Un perro en un tribunal
El 7 de octubre de 2021, en un tribunal madrileño, un juez dictó una sentencia que podría parecer doméstica, incluso banal: Panda, un perro de dos años, tendría custodia compartida. Sus dueños, una pareja que acababa de separarse, lo verían un mes cada uno, además de aportar ambos a su manutención. Lo extraordinario del caso no es la historia sentimental que bien podría haber salido en un reel viral en Instagram, sino lo que revela: para la ley española, los animales domésticos han dejado de ser cosas. Panda, en sentido legal, ya no es una pertenencia, sino un ser vivo con sensibilidad y necesidades propias.
Esa línea –una modificación de 2021 en el Código Civil– marcó un cambio profundo. Por primera vez, el derecho reconocía que un animal podría tener intereses distintos a los de su dueño y ser sujeto a la protección legal que vele por su propio bien. España no es el único territorio en haber aplicado este tipo de sentencia: estados como Alaska, y países como Chile, Argentina, Reino Unido, entre otros, han transitado el mismo camino, empujados por algo más que la compasión. Se trata de un giro cultural, una revisión de qué entendemos por justicia, por poder y por el lugar que ocupan los animales desde esos ámbitos. Esto inevitablemente nos lleva a preguntarnos qué implica reconocer a los animales como sujetos de derecho.
De propiedad privada a ser sintiente
“Hay varias razones por las que legislar para proteger a los animales: una es el consenso científico que hay en torno a la capacidad de sintiencia de los animales.1 Hay consideraciones éticas y morales que derivan de la capacidad de los animales para sentir emociones, miedo, angustia, dolor”, explica Antón Aguilar, director ejecutivo de Humane World for Animals (HWA) en México. Esta ONG, con presencia en cincuenta países y sede en Washington D. C., lleva décadas trabajando en el cambio de políticas públicas y corporativas para erradicar el maltrato, el abuso y la crueldad animal.
“Mucha de la discusión ética se enfoca en el concepto de mutualidad de derechos y obligaciones, pero esto no es útil en lo que respecta a los animales, en cuanto nadie podría sugerir con seriedad que los animales tienen deberes éticos hacia los humanos”, explica el experto en derecho animal y catedrático de la Universidad Estatal de Míchigan David Favre.
Favre es uno de los precursores en la materia en Estados Unidos: tras concluir la carrera de derecho, eligió el área ambiental. Dentro de la academia, en la que trabajó desde entonces, optó por tratar temas de vida salvaje: Favre descubrió que el ambientalismo de los setenta estaba centrado en la contaminación del aire y el agua. Los animales no figuraban en la agenda.
Esto fue, al mismo tiempo, lo que lo condujo a ser invitado a la primera conferencia sobre derecho animal en Nueva York en 1981. Allí conoció a figuras como Joyce Tischler y Steven Wise, con quienes en 1982 formó una junta directiva nacional para el incipiente Animal Legal Defense Fund. Desde 1990 Favre comenzó a escribir libros y papers ya no solo sobre la protección de la fauna silvestre, sino acerca de los modos de legislar y sancionar los crímenes contra los animales en general.
En su artículo “Ethical duties based upon animal interests”,2 el abogado explica que el fundamento legal que ha dificultado la aplicación de la ley en los casos de abuso, maltrato o crueldad animal estriba en que, en el derecho civil, los animales han caído en la figura de “propiedad”. En términos prácticos y legales, implica que un gato equivale a una mesa, un auto o una escoba. Por eso Favre propone incluir la palabra “viviente”, lo que denota un cambio más ontológico que jurídico: dejar de pensar en los animales como algo para empezar a verlos como un alguien. Aunque las leyes y la ética –parte de la filosofía– están íntimamente relacionadas, la metafísica no es precisamente un campo que se tome en cuenta al legislar. Para salvar esa distancia, Favre buscó un fundamento biológico: “Que los animales vivos tengan intereses se deriva de la existencia y la naturaleza del adn que crea a cada ser individual en la Tierra.”
El ADN, explica el abogado, provee el impulso que nos lleva a desear vivir, a luchar por hacerlo e incluso, en casos extremos, a matar para conseguirlo. “Decir que un ser vivo tiene intereses es simplemente reconocer que cada individuo ha sido dotado por su ADN con un conjunto de habilidades y capacidades que se espera que el individuo ejerza en la búsqueda de su vida.”
Para Favre, la protección de los animales se basa en aceptar que están constituidos con el mismo código de supervivencia que un humano, y que por lo tanto poseen, como nosotros, intereses que van desde el derecho a alimentarse hasta el de perseguir una existencia libre de sufrimiento.
Claudia Edwards, directora de programas de HWA, coincide con él: “Tenemos casos de personas increíbles como Jane Goodall que veía en los animales conductas inteligentes y sensibles; también Darwin hablaba de las expresiones de las emociones en los animales.”
