Tal vez todos somos Vincent Vega en algรบn momento del dรญa, pero es probable que muchos lo seamos en estos momentos de nuestra vida polรญtica. Han visto el gif: Travolta en el traje negro del sicario de Pulp fiction sostiene un abrigo porque debe seguir la marcha, pero no se mueve de cuadro: mira a derecha e izquierda sin saber muy bien dรณnde estรก o quรฉ debe hacer o quรฉ va a pasar. La gracia del gif estรก en su falta de contexto y, sobre todo, en la reiteraciรณn: Vincent Vega es un sicario, pero no en esa imagen, donde no es sino un tipo que una y otra vez, en loop, es presa de un extravรญo incomprensible. Y entonces nos queda claro: no es que Vincent Vega no-sepa-quรฉ-hacer, es que no-puede-parar-de-no-saber-quรฉ-hacer.
El momento polรญtico de muchos ciudadanos es muy Vincentvega. No para todos, porque la percepciรณn de que vivimos en un cambalache apocalรญptico degradante no es compartida por toda la plaza. Pero sรญ para los moderados, los centristas, los liberales, los socialdemรณcratas: la alguna vez amplia franja del progresismo no radical, la enorme masa de personas que creen que este despelote que llamamos democracia tiene arreglo porque es lo mejor que podemos crear. El centro ancho de la sociedad: quienes pensamos que es posible asumir los conflictos y buscarles una soluciรณn antes que crear tribus y lanzar guerras culturales para sacarse los ojos de a uno y la cabeza de a cientos.
Hoy, la sensaciรณn Vincentvega es extendida entre los ciudadanos abandonados por la polรญtica, los que hemos perdido las referencias con los fracasos sistemรกticos de las experiencias polรญticas. Mientras vemos que muchas naciones caen presas de polarizaciones cada vez mรกs agrias, nosotros no sabemos bien dรณnde estamos, quรฉ mundo podremos construir, quiรฉn podrรก representar nuestra voz, o si hoy, maรฑana o alguna vez podremos volver a hacer algo. Y si ocurre un algo, de quรฉ manera, cรณmo, con quiรฉn hacerlo. En el abandono, los ciudadanos Vincentvega recogemos el abrigo, miramos a izquierda y derecha esperando una seรฑal que aclare el camino de salida, y nada: nos quedamos ahรญ, fijos en el cuadro. Una noria, una perinola fallada. Girando sin fin, sin llegar demasiado lejos.
ยฟQuรฉ nos convirtiรณ en Vincentvega?
Esta sensaciรณn de crisis finalista no es producto de una sola trama. La crisis de las democracias es un debate global. Cรณmo logramos que la desigualdad se reduzca y la inclusiรณn se amplรญe en un momento histรณrico en el que las corporaciones y el capital financiero tienen la capacidad de poner en aprietos a las naciones mรกs poderosas y los dirigentes que deben hacer frente a ambos escenarios atraviesan una crisis de credibilidad que parece terminal. Las personas estรกn agotadas de promesas incumplidas y muchas han decidido que primero va el enojo y luego esa cosa llamada democracia, asรญ que echan su apoyo detrรกs de caudillos carismรกticos y mesianismos varios que les prometen escucharlos y acabar con la mala vida que atraviesan, asรญ eso implique hacer estallar la convivencia nacional.
Hay, entonces, una concatenaciรณn totalizadora que afecta a todas las sociedades por igual: errores acumulados en el pasado acaban finalmente por estallar โy, si no lo hicieron, tienen la mecha encendidaโ; un presente tenso copado por fracturas y polarizaciones, inequidades y, para acercar todo al terreno de una profecรญa apocalรญptica, una pandemia que nos ha impreso la certeza de que puedes morir nada mรกs por respirar. Tenemos, desde ya, un futuro nada amable contaminado por el temor y la ansiedad a un destino que parece inevitable โel planeta echando humo, las temperaturas hirviendo, desplazamientos masivos, nacionalismos de colmillos tensos, y una larga lista de invitados a una mala fiesta.
En ese escenario, puede sonar pretencioso y hasta baladรญ levantar el dedo para indicar que a los moderados nadie nos habla. Pero el problema central es que es en momentos de crisis cuando la calma es imprescindible. Lรญderes hipercalรณricos ponen a burbujear la sangre. Ante la amenaza de la destrucciรณn de cuanto creemos conocido, precisamos la inteligencia templada de la moderaciรณn. El centro que se sostenga.
Vivimos en un mundo hipertenso. Una enorme porciรณn de la sociedad se ha quedado sin representaciรณn. La mayorรญa de los partidos de siempre sigue allรญ, pidiendo atenciรณn, pero buena parte del electorado โincluido el moderadoโ les ha perdido el respeto. Y, por supuesto, hay nuevas formas de hacer polรญtica โespontรกneas, รกgiles, innovadorasโ pero no todas optan por encontrarse en la calma y no pocas eligen, comprensiblemente o no, la disputa cuerpo a cuerpo. Los autoritarismos han ganado peso y una porciรณn de la sociedad parece haber tirado la toalla y avala que la mano firme tome el control de la vida polรญtica.
Formas radicales de la prรกctica polรญtica โverbigracia, el populismoโ tienen espacio creciente. Desde el inicio del siglo se multiplicaron los gobiernos personalistas a ambos lados de la pizarra ideolรณgica. Los militantes y convencidos, los profesantes del culto a Amado Lรญder y los oportunistas estรกn viviendo el romance de sus vidas a costa de la calidad de la convivencia democrรกtica, vecinal y hasta familiar. Millones parecen haber entendido que su momento para moverse al centro de la escena polรญtica incluye desplazar a todos los demรกs a los mรกrgenes, tensando los dientes y desarticulando las redes de solidaridad. Son tiempos de revancha y acritud. De crear enemigos con los viejos adversarios.
La fricciรณn que generan esas violencias โdesde el discurso tribal del populismo a la prรกctica tanรกtica de los autoritarismosโ recalienta a las sociedades. Los extremos se ensanchan y comprimen al centro polรญtico. Y en ese centro polรญtico atosigado por todos los extremos queda una inmensa minorรญa incapaz de reaccionar, des-representada, sometida a un cerco antidemocrรกtico. Los ciudadanos Vincentvegas preguntรกndose si hacen mutis por el foro hacia la izquierda, hacia la derecha o hacia el desvanecimiento angustioso.
La percepciรณn de abandono es real como una lluvia helada. Los partidos polรญticos acumulan casi medio siglo de crisis, incapaces ya de representar a la sociedad en su conjunto. El mundo cambia en mรบltiples niveles ante nuestros ojos como si microerupciones aquรญ y allรก encendieran la corteza social. Imprevisibles, incontrolables, nada mรกs nos dejan lidiar con las consecuencias.
