Paradójicamente un arte tan retiniano como el cine nació en conflicto con el ojo: el cohete de Méliès deja tuerta a la luna, la navaja de Buñuel corta un ojo, en la escalinata de Odessa (Eisenstein, 1925) una señora recibe un balazo en sus lentes ensangrentados, para Dziga Vertov la cámara era un ojo fílmico más perfecto que el humano… finalmente Porter termina El gran robo al tren (1903) con un cowboy ceñudo que dispara su revólver directamente a cámara –o sea a nuestros ojos– rompiendo así, por primera vez, la cuarta pared.
Cuando Miguel Ángel Asturias desapareció
hábil tallador de pedernal sembrador al voleo de semillas de oro en la densa crin de la noche hipocampo …
Conversación con Martha Nussbaum
¿Cómo deben reaccionar las sociedades liberales ante ideologías que no son liberales? ¿Cuál es la mejor manera de conjugar la diversidad y el pluralismo con unos valores comunes? Las visiones…
Carta sobre la mesa
Hace diecisiete años nos propusimos una empresa editorial ambiciosa: una revista dedicada a la literatura, las ideas y la reflexión política para el nuevo siglo. Así nació Letras Libres en…
Mi padre Gallegos Rocafull
No, no es eso, ¿qué dice el texto? pregunta el padre Gallegos. Está ante unos ocho alumnos, casi todos ellos ateos recalcitrantes, de izquierda, dos de ellos,…
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