Cultura y tradición
Cuando en la defensa del derecho de los animales entra la tradición o la cultura el tema se vuelve más problemático. El caso más representativo es el de la tauromaquia, pero también el de las peleas de gallos o perros.
Tras la prohibición de la tauromaquia en Colombia y en algunas partes de España, y sin actividad en México (en donde se había prohibido dar muerte al toro, lo que llevó a que público y plazas por igual decidieran dejar de lado el espectáculo por no ser lo suficientemente fiel al original), el argumento de la crueldad infligida contra el animal encontró un muro ante la herencia cultural y la tradición. Sin embargo, visto de cerca (ni siquiera demasiado), prácticas comparables, como las del circo romano, hoy día nos parecen de una crueldad inusitada y no hay nadie que lamente en serio haber perdido la posibilidad de ver a un hombre echado frente a un grupo de leones hambrientos.
“Es una falacia creer que una sociedad que evoluciona en sus valores puede mantener tradiciones que ya no son consistentes con los mismos”, dice la etóloga Claudia Edwards. En su experiencia, modificar una tradición que afecte el bienestar animal y mantener su significado es posible y narra un ejemplo de ello. Hace menos de diez años en una comunidad maya de Izamal se celebraba para San Bartolo el “Kots Kaal Pato”, un ritual anual en el que se degollaban patos y se colocaban en piñatas animales vivos, que eran golpeados hasta morir. Alguien viralizó la celebración presentando imágenes de niños y adultos bañados en sangre.
El video generó reacciones tan fuertes que incluso la comunidad pidió ayuda para evitar ser vista como salvaje o atrasada. Edwards cuenta que no tardaron en aceptar la propuesta libre de crueldad animal: olvidarse de los animales vivos para las piñatas y dejar en paz a los patos para reemplazarlos por juegos como el beisbol. “Es un trabajo multidisciplinario; primero entender de dónde vienen las cosas; segundo, acompañar el proceso y no imponerlo.”
La industria del dolor
Cada año, más de 90 mil millones de animales son criados para consumo humano3 y otros 192 millones para estudios en laboratorios. A los que hay que sumar los 500 mil que se usan anualmente en todo el mundo en pruebas de seguridad para productos cosméticos.4 Entre 2004 y 2014 se habrían comercializado hasta 1.7 millones de trofeos de caza entre países, de los cuales al menos 200 mil correspondían a especies amenazadas. En los océanos, las cifras se vuelven aún más difíciles de procesar: billones de peces y crustáceos son capturados anualmente.
Los números tienen el defecto de la abstracción y esta no sirve para producir empatía. Aún así, vale preguntarse por qué nos resulta tan difícil reconocer la sensibilidad ajena. Una posibilidad es que hacerlo implique renunciar a cierta idea de dominio que ha definido nuestra relación con el mundo desde el inicio.
“¿Por qué la esclavitud se volvió ilegal?”, repregunta Leah Garcés, CEO de Mercy for Animals, cuando le consulto sobre la necesidad de legislar sobre los animales. “Las leyes son la interpretación de nuestros códigos morales y de nuestras demandas culturales. El respeto a los animales, la intención de protegerlos, se está volviendo cada vez más presente en la legislación y en el discurso de los gobiernos en respuesta de nuestro desarrollo moral como especie. Las leyes ayudan a que esto se cimente y se vuelva irreversible.”
Mercy for Animals (MFA) es una ONG internacional que trabaja desde hace veinticinco años combatiendo la crueldad en los criaderos de animales para consumo alimentario dentro del sistema de ganadería industrial. “Nuestro objetivo es poner fin a la ganadería industrial, terminar con la explotación de los animales para alimentación y avanzar hacia una visión en la que sean tratados con respeto, protección y libertad.”
Suena demasiado utópico y se lo comento. “Somos realistas: somos una organización pragmática. Así que uno de nuestros principales enfoques es cómo reducir de manera práctica el sufrimiento de los animales de granja, no eliminarlo totalmente, sino buscar eliminar las prácticas más crueles dentro de las granjas.”
El objetivo es suprimir las jaulas en las que se mantiene a las gallinas ponedoras, los cajones donde se encierra a las cerdas madres –tan pequeños que los animales no pueden darse vuelta–, y las mutilaciones que sufren: cortes de cola, recorte de orejas o extracción de cuernos sin anestesia. “Eliminar esas peores prácticas reduce de manera significativa el sufrimiento y mejora realmente la vida de los animales”, dice Garcés. La otra línea de trabajo va por la conversión de las granjas industriales en granjas productoras de hongos, microvegetales y otros productos no animales que sirvan para el consumo humano.
