Elogio de la revista Ábside

Impulsada por los sacerdotes Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte, Ábside dio cabida a muchas de las mejores plumas hispánicas del siglo XX y les otorgó el lugar que merecían a figuras ahora centrales como sor Juana y Clavijero. Entre 1937 y 1954, la publicación llegó a ser un foco renovador de la cultura mexicana.
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Las revistas son lugares de reunión donde la vida transcurre conversando. Pueden llegar a ser focos de innovación cultural, cuya importancia no siempre ha sido vista en la historia de la cultura. Ábside fue eso: un foco de renovación de la cultura en México.

Tuvo antecedentes. En el siglo XIX, liberales y conservadores quisieron imponer sus ideas como pensamiento único. Prefirieron matarse que escucharse. Con ese ánimo, el desarrollo cultural quedó subordinado a la guerra civil.

Ignacio Manuel Altamirano, que tomó las armas liberales y fue, de joven, jacobino feroz, acabó reconociendo el daño y el remedio. Fundó la revista (semanal) El Renacimiento (1869) para que renaciera la conversación no militante.

Un siglo después, Octavio Paz fundó la revista Plural (1971-1976), cuyo título mismo invitaba a la cultura libre, cuando se veía mal que la cultura no fuera militante.

En 1937, Gabriel Méndez Plancarte fundó la revista Ábside, “revista de cultura mexicana”. En la presentación, propuso un nacionalismo que hiciera “nuestro lo universal, para hacer universal lo nuestro”.

Eran los tiempos del Partido Nacional Revolucionario en México, del Partido Nacionalsocialista en Alemania, del Partido Nacional Fascista en Italia, del “socialismo en un solo país” del Partido Comunista de la Unión Soviética. Eran los tiempos de la cultura militante.

Ábside fue un foco de la cultura libre que atrajo muchas de las mejores plumas de México: Alfonso Reyes y Antonio Gómez Robledo (colaboradores frecuentes), Enrique González Martínez, Agustín Yáñez y Ezequiel A. Chávez; que después fueron miembros del Colegio Nacional.

Veintinueve colaboradores, como esos cinco, tienen hoy página en la Wikipedia: Ermilo Abreu Gómez, Miguel Bernal Jiménez, José Bravo Ugarte, Ernesto Cardenal, Alfredo Cardona Peña, Alberto María Carreño, Guadalupe Dueñas, Genaro Fernández MacGregor, José Fuentes Mares, Jesús García Gutiérrez, Emma Godoy, Efraín González Luna, Pedro Gringoire, Jesús Guisa y Azevedo, Fernando Leal, José Luis Martínez, Ernesto Mejía Sánchez, Sergio Méndez Arceo, Gabriela Mistral, Francisco Monterde, Carlos Pellicer, Joaquín Antonio Peñalosa, Alfredo R. Placencia, Manuel Ponce, José Rojas Garcidueñas, Manuel Romero de Terreros, Concha Urquiza, Octaviano Valdés y Ángel Zárraga.

Ocho colaboradores recibieron el Premio Nacional de Letras. Una colaboradora frecuente, Gabriela Mistral (chilena que vivió algunos años en México), recibió el Premio Nobel de Literatura 1945.

Con este elenco (y en aquellas circunstancias) sorprende que Ábside haya sido obra de dos sacerdotes: Gabriel Méndez Plancarte (1905-1949) y su hermano Alfonso Méndez Plancarte (1909-1955). En los medios eclesiásticos, se había perdido el interés por la cultura, y en los medios culturales se ignoraba a los clérigos.

La cultura católica en México sufrió tres persecuciones, de mediados del siglo XIX a principios del XX: la de Benito Juárez, la de Venustiano Carranza y la de Plutarco Elías Calles.

Sería más de esperarse la respuesta cristera que la de un foco renovador de la cultura.

Ábside supo admirar y traducir a Nezahualcóyotl cuando la poesía indígena se consideraba inexistente. Supo admirar a sor Juana y otros poetas novohispanos cuando la cultura virreinal se consideraba superada. Rescató del olvido a los brillantes humanistas del siglo XVIII (como Clavijero), cuyo impulso renovador fracasó porque fueron expulsados del país. Le dio importancia a la filosofía, a la crítica literaria y artística, a la reseña de libros. Lanzó a los poetas jóvenes Manuel Ponce y Concha Urquiza. Tradujo a clásicos y modernos. Publicó documentos históricos desconocidos y a historiadores revisionistas.

Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte hicieron vidas paralelas de hermanos carnales y gemelos espirituales. Nacieron en Zamora, Michoacán, como vástagos de una familia importante en la ciudad. En Zamora hicieron sus primeros estudios y recibieron el orden sacerdotal. La diócesis zamorana los envió a Roma para hacer estudios posteriores en la Pontificia Universidad Gregoriana y el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, ambos a cargo de jesuitas, por lo cual se ha llegado a creer erróneamente que los Méndez Plancarte fueron jesuitas (me explica Fausto Zerón-Medina, su sobrino indirecto). Luego estudiaron en la Universidad Católica de Lovaina en Bruselas, foco de renovación de la cultura católica bajo el lema “Nova et vetera” [lo nuevo no es enemigo de lo viejo] que le dio el papa León XIII.

Publicaron 87 números de Ábside entre 1937 y 1954. De esos diecisiete años, Gabriel dirigió la revista en doce (hasta su muerte), Alfonso la dirigió cinco (hasta su muerte). Además, editaron medio centenar de opúsculos Bajo el Signo de Ábside (hay unos cuarenta en la Biblioteca del Congreso en Washington).

Escribieron un centenar de colaboraciones para Ábside: 61 Gabriel, 42 Alfonso. Y una veintena de libros: siete Gabriel, trece Alfonso. Destacan los siguientes de Alfonso: una documentada antología crítica de los Poetas novohispanos, que fue una revelación. Luego, la compilación de las obras completas de sor Juana Inés de la Cruz, seguidas por las de Amado Nervo y Rubén Darío. También la antología Primor y primavera del hai-kai.

Asombra lo que hicieron en tan pocos años. Ambos murieron como a los 45, de afecciones cardíacas congénitas, seguramente agravadas por su carga de trabajo. Antonio Gómez Robledo los llamó: “príncipes del humanismo clásico, cristiano y mexicano”.

Ábside renovó la cultura católica como parte integral de la cultura mexicana, no como un gueto aparte.

Fue una especie de concilio que se adelantó un cuarto de siglo al Concilio Vaticano II (1962). ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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