¿Qué es un drama?
“Obra de teatro o de cine en que prevalecen acciones y situaciones tensas y pasiones conflictivas”, define el diccionario de la Real Academia. No es una buena definición, entre otras cosas, porque eso de “acciones y situaciones tensas y pasiones conflictivas” describe también muchas comedias. No hay que buscar una definición aforística, condensada de drama. No nos serviría para nada.
El drama vive en situaciones humanas. ¿Y cómo nace? Establece el maestro E. M. W. Tillyard una idea que, pese a su apariencia de obviedad y sencillez, aunque el poder explicativo de lo que está cerca de nosotros es a menudo difícil de advertir, va a ser instrumental a nuestra indagación.
El drama isabelino en teatro o cine consta de tres pasos: primero, orden; luego, desorden, y al final, vuelta al orden. En el comienzo todo es sosiego y contento, paz, armonía, orden. Pero aparece un perturbador. Este perturbador conculca ese orden, y aparecen el desacuerdo, la contienda, la rivalidad, el drama.
Drama: contienda en la que A gana y B pierde.
San Agustín define orden como “que cada cosa ocupe el lugar al que pertenece”. El orden, en la cosmovisión isabelina o en los Siglos de Oro español y francés, o en la Antigüedad grecolatina, es no solo perfecto, sino santo, puesto que ha sido establecido por Dios. En nuestros descreídos y revueltos tiempos, ¿podemos hablar de un orden básico que pueda lastimarse? Creo que no, de ninguna manera. Lo que en nuestro tiempo puede entenderse por orden no es cosa sencilla ni drástica. El orden, en este caso, tan solo sería lo convencional, lo de siempre, lo que está pasando, la vida habitual, los variados estados de cosas que vamos viviendo, sin que se registre alteración brusca, inesperada, amenazante. Este estado de cosas, desigual, variado, como el que prevalece ahora por todas partes, sería, con todo, un estado de cosas que puede ser alterado con acciones humanas. No es, claro, un orden solo que rija en todas partes, como antes, pero estos variadísimos estados de cosas son, como digo, perturbables.
En el comienzo todo es sosiego y contento, paz, armonía, orden. Pero aparece un perturbador. Este perturbador conculca ese orden, y surgen el desacuerdo, la contienda, la rivalidad, el drama.
Drama: contienda en la que A gana y B pierde.
En realidad, en el drama isabelino hay cuatro tiempos, primero orden, paz y contento; segundo, aparece el perturbador y da comienzo la contienda; tercero, la perturbación es suprimida, y cuarto, vuelven orden, paz y contento.
No se estime que el perturbador tiene que ser, aunque a menudo lo sea, una persona injusta, ruin, indecorosa, esto es, un malvado teatral. Es más, ni siquiera tiene que ser personaje. Véase por ejemplo: la ciudad está en sosiego y contento; Romeo y Julieta se aman, pero pertenecen a familias rivales que por tradición se aborrecen. La perturbación es el aborrecimiento tradicional que estorba el amor de los adolescentes.
En Macbeth el perturbador es un trío de brujas. Qué fina es aquí la elección de Shakespeare: es suficiente que una de las brujas profetice “tú serás rey” para que el alma del personaje quede envenenada y ruede hasta el crimen. Qué inteligente es esta atribución: como es una bruja, y así son las brujas, no tenemos que preguntarnos por qué o para qué se hizo esta maldad. Shakespeare hacía estas cosas porque no le importaba la verosimilitud; en Hamlet el perturbador es nada menos que un fantasma.
La paz y el sosiego desaparecen porque, por acción del perturbador, surge y empieza a imperar en los personajes del drama algo que antes no se manifestaba: pasiones. Drama no es desacuerdo de ideas, discusión; drama es contienda de pasiones.
Observa el legendario historiador Lewis Namier que lo que mueve la historia no son las ideas, sino las pasiones, pasiones encarnizadas que se apoderan de la gente y la ciegan, no se le corta la cabeza a un rey por una idea, dice, pero sí por una pasión obsesiva que te toma por entero.
Podemos completar el esquema orden-perturbación-orden señalando que el orden consiste en que las pasiones no han aflorado, pues orden es, en cierta medida, la paz anterior a la eclosión de las emociones. El perturbador hace aparecer las emociones y con ellas el conflicto. ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.