En la habitación hay un cuadro de dos metros de largo. No está bien pintado. Quizás fue hecho con apresuramiento (alguien tenía que irse, o llegar, o el pintor era sencillamente mediocre). No sé cómo se llama ese verde, abstracto que con un poco de blanco (también abstracto) que viene de la ventana (del cuadro) hacen de la pintura una imposible “reflexión sobre el verde”. O del blanco.
¿Se puede reflexionar sobre el blanco? Estoy sentado del lado de acá, pensando, no totalmente en el cuadro, porque tengo una parte de la cabeza puesta en el cuadro y otra (otras) en un lugar o varios a la vez. En uno de los lugares me espera una mujer.
Me está mirando con su pobreza de verde oro en los ojos. Dice: “¿Por qué no regresas? Yo te enseño el camino.”
¡Tantos años y no encontré el camino! Verde abstracto y blanco abstracto, el pintor dejó correr un poco la pintura, o raspó, raspó después para que los muebles –una lavadora, un estante para enseres de cocina, un micro (sobre rueditas) sobre otro estante– chuparan un poquito de la sustancia que corría, como leche –abstracta– desde la ventana.
Yo sigo pensando, pero ahora mis ojos están puestos en otra cosa. ~
Rubem Fonseca (1925-2020)
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