Paradójicamente un arte tan retiniano como el cine nació en conflicto con el ojo: el cohete de Méliès deja tuerta a la luna, la navaja de Buñuel corta un ojo, en la escalinata de Odessa (Eisenstein, 1925) una señora recibe un balazo en sus lentes ensangrentados, para Dziga Vertov la cámara era un ojo fílmico más perfecto que el humano… finalmente Porter termina El gran robo al tren (1903) con un cowboy ceñudo que dispara su revólver directamente a cámara –o sea a nuestros ojos– rompiendo así, por primera vez, la cuarta pared.
Opiniones exóticas
Entiendo pocas cosas. No puedo entender, por ejemplo, la transformación de un dirigente espiritual en estrella de medios y espectáculos. Mejor dicho, no puedo evitar que eso me…
La nueva censura cultural
Con la intención de proteger sensibilidades, sectores de todo el espectro ideológico piden la retirada o prohibición de obras de arte. Estamos ante una nueva censura cultural.
La agenda de la mujer doble
Como es bien sabido, la realidad imita a la literatura. Este pasado mes de agosto pude comprobarlo con toda claridad cuando recibí la visita de mi amiga Annie Fourier, que me…
David Hockney: la búsqueda del infinito
La actualidad es la de los medios autogestionados: YouTube, Tumblr y Twitter, falsos Alephs como el del inmueble de la calle Garay, “meros instrumentos de óptica”.
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