…es decir que sigue ardiendo, incluso cuando ya solo es ceniza.
GDH
Lejos, la tarde en que mi madre
se quedó dormida entre las brasas
y tal vez le quité la resurrección prometida.
Nunca me dijo qué prefería,
nunca hablábamos de eso:
solo del trabajo
y de la vida.
Pero, desde que dijiste que las brasas
quitaban el regreso
no pude dormir más,
porque es muy frágil una decisión
que nos cuesta a dios:
ella sobre la camilla rodeada de fuego,
incendiada.
Larga espera hasta doblegar el cuerpo a cenizas,
aunque nunca habrá suficiente combustible
para acabar con ella.
“¿Pero no ves que todavía ardo?” –me dice–
cuando vuelve del insomnio
con gestos que le quito
y también arden:
cosas simples al borde del abismo
en la escalera.
En la eterna noche de San Juan
las moscas que dan vueltas alrededor,
terminan con todo lo que construimos
y nunca se acaba de quemar.
Solo se quema parcialmente,
lo que fuimos. ~