Gobernanza de la IA

Civilización artificial

José María Lassalle

Arpa

Barcelona, 2024, 192 pp.

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En su libro La condición humana, Hannah Arendt dice que “la realidad y confiabilidad del mundo humano se basan en que estamos rodeados de cosas más permanentes que la actividad que las produce, e incluso que quienes las producen”. Esa sensación de permanencia desapareció con la modernidad y, sobre todo, con la posmodernidad. Hoy los cambios radicales suceden frente a nuestros ojos, en pocas generaciones o incluso dentro de generaciones. Por eso la histeria con la Inteligencia Artificial es, en cierto modo, comprensible: tanto de sus críticos como de sus defensores más entusiastas. Hemos pasado de hablar de algoritmos como herramientas simpáticas que nos ayudan a comprar una lavadora más fácilmente a hablar de tiranías algorítmicas, del fin del trabajo, de capitalismo cognitivo y de feudalismo tecnológico.

Tanto el solucionismo, la idea de que todo problema colectivo tiene una solución técnica, como el catastrofismo tecnológico tienen un problema esencial. La IA es una realidad, y el debate no debería plantearse en términos binarios (la IA salvará el mundo vs. la IA acabará con la humanidad), sino en términos de gobernanza: ¿qué queremos hacer con ella?

En Civilización artificial, José María Lassalle, que fue secretario de Estado de Cultura y secretario de Estado de Agenda Digital, continúa el camino de reflexión sobre su época que comenzó en Contra el populismo (Debate, 2011), Ciberleviatán (Arpa, 2019) y El liberalismo herido (Arpa, 2021). En este nuevo libro, el ensayista aporta una visión crítica filosófica de la IA sin caer ni en un catastrofismo reaccionario ni en un utopismo libertario. Cree que es necesario “regular una civilización basada en una relación de alteridad convivencial entre seres humanos y máquinas que requerirá una gobernanza que defina un marco de equidad que dé a cada uno de ellos lo que le corresponde en función de sus capacidades y necesidad”. Es decir, la IA ya está aquí. Solo falta que escribamos las reglas de juego y convivencia entre humanos y máquinas. “En vez de reclamar la prohibición de sistemas deIA tendríamos que pensar para qué las queremos y cómo pensamos utilizarlas de acuerdo con los propósitos para los que las fabricamos.”

Esto no significa que Lassalle considere la Inteligencia Artificial algo neutral. Replica los prejuicios de sus creadores; también es un reflejo de las estructuras de poder existentes. La IA trae cambios que acelerarán esa sensación de vértigo y despersonalización de la que hablaba Arendt en La condición humana. No solo porque nos vaya a quitar el trabajo, que es algo que está por ver si será negativo. Es que desafía, por ejemplo, nuestras ideas básicas sobre el mérito: “introduce una cuña que rompe la legitimidad epistémica que ha justificado la superioridad ejecutiva de unos sobre otros en las relaciones humanas a través del mérito y la capacidad”. Es, sobre todo, un avance nihilista y deshumanizador si se le permite un desarrollo sin cortapisas.

En esta carrera sin meta fija hay dos principales competidores: China y Estados Unidos. Ambos tienen modelos antagónicos: el primero, un confucianismo digital; el otro, un neoliberalismo tecnológico con tendencias monopolistas. El modelo chino combina el despotismo con el consumismo, el modelo estadounidense es lo que el autor llama “calvinismo de silicio”, basado en las empresas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft). La innovación en IA es una cuestión de supervivencia geopolítica. El presidente estadounidense Joe Biden aprobó en 2022 la Chips and Science Act, que centraliza las industrias de nanotecnología, energías limpias y computación cuántica para alinearlas con la seguridad nacional. Hay también una batalla entre las dos superpotencias por las “tierras raras” necesarias para la producción de chips, por ejemplo. No es solo una batalla comercial, sino también sobre el desarrollo militar: el futuro de la guerra pasa por las armas letales autónomas.

Lassalle no aborda la cara más popular de lo que entendemos como IA, es decir, herramientas como Chatgpt, MidJourney o Sonora. LaIA es mucho más, y llevamos años viviendo con ella (el mejor ejemplo son los algoritmos que dominan los espacios digitales en los que convivimos). También reflexiona sobre la expansión de las empresas que invierten en el metaverso, en computación cuántica y en deep learning para desplegar sus herramientas de captura y extracción de datos. Y cuestiona su posicionamiento en el mercado global: “las plataformas son mucho más que simples empresas digitales. Son la infraestructura que soporta y hace posible el capitalismo cognitivo al crear las condiciones de acceso y de uso que utiliza la humanidad cuando consume sus servicios”. El caso de Amazon Web Services (AWS) es clave: la empresa de Jeff Bezos controla casi al completo la infraestructura de la nube en todo el mundo. Es la base del internet global. Regular esta situación es casi imposible. La desigualdad entre las grandes plataformas y los Estados es amplísima. “Mantienen una relación asimétrica con los gobiernos democráticos. No solo en capacidad de gestión eficiente de la información que fluye en el mercado digital que se superpone a la infoesfera, sino por la generación de un conocimiento artificial que supera con creces al que obtienen los gobiernos.” Hay una descompensación radical entre los avances tecnológicos y la capacidad regulatoria de los Estados, que van siempre varios pasos por detrás (las audiencias en el Senado con representantes de las plataformas tecnológicas han mostrado una gran ignorancia por parte de los legisladores estadounidenses).

Lassalle es heredero de Evgeny Morozov, que fue uno de los primeros críticos del solucionismo tecnológico, y de Shoshanna Zuboff, que en su monumental libro La era del capitalismo de vigilancia expone la lógica extractivista de las grandes plataformas tecnológicas y su poco aprecio por la privacidad de sus usuarios. Hay otros muchos autores (se echa en falta alguna bibliografía o apartado de notas) que se intuyen en sus escritos, desde la española Marta Peirano a teóricos como Nick Land o Mark Coeckelbergh. Pero el enfoque de Lassalle es más moderado y liberal, y sobre todo filosófico: el autor vuelve constantemente a clásicos como Hobbes, Locke o Hannah Arendt. Esto es quizá lo más original del libro, que es una defensa del humanismo frente al nihilismo, y una reivindicación de una gobernanza democrática de un fenómeno, el de la Inteligencia Artificial, que está completamente dominado por fuerzas no democráticas. ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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