de la actualidad para construir un futuro más equitativo para todos los seres humanos”.

Perseverance es un vehículo robótico del tamaño de un auto, semejante a su predecesor Curiosity, pero con mayor movilidad. Lleva más cámaras de alta resolución que cualquier misión interplanetaria de la historia y viajó junto con el helicóptero Ingenuity, el primer objeto volador en Marte.

Uno de los principales objetivos de Perseverance es probar algunas de las tecnologías que serán necesarias en el momento en que los primeros seres humanos lleguen Marte. Por ejemplo, probará un instrumento llamado moxie, que producirá oxígeno a partir del bióxido de carbono de la atmósfera marciana. Además, usará el instrumento meda para identificar en qué parte de la superficie se puede encontrar agua e investigar algunas características del planeta, como el polvo, el clima y otros factores que pudieran afectar a los astronautas que en el futuro vivan y trabajen en Marte.

Se espera que las primeras misiones tripuladas por seres humanos lleguen al planeta rojo en 2030, pues, como hemos visto en la serie Marte producida por National Geographic, la compañía SpaceX, en colaboración con la NASA, está avanzando en la construcción de cohetes capaces de ir a Marte y regresar a la Tierra. Tal vez en pocos años podamos ser testigos de los retos que enfrentará la primera colonia humana en suelo marciano, que probablemente serán similares a aquellos que enfrentó el astronauta Mark Watney en la novela El marciano, de Andy Weir, que a la vez inspiró la película de ciencia ficción de Ridley Scott. Sin embargo, antes de que llegue ese momento, las misiones que se encuentran actualmente en nuestro planeta vecino tratarán de encontrar pistas para resolver un misterio: ¿hay o alguna vez hubo vida microbiana en Marte?

Una de las principales hipótesis es que en el pasado Marte era muy similar a la Tierra. Hace 4,500 millones de años, era un planeta con una atmósfera densa, rica en dióxido de carbono, hidrógeno y nitrógeno, que tenía las condiciones adecuadas para que surgiera la vida.

Anteriormente, se han enviado varias misiones para buscar rastros de vida en nuestro planeta vecino. Un ejemplo de ello son las misiones gemelas Vikingo que se lanzaron en 1975 con el objetivo de encontrar rastros de vida microbiana y que realizaron tres experimentos usando suelo marciano. Desafortunadamente, sus resultados arrojaron que no había vida en el planeta rojo, lo que provocó que la NASA perdiera interés en él y suspendiera el financiamiento para su exploración.

Fue hasta 2010 cuando el astrobiólogo mexicano Rafael Navarro González (1959-2021) del Instituto de Ciencias Nucleares de la unam, en cuyo honor la NASA acaba de nombrar una montaña marciana, junto con Christopher McKay, del Centro de Investigación ames de la NASA, y Peter Smith, de la Universidad de Arizona, repitieron los experimentos de las misiones Vikingo, pero usando suelo del desierto de Atacama en Chile, un lugar muy seco, con poca vida, una especie de Marte en la Tierra. El resultado de los experimentos fue desconcertante: no encontraron restos de materia orgánica asociada a la vida en Atacama, lo cual es incorrecto. Entonces, Navarro y sus colegas se percataron de que los experimentos que se habían realizado en Marte para detectar materia orgánica tenían que replantearse. Este y otros descubrimientos desataron un nuevo interés en el planeta entre la comunidad científica. Por ello, en 2011, se envió la misión Curiosity a explorarlo. Dicha misión descubrió, entre otras cosas, que el cráter Gale, su lugar de amartizaje, pudo haber albergado un lago con vida microbiana hace varios millones de años.

Perseverance continuará con los estudios que inició Curiosity y buscará signos de vida primitiva en Marte. Para esto lleva consigo un instrumento llamado sherloc, capaz de encontrar materia orgánica, y el experimento pixl, que analizará la composición química del suelo marciano. Por otro lado, Perseverance obtendrá muestras de rocas que, por primera vez, viajarán a la Tierra a bordo de una misión futura.

Y ¿qué pasará si finalmente los científicos encuentran que en el pasado existió vida marciana, por ejemplo, bacterias primitivas? Como comentó Navarro en varias ocasiones, “si encontramos vida en Marte, lo primero que se tendría que estudiar es si tuvo un origen independiente al nuestro o si se trata de una segunda génesis”.

Si no se encuentra vida en Marte, es posible que en el futuro se inicie su terraformación, es decir, el proceso para convertirlo en un lugar similar a la Tierra. En su trilogía marciana, compuesta por las novelas Marte rojo, Marte verde y Marte azul, Kim Stanley Robinson imaginó que los primeros cien habitantes llegaban a Marte en 2026, y que iniciaban el proceso de terraformación, modificando al planeta rojo, seco y muerto, para transformarlo en un planeta vivo, con numerosas especies animales y vegetales y una atmósfera respirable para el ser humano. En la realidad, de acuerdo con los astrobiólogos, este proceso podría tardar cerca de mil años, lo cual, aunque parece una eternidad, es un parpadeo en la historia de la humanidad. Si no se encuentra vida en Marte y en el futuro logramos colonizar y terraformar al planeta rojo, tal vez se hará realidad una de las conclusiones de Bradbury en el cuento “El picnic de un millón de años”: los marcianos del futuro seremos nosotros. ~

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es comunicadora de la ciencia en el Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM


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