Uno de esos fenรณmenos polรญtico-telรบricos es la crisis de representatividad de las formaciones polรญticas, que afecta a la arquitectura bรกsica de las democracias. Tendemos a ver el colapso de los partidos como un fenรณmeno prรณximo en el tiempo, pero lo que es visible hoy es en realidad un proceso de desgaste de larga data. Los movimientos sociales de los aรฑos sesenta y setenta demostraron que era posible hacer polรญtica por fuera de los partidos. Los gobiernos decidieron atender con mรกs burocracia la creciente complejidad de nuestras sociedades y las relaciones internacionales. A mayor especializaciรณn de la gestiรณn pรบblica, mayor profesionalizaciรณn de la polรญtica, mayor elitizaciรณn de la dirigencia y mayor distancia con el ciudadano comรบn.
Como suele suceder con las goteras, al principio parece una mancha menor, pero el รญndice mantiene oculto a nuestra vista un sistema que acumula presiรณn. El agua, como las crisis, nada mรกs necesita una grieta para colarse y romper todo.
La separaciรณn sociedad/partidos era esa grieta. No abrevarรฉ en teorรญa polรญtica aquรญ, baste decir que la ausencia de control social sobre los polรญticos deja a los dirigentes con un margen de maniobra enorme para decidir quรฉ hacer por los demรกs. La corrupciรณn es hija de una crisis de valores y solo necesita que suficientes personas no miren para encontrar su camino. La captura del Estado por grupos de interรฉs es mรกs sencilla cuando los ciudadanos renuncian a ocuparse de la cosa pรบblica y hay dirigentes que olvidan que son funcionarios civiles elegidos para servir y se transfiguran en privilegiados a quienes los ciudadanos les deben respeto.
Dรฉcada tras dรฉcada de desentendimiento, venalidad y demagogia irresponsable daรฑan la costura de la confianza. Caudillos populistas y autoritarios han aprovechado los descontentos crecientes โen especial entre los excluidos y los pauperizadosโ para montarla parda. En las รบltimas dรฉcadas cubrieron una enorme porciรณn de la sabana representativa en casi medio centenar de naciones del mundo con un credo pernicioso disfrazado de reivindicaciรณn. Populistas y autรณcratas no llegan para incluir a todos en la mesa: ganan, copan y dominan. Para cuando muchos de sus adeptos se dan cuenta de que el semidiรณs al que han entregado su pasiรณn es un รญdolo de barro millones perdieron su condiciรณn de ciudadanos representables. El centro ya no se sostiene.
A la espera de esos amantes despechados del populismo, el territorio del ciudadano abandonado Vincentvega ya es hoy un espacio amplio de desolaciรณn. Los ciudadanos Vincentvega habitamos una ciudad vacรญa donde apenas escuchamos el eco de nuestras propias voces. Como estamos acostumbrados a ser dirigidos y representados โno a presentarnos: participarโ, la ausencia de un liderazgo convocante nos sume en la orfandad y cierto temor infantil.
Oh, y ahora, ยฟquiรฉn podrรก defendernos?
El vacรญo de representaciรณn, decรญa, es el problema crucial del ciudadano medio. En las รบltimas dรฉcadas, la mayorรญa de las grandes formaciones polรญticas latinoamericanas ha atravesado por transformaciones que en muchos casos diezmaron sus filas de militantes y drenaron su capacidad de reunir votos. No pocas desaparecieron.
El PRI perdiรณ a la vuelta del siglo su hegemonรญa de siete dรฉcadas en Mรฉxico y el PAN fue incapaz de reemplazarlo ofreciendo una cultura polรญtica que no reprodujera la mezcla de presidencialismo con mรกs o menos corporativismo. Ambas formaciones acabaron integradas en una alianza electoral junto al ideolรณgicamente traumado PRD con el รบnico fin de detener โy fueron exitososโ una supermayorรญa parlamentaria y una posible reforma constitucional para reelegir a Andrรฉs Manuel Lรณpez Obrador. Tan debilitado es su presente que ninguno de esos tres partidos otrora dominantes o desafiantes podrรญa enfrentarse hoy, uno a uno, en un duelo de pistoleros con el Morena de amlo. Estรกn tan vacรญos de dirigentes convocantes que hasta son desahuciados pรบblicamente por outsiders reciรฉn llegados a la polรญtica, como los atrevidos polรญticos de Instagram Samuel Garcรญa y Mariana Rodrรญguez Cantรบ.
La erosiรณn de las estatuas del viejo orden es generalizada. Los partidos tradicionales del Perรบ entraron en caรญda en los aรฑos noventa producto del efecto demoledor del neopopulista Alberto Fujimori y acabaron pulverizados ya entrado este siglo. Cinco presidentes fueron destituidos por un Congreso de pistoleros y la hija militarista y corrupta de Fujimori estuvo a punto de hacerse con la primera magistratura hasta que se le cruzรณ en el camino un maestro sin partido ni demasiadas ideas, pero aupado por un hartazgo mayor hacia las รฉlites que hacia la inexperiencia de Pedro Castillo o su apego por el eslogan bolivariano.
Hugo Chรกvez desmontรณ a los partidos tradicionales de Venezuela, que lleva treinta aรฑos debatiรฉndose dentro de y contra su herencia, incapaz de recrear una oposiciรณn que sea algo mรกs que una respuesta pendular a la revoluciรณn. Nayib Bukele arrasรณ con las dos formaciones que dominaron la polรญtica de El Salvador tambiรฉn durante treinta aรฑos desde los acuerdos de paz de 1992; les ganรณ en la presidencial de 2019 y, cuando quisieron disputarle la legislatura, se llevรณ dos de cada tres votos a su tienda familiar. La Uniรณn Cรญvica Radical, el partido mรกs antiguo de Argentina, hoy es incapaz de disputar por el poder si no es en alianza con otras fuerzas; al peronismo le cuesta dar con un lรญder que discipline a su tropa tras Nรฉstor y Cristina Kirchner y descansa en una confederaciรณn de caudillos con poder territorial hasta que pueda salir del estado de pupa con otra mariposa al frente.
รlvaro Uribe tapรณ de clavos el ataรบd del liberalismo colombiano; no hay opciones moderadas nuevas en la polรญtica de Bolivia tras el neoliberalismo de fines del siglo pasado y el populismo de Evo a inicios de este. El patrimonialismo de la polรญtica ecuatoriana โcon hombres fuertes que creaban y administraban sus partidos por dรฉcadasโ abriรณ el camino a Rafael Correa, que asumiรณ un personalismo similar y alimentรณ una crisis polรญtica aรบn vigente. Cuba es la imagen del vecino violento que ahorca a su perro con una gargantilla de pรบas: tras la muerte de Fidel y el retiro de su hermano, los herederos de la gerontocracia familiar aplican mano dura cada vez que los jรณvenes salen a las calles.
