Fragmento de una clase de literatura

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Los mendigos en la España de los Siglos de Oro.

En un sentido la literatura picaresca es la literatura de la miseria. En otro sentido puede considerarse la literatura del deshonor. Este segundo tema, como veremos al desarrollarlo, trata de un peculiar deshonor, el deshonor festivo, presuntamente divertido, como se presenta en el brillante, irónico y cruel final feliz de La vida de Lazarillo de Tormes.

Pero pasemos al asunto de los pordioseros, el papel de los mendigos en el diseño del mundo, su utilidad.

Tiempos corrieron en los que los mendigos eran encarcelados o, de plano, de una vez, ahorcados. Imposible imaginar una sociedad con mayor grado de inquina hacia el infeliz desheredado.

Pero cuando filántropos y benefactores, como Juan Luis Vives, formulan medidas para la redención del mendigo, surgen protestas. El argumento es que el mendigo, verdadero o supuesto, poco importa, nos induce a la limosna, manifestación por excelencia del amor caritativo.

Aunque Cristo advirtió semper enum pauperes, “pobres siempre habrá”, desde luego no dijo “pordioseros siempre habrá”. Porque no son lo mismo: en tanto pobreza es condición, limosnear es oficio, como se advierte en novelas como Misericordia, de Pérez Galdós. Y más todavía en sociedades como el maravilloso Patio de Monipodio, de la novela de Cervantes Rinconete y Cortadillo, que es una especie de perfectamente organizado sindicato de mendigos. Y que Victor Hugo brillantemente puso ante el paredón y fusiló en su variante de Corte de los Milagros de la novela Nuestra Señora de París. Damos por hecho que para cualquier escritor es un orgullo ser imitado por Victor Hugo. (Jean Cocteau dijo que “Victor Hugo era un loco que se creía Victor Hugo”.)

Ahora, el mendigo se sitúa en el fondo de la hoya social, el pícaro no está tan hundido porque el pícaro trabaja. En verdad, la picaresca puede considerarse la epopeya del trabajo desesperado y grotesco, viene a ser la crónica literaria del criado.

Ahora que detrás de la picaresca está siempre el hambre canina.

Criados en la literatura.

Piensa uno en los omnipresentes graciosos del teatro de los Siglos de Oro, y de antes, en la Comedia Nueva de la escena clásica. Pero hay mucho más.

En la historia universal se va registrando una progresiva extinción de criados. En otros tiempos el mundo estaba lleno de servidores. Las monjas ricas ingresan a los conventos con criadas (y hasta con esclavas). Casanova va a la cárcel de los Plomos, en Venecia; lo acompañan dos criados para atenderlo ahí. Siegfried Sassoon, aristócrata y poeta inglés, baja a las espantosas trincheras de la Primera Guerra Mundial, y desciende con él su viejo criado, Flook. Don Quijote sale a desfacer entuertos, lo acompaña un criado. Gordo y locuaz.

Una historia de las modalidades de esclavos, criados, empleados valdría la pena.

El Lazarillo de Tormes se desarrolla en Toledo. Guzmán de Alfarache ya abarca media España e Italia. La geografía picaresca, al ir extendiéndose, va modificando su naturaleza y va transformándose en novela de aventuras. Este es el paso del Lazarillo a Gil Blas de Santillana de Lesage.

En Inglaterra, el género derivó hacia la picaresca realista de Smollett o Fielding, Richardson o la Moll Flanders de Defoe, estudiada por Ian Watt en su gran libro The rise of the novel. ~

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(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.


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