El novelista agnóstico sabe cuándo callarse

El loco de Dios en el fin del mundo / No callar. Crónicas, ensayos y artículos. 2000-2022

Javier Cercas

Random House / Tusquets

Barcelona / Barcelona, 2025 / 2023, 486 pp / 752 pp.

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En una entrevista con Andrés Barba para The Paris Review (otoño de 2024), Javier Cercas dijo que consideraba cada uno de sus libros “como un bufé libre: ficción, ensayo, crónica, historia, biografía, autobiografía”. Más adelante, ante la pregunta de si se sentía oprimido por la academia, dijo que el periodismo le había ayudado “a fusionar al filólogo y al escritor”. Esas opiniones y las conversaciones de La aventura de escribir novelas (2024) permiten concebir su libro más reciente, El loco de Dios en el fin del mundo, como uno de dudas “racionales”, planteadas a sacerdotes rasos, cardenales, laicos, misioneros, obispos y al mismo papa Francisco. Dividido en tres apartados (“En busca de Bergoglio”, “Los soldados de Bergoglio” y “El secreto de Bergoglio”), relata su viaje a Mongolia acompañando al papa Francisco, un periplo que lo hace concluir: “Bergoglio no solo no es Superman; ni siquiera es Francisco, o no del todo: Bergoglio es solo un hombre normal y corriente”; y él, Cercas, sigue siendo “ateo y anticlerical, igual que Francisco”, incluso si el encuentro con ese papa le cambió la vida, según reconoció en una entrevista.

Entre sus contemporáneos, Cercas sobresale por el alcance, ingenio, práctica innovadora y opiniones sin tapujos. Así que no es paradójico que muestre más fe en la literatura que en la religión, ambos inmortales empeños humanos, y que, a pesar de la completa libertad que le dio el Vaticano para armar su libro, recurra a algunos puntos ciegos por el puro sinsentido que suponía aquella iniciativa literaria.

Dos epígrafes usados en esta novela provienen de los Rolling Stones y particularmente el que dice Please allow me to introduce myself (‘Permítanme presentarme’) está sacado de “Sympathy for the Devil”, canción aparecida en el diabólico año de 1968. ¿Por qué? Porque los personajes de Cercas, ficticios o no, no están para ser consentidos sino para ser escudriñados, analizados y, si se requiere, ser demolidos, como cuando habla de los momentos incómodos para la Iglesia católica. Sobra decir que no se puede resumir todo lo que argumenta Cercas, porque El loco de Dios en el fin del mundo es una clase magistral de recursos que muchos escritores no dominarán en toda una vida, y porque su autor no comete el error de tratar la mitología como un vestigio sino como un instrumento viviente, sin querer encontrar una clave, consciente de que los cambios teológicos y sus distorsiones teóricas superan a la persistencia de algunos fieles.

En la conversación para The Paris Review, Cercas afirma que los autores latinoamericanos (es un sutil lector de Vargas Llosa y Borges), Calvino, Kundera y la literatura posmoderna norteamericana lo salvaron de la literatura española “barroca y pomposa” de su tiempo, y no es casualidad que El loco de Dios en el fin del mundo se anuncie como “novela sin ficción”. Tampoco es coincidencia que en unas cartas a la escritora belga Hedwige Jeanmart –publicadas en su recopilación No callar, de la que hablaré más adelante– se exprese sobre las crisis de fe en la literatura. El loco de Dios en el fin del mundo es literatura, hecha con literatura generalmente desobediente de género y reglas endiosadas, como el periodismo que enriquece la primera parte, cuando conoce a otros escritores y cineastas, o cuando al hablar de “otro chiflado latinoamericano de Dios” recurre a Nicanor Parra, constatando en la segunda parte que “no se puede ser misionero sin estar como una cabra. No lo digo yo: lo dice el papa Francisco”. Del mismo modo que se informa con Por qué soy católico del chileno Rafael Gumucio, a su vez instruido por G. K. Chesterton, no faltan menciones a santa Teresa o san Juan de la Cruz, lo que lo lleva a sumergirse en la biografía de Francisco de Asís, el “loco de Dios” original. Su búsqueda, casi lo admite, es similar a la de Unamuno en San Manuel Bueno, mártir, hace un siglo.