Costa Rica ha visto resquebrajarse el consenso que por mรกs de cuatro dรฉcadas le permitiรณ crear una estabilidad distintiva en Centroamรฉrica. En 2018, un pastor evangelista capitalizรณ el descontento โยฟnegado, no expresado, invisible?โ con el establishment polรญtico y estuvo a pasos de ganar la presidencia. Chile, la otra naciรณn estable, vio tambiรฉn hacer agua por todos sus costados a las dos coaliciones โla Concertaciรณn y la derechaโ que se alternaron en la gestiรณn del paรญs tras la salida de Augusto Pinochet del poder: primero los independientes arrasaron en la elecciรณn para redactar una Constituciรณn que reemplace a la heredada de la dictadura y luego le dieron la presidencia a Gabriel Boric, un polรญtico de 35 aรฑos que diez aรฑos atrรกs era un militante universitario pintando su primera barba. Solo Uruguay parece mantener el tipo, alternando entre los dos partidos programรกticos que han dominado en los รบltimos treinta aรฑos, pero a la vista del escenario general uno no puede menos que preguntarse hasta cuรกndo Montevideo podrรก mantener su reparadora siesta eterna.
ยฟQuรฉ hubo detrรกs del desgranamiento de los partidos como caliza vieja? La respuesta del y al cansancio social.
Millones buscando una nueva voz.
Y ahรญ seguimos.
La pandemia nos puso una roca de bordes รกsperos sobre la espalda cuando ya subir la cuesta polรญtica nos estaba dejando sin piernas.
Unos dรญas atrรกs, mientras buscaba aterrizar estas ideas, me encontrรฉ en la posiciรณn usual del ciudadano abandonado: asumรญ que solo a mรญ me rodeaba el vacรญo. Quizรก los demรกs, pensaba, ordenan sus vidas ajenos a la orfandad polรญtica. Al cabo, demasiada gente se mantiene voluntariamente al margen de las grandes decisiones colectivas. La inmensa mayorรญa de la humanidad โno importan el paรญs o la claseโ dedica sus dรญas a tres actividades mundanas: trabajar, consumir y disfrutar con quienes les rodean.
Para poder tener esas vidas, las personas toman dos decisiones importantes, รญntimamente asociadas. Primero, asumen la responsabilidad de la proximidad, y por eso procuran el PAN para los suyos, generan bienestar para sรญ y se dedican a amar del mejor modo que pueden. Luego, eligen representantes para que se ocupen de resolver las grandes cuestiones, la macrovida: economรญa, ley, polรญtica, montar sistemas sanitarios, escuelas, infraestructuras. Y confรญan en que esos representantes harรกn el trabajo que les han delegado mientras ellos deciden continuar su vida de habitantes de una polis como cualquier hijo de vecino. Para que esa vida personal โprivadรญsima aun en su dimensiรณn socialโ funcione es preciso que los elegidos cumplan su parte del contrato social: son la รฉlite designada para pensar por y para todos. Un pacto de honor por el cual aceptan una posiciรณn de privilegio relativo a cambio de servir a los ciudadanos que les otorgaron una costosa y frรกgil confianza.
Pero durante la abulia emocional yo no era el ciudadano privado. Hace tiempo que me agobia โporque, como intelectual, soy parte de una รฉliteโ la incomodidad de la incertidumbre. El presente es un paรฑo sucio y el futuro tiene la composiciรณn borrosa โo lechosaโ del cerebro neblinoso de la covid: las ideas se asocian con trabajo, la claridad dura poco, nos rendimos a una extenuaciรณn que parece entrar por las narices y apropiarse de cada cรฉlula.
En esos dรญas hablรฉ con amigos y conocidos: la desgana de fin e inicio de aรฑo se montaba sobre la pesadez de la depresiรณn pandรฉmica y la ausencia de expectativas. Un abogado uruguayo que ha trabajado en varios gobiernos me contaba que observaba un decaimiento generalizado que primero atribuyรณ a la lรกpida psicolรณgica de la covid, pero que luego aceptรณ como mรกs propio de una angustia existencial. Un economista mexicano me confesรณ encontrarse en un crossroad, indeciso sobre si necesitaba un cambio de vida profesional porque habรญa vivido una equivocado de vocaciรณn o si nada mรกs estaba deprimido, incapaz de mรญnima claridad. Un tercero ya habรญa quemado naves: se mudรณ a una casa en el campo y redujo sus compromisos laborales para mantenerse con lo bรกsico. Tiene cuarenta aรฑos. No future.
La ausencia de soluciones claras y sencillas abotarga. Los liderazgos del pasado no convocan. No asoman nuevas cabezas capaces de articular las ideas que necesitamos. Al cabo comenzamos a dudar de las habilidades, primero las ajenas, luego, tal vez, las propias. Pastamos inquietos o rumiando con estupidez bovina, vencidos por la incapacidad. Netflix ya no tiene buenas pelรญculas, los libros se amontonan, agotamos otro pote de Nutella.
Nada es estable.
ยฟHay, si acaso, un norte, viejo Vincent?
En 2021 escribรญ un ensayo sobre populismo que es, en realidad, un llamado desde el agotamiento para sentarnos a pensar soluciones, pues no llegarรกn de la mano de un iluminado โy si lo hacen, cariรฑitos, debiรฉramos pensรกrnoslo dos veces.
En el libro, Amado Lรญder, dije: โCuando la sociedad pierde la confianza en sus polรญticos, el embuste queda al descubierto. Aquello que antes era tolerado ahora es rechazado de plano. Las explicaciones elaboradas del pasado suenan a excusas, subterfugios, liso engaรฑo. Nos empelota creer que esos polรญticos trivializan el mundo, simplificando problemas complejos con promesas y mentiras consoladoras.โ
Vivimos secuestrados por la ansiedad, y es normal que suceda: nuestra psique no estรก diseรฑada para tolerar disonancias ni la perpetuaciรณn de un estado de inseguridad. Una tras otra, parece, nuestras opciones polรญticas se ahogan, agotan, fracasan. Para que cualquier nueva posibilidad se vuelva actualidad, decรญa Kierkegaard hablando del individuo, algo de su intensidad debe poder volverse real. El problema para el ciudadano Vincentvega es que la multiplicidad de posibilidades de realizarse polรญticamente no se concreta; queda en espasmos voluntaristas o mera oratoria y reclamo estentรณreo. Sin corporizaciรณn โsaludos, Canettiโ no hay polรญtica. Kierkegaard sostenรญa que, cuando un estallido de posibilidades se movรญa demasiado rรกpido, la fantasmagorรญa resultante producรญa la sensaciรณn de que todo es posible, y en ese instante โcomo un big bang existencialโ โel individuo se convierte para sรญ mismo en un espejismoโ. La angustia toma todo el espacio.
La doble marca de nuestro tiempo โansiedad e incertidumbreโ ha estado siempre presente en las grandes transformaciones que desestructuraron el mundo conocido. La sufrieron, por ejemplo, los alemanes del Este tras el desmoronamiento del Muro de Berlรญn, los manifestantes de la Primavera รrabe, evaporada por el regreso de las teocracias y tiranรญas que querรญan reemplazar. Tras el fin de la Guerra Frรญa, el capitalismo se declarรณ el Rocky mรกs macho y quedaba un relato por creer, pero ahora parece un animal desbocado: cada crisis ha hecho mรกs ricos a los ricos y mรกs pobres a los jodidos.
