llustraciĆ³n: Fernando del Villar

La extrema derecha digital y el ocaso de la IlustraciĆ³n. Derechas para un imperio.

La presidencia de Trump obliga a pensar en dos rostros recientes del conservadurismo estadounidense: el que proviene de la tradiciĆ³n intelectual y el que ha encontrado cobijo en los foros radicales de internet.
AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

QuĆ© pasarĆ­a si tuviera lugar un golpe de Estado de la ultraderecha en Estados Unidos? ĀæQuĆ© cambiarĆ­a? ĀæVerĆ­amos tanques desfilando por la Avenida Pensilvania en Washington, D. C.? ĀæTomarĆ­an el ejĆ©rcito y sus cĆ³mplices corporativos las estaciones de televisiĆ³n y radio? ĀæCerrarĆ­an las escuelas, el correo y Disneylandia? ĀæArderĆ­a el Reichstag o, en este caso, el Congreso, y se culparĆ­a al terrorismo islĆ”mico radical o a los anarquistas globalifĆ³bicos? Mientras nos hacemos estas preguntas los participantes en ciertas comunidades de internet celebran lo que consideran el colapso de la democracia estadounidense y la inminente destrucciĆ³n del espĆ­ritu humanista de la IlustraciĆ³n. QuizĆ” no son muy numerosos y tal vez se trata simplemente de puƱados de radicales introvertidos y troles que se ocultan detrĆ”s de seudĆ³nimos provocadores para elogiar a Hitler, discutir cĆ³mo eliminar a la poblaciĆ³n negra e hispana de Estados Unidos y planear el prĆ³ximo genocidio de izquierdistas. Pero a pesar de ser pocos, estos ciberfascistas han tenido una poderosa influencia en el curso de la polĆ­tica planetaria reciente debido a sus campaƱas de desinformaciĆ³n y propaganda en lĆ­nea en favor del candidato Trump.

Donald Trump no es precisamente un nacionalsocialista, pero desde que se apropiĆ³ de la causa del ā€œbirtherismoā€ ā€“la cual intentaba demostrar que Obama no habĆ­a nacido en HawĆ”i sino en Kenia y por lo tanto era un presidente ilegĆ­timoā€“ los militantes de extrema derecha comenzaron a verlo como un aliado. La campaƱa que cuestionaba el acta de nacimiento del expresidente fue una estrategia profundamente racista que adoptĆ³ el Tea Party, cuyo eslogan era ā€œTake America backā€, en un llamado nada sutil a rescatar el paĆ­s de las garras de un presidente negro. Trump retomĆ³ esa idea en su ā€œMake America great againā€, plagiado de la campaƱa de Reagan y Bush de 1980.

