Lección estética

La última función

Luis Landero

Tusquets

Barcelona, 2024, 220 pp.

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Esta novela de Landero, la decimocuarta de su catálogo y la más corta con la excepción de Entre líneas: el cuento o la vida, aparenta ser una comedia y así se ha publicitado. Digo aparenta porque Landero suele sorprender y sus obras, novelas o ensayos, proponen algo más que lo que se aprecia en primera instancia. En esta ocasión lo que se ve en primer plano es la biografía de dos personajes que han fracasado en sus afanes y que terminan encontrándose y descubriendo –como dice literalmente ella– que se han convertido en otros, en personajes a la altura de sus ilusiones infantiles y juveniles. Si así fuera estaríamos ante una más de las novelas de este autor y de la industria editorial contemporánea.

Una segunda lectura, en cambio, debería fijarse en indicios, pistas de una propuesta para la que la comedia solo representa un envoltorio. El primero de esos indicios está en el título. La nota agónica –hermética– de la última función. El último viene dado por el capítulo final. Tras el penúltimo capítulo –séptimo de la segunda parte–, en el que presenta el final feliz de la pareja protagonista, viene un capítulo, el octavo y último, en el que los narradores –anónimos y ancianos espectadores del espectáculo– nos cuentan que todo ha vuelto a ser como era antes de la función. Nada ha cambiado. En medio, muchas otras pistas apuntan a que la banalidad del relato amoroso no es la sustancia de esta novela. Sobre todo, los atributos de los personajes vienen a anticipar que debemos esperar algo más de esta historia pintoresca y alegre. También la serie de sus fracasos vitales apunta en ese sentido.

La estructura narrativa de la novela es la clave de su lectura profunda. En su primera parte –hay dos partes–, la más extensa, la novela trenza dos relatos, el de Tito y el de Paula –él y ella– en capítulos alternos. Es pues una novela compuesta, como lo fue Hoy, Júpiter. Las novelas compuestas suelen ser novelas didácticas. Esto es, no se trata de hilvanar una historia simple –amorosa– sino de exponer un estado de conciencia o una lección de algún tipo. En este caso se trata de exponer la lección literaria, la estética de Landero. No es, pues, esta novela un simple pasatiempo –o solo un pasatiempo–. Tiene ese mensaje intelectual, la lección estética, que viene envuelto en una lección vital –sobre lo relativo del éxito y del fracaso vitales.

La lección estético-literaria queda concentrada en varios momentos de la segunda parte, los relativos al argumento de la representación de la leyenda medieval titulada “Milagro y Apoteosis de la Santa Niña Rosalba”. Tal representación es concebida como un carnaval, la fiesta en la que participa todo el pueblo –disfrazado– y que reserva el papel de espectadores a los turistas. Sus mimbres combinan elementos de leyendas populares –el tiránico señor feudal que pretende abusar de sus siervas– con elementos literarios similares a los que convoca el Fausto de Goethe –y que también provienen de leyendas populares, el diablo, la santidad, el caballero satánico–. El argumento de la leyenda no encierra la exposición de la lección. El cambio de identidad de Paula –que pasa a ser Claudia, la actriz que incorpora a la niña Rosalba– y la resurrección de Tito –el hombre inútil habitual de las novelas de Landero, que pasa a ser el hombre-dios, el gran director de la representación– permiten completar y extender la lección. No es el argumento del Milagro un paréntesis en la novela, sino que el milagro se realiza y actualiza en él.

He mencionado al principio la otra novela corta de Landero: Entre líneas: el cuento o la vida. No solo coinciden estas dos obras por su brevedad. Entre ellas hay una línea de continuidad que apunta el título de la primera: la lección entre líneas de la relación entre la estética (el cuento) y la vida. Con una orientación más ensayística esta tarea la abordó el autor en otros dos libros: ¿Cómo le corto el pelo, caballero? y El huerto de Emerson –algo de esto apuntaron José M. Pozuelo y Lola Thion en el dosier que le dedicó la revista Barcarola a Landero–. En esta entrega el foco recae sobre la estética literaria. Se trata de una estética humorística, alegre, carnavalesca, pero con una vertiente hermética: el fracaso vital, la experiencia agónica, la lucha por la vida… Y esto con la coloración moderna de la proyección del autor sobre el escenario relatado. Es lo que suelo denominar ensimismamiento o, siguiendo a Stendhal y a mi colega Juan Bravo, egotismo.

El egotismo de La última función tiene un aspecto curioso. Aparte de la referencia a 1958, hay otra fecha que solo aparece una vez, 1994, como el momento del suceso en San Albín, el pueblo de la sierra madrileña. No existe tal pueblo. El nombre parece tomado de una calle o plaza del Alburquerque natal de Landero. Pero volvamos a 1994. En esta novela llaman la atención las referencias a múltiples motivos de las primeras novelas del autor. El primero es el afán, motivo central de Juegos de la edad tardía. Los narradores observadores también aparecen en esa novela. El papel del maestro es relevante en Entre líneas… Las alusiones a García Lorca salpican muchas de las novelas y de los discursos de Landero. Tito se apellida Gil, como el personaje de Juegos de la edad tardía, Gil Gil Gil. Incluso la gestoría que abre Tito se llama Gestoría Gil y Gil. Tito se hace acompañar en su aventura artística por Rufete y Galindo, que recuerdan al mencionado Gil de Juegos… y a los músicos de El guitarrista. Y el paréntesis en las vidas del pueblo, e incluso de Tito y Paula, tiene un precedente en la aventura empresarial de El mágico aprendiz. El motivo del cambio de identidad es el motor de Juegos… y Caballeros de fortuna. Tal vez todo esto se deba a que esta novela resulte de la nueva redacción de un proyecto abandonado hace treinta años, aunque la presencia del conflicto paterno-filial lo desmiente. Ese conflicto no está presente en las primeras novelas de este autor. En cualquier caso, lo relevante es que Landero ha concentrado en esta novela lo esencial de su lección estético-literaria y la ha adornado de motivos y figuras esenciales de su ya magna obra. ~

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Luis Beltrán Almería es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Zaragoza. En 2021 publicó 'Estética de la novela' (Cátedra).


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