Ahora hemos empezado a descreer del matrimonio futuro + democracia, una relaciรณn que lleva dรฉcadas con problemas. Y he allรญ un punto: la promesa del futuro no aporta calma porque no hay una expectativa positiva y sรญ una visiรณn negativa a la que conferimos mayor entidad. La interconexiรณn del siglo XXI ha producido la sociedad con el mayor volumen de informaciรณn de la historia, decรญa, pero disponer de abundante informaciรณn no es implรญcitamente provechoso. La velocidad confunde y el exceso de consumo puede narcotizar y paralizar pues somos incapaces de procesar demasiado volumen y complejidad de nada. La nociรณn de que vivimos bajo un bombardeo de contenidos es una metรกfora realista, pues no sales caminando recto de un estallido, incluso cuando estรก hecho de significados, opiniones, interpretaciones: las palabras daรฑan. Al decir de Branko Milanoviฤ, en lugar de encontrar sentido en la informaciรณn que consumimos, terminamos procesando ruido. Y el ruido aturde.
La ansiedad se hace polรญticamente compleja porque involucra el diseรฑo del porvenir; parรกlisis o enojo suelen ser los caminos cuando tenemos una idea borrosa e indefinida de lo que nos espera. Los populistas han sido diestros para explotar rabia e inquietud. Si a uno de cada cuatro latinoamericanos hoy le resultarรญa indiferente si un lรญder autoritario quiebra la ley para proveer orden es porque la desafecciรณn, la indiferencia, la ausencia y, finalmente, la deserciรณn de los ciudadanos ha puesto la gestiรณn de la cosa pรบblica muy a mano de los aventureros. Tiempos extraordinarios demandan medidas excepcionales, dicen, y los autรณcratas estรกn muy dispuestos a tomar el hierro caliente de la crisis para hacer lo que saben: decidir ellos por todos y, en ese camino, quedarse con todo. La experiencia polรญtica demuestra que, cuando una sociedad se vence y pierde la convicciรณn en su capacidad para construir un relato comรบn, los sujetos que ofrecen respuestas mรกgicas tienen el camino mรกs libre para llegar al gobierno. Perdemos.
โLo complicado, siempre, es el cansancio. ยฟHasta cuรกndo remar, para quรฉ? ยฟA quรฉ?โ, me preguntรฉ escribiendo sobre populistas. Las preguntas, claro, no eran para ellos, sino para nosotros.
Quiero volver a la crisis de representatividad y al final de un modo de entender la polรญtica: todos sabemos quรฉ elegimos.
Ya no somos inocentes. Esto no es 1860 o 1930: la carga de informaciรณn y la intercomunicaciรณn suponen que cualquier individuo tiene frente a sรญ suficiente material para tomar decisiones. De manera que un adulto responsable puede decidir quรฉ elige, a conciencia. Alguien podrรก reclamar engaรฑo por ignorancia, por supuesto, pues tontos hay, pero soy renuente a creer que incluso los mรกs dogmรกticos no tengan algรบn roce con disquisiciones que contradigan las suyas cuando vivimos en la era de la opiniรณn publicada. Podemos elegir nuestras burbujas y abrazar el sesgo de informaciรณn que deseemos, pero esa decisiรณn no harรก sino probar el punto: si asรญ lo queremos, podemos elegir la ignorancia que mejor nos acomode.
Y por elegir, claro, elegimos de todo. Si alguien vota a Trump lo hace por una multiplicidad de razones que le resultan aceptables. La catadura moral del lรญder va a la balanza con el autointerรฉs del seguidor y todos conocemos los lรญmites de nuestra tolerancia. Quizรกs el votante del lรญder populista o autoritario descubra luego el autoengaรฑo, pero mientras estรฉ convencido no sentirรก alienaciรณn alguna: elige.
Los partidos tienen hoy un problema: la sociedad ya no compra todos sus discursos. El catch-all party capaz de reunir a millones de ciudadanos no tiene mรกs cabida: cada discurso particular demanda representaciรณn. Nuestra vida ha aprendido de la singularizaciรณn de los consumos. La mercadotecnia polรญtica absorbiรณ las tรฉcnicas de venta de ropa y autos y ahora diseรฑa discursos a medida. Toda nuestra vida camina hacia la satisfacciรณn del individuo consumidor, no del ciudadano anรณnimo. Ya no nos informamos con tres canales de aire; tenemos cientos. Y ya no solo hay radio, tv y prensa grรกfica. Construir nuestro mundo incluye hoy hasta la posibilidad de elegir quรฉ usina de teorรญas conspirativas nos funcionan. Cada quien puede identificarse con un discurso particularista y desde allรญ filtrar toda la experiencia humana. La prรกctica polรญtica de nuestras sociedades ha estallado. Ya no solo no discutimos exclusivamente dentro de los partidos sino que actuamos cada vez mรกs fuera de ellos.
La tv por cable nos mostrรณ que podรญamos tener un espn para cada gusto deportivo โhay ochoโ y conocer el mundo con diecinueve seรฑales de Discovery Channel. Ahora los algoritmos seleccionan contenido cada vez mรกs ajustado a quienes decimos ser. El paso del broadcasting generalista al narrowcasting de nicho, de las ideas mรกs generales al consumo psicogrรกfico e identitario es cotidiano. Los movimientos identitarios han sido una respuesta a la complejidad del mundo: ante el conflicto, mejor encerrarse en una singularidad elegida. Construir una burbuja de pureza junto a aquellos iguales a nosotros y, desde allรญ, librar la batalla contra un mundo infame. Lo personal es polรญtico, dicen; solo que eso no significa que la individuaciรณn haga mejores a los proyectos colectivos.
Otra vez, elegimos. Los partidos han descubierto que la gente no precisa de ellos para dar a conocer sus frustraciones: la mayorรญa de las grandes movilizaciones de los รบltimos veinte aรฑos no han tenido a organizaciones tradicionales a la cabeza del reclamo. Tanto la espontaneidad como la organizaciรณn extrapartidaria han ganado peso. Los movimientos โflexibles, con agendas amplias, sin fronteras clarasโ se ensanchan en todo el mundo. Si un autoritario quiere reunirse con otros ni precisa salir a la calle, dice Anne Applebaum en El ocaso de la democracia: con una computadora en un edificio de oficinas, WhatsApp y Telegram, memes y videos virales puede activar a miles de individuos como รฉl. Las elecciones no precisan demasiados activistas en las calles si consiguen que granjas de bots operen sistemรกticamente sobre personas que eligen conocer solo un lado del prisma de la vida.
Los partidos son herramientas profesionalizadas en el siglo XX para atender a un modelo de representaciรณn extendido en el XVIII dentro de un mundo de intercambios sostenidos por tecnologรญas del XXI: organizaciones de mรบltiples niveles y burocracias ineficientes versus instantaneidad y la percepciรณn de que se producen mรกs cambios organizando una marcha por Telegram que con una plataforma polรญtica.