Durante la elecciĆ³n presidencial, Donald Trump fue reconocido por la extrema derecha digital o alt-right como el portavoz de algunas de sus ilusiones y como un individuo capaz de unir a las diversas corrientes de la derecha. Si bien entendĆ­an que se trataba de un candidato inexperto, ignorante e impredecible, apostaron por su supuesto carisma y se envalentonaron con el ejemplo de su desparpajo engreĆ­do e incendiario. Trump prometiĆ³ beneficiar a los desposeĆ­dos y los olvidados al establecer un gobierno de triunfadores. La agresividad, incoherencia e improvisaciĆ³n de su plataforma polĆ­tica dio cabida a algunas de las ideas segregacionistas, autoritarias y procorporativas de la extrema derecha. Trump anunciĆ³ su candidatura en un mensaje divagante y caĆ³tico cargado de nostalgia patriotera, entre acusaciones paranoicas en contra de MĆ©xico (por ā€œno enviar a sus mejores ciudadanosā€, sino mandar criminales y drogadictos). MĆ”s adelante confirmĆ³ su xenofobia cuando prometiĆ³ que de llegar a la presidencia impondrĆ­a un veto a la inmigraciĆ³n musulmana. Estos enemigos fĆ”cilmente satanizables servĆ­an como pretexto para exigir el fortalecimiento del Estado policiaco. MĆ”s tarde, Trump reclutĆ³ como su asesor principal a Steve Bannon, el entonces director del sitio propagandĆ­stico Breitbart, que Ć©l mismo definiĆ³ como la plataforma del alt-right. Con la radicalizaciĆ³n de sus pronunciamientos, Trump se fue volviendo sordo a las crĆ­ticas, inmune al decoro y alĆ©rgico a la racionalidad, la verdad y la empatĆ­a. Mientras que la mayorĆ­a de los re- publicanos buscaban distanciarse de Ć©l, numerosos individuos y grupos identificados con la ultraderecha (desde el KKK hasta los neonazis pasando por blogueros conspiranoicos de varias denominaciones, como Alex Jones) lo apoyaron en sus pĆ”ginas web y en actos pĆŗblicos. Al ser cuestionado al respecto de estos controvertidos seguidores, Trump fingĆ­a no saber quiĆ©nes eran pero insistĆ­a en que para distanciarse o rechazarlos tenĆ­a antes que investigarlos, cosa que evidentemente no hizo. Esto era entendido por esos fanĆ”ticos como un claro guiƱo de complicidad.

El derechismo de Trump, con sus tintes circenses y contradicciones descaradas entre valores conservadores y populismo estridente, logrĆ³ entusiasmar a decenas de millones de votantes al presentarse mĆ”s como una ruptura con el mainstream polĆ­tico que como una elecciĆ³n consciente. Al elegir a un outsider estaban rechazando la continuidad del sistema bipartidista, en el que los programas polĆ­ticos republicanos y demĆ³cratas tenĆ­an cada vez mĆ”s coincidencias y menos preocupaciĆ³n por las bases. Entre otras cosas, el voto por Trump reflejaba la admiraciĆ³n babeante por una celebridad televisiva menor; el rechazo a Hillary (por ser mujer, por su turbio historial y por representar la continuidad del rĆ©gimen de Obama); un reconocimiento del fracaso de ciertos ideales de convivencia, tolerancia y respeto; una desesperante bĆŗsqueda de un hĆ©roe que pudiera corregir no solo los descalabros econĆ³micos recientes sino el curso de la historia humana; y un deseo de poder expresar en voz alta y sin pudor opiniones cavernĆ­colas. La elecciĆ³n de Trump puede interpretarse como un repudio al humanismo liberal, uno de los dogmas del filĆ³sofo reaccionario y ateo Leo Strauss, quien paradĆ³jicamente pensaba que, al darle la espalda a la fe en favor de la razĆ³n, las sociedades tendĆ­an a caer en la barbarie.

Podemos imaginar al camaleĆ³nico, disperso y elusivo alt-right como muchas cosas pero fundamentalmente es la derecha que, cobijada por el anonimato digital, ha perdido el miedo a expresar sus prejuicios en voz alta, se ha liberado de la necesidad de presentar un rostro aceptable para la mayorĆ­a y no le interesa diferenciarse de los fascistas del pasado. El alt-right surge en los foros de ultraderecha de sitios como 4chan (fundado originalmente por fanĆ”ticos del manga y Ć”nime japonĆ©s) y Reddit. Ambos son espacios de debate sin censura que reĆŗnen a cibernautas con intereses polĆ­ticos comunes, como 4chan/pol/ y subreddits como The_Donald, donde los participantes se entregan a la provocaciĆ³n racista y misĆ³gina, asĆ­ como a burlarse ostentosamente de la correcciĆ³n polĆ­tica. MĆ”s que espacios ideolĆ³gicos estos son territorios dominados por prejuicios, cinismo y una polĆ­tica de identidad heterosexual, blanca con un marcado complejo de victimizaciĆ³n. La mayorĆ­a de los asiduos a estos foros son jĆ³venes, no son autĆ©nticos activistas ni miembros de partidos, asociaciones o grupos y su ā€œmilitanciaā€ en general se limita a internet. Hay quienes ven en estos radicales tecnologizados el equivalente a la rebeldĆ­a que representaba tener el pelo largo en los aƱos sesenta, la cabeza rapada en los setenta o usar sĆ­mbolos satĆ”nicos del rock metalero en los ochenta. Hay una evidente obsesiĆ³n con la cultura del shock y con crear pĆ”nico moral entre los adultos. El placer de estos troles radica en buena medida en obligar a sus rivales a defender valores elementales de justicia y decencia, y de esa manera ridiculizarlos como santurrones, pomposos y solemnes.

