La relaciรณn de la sociedad vasca con el terrorismo no es una historia ni de distancia ni de discordia. Si en el Paรญs Vasco de 2017 el rechazo a toda forma de terrorismo es casi unรกnime, entre 1968 y 2011 la actitud hacia ETA se expresรณ en tonos mucho mรกs variados y hasta benignos. El terror practicado por ETA no obtuvo en Euskadi el desprecio total que reciben los atentados islamistas en Occidente desde que las Torres Gemelas fueron derribadas en 2001. A diferencia de ISIS o Al-Qaeda, ETA no fue el โotroโ, sino que incluso se encargรณ de determinar quiรฉn era el โotroโ. Si ETA contaminรณ la conciencia vasca mรกs que el GAL, no se debe al mayor nรบmero de asesinatos, sino a la atracciรณn que ejerciรณ sobre una gran parte del pueblo vasco. Todo individuo genera anacronismos de autocomprensiรณn: el yo actual se proyecta sobre el yo pasado descuidando las diferencias entre ambos. El anacronismo autocomprensivo mรกs tentador, y previsiblemente mรกs exitoso, afirmarรก que en el Paรญs Vasco de ayer y en el de hoy tanto los individuos como las instituciones juzgaron que los asesinatos cometidos por ETA eran medios polรญticos absolutamente ilegรญtimos. Si algunos temen que la memoria venidera confunda a las vรญctimas con los verdugos, mรกs probable me parece que los manuales futuros describan a ETA como una organizaciรณn socialmente arrinconada.
Aunque una parte minoritaria siempre se opuso de modo frontal al terror, la sociedad vasca del รบltimo medio siglo puede considerarse patolรณgica en la medida en que amplios grupos sociales respaldaron a ETA. Hay que considerar a una sociedad enferma cuando, ademรกs de cobijar a una minorรญa claramente culpable (los asesinos), alberga tambiรฉn a un grupo que tolera y resguarda el terror de diferentes maneras: desde la pasividad muda a la complicidad activa. Esta preferencia por explicar responsabilidades mรกs tenues, menos claras y, por ello, tendentes al olvido se ha convertido en un ejercicio habitual entre aquellos que han intentado explicar el funcionamiento de colectividades patolรณgicas. Ya a comienzos de los aรฑos sesenta, Hannah Arendt nos enseรฑรณ que al mal radical lo suele acompaรฑar y promover otro mucho mรกs banal. Aunque existen diferencias esenciales, el anรกlisis de la sociedad enferma por antonomasia (Alemania entre 1933 y 1945) ofrece conceptos valiosos para entender las responsabilidades mรกs difuminadas y menos claras de la sociedad vasca. De modo espontรกneo hemos utilizado tantas veces tรฉrminos totalitarios para describir los problemas de la sociedad vasca que una reflexiรณn mรกs directa y consciente puede servir para descubrir si este sรญmil es algo mรกs que una exageraciรณn.
Como reacciรณn a la tranquilidad y parsimonia con que la actual sociedad vasca quiere entender sus vรญnculos con el terror, tanto Edurne Portela en El eco de los disparos (Galaxia Gutemberg, 2016) como Gaizka Fernรกndez Soldevilla y Raรบl Lรณpez Romo en Sangre, votos, manifestaciones (Tecnos, 2012) han construido la hipรณtesis de que casi ningรบn miembro de la sociedad vasca estรก absolutamente libre de culpa. En su libro, Portela lamenta โcuรกn cรณmplices hemos sido de la violenciaโ. Insistir en las zonas menos evidentes de culpa es fรกcilmente explicable por motivos estructurales. Por un lado, al contradecir una intuiciรณn antropolรณgica bรกsica (parece poco razonable que todos los miembros de una sociedad sean malvados), a la fuerza se necesita explicar que, en un momento histรณrico excepcional, muchos integrantes de una sociedad se hayan comportado de manera indeseable. En segundo lugar, el anรกlisis de la responsabilidad suele tender hacia las zonas lรญmite: tan obvia es la culpabilidad de Adolf Hitler y Adolf Eichmann que razonablemente el esfuerzo se dirigirรก a determinar culpas menos transparentes. A la inteligencia le atrae la zona gris no para perpetuarla, sino para establecer delimitaciones donde todo aparece confuso. Por este mismo motivo, la completa certeza de la inocencia de la vรญctima hace que, intelectualmente, sea menos interesante hablar de ella, incluso si su actuaciรณn debe considerarse irreprochable desde una perspectiva moral.
