Todos oímos hablar de la paradoja del valor (el agua es más útil que los diamantes, pero estos tienen un precio más alto) en la escuela, pero tienes que llegar al tercer día consecutivo de corte de agua en tu colonia para comprender que la utilidad marginal que hace años creías siempre estaría de lado de los diamantes, ya no lo está más: porque ese día para bañarte (y me refiero a un austero y veloz baño vaquero), cepillarte los dientes, jalarle al escusado y prepararte una taza de café solo tienes cinco litros de agua: tu ración matutina.
La escena que describo empieza a volverse un drama cotidiano en un alarmante número de estados del país. Todas las autoridades parecen coincidir en el diagnóstico, “vivimos una acelerada crisis hídrica” (Agenda ambiental 2018, UNAM), pero las soluciones no llegarán si solo se firman entusiastas declaraciones internacionales (México ha ratificado diferentes tratados internacionales en los que se establece el derecho humano al acceso al agua: el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención sobre los Derechos del Niño) y se consigna nuestro derecho al agua como uno más que no podemos hacer valer.
Desde febrero de 2012, la Constitución Política mexicana vela por el derecho que “toda persona tiene al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible” y la Constitución de la Ciudad de México –esa que Juan Villoro ayudó a redactar creyendo que “una Constitución debe ser un espejo en el que todos y todas nos podamos ver”, imagino que independientemente del número de litros de agua potable que tengas a tu disposición– vio la luz en febrero de 2017 y dio carácter de obligatorio al “acceso, disposición y saneamiento de agua potable suficiente, salubre, segura, asequible, accesible y de calidad para el uso personal y doméstico de una forma adecuada a la dignidad”. Un par de meses después, ya sin reflectores, el gobierno de la ciudad enlistó las 286 colonias, ubicadas en diez delegaciones, que solo ejercerían su nuevo derecho al agua algunos días y en ciertas horas, pues la recibirían por tandeo.
Cuando la voluntad política no quiere pagar los costos
La carencia de agua en nuestro país no ha podido resolverse en buena medida porque los problemas técnicos y estructurales son tan grandes que muy pronto la discusión se desborda y no sabemos por dónde empezar cuando los recursos económicos son limitados. Pero lo que obviamos es que en realidad los problemas del agua no son técnicos, sino políticos y lo seguirán siendo en tanto que nadie acepte hablar del precio del agua y asuma el costo político de revisar los subsidios (que en la Ciudad de México oscilan entre el 16 y el 90% sobre el monto real). Yo sé que si usted, querido lector, es un funcionario público que aspira a tener o mantener una carrera política medianamente sólida, el solo posar los ojos sobre la propuesta de ya no digamos “subirle” sino “revisar el precio al agua” le pone la piel de gallina, pero en verdad ¿proporcionando agua barata a los ciudadanos es como nos protegerán los gobiernos de su escasez? ¿Absorbiendo subsidios innecesarios y excesivos es como se capitalizará el Estado para hacer las muchas reformas hídricas que necesita el país?
Cobrar un precio que es apenas una pequeña fracción de lo que cuesta proporcionar este recurso, sin tomar en cuenta el mantenimiento y la ampliación de la infraestructura relacionada con el agua, puede ser ventajoso para la carrera política de un puñado de funcionarios, pero es una política pública de miras cortas y sumamente irresponsable.
Las plataformas electorales hacen aguas
Canalizar más presupuesto y gastar con transparencia y eficiencia es, por supuesto, imprescindible, pero no será suficiente para hacer sostenible el suministro de agua de manera continua, suficiente, salubre y aceptable para todos. Al momento de escribir este texto las campañas llevan apenas dos semanas y ha habido pocas oportunidades para que los candidatos a la Jefatura de la Ciudad de México expongan con seriedad sus propuestas para enfrentar esta crisis. Pero una lectura a sus plataformas electorales permite ver que las propuestas generales para enfrentar el problema se fundan en ¡evitar el verdadero problema!: cómo se va a financiar la reestructuración del Sistema de Aguas de la Ciudad de México.
Coalición por la Ciudad de México al Frente: La coalición más que propuestas ofrece consignas: “garantizaremos que el derecho humano al agua no sea regulado por las leyes del mercado y se garantice como servicio público estratégico del gobierno”. No creo que el precio del agua deba someterse por completo a las leyes del mercado, pero esta propuesta anula cualquier posibilidad de revisar los subsidios. Sin esto, todas las demás buenas intenciones enlistadas en la plataforma son irrealizables.
PRI y PVEM: No van en coalición por la Jefatura pero, casualmente, comparten la misma sensibilidad política en el tema del agua, a saber: la escasez demuestra una “falta de compromiso de todos los habitantes por mantener su ambiente sano” y se resuelve con “educación ambiental” porque “entre más educada esté una persona, será más consciente del respeto y cuidado de quienes lo rodean”.
Partido del Trabajo: Desglosa un mayor número de acciones: optimización de siete manantiales, construcción de catorce nuevas plantas potabilizadoras y cuatro nuevas fuentes de abastecimiento y la rehabilitación de 3,850 kilómetros de tuberías dañadas, entre otras. Hace varias menciones a la necesidad de programar “presupuestos multianuales” y asume como responsabilidad del gobierno asegurar el abasto del agua a un “costo asequible”.
Morena: En esta propuesta hay muchos verbos para ejecutar su Plan Maestro de Agua Potable, Drenaje y Saneamiento: fortalecer, modernizar, instaurar, mantener e invertir son los que más se repiten. Pero no veo cómo todos ellos se llevarán a cabo si en principio van a “revisar el aumento de cuotas de predial y agua realizados en últimos años para revertir injusticias”. Hay mucha innovación, y sin duda esperanza, pero no se ve de dónde saldrán los recursos para solventarla.
Me gustaría concluir este texto con una metáfora ingeniosa o un poderoso llamado a la acción, pero en casa estamos de nuevo sin agua, tengo sed y solo quiero beberme los últimos doscientos cincuenta mililitros de mi ración nocturna. ¡A su salud! ~
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.