Lorrie Moore
Cuentos completos
Traducción de Alejandro Pareja Rodríguez, Isabel Murillo Fort, María José Galilea Richard y Daniel Gascón
Barcelona, Seix Barral, 2020, 960 pp.
Para alegría del lector en lengua española, Seix Barral ha ido publicando los cuentos completos de narradores norteamericanos de primer nivel. Digo narradores y debería decir narradoras, pues son mayoritariamente escritoras quienes, en Estados Unidos, han llevado en las últimas décadas el hipercodificado género del relato a unos niveles de perfección que rara vez se dan en la novela. En la editorial capitaneada por Elena Ramírez hemos podido leer a Amy Hempel, Lydia Davis, Joy Williams y ahora a Lorrie Moore, cuyos cuatro libros de relatos aparecen reunidos en Cuentos completos. Leerlo de corrido es maravillarse ante el esplendor, mantenido a lo largo de tres décadas, de esta autora nacida en Nueva York en 1957, merecedora de galardones como el premio Rea o el PEN/Malamud, y reconocida internacionalmente a raíz de Pájaros de América.
Que los mimbres de los cuentos de Moore sean más clásicos no la hace menos audaz y contemporánea que, por ejemplo, Lydia Davis. ¡O que Chéjov! Alguien es clásico solo si consigue ser, al mismo tiempo, rabiosamente contemporáneo: la literatura, como la vida, a menudo va de paradojas. Moore se maneja a través de estructuras lineales y cumpliendo casi siempre con la premisa de la unidad (de tiempo, espacio, trama, personaje e impresión), logrando la excelencia en ese territorio indefinido al que denominamos relato largo o nouvelle, que comparte con el cuento su querencia por la unidad y la intensidad, y con la novela la acumulación episódica.
Autoayuda, publicado en 1985, cuando la autora tenía veintiocho años, nace en el máster de escritura creativa de la Universidad de Cornell. Casi todas las piezas formaron parte de la tesis de maestría de Moore, quien tuvo como mentora a la ganadora del Pulitzer Alison Lurie. Autoayuda parodia los libros de crecimiento personal a través de un narrador que relata como si diera instrucciones. Moore está aquí en ciernes, apuntando maneras, tono y temas: la soledad, las relaciones sentimentales desgraciadas, la desubicación y la enfermedad, todo ello atravesado siempre por un humor cervantino, balsámico, encantador: hay alegría a pesar de todo. Escribe su mejor cuento cuando se sale de ese narrador que parodia los libros de crecimiento personal, el cual dirige en exceso la lectura y hace que la forma, y por tanto su contenido, resulten un tanto mecánicos, previsibles. Así ocurre en “Cómo ser otra mujer”, donde el pescado está vendido desde el principio y cifra el mérito en una experimentación tímida, o en “Cómo hacerse escritora”, brillantísimo, desternillante y desolador, pero también frío por la excesiva distancia de la voz. Coquetea con cierta experimentación (el referido narrador que cuenta dando órdenes, el recurso de las listas a lo Perec o el tiempo hacia atrás). En los relatos donde la narración se torna más clásica y meticulosa, la autora da el do de pecho, como en el cuento largo “De lo que se apoderan”, para mí el más sobresaliente del conjunto, en el que una hija narra la difícil relación con su madre, enferma de cáncer, y que es un prodigio de la caracterización psicológica y de la atmósfera. Se cumple aquello de Mies van der Rohe de que Dios está en los detalles, pues es en una selección portentosa de los detalles donde la escritora estadounidense se vuelve genial, captando a través de una chispeante minuciosidad toda la complejidad de lo real.
Su segundo libro de relatos, Como la vida misma, publicado en 1990, es a mi juicio el mejor, el más ambicioso y redondo, como si Moore hubiera encontrado el lugar desde el que explorar un territorio aún ignoto y nos brindara esa intensidad y gozo de las primeras veces. Encontramos aquí el soberbio “Además usted es feo” que John Updike incluyó en The best American short stories of the century, el primero que la escritora publicó en The New Yorker, y del que habrá distintas variaciones o derivas en el resto de su obra. Se asientan sus temas, inevitablemente ligados entre sí. Una de las soledades más exploradas por la autora es la de la mujer liberada de su papel convencional, tan infeliz como la atada al marido y a los hijos, que en sus cuentos se encarna en profesoras de algún campus perdido en la inmensidad americana a las que parece esperar el cáncer, enfermedad que protagoniza muchas de sus historias más logradas y que adquiere unas dimensiones metafóricas. No es el cuerpo sino el espíritu quien está enfermo antes de que el padecimiento físico lo alcance como consecuencia de una sociedad en descomposición, de unas formas de vida que, como un tumor maligno, se devoran a sí mismas. Como la vida misma es un festival de rarezas, humor, crueldad y sagacidad, y lleva a una cumbre ese juego de creación, ocultación y desvelamiento entre las palabras y las cosas que es la literatura.
El best seller Pájaros de América, de 1998, contiene el célebre relato del bebé con cáncer (“Gente así es la única que hay por aquí: farfullar canónico en oncología pediátrica”), que es además una reflexión sobre cómo una narración asume la imposibilidad de narrar y se hace fuerte desde ahí. Moore es aquí perfecta, lo que también significa más correcta que en Como la vida misma, pero no porque sus cuentos sean menos incómodos, sino porque saben demasiado bien por dónde transitan.
Gracias por la compañía, de 2014, es más crepuscular e irregular, menos sorprendente comparado con los anteriores. Se mantiene el humor y se renuncia al desarrollo, donde, como he apuntado antes, reside parte de la fuerza de la autora. Incluso por momentos la escritura destila cierta pereza, cansancio y autoindulgencia. A pesar de que esta última compilación no esté a la altura de esas dos cumbres que son Como la vida misma y Pájaros de América, sigue siendo un buen libro, o quizás un buen cierre, el descenso elegante de una obra mayor rotunda y magistral. ~
(Huelva, 1978) es escritora. Ha publicado 'La ciudad en invierno' (Caballo de Troya, 2007) y 'La ciudad feliz' (Mondadori, 2009).