En el alt-right hay quienes se definen a sĆ­ mismos como nacionalistas blancos, supremacistas arios, fundamentalistas anglos, nativistas, libertarios, neonazis y simples racistas. Pero el tĆ©rmino que se ha puesto de moda es neorreaccionarios, quienes se caracterizan por querer cerrar fronteras, expulsar inmigrantes, rechazar refugiados, odiar el feminismo y negar los derechos de la comunidad lgbt. Los neorreaccionarios son entusiastas de las estructuras sociales rĆ­gidas y del orden cĆ­vico, a diferencia de los libertarios que son principalmente individualistas, aunque tambiĆ©n creen en reducir la participaciĆ³n del gobierno. Son herederos de los llamados paleoconservadores, que a diferencia de los neoconservadores tienen un discurso nacionalista y religioso, antiinmigraciĆ³n, aislacionista y antiguerras extranjeras. Para ellos, el gobierno no debe entrometerse en los asuntos de los ciudadanos, odian el paternalismo del Estado y cualquier nociĆ³n de seguridad social, estĆ”n en contra de las regulaciones ambientales y laborales, asĆ­ como de la defensa de los derechos humanos y los impuestos; en cambio estĆ”n a favor del libre mercado y del derecho absoluto a tener y portar todo tipo de armas. Entre sus fantasĆ­as estĆ” eliminar a las universidades del Ivy League, a Hollywood, al New York Times y a todas las instituciones liberales que ven como fuentes de elitismo corruptor. ParadĆ³jicamente, el hecho de que Trump sea un multimillonario arribista de Queens que estudiĆ³ en Wharton no parece molestarles.

Los neorreaccionarios creen que los polĆ­ticos pierden demasiado tiempo haciendo propaganda para ser elegidos y para defender sus polĆ­ticas. Esto es costoso e ineficiente, el equivalente a un concurso de belleza o simpatĆ­a, por lo que la democracia, o como ellos la llaman, el demotismo (despotismo de la mayorĆ­a), debe ser sustituida por algo asĆ­ como una monarquĆ­a sin monarca, por un rĆ©gimen dominado por lĆ­deres corporativos exitosos. Estas visiones de naciĆ³n como empresa se materializan en Trump, su familia y sus negocios, quienes estĆ”n redefiniendo de manera brutal la polĆ­tica y la ley con su campaƱa de hechos alternativos y agresiones en contra de la sociedad civil. Podemos intuir que este ejemplo serĆ” una inevitable tentaciĆ³n para millones de votantes frustrados en Occidente que han perdido toda esperanza en las virtudes de la democracia y el humanismo.

En un tiempo de muros fronterizos, de eliminaciĆ³n de redes de seguridad social, de acoso y vetos a ciertos grupos y de comunicados de prensa de la Casa Blanca que sirven para promover bienes raĆ­ces y zapatos de diseƱador, los desfiles de tanques por Broadway y los solemnes comunicados en cadena nacional se han vuelto tan innecesarios como redundantes. ~

+ posts

(ciudad de MƩxico, 1963) es escritor. Su libro mƔs reciente es Tecnocultura. El espacio ƭntimo transformado en tiempos de paz y guerra (Tusquets, 2008).


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā