El enigma de Tai Lu Yang
a Salvador Elizondo
Cuentan las crónicas de la vieja China que el gran sabio y no menor poeta Tai Lu Yang fue decapitado, y sus obras vertidas a la hoguera, a la futura ineditez y al silencio, porque un día, arrodillándose para saludar al Emperador, dijo:
–¡Oh, Gran Empeorador de China!
Lo cual no agradó al saludado, que dio al erudito vate el abanicazo que lo señalaba a los decapitadores. “¿Todo por una O?”, sollozó Tai Lu Yang cuando ya el sable silbaba sobre su cuello.
Acerca del accidente o incidente existen varias tesis entre los sinólogos de Occidente. Étiemble sostiene que Tai Lu Yang quiso hacer lo que más tarde Lewis Carroll llamaría una “palabra portemanteau” y, en homenaje a los dones tribunicios del Emperador, ensambló emperador y orador. Pero Arthur Waley, con argumentos igualmente sólidos, si bien acepta la tesis de la “palabra portemanteau”, se inclina a creer que el desdichado poeta prefirió y profirió la palabra emperorador ensamblando emperador y perorador. A esto, Étiemble replica que, de cualquier modo, en la palabra perorador está orador.
¿Cuál es la opinión de los tratadistas chinos? Durante siglos asentaron que a Tai Lu Yang simplemente se le trabucó la lengua y sin querer metió una “o” donde nunca debió estar. Más recientemente apareció otra tesis, lanzada por el gran revolucionario y poeta Mao Tse Tung. Según este, Tai Lu Yang quiso decir y dijo empeorador, con lo que significaba que si ya China estaba en malas condiciones económicas, sociales y políticas, aún empeoró bajo la sangrienta tiranía del momento. Por ello, a partir de la Revolución, el nombre de aquel poeta revolucionario, comprometido con la causa del pueblo, brilla particularmente en los Manuales de Literatura China, y si ha sufrido algún eclipse fue tan solo durante una revolución cultural.
Manual de la lengua
Está prohibido:
Dar un sentido tribal a las palabras nuevas / Convertir la torre del mandril en la torre de marfil / Lavarle los dientes a la boca de sombra / Desangrar a la letra que con sangre entra / Entristecer la carne por escribir todos los libros / Repatriar los poetas a la República / Entrar en casa estando la noche sin sosiego / Disparar al tigre que relumbra en las selvas de la gramática / Poner a la libertad bajo palabra / Matar un árbol por escribir un libro y tener un hijo / Decir: “La poesía es tú”. Decir: “La poesía es yo”. Decir: “La poesía es el Espíritu Santo” /Envenenar el mar con una gota de sangre intelectual / Desplumar al cisne para vestir al búho / Seguir al pie de la letra todo lo hasta aquí escrito.
Está permitido:
Rascar la tinta de estas palabras / Ponerle zancadillas al pie de la Letra / Rasgar el velo de la escritura / Escribir hacia atrás. (Mejor aún: desescribir) / Escuchar a la mano que no escribe / Elogiar los márgenes y las entrelíneas y todo lo que permanece en blanco / Telefonear al manicomio para que vengan por el autor / Dejar que la diestra plagie a la siniestra. (Y viceversa) / Agujerear todas las letras más o menos redondas / Robar todos los sustantivos más o menos afortunados. (Aunque todos los sustantivos son afortunados: ellos son los únicos que no pertenecen al régimen de la propiedad privada) / Trocar todos los puntos por cagadas de mosca / Profanar las imágenes sagradas / Consagrar las imágenes profanas / Quemar esta página para que al fin el fuego la habite. ~
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.