Žižek o el supuesto Prometeo

Es difícil estar de acuerdo o no con Slavoj Žižek, dado que su obra no construye, como tal, un pensamiento filosófico. Interesado, más bien, en trazar puentes insospechados con la cultura popular, este pensador indaga en las preguntas más urgentes de su época sin un método definido, pero con anzuelos seductores para quienes lo siguen fervorosamente.
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He leído “Puede que parezca un filósofo”, la respuesta del psicoanalista-editor Alejandro Cerda-Rueda al artículo “La cancelación de Slavoj Žižek” de Christopher Domínguez Michael (Letras Libres, febrero de 2024), publicado en el sitio web de esta revista, y quisiera responder en calidad de filósofa-editora.

Slavoj Žižek (Liubliana, Eslovenia, 1949) es un síntoma de nuestro tiempo: tiene una gran preocupación por los conflictos actuales, pero carece del rigor metodológico para lograr un diagnóstico. Coincido con Cerda-Rueda en que es un error socavar el sistema žižekiano a partir de su figura, del personaje que Domínguez Michael llamó payaso. No pretendo aquí hablar de su contexto vital ni histórico para justificar su relevancia ni su validez como filósofo. Al contrario, me parece esencial dejar de lado su figura personal para adentrarnos de lleno en sus presupuestos filosóficos. Enmarcarlos dentro del contexto sociohistórico que lo convirtió en la figura que es hoy tan solo sirve como revisión de su origen, pero no puede dar cuenta de la legitimidad de su pensamiento. Es ahí donde, en efecto, debemos centrarnos y hacer un análisis de su “filosofía” desde ella misma.

Para ello, me di a la tarea de leer algunos libros suyos, publicados en los últimos años. No me parece, al contrario que Cerda-Rueda, de imperiosa necesidad revisar sus “mejores” libros para hacerse de la columna vertebral de su pensamiento. Porque ese es parte del problema: Žižek no tiene un sistema filosófico. Por default, remite a autores del materialismo dialéctico marxista y al psicoanálisis lacaniano. Dependiendo del tema a tratar, tiene además la asombrosa habilidad de citar, a propósito, a las figuras más lejanas que podrían imaginarse: desde Mozart, los mandamientos de Dios, la serie Castle de la cadena abc, hasta Hitchcock y el presidente iraní Alí Jamenei. Si tiene algo de característico es su obsesión en recurrir a un sinfín de referencias que, si bien tienen origen en una premisa inicial, vuelven la argumentación un coctel de autores más que el análisis argumentativo de una idea a probar.

Aunque Incontinencia del vacío. Enjutas económico-filosóficas, uno de sus títulos más recientes, parecía prometedor, el libro me confirmó que ninguno de sus planteamientos previos había cambiado. De hecho, el autor se repite y recurre a un término de la arquitectura para hablar del método que utilizará en este libro: enjuta –un concepto que también utiliza en Contra la tentación populista–, que designa a la superficie que resta de inscribir un círculo en un cuadrado. Para Žižek, sus reflexiones deben actuar del mismo modo: llenando los resquicios entre la filosofía, el psicoanálisis y la crítica de la economía política. Esto es por demás extraño y necesitamos comprender qué clase de conocimiento surgirá a raíz de ello.

En este libro publicado en 2023, Žižek confronta textos mayores y menores para desafiar nuestras percepciones habituales sobre la tradición occidental. El esloveno piensa que haciendo cortocircuito entre libros marginados del corpus hegemónico y libros tradicionalmente considerados mayores, estos últimos adquirirán una renovada legibilidad. Si estos textos menores se eligen bien, las intuiciones que de ese cortocircuito emanen pueden ayudar a socavar ideas heredadas que no necesariamente responden a la realidad actual. Su objetivo es, en palabras del autor, “desplazar el centro inherente en el texto interpretado, que saca a la luz lo no ‘pensado’, sus presupuestos y consecuencias descartados”. Como es de esperarse, el psicoanálisis sería la herramienta, digamos, teórica de la serie de cortocircuitos y el instrumento que dé luces a los textos clásicos de una manera más novedosa. Sin embargo, más adelante el propio Žižek pasa a decir que el objetivo de su libro es encontrar una nueva forma de legibilidad entre el psicoanálisis, la filosofía y la crítica de la economía política. ¿Bastan las enjutas y los textos menores para establecer una conexión de tales magnitudes? ¿El psicoanálisis es la herramienta y lo cuestionado a la vez?