Hoy es evidente la emergencia de outsiders y una mayor oferta de partidos prรชt-ร -porter de rรกpida conformaciรณn. El grupo dominante de la coaliciรณn de centroderecha de Argentina no tiene ni dos dรฉcadas de vida. La alianza que llevรณ a Boric al poder en Chile reconoce sus cimientos en marchas estudiantiles de inicios del siglo. Morena, el movimiento de amlo, apenas festeja su quinceaรฑera y ya estรก en el poder. El espaรฑol Unidas Podemos naciรณ en 2014 y cogobierna Espaรฑa, Vox un aรฑo antes y para 2021 se volviรณ cuarta fuerza nacional. El partido de derecha evangelista Restauraciรณn Nacional era marginal en 2005 y disputรณ la presidencia costarricense en 2018. Movimiento Ciudadano existe como tal desde 2011. Nayib Bukele entrรณ a la polรญtica en el mismo aรฑo, inventรณ su partido personal en 2017 y fue elegido presidente de El Salvador en 2019: ocho aรฑos, y cambiรณ todo.
Las organizaciones polรญticas tradicionales han intentado ponerse a la altura del momento respondiendo como los hombres que entramos en la crisis de la mediana edad: recuperar algo de mรบsculo, cambiar el look para demostrarnos que aรบn somos competitivos. La cosa, claro, suele terminar mal. Un recurso usual de los partidos es aceptar a figuras de la farรกndula y el espectรกculo que tienen seguidores bajo la idea de que pueden controlar sus manรญas: saluden a Donald Trump y vean cรณmo el invitado se queda con la casa. Otros procuran lavarse la cara refrescรกndose ideolรณgicamente. En Mรฉxico, en poco menos de dos semanas, el PRI y el PRD, por ejemplo, se definieron como partidos socialdemรณcratas, vergonzosamente urgidos por un lifting que los devuelva a un centro promisorio.
Pero las costuras se ven. Las nuevas organizaciones son espontรกneas y รกgiles, saben usar la tecnologรญa, tienen menos estratificaciรณn y entran a la polรญtica tan desprejuiciadas por carecer de historia que en ocasiones son una marea de prejuicios. Prefiguran, sรญ, un mundo de relaciones en apariencia mรกs horizontales, abiertas y democrรกticas. Son asamblearios o sugieren serlo y proponen a las personas que voten sus plataformas y candidatos en elecciones abiertas con apps directamente desde sus mรณviles. ยฟIr a una asamblea partidaria? Eso lo hacรญa mi abuelo socialista.
Pero, si esta novedad es tan nueva y parece encajar con la necesidad de hacer polรญtica mรกs franca, transparente y efectiva, ยฟpor quรฉ muchos nos sentimos abandonados en un mar a veces calmo y otras tormentoso?
Porque hay truco.
Lost.
El ciudadano Vincentvega duda. Espera hallar un ancla, una voz, una inteligencia razonable y asertiva. ยฟEs posible la moderaciรณn? ยฟUn centro ancho, capacidad para escuchar? Un poco de modales: en vez del lรญder de arenga, uno que transmita sosiego. Que se detenga unos segundos antes de responder, que se acomode en la silla y elabore: que nos sugiera que, al menos, simula pensar para ofrecer una idea.
Es difรญcil batallar contra la convicciรณn de la derrota. Cuando concluรญ mi รบltimo libro sobre la crisis de la democracia representativa y el paso demoledor de los personalismos, me quedรฉ en ese estado de anomia que produce no tener una certeza: por mรกs que pensaba, no encontraba soluciรณn a la trampa populista.
Normal, dirรญa.
Pero esto me llevรณ a pensar en el estado de cosas que enfrenta la ciudadanรญa. En Twitter es evidente, en las calles es evidente, en los cafรฉs lo es: nadie ve opciones. Esto, claro, abre espacios a nuevos experimentos โlas celebrities de moda, mรกs outsiders y, tal vez, solo tal vez, algรบn dirigente que logre portarse bienโ. Pero en todos los casos pervive la cuestiรณn de fondo: la espera por la bala de plata salvadora.
Millones de personas no encuentran soluciones pues todas las precedentes fallaron y el populismo no toca su canciรณn. Vivimos en el estado de expectativa y temor de quien, por citar libremente, ve la caรญda de un mundo sin que aรบn acabe de surgir el nuevo.
Hay suspensiรณn de la decisiรณn, pรฉrdida. Un constante rumiar. Acabas echado en un sillรณn mullido conectado por la endovenosa a Netflix o a un libro, revisando diez veces en cinco minutos el timeline de Twitter para encontrar alguien que, zip, diga exactamente lo que estรกs pensando. Entonces, like y calma chicha: hay mรกs deprimidos como nosotros. Ante la incapacidad de resolver un mejor mundo, la pasividad crรญtica es nuestro sofรก existencial. Somos activistas de Twitter, filรณsofos de WhatsApp.
Hay algo crรญtico: las crisis infantilizan. Estรกbamos preparados para ciertas certezas โla democracia representativa tiene claridad de mรฉtodos y procedimientos y los polรญticos, mal que mal, los cubrรญanโ pero todo el universo se ha desdibujado. Fracasรณ lo precedente, fracasa el populismo. Los militares miran de reojo en algunas naciones. ยฟQuรฉ hay tras el fin del mundo conocido?
Ansiedad.
Las redes. Hablamos de las redes todo el tiempo. Y, en efecto, el espacio donde se percibe la ansiedad con claridad son las redes. Facebook es una prolongaciรณn de la plaza o el mercado; Twitter es el remedo del cafรฉ y el bar; tal vez โquiรฉn sabeโ Instagram sea la disco o la reuniรณn con tus excompaรฑeros donde compararรกs quรฉ tan bien les fue a los demรกs. Que sean virtuales es ya secundario: hemos incorporado su existencia a la vida analรณgica. Las redes somos nosotros tambiรฉn, en carne y hueso, a travรฉs de una interfaz donde actuamos un rol, consciente o no.
Applebaum enumera tres transformaciones que generan ansiedad: los grandes cambios demogrรกficos como la inmigraciรณn, la caรญda del ingreso o el estatus y una mayor complejidad de la vida. Quienes debรญan representarnos no nos representan, los nuevos no nos pelan. Una pandemia nos muestra que la muerte puede asomar de repente de la boca de tu vecino o tu amor y el planeta va camino a un colapso previsible. ยฟCรณmo se lidia con eso si, en ese estado de angustia existencial, los procesos no se detienen sino que se aceleran y multiplican? Los androides ya imitan la gesticulaciรณn humana como si fueran, bueno, humanos; cualquiera se asusta ante la idea de que un motor de inteligencia artificial resuelva nuestros problemas sin consultarnos โy eso puede incluir el problema mismo de nuestra existenciaโ. En el desconocimiento de la ignorancia, todos los miedos se potencian.