Su libro acerca del papa tiene más de un punto en común con su volumen anterior, No callar, una magnífica y extensa mezcla de periodismo, ensayos y artículos publicados entre 2000 y 2022. La sensibilidad forense y la diversidad cultural de No callar complican la elección de los mejores o más representativos ejemplos de entre los 245 textos revisados y ligeramente modificados, organizados en nueve secciones. Cercas dedica numerosos artículos a la contemporaneidad democrática en España, en donde invita a los protagonistas sociopolíticos a reconocer que fueron ellos quienes propiciaron los acontecimientos que temen (la mejor pieza de ese conjunto quizás sea “¿Qué significa hoy ser español?”). Las secciones dedicadas a la literatura la muestran en entornos culturales restrictivos, como cuando cita, escribe o menciona a Flaubert, Cervantes, Vargas Llosa, Bolaño, Ortega y Gasset u Orwell. Y Cercas no sería Cercas sin establecer distinciones sutiles y necesarias entre los críticos abusadores y los provocadores en tiempos de cultura de la cancelación (véase su artículo “El crítico matón”).

La octava sección de No callar (llamada “La literatura es dinamita”) contiene tres ensayos autobiográficos que se entrelazan con el último apartado del volumen (“Cuanto sé de mí”). De esas piezas, “Autobiografía literaria en cuatro actos” es un revelador conjunto de prólogos a nuevas ediciones de cuatro de sus narraciones anteriores, mientras que “Soldados de Salamina, muchos años después” es una evaluación franca de la clásica novela que le dio fama mundial. Estos textos ofrecen una explicación sincera acerca de la cultura y el activismo en el que el escritor se ve inmerso de manera inevitable, sabiendo cuándo callarse. No importa lo que critique severamente o elogie; la literatura, en particular las novelas, lo mantiene cuerdo. No obstante, a diferencia del papa en El loco de Dios en el fin del mundo, en No callar observamos un aire de sarcasmo en torno a los personajes, y varias páginas están cargadas de cierta mofa difícil de distinguir del dictamen. La prosa de Cercas a veces se encrespa con el tipo de resentimiento contra el mundo que se acerca peligrosamente al del moralista. ¿Pero no le pasa eso a todo el que cree en algo que otros no creen?

En su conversación con el papa, parte central de El loco de Dios en el fin del mundo, en la que hablan de la resurrección de la carne y la vida eterna, Cercas le dice: “Entonces le puedo decir a mi madre que, cuando se muera, va a ver a mi padre.” Francisco le responde: “Con toda seguridad.” En un conmovedor epílogo, el escritor relata que, un año después de su viaje con el papa a Mongolia en 2023, su madre falleció. Pasados los funerales, momentos más tarde de que Cercas estuviera “pensando que mi madre ya tenía la respuesta definitiva a la pregunta que yo le había formulado al papa”, Francisco lo llamó al celular. Le dio las condolencias, le mandó un abrazo y el escritor le envió otro de vuelta. “Lo primero que pensé fue: ‘Qué raro, le he mandado un abrazo al papa’. Luego pensé: ‘Bueno, ahora sí: aquí acaba mi libro’.”

Si Cercas se ha visto obligado a explicar la razón por la que El loco de Dios en el fin del mundo es una novela sin ficción, en lugar de solo periodismo, es para quienes no lo han leído. No citaré su autodefinición o el origen de su libro, que muchas reseñas han detallado ya, pero diré que hubo momentos enternecedores (mi madre tuvo un final similar al de la suya) en que no quería que el novelista agnóstico, pero obviamente “elegido”, se callara. No menos me ocurrió con la implacable combinación de sentido común sobre lo teórico y la brillantez argumentativa de No callar, con que supera a sus eminentes contemporáneos al lidiar con otras tormentas perfectas de cambios culturales no literarios. Ambas obras muestran que la honestidad y el rigor son herramientas críticas complementarias, y que la vida es más rica al bregar con las de otros. ~


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