En suma, se trata de una intervención lacaniana en el arte, la filosofía y la teología. Propone al final un objetivo de aprendizaje tipo SEP: “Después de leer un libro de esta serie [una serie que él mismo denomina ‘Cortocircuitos’], el lector no solo debería haber aprendido algo nuevo: la idea, más bien, es que sea consciente del envés –perturbador– de lo que siempre ha sabido.”

Para probar su novedoso método, me referiré a un capítulo denominado “Antinomias de sexuación pura”, cuyo subtítulo es “De Kant a Hegel”. Aquí, Žižek introduce el problema planteado por Kant acerca de la imposibilidad de saber qué es la cosa en sí, lo que significaba la muerte de la metafísica, y de cómo Hegel, con su dialéctica, intentó conciliar ambas posturas. Para Žižek la solución es citar una obra menor titulada “El sexo y la eutanasia de la razón”, cuyo autor, Joan Copjec, trazó una relación entre las antinomias de la razón pura de Kant y las fórmulas de sexuación de Lacan.

Indaguemos en el ejemplo. Žižek nos hace ver que Kant limitó la razón al decir que no se puede conocer el noúmeno, la cosa en sí, sino solamente a través de su manifestación, el fenómeno. Leibniz (aquí cito mi propio ejemplo), antecedente del idealismo alemán, decía que la percepción es la forma en la que podemos recibir los estímulos de la realidad, y es a través de ellos que podemos apercibir o conocer la realidad. Sin embargo, entendía que no podríamos tener un conocimiento real y absoluto de las cosas de un modo discreto (es decir de cada una de las cosas que construyen a los objetos de nuestro conocimiento), porque finalmente todas las percepciones de la realidad están hechas de lo que él llamaba petites perceptions o pequeñas percepciones: todos los elementos imperceptibles que construyen nuestro conocimiento. Por ejemplo, cuando estás escuchando el sonido del mar, conoces el fenómeno de ese sonido, pero en realidad no es que sepas qué es exactamente ese sonido. Es, al final, un conjunto de pequeñas percepciones que lo construyen: la aleta del pez chapoteando en el agua, la espuma chocando con la arena y las rocas de la playa, y un sinfín de elementos más que conforman lo que nosotros entendemos como el sonido del mar. Leibniz concebía una realidad muy matizada. El conocimiento estaba constituido por todos y cada uno de los elementos que conforman lo que podemos percibir pero que nunca podremos apercibir, porque son imposibles de conocerse por entero.

Frente a esta imposibilidad, Žižek está tratando de plantear que el hecho de que no podamos acceder a la cosa en sí no significa que no haya posibilidad de conocerla, sino que es eso lo que la define. Parece paradójico, pero si tomamos en cuenta el ejemplo de Leibniz, podríamos comprender mejor lo que intenta explicar Žižek. Existe el sonido del mar, eso lo sabemos, digamos que no podemos conocerlo del todo, pero eso no significa que no conozcamos algo de eso, y es un poco lo que Kant quería decir. Lo novedoso quizás es que Žižek plantea que lo que significa el sonido del mar es justamente esa negación de no poderlo conocer del todo, y que finalmente “el hecho de que no podamos captar la realidad como un todo no significa que la realidad como un todo esté fuera de nuestro alcance, significa que la realidad es en sí misma un no todo antagonista que está marcado por una imposibilidad inherente, por expresarlo de manera sucinta, de cosas que no pueden existir plenamente”. Hasta aquí, creo que el planteamiento es comprensible y asequible.

Sin embargo, líneas más adelante, Žižek utiliza la palabra analogía para introducir el texto menor de Copjec con el propósito de lograr el dichoso cortocircuito. En ese sentido, me parece que una analogíafunciona de manera muy distinta a lo que él pretende hacer. Nos anunció en un inicio que buscaba hacer enjutas, una intersección que cuestione por completo los estatutos hegemónicos occidentales de la tradición filosófica. Si bien de algún modo sí trata de resolver ciertos dilemas filosóficos, al final termina por darnos analogías, meros ejemplos. Y es esto lo que siempre está haciendo, en todos sus libros.

De este modo, al igual que con otros libros suyos, Incontinencia del vacío implica darse un clavado en el agua helada de los intereses de Žižek (y digo agua helada porque los retrata tal cual los piensa, directamente de su mente sin una aparente sistematización o metodología premeditada). Si esta pretensión de hacer cortocircuitos ha de ser posible, me parece que necesita: primero, comprender que el ejercicio es de suyo filosófico y no necesita de ninguna disciplina como el psicoanálisis para tener sentido; segundo, un fundamento ulterior que justifique un objetivo así; y tercero, una justificación de cuáles son las disciplinas que lograrían una empresa semejante.

