La saga del tendedero

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Dentro de la obsesión de mi melomanía hay misterios musicales que nunca he podido desentrañar: ¿quién puso el bomp?, ¿quien soltó a los perros?, ¿son los amigos eléctricos?, ¿cómo se puede remendar un corazón roto? Pero uno de los que más me han perseguido y perturba es el de “Ode to Billie Joe”, acerca de alguien llamado Billie Joe McAllister, que vivía en un lugar donde no pasaba nada bueno: Choctaw Ridge, Misisipi.

La historia –que tiene lugar un 3 de junio en una polvosa región del Delta– daría para un dramón gótico-musical o un cuento corto a lo Faulkner en sus menos de cinco minutos. De una manera casual, en la voz monótona de la hija, somos testigos de un episodio de disfunción familiar a la hora de la cena. Vemos la mesa y la comida que se pasa de mano en mano. Mientras sirve los alimentos, la madre habla sobre el suicidio de Billie Joe McAllister en Choctaw Ridge. Un bueno para nada, dice el padre, no es sorpresa que se haya tirado al río. No tiene la menor importancia. Sin embargo, la hija sabe por qué Billie Joe lo hizo; en aquel pequeño pueblo se la ha visto con él. Se rumora que los vieron en el puente tirando algo a las aguas del Tallahatchie.

La pieza da inicio con una lacónica guitarra de palo, voz hipnótica y un arreglo de cuerdas que le añade un componente más de misterio. La protagonista se deshace en su interior mientras la madre da detalles que permiten inferir que tanto ella como el resto de la familia saben que la hija está involucrada. Es el clímax del “don’t ask, don’t tell”, el secreto a voces. No obstante, la madre le pregunta a la hija por su falta de apetito. La crueldad de la indiferencia. Un lugar sin esperanza.

La letra hace una transición un año más tarde, que nos da la misma nota de ausencia emocional, pero ahora por parte de la hija, que fríamente analiza la situación familiar: la única manera de evitar esta desolación, de caer en depresión profunda, aprendemos al final de la canción, es salir del pueblo o morir por un virus.

“Ode to Billie Joe” fue un fenómeno radial en el llamado verano del amor de 1967, cuando la radio estaba llena de psicodelia: “Light my fire”, de The Doors; “All you need is love”, de The Beatles; “Heroes and villains”, de The Beach Boys; o “A whiter shade of pale”, de Procol Harum. En una época muy fértil en materia discográfica y con mucha instrumentación, “Ode to Billie Joe” ofrecía otra cosa: una parquedad que la convirtió en un fenómeno. El público sucumbió al tono desolado y plano, que contrastaba totalmente con otras canciones de aquel momento. Para agosto de 1967 había desbancado a “All you need is love” de The Beatles del número uno en las listas radiales de popularidad y ventas. Billboard la declaró la mejor canción de aquel año.

En los sesenta, la industria catalogaba la música que cantaban los blancos como country y la de los afroamericanos como blues. A primera oída no podía asegurarse si la cantante de la oda, Bobbie Gentry, era blanca o negra y, sin el dato visual, encajó perfecto en los géneros del pop, folk rock, country, blues, soul y R&B. Gentry, cuyo nombre real era Roberta Lee Streeter, nació en Chickasaw County, una región de Misisipi donde abundan los nombres triples. Una súbita reina del Delta que en realidad había crecido en Los Ángeles. Una belleza sureña, blanca.

Productora, compositora, empresaria, una mujer con muchos talentos, llevó su canción al cine y en los setenta tuvo una residencia de varios años en Las Vegas, donde mantuvo una amistad con Elvis Presley, al que –adelantada a su tiempo– imitaba en su show. Usaba atuendos de lentejuela y performeaba con katas de karate y todo. En un mundo que ha convertido la imitación de Elvis en una industria, Bobbie fue la primera mujer en hacerlo.

La réplica a su canción más famosa vino nada menos que de Bob Dylan. Aunque editada comercialmente por primera vez en 1975, la colección de The basement tapes, de Bob Dylan & The Band, se grabó en realidad en 1967. Refugiado en Woodstock y acompañado después por la que había sido la banda de apoyo de Ronnie Hawkins, The Hawks, Dylan estaba ponderando las heridas de todo tipo que le había causado su accidente de moto y su gira eléctrica por Inglaterra en 1965. Lejos del mundanal ruido y en un ambiente relajado, el compositor se puso a tocar desenfadadamente en el sótano con sus amigos músicos que también se instalaron en una casa de la zona. El resultado fueron más de cien piezas, unas originales y otras tradicionales, entre las que se encuentra “Clothes line saga”.

Ejemplo del arte de no decir o expresar nada, la canción es una joya del lenguaje circular donde parece que algo va a suceder pero no sucede. Es una respuesta a “Ode to Billie Joe”, pero a la manera de Dylan, quien lo hace oblicuamente –una réplica directa habría sido: “Yo sé qué tiraron del puente Tallahatchie”, o algo así– e imita el estilo monótono de la canción de Gentry. Según Andy Gill en su Bob Dylan: Stories behind the songs, el título original era “Answer to ode”. El tema es la ropa que se seca o no en un tendedero. Dylan cambia el género del personaje principal y le imprime nihilismo a la narrativa; aquí el protagonista es un adolescente y, como en la canción de Gentry, tiene lugar en una fecha específica: 30 de enero.

La familia se ignora entre sí, sus miembros carecen de comunicación y el punto focal es la ropa y la condición en que se encuentra en el tendedero. Al día siguiente, la madre habla con un vecino, que la saluda e increpa sobre la ropa tendida y le da la noticia de que el día anterior el vicepresidente había enloquecido. La futilidad de este dato conduce a estar de acuerdo en que es mejor olvidarse de todo. Finalmente el hijo entra a la casa y da portazo al asunto. Dylan solo emula lo que admira, así que esta saga del tendedero dice más acerca de Bobbie Gentry que de Dylan.

Gentry desapareció de la vida pública en 1982, pero no del inconsciente colectivo, que sigue de alguna manera obsesionado con su obra musical. Dejó un legado de siete álbumes, que cubren varios géneros musicales. En 2018 se lanzó The girl from Chickasaw county: The complete Capitol masters, una colección de discos que abarca de 1967 a 1971. La cajita contiene material inédito (siempre atractivo) y un disco de grabaciones en vivo de la BBC, que puso a disposición del público el mismo 2018 como material exclusivo del Record Store Day. ~

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es melómana de tiempo completo. Produce las Emisiones Nocturnas de Estoespop!, que se puede escuchar por Ibero2.cloud los jueves a las 10 de la noche.


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