A propósito de los noventa años de Manuel Felguérez, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) presentó la exposición Trayectorias, curada por Pilar García de Germenos. A pesar de tratarse de un artista con una amplia carrera, no es una exhibición global de su obra, sino una aproximación a proyectos que, de acuerdo con el texto introductorio, “marcaron un cambio de rumbo en su producción artística: los murales de desecho, La máquina estética y su creación reciente”. La decisión curatorial de centrarse en estas tres perspectivas permite al público relacionarse con el trabajo de Felguérez gracias a temas que fueron relevantes para la creación de ciertas piezas y siguen siéndolo para nuestros días.
En la exposición se pueden observar dos obras monumentales (rescatadas recientemente por el MUAC) que Felguérez realizó en los años sesenta: el Mural de hierro (1961), instalado en el Cine Diana como parte de una obra interdisciplinaria en colaboración con Alejandro Jodorowsky, y el mural Canto al océano (1963) para el Deportivo Bahía en el Peñón de los Baños en la Ciudad de México. Ambos proyectos revelan una época de la creación en México en que instituciones y negocios consideraban importante ofrecer un lugar a la instalación de obras monumentales, a través de la integración plástica, concepto en que arte y arquitectura conviven desde la concepción de los espacios. Tanto Mural de hierro como Canto al océano fueron realizadas con material de desperdicio: maquinaria industrial en un caso y conchas de ostión en el otro.
En Felguérez la decisión de hacer murales no fue fortuita: se trataba de una respuesta irreverente a la Escuela Mexicana de Pintura, antecesores y antagonistas de su generación, que había convertido al mural en sello de su trabajo. Como parte de la generación de la ruptura, Felguérez constituye una de las voces que transformaron aquel dominio hegemónico del nacionalismo estético que había impedido el desarrollo de otros lenguajes. “Éramos amigos porque logramos hacer un enemigo: el nacionalismo de la Escuela Mexicana”, dijo el artista en una entrevista, que se incluye en el catálogo de la muestra. En esa misma conversación, Felguérez narra la manera en que consiguió los materiales para Mural de hierro y Canto al océano: haciendo tratos con mercados, restaurantes o camiones que recolectaban chatarra.
Además de la integración con la arquitectura, Felguérez experimentó y realizó muchas colaboraciones interdisciplinarias. En el caso del Mural de hierro, concibió la obra como un gran instrumento musical que se activaría, durante la inauguración de 1961, en una situación performática dirigida por Alejandro Jodorowsky. Los proyectos con el artista chileno fueron recurrentes y en todos ellos puede verse una preocupación por pensar la máquina como un elemento de creación estética. Por ejemplo: La máquina del deseo, creada para la película La montaña sagrada. En la exposición se incluye la única reproducción de esta obra realizada con la supervisión de Felguérez para la Galería Páramo de Guadalajara en 2007. Poder ver esta obra –emblemática no solo para las artes visuales sino también para el cine de culto– es una de las aportaciones más relevantes de Trayectorias.
En esa misma línea, la muestra integra uno de los proyectos más importantes del artista realizado a mediados de la década de los setenta en colaboración con el ingeniero en sistemas Mayer Sasson. La máquina estética es una obra pionera en el arte digital de nuestro país y fue concebida con el afán de dotar a la máquina de capacidades sensibles. En la sala podemos observar buena parte de los resultados de este proyecto, que derivó en composiciones de formas geométricas en diversos formatos de escultura, pintura y gráfica.
Por último, Trayectorias presenta trabajos recientes de Felguérez: pinturas abstractas de gran formato desarrolladas ex profeso para las instalaciones del museo a partir de la técnica del dripping o goteo. En términos formales y conceptuales acaso sean las piezas menos vinculadas al resto del planteamiento curatorial, aunque dejan ver la energía de un artista nonagenario que todavía sigue proponiendo y ejecutando obras nuevas. Una serie de fotografías nos muestran al artista subido en andamios para la creación de estas pinturas, así como referencias a la obra Agenda 2030, creada para las instalaciones de la ONU.
La exposición ofrece una manera de aproximarse al trabajo de Felguérez a través de preocupaciones que, en distintas etapas, han atravesado su producción. La curaduría permite una relación fresca con los planteamientos estéticos de hace más de cinco décadas: su vigencia es más que evidente en una era de desarrollo de inteligencia artificial y de exceso en la producción de desechos. ~
es maestra en historia del arte y se ha desarrollado como curadora. Desde 2019 es directora de Casa Gallina.