Seguramente Žižek se distingue de otros autores y no defiendo que carezca de una posición frente a los problemas actuales. Más bien, hay que entender que esta posición es tan solo su punto de vista, pero no un sistema filosófico. El error de su público es olvidar que cualquiera puede estudiar filosofía, leer filósofos y citarlos. Žižek ya lo hace. Pero no todos pueden hacer filosofía, pues esta no puede simplificarse a citar filósofos y decir lo que uno piensa. Afirmar que en ello radica un sistema filosófico es un grave error, más grave incluso que el centrarse en la persona de Žižek. Por ello, creo que basta con leer unos cuantos de sus libros para discutir si Žižek propone verdaderamente un sistema filosófico, sobre todo porque es un autor, e incluso así lo reconocen sus defensores, que se repite una y otra vez.

En efecto, libros como los suyos vuelven a Žižek un escritor difícil de clasificar y, por tanto, de criticar. Después de leerlo durante estos años y de revisar sus más recientes conferencias, puedo decir que falla en hacer filosofía, psicoanálisis y crítica de cine en sentido estricto. Creo que su mayor contribución radica en retomar ejemplos cotidianos para encontrar un correlato de las teorías que cita (a veces sin ninguna razón aparente). Y es que lo suyo es un subproducto de figuras como Hegel, Kant, Marx, Derrida, Lacan y Freud, entre otros, a quienes acude con frecuencia; incluso me atrevería a describir sus escritos como una paráfrasis žižekiana de todos ellos a propósito de la actual crisis civilizatoria.

Al volver al prólogo de Contra la tentación populista –un libro que contiene también La melancolía y el acto– me percaté del punto de partida de Žižek para hablar de su pensamiento y es en donde podemos encontrar el centro de la cuestión. Según el esloveno, la filosofía puede dar cuenta de los problemas actuales si y solo si es atravesada por el psicoanálisis: “como mucho, lo que queda de filosofía son reflexiones epistemológicas en el proceso de los descubrimientos científicos”. ¿El psicoanálisis debe ser el marco analítico para realizar diagnósticos de la realidad? ¿Se refiere a que la filosofía debe ser psicoanálisis? ¿Exactamente en qué debería atravesar el psicoanálisis a la filosofía? A mi juicio, Žižek es más bien un pensador que reacciona a los conflictos de la actualidad y, desde el psicoanálisis, busca reivindicarse como filósofo haciendo referencias a ciertos autores de la tradición filosófica según la premisa que quiere probar.

No puedo decir, pues, que haya encontrado un planteamiento puramente žižekiano, un sistema que pueda enseñarse en los syllabus de las universidades donde las personas se regocijan de tenerlo, como el Instituto Birkbeck para las Humanidades de la Universidad de Londres. Incluso la Oxford Union Society, una de las sociedades de debate de mayor prestigio en el mundo, lo considera filósofo, o al menos así lo llamaron en las cortinillas del video de su última aparición el pasado 26 de noviembre. Podríamos pensar que pertenecer a ramos académicos de prestigio es ya la prueba de su legitimidad, pero no lo creo. Qué tan legítima es una propuesta filosófica no depende del renombre de quien la formula ni de la institución que lo acoge. Me atrevería a decir que estas instituciones se han rendido a la popularidad de Žižek y la han confundido con filosofía.

Pero entonces, ¿la filosofía no puede ser popular? ¿Debe caer en el cliché de la academia solipsista para así ser considerada verdadera? ¿Será que mi escepticismo se debe a que, desde hace unas décadas, Žižek es una figura pública? ¿Se puede decir que algo es filosofía cuando los artículos se producen desde la academia y el epítome de su legitimidad es estar indexados en revistas especializadas? ¿Deja de ser filosofía cuando se publican y venden más de dos libros al año, como lo hace Byung-Chul Han? Creo que la filosofía no puede definirse por la academia, como tampoco por el público que la lee o por la cantidad de libros que venda. La filosofía, como una búsqueda auténtica de conocimiento y rigor científico, se supeditó a la farándula del éxito académico, se sumergió en la decadencia de la universidad después de que los managers tomaran el control. Dentro de un contexto como el actual, la filosofía no es solo una búsqueda de la verdad, sino que tiene una tarea todavía más difícil (que ya casi nadie se preocupa en realizar): recuperarse a sí misma, y con ello, recuperar también las preguntas esenciales. La filosofía nunca fue parte de una moral del éxito adaptativo (recordemos qué sucedió con Sócrates). Por la burocratización, jerarquías y rangos, la filosofía ha dejado de tener futuro en la universidad.

