Sometimes I think about dying: una representación onírica de la soledad y la muerte

El segundo largometraje de Rachel Lambert destaca entre las películas dedicadas a la depresión, ya que logra encontrar un balance entre la historia y la estética de su imagen.
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Cuando en el cine se explora la temática de la depresión esta suele ser representada de manera oscura y pesimista: a menudo se incluyen escenas sobre las ideas recurrentes de la muerte, el acto suicida o su intento, así como las consecuencias que esta decisión ocasiona en la gente cercana al personaje. Mientras tanto, se cuestiona qué razones lo llevaron a tal punto y se fantasea con las hipótesis de qué hubiese sido su vida de haber encontrado ayuda a tiempo. En esas cintas raramente hay un interés técnico o formal urdido en la búsqueda del simbolismo o de la intensidad figurativa de la composición: no se suelen trazar puentes entre la narrativa y el lenguaje cinematográfico.

Por eso, Sometimes I think about dying (2023) destaca entre las películas dedicadas a estos tópicos sombríos pues, al adentrarse en la temática de la soledad, logra encontrar un balance entre la historia y la estética de su imagen. Este segundo largometraje de Rachel Lambert construye una pieza de ficción con la combinación de elementos oníricos tanto en su impecable cinematografía como en el diseño sonoro para abordar el tema de la depresión y la incomodidad social de una manera más sutil y enigmática. También se hace énfasis en la importancia de las pequeñas interacciones humanas que pueden pasar inadvertidas, lo cual da como resultado una película sorprendentemente optimista. Consigue destacar entre otras de su tipo por ser una obra totalmente fresca y emotiva, sin tener que caer en la romantización del suicidio.

La historia es una adaptación de la obra teatral Killers de Kevin Armento y, asimismo, de un cortometraje realizado en 2019 que se basó en esta pieza dramática, el cual fue dirigido y coescrito por Stefanie Abel Horowitz. El guion de la cinta de Lambert corrió a cargo de Armento y Horowitz, a quienes se sumó Katy Wright-Mead. El largometraje de Lambert se estrenó en el Festival de Cine de Sundance el 19 de enero de 2023 y finalmente llegó a los cines el 26 de enero de 2024.

La cinta tiene como protagonista a Fran Larsen (Daisy Ridley), una joven oficinista introvertida que a menudo sueña despierta con su deseo de estar muerta. En su imaginación se ve a sí misma yaciendo inerte en las profundidades de un espeso bosque solitario rodeado por niebla o en una playa abandonada. Más allá de esto, nunca se revela cómo ni por qué su mente maquina estas hipotéticas formas de perder la vida.

Fran vive sola en un pueblo pequeño, todos los días sigue una misma rutina: se viste para salir a trabajar a un edificio de oficinas de administración portuaria y, una vez ahí, se mantiene distanciada de sus colegas la mayor parte del tiempo. Prefiere permanecer sentada trabajando en el escritorio de su cubículo, observando a su alrededor las interacciones entre sus compañeros como una espectadora que se encuentra desconectada del resto. En la mirada de Fran se puede percibir que ella anhela formar parte de esas conversaciones, quiere encajar mejor con sus colegas de trabajo, pero su inseguridad se lo impide. Para distraerse de ello prefiere pensar en su muerte, como si esto le ayudara a hacer su vida mundana y solitaria un poco más soportable. De regreso a casa, vemos a Fran realizando actividades domésticas ordinarias como cocinar su cena, trabajar en un cuaderno de actividades, prepararse para dormir y volver a realizar la misma rutina monótona al día siguiente. La visión cinematográfica de Lambert captura ese solitario estilo de vida de manera silenciosa, melancólica e íntima.

En sus pensamientos Fran se imagina exánime en escenarios diferentes donde parece ser la única rodeada de bruma, lo cual puede interpretarse como su aislamiento, el peso de los obstáculos internos y desórdenes emocionales que enfrenta en su vida. En esas secuencias oníricas, la lente de la cámara se posiciona en el frío cuerpo de Fran que yace sin vida mirando hacia el frente; el encuadre cambia repentinamente a las partes de su cuerpo en una oscilación entre lo inquietante y el ensueño. Lambert lo enmarca a la perfección con el diseño de sonido compuesto por música orquestal mística entrelazada con planos largos capaces de resaltar los detalles del paisaje que coexiste junto a Fran. La toma cambia nuevamente cuando Fran vuelve a la realidad de su vida cotidiana. Para dar contraste a estas dos secuencias, la paleta de colores se modifica: en los sueños, los colores son tenues y fríos con suaves rayos del sol que caen alrededor; en la realidad, las tonalidades se vuelven monótonas y apagadas con algunos colores cálidos tanto en la atmósfera como en el vestuario. En el diseño sonoro, Lambert también destaca los ruidos de la vida diaria: pájaros silbando, olas del mar rompiendo a la distancia, gente conversando, así como otros sonidos habituales de la oficina y del pueblo. La confección de estos elementos que representan la soledad, el anhelo y la desconexión a causa de la ansiedad social de la protagonista resulta asombrosa.

El giro en la vida de Fran ocurre cuando llega un nuevo compañero a la oficina llamado Robert Naser (Dave Merheje), un hombre bastante amigable que la busca para pedirle ayuda en el chat del trabajo, a pesar de que su primer contacto resulta ríspido debido a la incomodidad social de Fran. Durante esta primera conversación Fran logra hace reír a Robert, algo que ella no esperaba. Es aquí donde la interacción entre ambos se vuelve recurrente, da paso a la amistad y a una posible relación romántica. Esta experiencia inédita en la vida de Fran comienza a proporcionarle una ligera esperanza de ya no sentirse aislada ni ausente del mundo real. Pese a ello, el comportamiento de Fran en esa relación no parece avanzar, ella sigue negándose a que Robert pueda conocerla mejor y él no duda en decírselo. Esto ocasiona una pequeña discusión entre ambos que nos hace pensar que las ideas de Fran sobre su muerte puedan hacerse realidad. Fran vuelve a casa, pero en lugar de tener esos pensamientos intrusivos de verse muerta, ese momento de soledad le sirve para reflexionar. Tras un corte de escena, el espectador observa a Fran al amanecer mientras recorre su casa, se prepara para ir al trabajo. Luego de haber meditado por largas horas decide hacer algo diferente ese día.

Lambert elabora Sometimes I think about dying como un relato intimista bajo un conjunto de recursos en los que la narrativa y los diálogos pasan a un segundo plano para enfocarse más en la vida ordinaria y los pensamientos de su protagonista. Utiliza la experiencia sensorial y visual de una forma pausada y meditativa. Es una cinta imperdible no solo por la estructura e interpretación de su temática, sino por la manera en que redefine el valor de las conexiones humanas para recordarnos la importancia de nuestras más ínfimas interacciones. ~

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Mérida, 1987) es crítica
de cine y diseñadora editorial. Colabora
frecuentemente en girlsatfilms.com.


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