Aunque el discurso de estos historiadores ha de servir para inquietar a una sociedad especializada en aminorar sus responsabilidades, atribuir culpa a todos los integrantes de la sociedad vasca me parece inadecuado, tanto desde una perspectiva histรณrica como filosรณfica. A pesar del respaldo social, siempre se enfrentรณ al terrorismo una minorรญa de la sociedad vasca, cuya tipologรญa aรบn no ha sido descrita con completo detalle: asesinados, exiliados, perseguidos, marginados. Por otra parte, la convicciรณn de que todos los miembros de una sociedad y, por extensiรณn, todos los seres humanos estรกn sellados por la culpa tiene un claro origen teolรณgico. Filosรณficamente no se puede suscribir este principio. Cuando no surge de una mala acciรณn concreta y determinada, la culpa no es mรกs que una metรกfora. Antes de la primera mala acciรณn, todos somos inmaculados. Si en el campo jurรญdico moderno se presume la inocencia de toda persona hasta que se pruebe su transgresiรณn, la moral nos dice que todas las personas son inocentes hasta que actรบan inicuamente. La culpa rompe un mundo de inocencia. La conciencia moral de la sociedad vasca es demasiado inmadura como para que pueda sacar partido de exageraciones teolรณgicas, al estilo de Dostoievski o Camus. Si insistir en la culpa de todos tenderรก a relativizar las responsabilidades, determinar quiรฉnes y de quรฉ son culpables es el primer objetivo de la reflexiรณn sobre este problema. Alcanzar una determinaciรณn mรกs precisa del quรฉ y del quiรฉn de la culpa es el objetivo principal de este ensayo. Ya habrรก otra ocasiรณn de hablar del quรฉ y del quiรฉn de la inocencia.
Sin llegar al extremo de la omnirresponsabilidad, el estudio de las sociedades patolรณgicas ha llegado a atribuir responsabilidad a personas en apariencia inocentes. Me referirรฉ a un concepto especialmente interesante: el de los comportamientos grises. A pesar de que el grado de la patologรญa social vasca es mucho menor que el de la alemana, el anรกlisis del concepto ha de servir para limitar la atribuciรณn de responsabilidad y culpabilidad. Primo Levi describiรณ una agobiante paradoja en โLa zona grisโ. Este capรญtulo de Los hundidos y los salvados (1986) es digno de atenciรณn por dos motivos. En primer lugar, revela un principio terrible, extraรญdo de la experiencia del lager: cuanto mรกs tirรกnica es la opresiรณn, menos inmaculado habrรก sido el comportamiento de la vรญctima-superviviente. Por otra parte, Levi no se inclina ni por la banalidad del mal ni por diluir la culpa de los indudablemente criminales. Se trata de una teorรญa que expande el gris, sin aclarar el negro: โEste es […] el verdadero Befehlsnotstand, el estado de constreรฑimiento como consecuencia de una orden, y no el que invocan sistemรกtica y desvergonzadamente los nazis arrastrados a los tribunales […] El primero es una elecciรณn que no tiene escapatoria, es la obediencia inmediata o la muerte; el segundo es un hecho intrรญnseco al centro del poder y hubiera podido solucionarse […] con alguna maniobra, con algรบn retraso en la carrera, con un castigo moderado.โ En el deseo de extender el gris, perder el negro que colorea largos pasajes de la historia vasca equivaldrรญa al fracaso intelectual.
A pesar de su densidad, la categorรญa de la zona gris no sirve para explicar las relaciones que la sociedad vasca mantuvo con ETA. En el Paรญs Vasco, se pudo sobrevivir sin colaborar. El terrorismo nunca controlรณ tanto a la sociedad vasca como para que la supervivencia de las vรญctimas condujese a la creaciรณn de figuras como la del Kapo o el Sonderkommando. ยฟCuรกles fueron los pecados de la sociedad vasca? Si nos dirigimos al extremo activo de culpa, las faltas mayoritarias tampoco fueron ni el asesinato ni la colaboraciรณn directa con el terrorismo. Ni siquiera se votรณ de modo entusiasta a partidos proetarras como Herri Batasuna. La frivolidad y la frialdad constituyen la expresiรณn vasca de la banalidad del mal. Si la frialdad fue nuestro pecado de omisiรณn, la frivolidad fue nuestra acciรณn mรกs reprobable.