Así, mi escepticismo no parte de concebir los libros de Žižek como obras de divulgación; al contrario, los libros de Žižek exigen un público muy versado en diversos temas de cultura, psicología, política, cine, música, arte, literatura, psicoanálisis y filosofía. Más bien se debe a que Žižek parte de un concepto erróneo de filosofía. No pienso que el psicoanálisis deba atravesarle nada para ser una disciplina que, según el esloveno, logre decir algo más que meras especulaciones epistemológicas. Tampoco me parece necesario descartar por completo el psicoanálisis, pues los problemas hoy no son “propiedad” de una sola ciencia.

Pero el error es más profundo. Según Žižek, “incluso los problemas filosóficos más elementales se vuelven cada vez más problemas científicos”. ¿Eso qué significa? ¿Que, si la ciencia se hace preguntas sobre el libre albedrío, la filosofía ya solo puede caer en una mera especulación sobre la libertad? Estoy de acuerdo con él cuando asegura que la filosofía solo puede hacer un examen de la realidad, pero no puede ofrecer soluciones. Algo que también desarrolla en algunos de sus libros. En ¡Goza tu síntoma!, por ejemplo, el esloveno critica la urgencia por tener un compromiso práctico frente a las crisis civilizatorias actuales y propone la espera crítica y meditada: “Hay situaciones en las cuales lo único verdaderamente ‘práctico’ que puede hacerse es resistir la tentación de comprometerse de inmediato, y ‘esperar y ver qué pasa’ por medio de un paciente análisis crítico.” Si para el autor de ¡Goza tu síntoma! la filosofía constituye este examen pausado de la realidad, estoy de acuerdo. Pero no comparto su idea de que las preguntas otrora filosóficas pertenezcan ahora a la ciencia, solo porque esta aborde las mismas cuestiones. Cualquier disciplina puede hacerse cuestionamientos sobre la realidad, y no por ello los problemas dejan de ser de una disciplina y pasan a ser de otra. De hecho, la aseveración de Žižek confirma la interdisciplinariedad inherente de los problemas y sus soluciones. Qué maravilla que hoy la ciencia pueda aportar conocimiento en torno a la “mente”, cuando Descartes únicamente pudo decir que el alma racional estaba en la glándula pineal sin siquiera acertar. De otro modo, si nos ceñimos a lo que Žižek plantea entonces el psicoanálisis tampoco podría sobrevivir, pues al final sus planteamientos podrían también ser suplantados por la ciencia cognitiva y el “progreso” tecnológico en torno a la inteligencia artificial. ¿El yo, el ello y el superyó no podrían traducirse algún día en códigos o algoritmos?

Por otro lado, no olvidemos que la ciencia puede presentar problemas en sus planteamientos y, con el paso del tiempo, los paradigmas que en algún momento parecían muy sólidos llegan a tambalearse. Con todo y sus avances, la ciencia no puede especular sobre sí misma y sus alcances están fuera de los límites de su definición. De ahí que la filosofía sea hoy más relevante que nunca: ofrece un horizonte crítico desde el que se pueden diagnosticar no solo los problemas que vivimos, sino también los estatutos de las disciplinas que intentan responder a ellos. Creo que Žižek falla en comprender correctamente el verdadero significado tanto de la filosofía como de la ciencia, y además comete el error de no comprender la verdadera naturaleza de los problemas actuales. Coincido con él en que hay que promover la espera crítica antes de lanzarse al precipicio del compromiso práctico, pero permanezco escéptica en su definición de la filosofía y, por ese motivo, no me termina de convencer su sistema “filosófico” atravesado por el psicoanálisis.

El fanatismo público a su persona es tan poderoso que parece un Prometeo moderno y, como el titán que nos ha dado el fuego para vivir, hay personas que agradecen su existencia. Se trata de una figura heroica por su compromiso a la hora de desafiar las posturas más conservadoras y acérrimas del canon hegemónico académico. Quizá, si hay algo que lo salva es que no parece tomarse muy en serio ante el público, ni da la impresión de quererlos engañar. Tan solo dice lo que piensa sin tapujos. Tal vez a ello se debe el cúmulo de fanáticos que se agolpan en los comentarios de YouTube a sus conferencias. Su autenticidad y convencimiento de su “sistema” es quizá la razón por la que se le considera un filósofo, un auténtico Sócrates que, triunfante, escoge la cicuta (o bien la cancelación) con tal de seguir sus ideales. La pequeña diferencia entre Sócrates y Žižek es la gran distancia filosófica que los separa. Žižek no es un filósofo, aunque justo es reconocerlo como un pensador preocupado por el mundo que le ha tocado. ~


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