Kate Pickett y Richard Wilkinson
Igualdad. CĆ³mo las sociedades mĆ”s igualitarias mejoran el bienestar colectivo
TraducciĆ³n de Catalina MartĆnez MuƱoz
Madrid, CapitƔn Swing, 2019, 408 pp.
Antes de suicidarse en enero de 2017, el crĆtico cultural britĆ”nico Mark Fisher insistiĆ³ durante aƱos en artĆculos, libros y entrevistas en que su depresiĆ³n no era algo exclusivamente privado. Para Ć©l, la depresiĆ³n era la āexpresiĆ³n interna de fuerzas sociales realesā y algo explĆcitamente polĆtico. Pensaba que el neoliberalismo y el ārealismo capitalistaā (la actitud resignada ante la sensaciĆ³n de que no hay alternativa al capitalismo) estaban detrĆ”s del aumento de la depresiĆ³n en Occidente.
Es una tesis cuestionable. Es poco probable que el aumento de los problemas de salud mental en las sociedades ricas tenga que ver con la ausencia de una alternativa al sistema actual. Pero Fisher tenĆa razĆ³n en seƱalar que el aumento del estrĆ©s, la depresiĆ³n o el abuso de drogas (como en el caso de la epidemia de opioides en eeuu, que provocĆ³ mĆ”s de 70.000 muertes en 2017) en paĆses como Estados Unidos o Reino Unido no se puede explicar como un fenĆ³meno privado y aislado de su entorno social. Es mĆ”s o menos lo que sostienen Kate Pickett y Richard Wilkinson en Igualdad, donde argumentan (con mucho mĆ”s rigor que Fisher) que la causa de todos esos problemas es el aumento de la desigualdad, que consideran un problema no solo econĆ³mico sino tambiĆ©n de salud pĆŗblica.
Su tesis es mĆ”s o menos la siguiente: āComo la mayor desigualdad hace que la posiciĆ³n resulte mĆ”s visible, terminamos juzgĆ”ndonos unos a otros cada vez mĆ”s por el estatus. El aumento de la evaluaciĆ³n social agrava las preocupaciones, los problemas de autoestima, la confianza en uno mismo y la inseguridad por el estatus.ā
Para Pickett y Wilkinson la clave de la desigualdad es la competiciĆ³n por el estatus. Como han demostrado economistas y psicĆ³logos (Kahneman y Tversky son quizĆ” los que mĆ”s popularizaron esta idea), los seres humanos tenemos aversiĆ³n a la pĆ©rdida y a menudo preferimos no perder a ganar: āEl bienestar y la satisfacciĆ³n con nuestros ingresos dependen esencialmente de su comparaciĆ³n con los ingresos de los demĆ”s, y no de si nos proporcionan lo que necesitamos.ā Los autores citan un estudio que sostiene que ālo que permitĆa predecir el desarrollo de sĆntomas depresivos en una persona no eran sus ingresos reales, sino la consideraciĆ³n de esos ingresos en comparaciĆ³n con los de un determinado grupo socialā.
El problema de la desigualdad empieza siendo material, de acceso a recursos, pero se convierte rĆ”pidamente en un asunto de jerarquĆa y de evaluaciĆ³n social. En sociedades que valoran la meritocracia, el nivel de ingresos y de renta estĆ” directamente relacionado con la aceptaciĆ³n social. Pero en los Ćŗltimos aƱos, la desigualdad estĆ” acabando con la meritocracia real. En buena medida, las clases altas se han independizado cultural y econĆ³micamente del resto de clases. Es algo observable en la reducciĆ³n de la movilidad social y la reproducciĆ³n de clase. Un ejemplo: āA comienzos de la dĆ©cada de 1980, al alcanzar los 25 aƱos, un 61% de las mujeres se casaban con hombres de distinta clase social que la suya. Veinte aƱos mĆ”s tarde, este porcentaje habĆa caĆdo hasta el 44% entre las mujeres que justo en el momento de empezar el nuevo siglo tenĆan 25 aƱos.ā
Pickett y Wilkinson llegan a la conclusiĆ³n de que las sociedades mĆ”s igualitarias, donde las relaciones no son tan jerĆ”rquicas y competitivas y mĆ”s cooperativas, los Ćndices de depresiĆ³n, de narcisismo, de psicopatĆa o de consumismo son muy inferiores a los que se dan en sociedades con mayor desigualdad. Su defensa de sociedades mĆ”s igualitarias no se basa solo en la justicia social sino en el bienestar psicolĆ³gico colectivo.
Los autores explican todos los males contemporĆ”neos con la desigualdad. Aplican un molde Ćŗnico para situaciones complejas y variadas. A menudo es difĆcil comprobar si existe realmente causalidad detrĆ”s de sus correlaciones, algo que ya se criticĆ³ en su cĆ©lebre libro anterior, Desigualdad. Un anĆ”lisis de la (in)felicidad colectiva, publicado en espaƱol por Turner en 2009. Su construcciĆ³n de una teorĆa que lo explica todo (un gran framework) provoca escepticismo. TambiĆ©n es cuestionable su manera de interpretar algunos problemas. Los autores sostienen que la desigualdad no solo provoca pobreza material sino tambiĆ©n āpobreza de espĆrituā. Aciertan al seƱalar el consumismo, por ejemplo, como algo que puede provocar adicciĆ³n y ansiedad, y concluyen que es consecuencia de una mayor competiciĆ³n por el estatus. Pero su lectura cae a menudo en un autenticismo o esencialismo y en una idea vaga de comuniĆ³n con nuestros verdaderos āyoesā (hablan de que las compras āson la manera de sustituir a las personas por cosasā o de que hay que encontrar un ācamino de la plenitudā). Y aunque analizan con rigor las teorĆas que existen sobre nuestros orĆgenes cooperativos y solidarios cuando Ć©ramos cazadores y recolectores, y sobre nuestra condiciĆ³n de animales sociales, corren el peligro de caer en el mito del buen salvaje: en comunidades pequeƱas y no jerĆ”rquicas Ć©ramos mĆ”s felices que ahora.
Esa Ćŗltima idea precisamente la trasladan a su capĆtulo de soluciones, donde defienden mayor democracia econĆ³mica. Su diagnĆ³stico es acertado. SeƱalan la desigualdad de ingresos demencial en las grandes empresas, la dependencia de muchas corporaciones de sus accionistas, que solo piensan en especular. Pero su soluciĆ³n es poco original: cooperativas, mayor participaciĆ³n de trabajadores en empresas y crear una sensaciĆ³n de comunidad en el lugar de trabajo.
Igualdad estĆ” lleno de descubrimientos interesantes y estimulantes. Demuestra que la desigualdad tiene efectos devastadores en la sociedad y sobre todo refuta a quienes critican que el problema real es la pobreza, no la desigualdad. Las reflexiones sobre epigenĆ©tica, las consecuencias cognitivas de la pobreza, clase y meritocracia o psicologĆa social son excelentes. Pero cuando intenta que todas las piezas encajen en una gran teorĆa pierde algo de brillo. ~
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciĆ³n de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemĆ”n' (Libros del Asteroide, 2023).