ยฟDรณnde estรกn mamรก y papรก cuando ya no hay respuestas?
Las redes son una paradoja: al dar a los ciudadanos una voz propia en la esfera pรบblica, pusieron en crisis grandes espacios democrรกticos de representaciรณn como los partidos y de intermediaciรณn como los medios de comunicaciรณn. Acabaron con el debate institucionalizado con un explosivo y maravilloso debate desordenado, arrebatado y vital en los timelines. Atomizaciรณn y pulverizaciรณn: si antes nos representaban otros, concluyo y reitero, en las redes nos presentamos nosotros mismos.
El ciudadano abandonado es un ciudadano de redes. Sin partidos donde discutir, tal vez sin organizaciones adonde acudir, se lanza a la representaciรณn personal: las redes le dan el megรกfono para escupir su angustia. Pero esa angustia precede a los canales donde se expone: nos acompaรฑa desde antes de que asaltemos la ventanita de Facebook para responder al โยฟQuรฉ estรกs pensando, Diego?โ.
Nada hay en el mundo online que no arrastremos desde la vida en la calle. Los cรญnicos en Twitter eran cรญnicos en casa. Los romรกnticos leรญan a Juan Salvador Gaviota fuera y lo llevan tambiรฉn a Facebook. La red permite jugar roles y performances, crear una mรกscara y una personalidad digital, pero los cimientos de esos roles estaban ya en nuestra psique. Dice Ezra Klein en Why weโre polarized que las redes sociales privilegian los contenidos que producen reacciones emocionales intensas perjudicando a las voces mรกs tranquilas.
Sucede. En sus peores dรญas, Twitter es una arena de pelea entre iguales mรกs que con los responsables de tomar medidas. Cada decisiรณn de un gobierno โo hasta tu opiniรณn no pedida sobre Donโt look upโ desata pleitos y batallas campales medievales. Y, en algรบn momento, tirria y fin de la conversaciรณn: cuando nadie se escucha se daรฑa la solidaridad. No es novedad: el tribalismo puede ser exacerbado. Las redes aceleran y combustionan comportamientos precedentes. No vamos a las redes a ser cruzados de una idea: realizamos en las redes el dogma que ya habรญamos abrazado.
Con todo, mucho de nuestro mundo sucede fuera de ellas y, en verdad, las decisiones que nos afectan jamรกs son virtuales: son hechos polรญticos generados por individuos de carne y hueso en la vida real, tan comรบn y pedestre que los efectos de sus palabras y hechos no afectan a nuestros avatares sino a nuestra vida real.
De manera que el punto crรญtico es, vaya, reformar la vida real, no nuestra extensiรณn angustiante en el รฉter.
Ahora, ยฟes esto posible? ยฟHay una respuesta para el ciudadano Vincent Vega?
La democracia precisa reformas. El Estado debe ser mรกs รกgil. Los polรญticos deben volver a las colonias, los barrios y los pueblos a escuchar a las personas de carne y hueso, bajando de su Elysium odorizado a diez mil metros por encima del huevo de esmog en el que vivimos los demรกs. Las demandas sociales del siglo XXI son histรณricas y los ciudadanos impacientes: nada puede ser desatendido, y la atenciรณn debe ser mรกs presta. No tenemos la capacidad de espera de nuestros padres, y me parece perfecto. El planeta, por ampliar el registro, requiere soluciones inmediatas.
Claro, tiempo no hay. Es perentorio hacer mรกs eficiente la gestiรณn de la cosa pรบblica, desburocratizando decisiones y agilizando el estudio, aprobaciรณn e implementaciรณn de decisiones que deben cambiar la vida de millones de personas, pero pocas naciones parecen tener el mรบsculo financiero โy menos administraciones, el poderโ para conseguir que esas transformaciones se materialicen en dos, cuatro, seis aรฑos. Quizรก tome menos tiempo que cambie la cultura corporativista y elitista de nuestros polรญticos, pero seguro puede ocuparnos una generaciรณn ver cambios importantes sostenibles para las inmensas mayorรญas mรกs jodidas de nuestros paรญses.
Los partidos, las instituciones y las empresas deberรกn aprender de los movimientos sociales globales para re-aprender cรณmo manejan su relaciรณn con la sociedad. Es una tarea compleja: antes de la pandemia, que puso en evidencia la incapacidad de la mayorรญa de los gobernantes para atacar una crisis sistรฉmica de ocurrencia veloz, siete de cada diez latinoamericanos estaban insatisfechos con la democracia. La aceptaciรณn de opciones autoritarias se duplicรณ en los รบltimos veinte aรฑos hasta ser aprobada por casi un tercio de la poblaciรณn. En ese contexto, los partidos polรญticos โlos responsables de administrar el sistemaโ apenas tenรญan el apoyo de trece de cada cien ciudadanos de la regiรณn mรกs desigual del mundo.
Si quien debe ejecutar no ejecuta, esto deja la bola donde uno menos la espera: en el campo del ciudadano.
Y si ese ciudadano esperaba una respuesta para salvarlo del desgano, la abulia, la desazรณn y la angustia, supongo que la tiene delante suyo: deberรก hacerse cargo de la polรญtica.
Juan Domingo Perรณn, el mรกs articulado cerebro populista de Amรฉrica Latina, era una usina de aforismos que hoy โen las redesโ darรญan sabor a la proliferaciรณn de memes. Uno de sus dichos mรกs cรฉlebres sentenciaba, palabras mรกs o menos, que ciertos hombres son buenos, pero son mejores si se los controla.
La revoluciรณn no serรก televisada ni sucederรก a golpe de tuits. Es real que numerosos movimientos populares han descansado en la organizaciรณn telemรกtica para actuar con velocidad y adueรฑarse de la escena, pero solo la organizaciรณn โPerรณn y otro memeโ vence al tiempo: cualquier proyecto, por mรกs vรกlido que sea su enojo, debe estructurarse para competir por el poder. Escribรญ hace poco: โLa rebeliรณn nihilista es capaz de acabar con una monarquรญa o asaltar diez Bastillas pero una vez dentro del palacio no sabrรกn bien dรณnde estรกn las llaves.โ
Quien quiera producir cambios mรกs grandes que una arenga debiera asumir โcomo muchas veces no lo hacen los lรญderesโ que debe prepararse para gestionar un gobierno. Sin estructuraciรณn polรญtica โsin pasar de la manifestaciรณn espasmรณdica al movimiento y luego al partidoโ, los cambios no cuajarรกn. Un movimiento sirve para exponer una agenda, pero luego debe articular voluntades para que sus ideas acaben en leyes y normas, y para ello ha de lidiar con la institucionalidad de congresos y funcionarios. Ha de hacer polรญtica. Negociar, acordar, encontrar, caramba, un centro ancho donde quepan todos.
Tal vez haya margen antes de que el meteorito de Donโt look up nos dรฉ en la madre. La autoridad y la gestiรณn de la representaciรณn estรกn en crisis y seguirรกn asรญ hasta que los partidos โo las estructuras o formas que los sustituyanโ sean capaces de direccionar la voluntad de las masas. Las instituciones estรกn en crisis, mientras que la confianza de los ciudadanos en sรญ mismos es ahora abierta, y mรกs activa. Pero para hacerse polรญtica transformadora debe pasar de la frustraciรณn y el sofรก con Netflix y popcorn a la acciรณn.
La ciudadanizaciรณn de la polรญtica es la รบnica opciรณn posible, creo, para recuperar la fe en el sistema. En vez de esperar por respuestas, quizรก sea conveniente comenzar a promoverlas.
Es fรกcil ser romรกntico: uno enuncia algo โuna frase trabajada, entradora: conquistacorazonesโ y espera por el aplauso en el que se regodearรก โsi tiene algo de decoro, en privadoโ. Pero el mic drop es siempre una actuaciรณn y en ese gesto vacรญo queda. Con golpes de efecto no conseguiremos cambios, y esta afirmaciรณn incluye el รบltimo tuit de ciudadano enojado que escribiste antes de volver, otra vez, a enredarnos con los Roy en Succession.
Participar. Moverse. Actuar, entonces.
Que Vincent Vega deje de mirar a izquierda y derecha y tome una maldita decisiรณn. Sal de cuadro, carajo.
Podrรญa citar intentos de movilizaciรณn que desafรญan poderes instituidos poco democrรกticos. Dos marchas multitudinarias en San Salvador contra Bukele, el cripto-emir millennial. Las esforzadas e infructuosas manifestaciones โยฟgotas que horadan la piedra o gotas que acaban en el drenaje?โ de los jรณvenes cubanos contra la dictadura pos-castrista. Podrรญa, por acumular, citar el esfuerzo del PRI-PAN-PRD por detener a Lรณpez Obrador, pero ese fue un acuerdo cupular que contรณ con el apoyo de millones agotados y que posiblemente acabe en lo que fue: un mejunje al que los ciudadanos abandonados debieron apoyar para acabar con un mal mayor, siendo plenamente conscientes de que estaban votando un Frankenstein indefendible a largo plazo.
Mejor, dirรญa, pensar en opciones amplias: ciudadanos que se movilizan y, con el tiempo, consiguen resultados. Pensemos en Chile, brevemente. La elecciรณn de Gabriel Boric fue sรญsmica: los partidos del sistema fueron sobrepasados por ciudadanos agotados que se sentรญan abandonados y algunas pocas organizaciones polรญticas menores que dieron estructura electoral a parte del enojo. Los orรญgenes del movimiento que elevรณ a Boric al Palacio de La Moneda a los 35 aรฑos estรกn en las manifestaciones de โlos pingรผinosโ, los estudiantes secundarios que llenaron con sus uniformes blanquinegros las calles de Santiago en 2006 para cuestionar el abusivo costo del sistema educativo chileno. Boric y un grupo de jรณvenes acabarรญan de diputados tiempo despuรฉs. En 2021, cuando el gobierno de Chile decidiรณ convocar a una Convenciรณn Constitucional para reemplazar la carta heredada de la dictadura de Pinochet, esos jรณvenes ya estaban articulados y otros numerosos actores independientes se lanzaron a captar votos viendo el desgaste de la coaliciรณn de derecha en el gobierno y el de la oposiciรณn aglutinada en la Concertaciรณn. El resultado es conocido: primero, los independientes desplazaron por completo a los partidos del sistema; luego, Boric encontrรณ un camino a la presidencia. Que lo haya conseguido reconoce un doble movimiento: Boric decidiรณ correrse al centro polรญtico desde sus posiciones mรกs a la izquierda y los partidos de centroizquierda entendieron que era preciso acordar para desplazar a la derecha del poder.
El fenรณmeno chileno es interesante por la multiplicidad de articulaciones que lo hicieron posible. El movimientismo estudiantil fue capital para resaltar, como hacen las mejores protestas, un statu quo en problemas. Luego, sus lรญderes resolvieron institucionalizarse โse volvieron legisladoresโ y aceptar el juego de negociaciones de la democracia representativa, pero sus seguidores mantuvieron la actividad. El desgaste de los partidos tradicionales contribuyรณ a que un mayor nรบmero de independientes โvista la experiencia de los pingรผinosโ se anime a volcarse a la polรญtica. Cuando esos independientes triunfaron, los partidos entendieron el mensaje y comenzaron a buscar puentes con los nuevos entrantes. La derecha y el propio Boric debieron moderar sus discursos para conseguir alianzas que les dieran la victoria.
Es previsible que los movimientos que auparon a Boric como a su contendiente Josรฉ Antonio Kast no detendrรกn su vida pรบblica. Chile es un paรญs fracturado en dos arcos ideolรณgicos y las advocaciones de sus seguidores son claras. En la base actuarรกn como mecanismos de control y crรญtica, alimentando o desnutriendo a los partidos. Boric sufrirรก las consecuencias inevitables de buscar acuerdos al centro pues un grupo de sus seguidores a la izquierda se volverรก insistentemente crรญtico cuando rompa sus expectativas.
Pero esos conflictos expresan la renovada vida de la polรญtica en Chile. Los ciudadanos que estaban abandonados por los partidos โlos pingรผinos de 2006, los independientes de 2021โ llenaron las calles y llevaron la polรญtica a los espacios institucionales: refrescaron al sistema a la vez que, en sรญ mismos, se representaron. Ciudadanizaron la polรญtica.
Por supuesto, las victorias jamรกs son definitivas. Muchรญsimas cosas pueden suceder mal. Para empezar, Boric podrรญa traicionar a toda su coaliciรณn o no producir polรญticas convincentes para la mayorรญa o quedar pronto atrapado por contradicciones entre los mรบltiples grupos que lo apoyan para regocijo de Kast y la derecha pospinochetista. Perรณn dixit, el tiempo dirรก si la organizaciรณn perdura.
Mientras, mรกs que esperanza, hay un hecho polรญtico: una ciudadanรญa participativa puede obtener resultados en tiempos en que la vieja dirigencia ya no convoca. La sentencia es vรกlida por la positiva y por la negativa โlos populistas que ocupan el vacรญo dejado por la mala polรญtica han demostrado sobradamente que pueden movilizar a millones con su propuesta antipolรญtica, y transformar por completo la convivencia democrรกticaโ. No hay nada que ciudadanos con convicciรณn no puedan realizar en las condiciones adecuadas. Y muchas de esas condiciones existen.
Partidos mรกs dรฉbiles significan tambiรฉn una oportunidad de renovarlos con nueva sangre militante. Nuevas ideas y personas pueden reformar la superestructuralidad de la polรญtica. Los partidos podrรญan aprender mecanismos mรกs llanos de conversaciรณn con sus representados. La misma debilidad puede hacer que surjan nuevas organizaciones que desplacen a las dirigencias caรญdas en desgracia, como ha probado la experiencia internacional de las รบltimas dรฉcadas.