A numerosos sectores de la sociedad vasca, como a numerosos estudiosos extranjeros del Paรญs Vasco, les fascinรณ el halo romรกntico del terrorismo. Era natural que esta seducciรณn se propagase en una comunidad como la vasca; por un lado, รญntimamente industrializada y modernizada, por otro, deseosa y nostรกlgica de una existencia rural. Esta frivolidad revolucionaria, extendida por toda la juventud โincluso por la no nacionalistaโ, solo comenzรณ a detenerse en el momento en que se vio a gran escala y sin posibilidad de disimulo la realidad del terrorismo. Como de tantas otras cosas, el fin de la superficialidad comienza el 11 de septiembre de 2001. A pesar de las diferencias de estos crรญmenes con los que eran habituales en la sociedad vasca, a nadie se le pudo esconder el hecho fundamental que caracteriza a todo terrorismo: el asesinato indiscriminado del inocente.
Si la frivolidad fue exclusivamente vasca, la frialdad es el modo de existencia de las sociedades modernas. No fuimos frรญos al terrorismo porque fuimos vascos, sino porque las sociedades tienden a comportarse de modo insensible ante el dolor ajeno. La renuncia a ayudar a conseguir fondos para pagar el rescate de Javier Ybarra โnarrada en el reciente El comensalโ muestra que esta frialdad no nace de la adhesiรณn al terrorismo, sino de la enorme dificultad que todo acto compasivo entraรฑa. Si en el Paรญs Vasco hubo pocas Arantzas โla humanรญsima hermana del terrorista en Patria, de Aramburuโ, es porque hay pocas personas de esta densidad moral en un mundo egoรญsta. Si Ojos que no ven se titula la novela de Gonzรกlez Sainz sobre el Paรญs Vasco, tambiรฉn podrรญa dar nombre a cualquiera de las comunidades en las que el hombre moderno habita. Otras sociedades menos patolรณgicas podrรกn mirar por encima del hombro a la vasca por su frivolidad. Se jactarรกn vanamente, sin embargo, si piensan que, ante la desgracia cotidiana de algunos vecinos, se hubieran comportado con mayor humanidad.
Si nuestras culpas han sido la frivolidad y la frialdad, es hora de circunscribir el quiรฉn. ยฟRealmente todos fuimos culpables? En Eichmann en Jerusalรฉn, Arendt recuerda que durante el proceso contra el militar nazi solo se oyรณ el nombre de un alemรกn que auxiliรณ a los judรญos. En la declaraciรณn de Abba Kovner, se describiรณ el comportamiento del sargento Anton Schmid, quien proporcionรณ a guerrilleros judรญos documentos y pertrechos sin pedir dinero a cambio entre octubre de 1941 y marzo de 1942, cuando fue descubierto y ejecutado. Arendt insiste en que โconstituyรณ el primero y el รบltimo ejemplo de una actitud de esta รญndole adoptada por un alemรกnโ. La pregunta es obligada: ยฟcuรกntos Anton Schmids hubo en el Paรญs Vasco? ยฟLa extensiรณn del nosotros culpable puede ser reducida por la presencia de ciudadanos que ayudaron desinteresadamente a los perseguidos?
Solo las vรญctimas pueden responder a esta pregunta. La publicaciรณn de Patria ha permitido que muchas vรญctimas recordasen a la sociedad vasca la soledad a la que les condujo, paradรณjicamente, su inocencia. A la hipรณtesis de que hubo mรกs Anton Schmids en el Paรญs Vasco que en el Tercer Reich la hace plausible no solo el optimismo. De modo directo, la opresiรณn la ejercรญa en el Paรญs Vasco una minorรญa social, mientras que la alemana era practicada por la mayorรญa estatal. Las buenas acciones salieron mucho mรกs caras allรญ que aquรญ. Al narrar el caso de Anton Schmid, Arendt defendiรณ una teorรญa histรณrica muy particular, en cierta medida contraintuitiva: no existen las bolsas de olvido; toda buena acciรณn serรก recordada. Si esta teorรญa es cierta, las personas que ayudaron, quienes ni fueron frรญos ni frรญvolos, irรกn siendo recordadas. Si estos pequeรฑos hรฉroes no consiguen tener un papel en el relato de la historia vasca reciente, la conclusiรณn que se puede sacar no es en absoluto halagรผeรฑa: o existen las bolsas de olvido o existieron tan pocos Anton Schmids como en Alemania, pero en circunstancias mucho menos adversas. ~
(Bilbao, 1982) es profesor de la Universidad Adolfo Ibaรฑez (Santiago de Chile). En 2016 publicรณ Carl Schmitt pensador espaรฑol (Trotta)