La pulverizaciรณn de partidos no es necesariamente una mala noticia para la gestiรณn del sistema. Concentraciรณn electoral y bipartidismo no siempre son buenas noticias, en especial en regรญmenes hiperpresidencialistas como los latinoamericanos. La competencia nacida de una mayor cantidad de opciones polรญticas obliga a la negociaciรณn. Chile lo demuestra como tambiรฉn podrรญa suceder en Colombia, parece suceder en Argentina desde este siglo y ha sucedido en Ecuador. Las coaliciones suelen balancear la polรญtica y ampliar ese centro que todo lo sostiene. Como agrupan a tantos y tan distintos, no pueden vivir de eslรณganes: necesitan descansar en una discusiรณn programรกtica. En la profundidad del debate se hace mรกs sรณlida la propuesta.
No deja de ser curioso que las naciones de Amรฉrica Latina con mayor estabilidad social, polรญtica y econรณmica son tambiรฉn aquellas donde han gobernado o gobiernan alianzas polรญticas: Costa Rica, con un sistema multipartidario proclive a los acuerdos, Uruguay y Chile. La Concertaciรณn fue eficiente por largo tiempo para mantenerse como una coaliciรณn competitiva que condujo Chile durante mรกs de la mitad de los รบltimos treinta aรฑos. El Frente Amplio lleva veinte aรฑos en Uruguay, donde tiene peso significativo en el Congreso desde 1999 y fue gobierno entre 2005 y 2020.
Coaliciones y alianzas demandan mucho ejercicio de gestiรณn pero son el fenรณmeno mรกs abarcador posible para ciudadanรญas que ya no se sujetan a un solo partido sino que seleccionan los temas de su propia agenda con libertad. La estabilidad de esas alianzas tiene un ejercicio espejo en los movimientos de ciudadanos independientes: exige apertura para aceptar el mayor nรบmero posible de ideas, ejercicios de consenso que faciliten que el resultado subรณptimo de las negociaciones sea el mejor posible dadas las circunstancias.
Esta idea โโejercicios de consenso que faciliten que el resultado subรณptimo de las negociaciones sea el mejor posible dadas las circunstanciasโโ resume la complejidad de la experiencia, pues expresa las dificultades de la existencia entre distintos. Nada serรก como quieran unos y otros sino como acepten las mayorรญas y cuanto mรกs amplios los grupos mรกs intensas sus contradicciones, mayor serรก el esfuerzo necesario para resolverlas o conducirlas y menos perfecto el resultado. Pero, al cabo, eso es la vida: un equilibrio entre el deseo y lo posible.
El clima cรญnico no ayuda. Cuando los dirigentes creen que ya no importan las ideas sino ellos mismos โel yo al centroโ, la antipolรญtica gana la partida: ya no se trata de discutir ideas sino actitudes y personalidades. Una sociedad moderna debiera elegir quรฉ tipo de naciรณn desea. Lรญderes modernos debieran someterse a una discusiรณn de proyectos porque cuando triunfan los cรญnicos รบnicamente queda espacio para la destrucciรณn.
Recuperar el centro de la escena no es solo metafรณrico. Los lรญderes populistas, autoritarios y autรณcratas han convencido a millones de personas de la crisis existencial de la patria, amenazada por รฉlites macrรณfagas dentro y fuera del paรญs y por extranjeros menores que desean apropiarse de los trabajos y la paz social de nuestros ciudadanos venturosos. Los cรญnicos saben que el discurso violento termina con las instituciones y deja a la sociedad en manos de la voluntad del jefe que enuncia, el Amado Lรญder.
Millones de personas no prestan โprestamosโ oรญdos a ese canto de sirenos pues entendemos que una naciรณn, una cultura, una sociedad y hasta un grupo menor de individuos no pueden ser definidos por la exclusiรณn. Cuando los moderados carecen de representaciรณn toma cuerpo la promesa fatalista de โThe Second Comingโ de Yeats: el centro no se sostiene.
Pero mientras en el poema la humanidad sufre un anticristo que se cierne sobre sus yerros y abusos convocado por los sacerdotes oscuros de la derrota, nuestras sociedades tienen la oportunidad de poner un freno a la decadencia y procurar cambiar el modo en que vivimos โperdรณnโ nuestros aรฑos finales y les legamos un mundo, cuanto menos, mรญseramente sostenible a nuestros hijos.
Los ciudadanos Vincentvega no pueden quedarse, como quien espera a un Amado Lรญder o el apocalipsis, aguardando que la historia sea concluida por alguien mรกs. Si nos queda algo de sangre, una mรญnima voluntad por introducir alguna moderaciรณn en la polรญtica dominada por malevos y descarados, debemos hacer nosotros el camino.
La ciudadanizaciรณn de la polรญtica es la รบnica respuesta posible a la duda, la angustia y la ansiedad. No debe ser nacional: la polรญtica local es un punto de partida. Empieza temprano y cerca โen el barrio, la escuela de los hijos, la delegaciรณn, aquel pequeรฑo gremio, el pueblo, tu ciudad, esa ONG, esta asociaciรณn, estos viejos partidos, el otro nuevoโ y debe escalar. No es que no existan herramientas ni opciones. Es cada vez mรกs fรกcil crear un partido y mรกs aรบn movilizar a miles de ciudadanos tras una agenda comรบn.
De hecho, no se trata solo de la participaciรณn polรญtica inmediata en un partido: cientos de espacios de la sociedad civil necesitan militantes ciudadanos. He ahรญ una posibilidad de aprendizaje. Hay espacio para que los ciudadanos eviten que sus espacios de convivencia se desarticulen aun mรกs ante la deserciรณn de los gobiernos. Hace no mucho tiempo, una vez que el magnรญfico ensayo La Espaรฑa vacรญa hiciera notorio lo soterrado, numerosos movimientos locales comenzaron a ocuparse de pueblos y ciudades afectados por las migraciones y desplazamientos internos en la penรญnsula.
Mรกs aรบn, que existan partidos jรณvenes en casi todas nuestras democracias es testimonio de que la ciudadanizaciรณn es posible. Y cuando elijamos a alguien para representarnos deberemos realizarle marcaje cercano; participar, controlar, obligar. Si el grueso de las movilizaciones de los รบltimos veinte aรฑos no tuvo a los partidos en el centro sino a activistas organizados por fuera, he ahรญ un camino: la dirigencia debe sentir la respiraciรณn ciudadana en la nuca.
Si nos vamos a casa a esperar por alguien que solucione nuestras vidas โsi nos privatizamos con el popcorn calentitoโ, alguien mรกs llenarรก nuestro espacio. Y si ese alguien son los chicos malos, pues la incertidumbre de ser un Vincent Vega serรก peor. รl, al menos, tenรญa pistola. Nosotros ni tendremos cojones. ~
es periodista y editor. Su libro mรกs reciente es Amado Lรญder. El universo polรญtico detrรกs de un caudillo populista (HarperCollins Mรฉxico, 2021).