La calidad de vida de los animales en las granjas industriales y el uso de la tierra para estos fines cobra un nuevo sentido cuando se sabe que para el año 2050 habrá el doble de animales de granja en los sistemas industriales para alimentar a los diez mil millones de personas que se espera habiten el planeta. Los riesgos vinculados a semejante desarrollo industrial van desde la zoonosis hasta el efecto de las hormonas liberadas por los animales en situaciones de estrés: adrenalina y cortisol, que afectan la calidad de los alimentos.5 El otro aspecto es la sustentabilidad: además de ser altamente contaminantes (del 29.7% de gases de efecto invernadero producidos por sistemas agroganaderos, las granjas industriales son responsables de 48%),6 se calcula que el 70% de la tierra agrícola mundial7 se destina al pastoreo de animales o para cultivar su alimento, mientras que el consumo de agua dulce a nivel global supera el 8%, según la FAO.
Nuestra relación con los animales está íntimamente ligada al desarrollo económico de nuestras sociedades. “Vivimos en un sistema capitalista que busca beneficiarse de todo lo que pueda, por lo que, si no existen leyes, el sistema buscará monetizar lo que esté fuera de la ley. Allí hay una tensión entre los códigos morales y el sistema económico en el que la ley debe intervenir”, dice Garcés.
Por eso, explica, trabajan mayormente con instituciones y corporaciones, algo que también hacen en HWA. Un giro en el ámbito corporativo puede crear un círculo virtuoso para toda la cadena de producción. Garcés menciona uno de los casos de éxito de Mercy for Animals: la cadena hotelera Marriot se comprometió a abastecerse por completo de huevos de libre pastoreo para 2030 en todas sus sedes. A su manera de ver, es así como pueden producirse cambios sostenibles.
El límite de la empatía legal
Un elefante adulto necesita entre 200 y 1000 km2 para desenvolverse: suelen recorrer largas distancias en manada, en busca de agua y alimento. Happy es una elefanta nacida en 1971 que vive en el Zoológico del Bronx desde 1977. Capturada junto a otros elefantes cachorros en Asia, terminó en un espacio de menos de media hectárea junto con otros elefantes con los que además participaba en exposiciones y actividades “recreativas” para los visitantes. La mayoría de los elefantes que convivían con ella murieron o fueron dormidos debido a las enfermedades derivadas del confinamiento.
En 2018, la organización Nonhuman Rights Project presentó un recurso de habeas corpus –una herramienta legal diseñada originalmente para proteger la libertad humana–, argumentando que Happy era un “sujeto legal” injustamente privado de su libertad. La corte falló en contra en 2020 alegando que los animales no pueden ser tratados como personas bajo ese recurso.
El caso llegó en 2022 al Tribunal de Apelaciones de Nueva York donde nuevamente se le negó el recurso por el mismo motivo. Sin embargo, esta vez fue distinto: dos de los cinco jueces que tomaron la decisión votaron a favor de Happy, al considerar que el habeas corpus debería hacerse extensivo a los animales no humanos.
En Imperfect solidarities,8 la escritora Aruna D’Souza menciona que los zoológicos encarnan “una mezcla compleja de entretenimiento, educación, ciencia, etnografía y narrativas coloniales”. Los animales confinados en estos sitios, por ausencia de la interacción, se transforman en “otros marginales”. Los zoológicos, dice D’Souza, “recortan, seccionan y ensamblan escenas que de otro modo serían imposibles –un oso polar junto a una tortuga gigante, junto a un tigre– en una sucesión de cuadros: recinto tras recinto tras recinto”. De este modo, dirigen y definen la mirada del espectador al observar a los animales, sus actores cautivos.
Esta práctica no es nueva. En Zoo culture,9 Bob Mullan y Garry Marvin remontan sus orígenes a más de cuatro mil años atrás, desde las etapas tempranas de las sociedades jerarquizadas basadas en la agricultura, hasta llegar a los siglos XVIII y XIX, cuando los aristócratas coleccionaban animales de lugares remotos.
Los animales en cautiverio han servido históricamente, de acuerdo con los autores, como demostraciones de poder. Actualmente en museos o zoológicos, estos espacios que antes les pertenecieron a las élites económicas, reflejan prácticas nacionalistas e imperialistas, proponiendo en el encuentro de los humanos con los animales una mirada antropogénica. Esa mirada ha justificado durante milenios nuestra explotación.
Un nuevo paradigma cultural
“La frase más utilizada para definir la crueldad animal es ‘infligir innecesariamente dolor y sufrimiento’ –explica David Favre–, pero eso es ambiguo, ¿no?, porque todo depende de qué se considera ‘innecesario’, y lo innecesario es una decisión cultural y económica de cada país. Por eso en Estados Unidos tenemos leyes contra la crueldad desde 1867 y ciento cincuenta años después seguimos redefiniéndolas.”
El cambio cultural que va detrás de la interpretación y aplicación de la ley tiene un componente económico central. Para Favre, un país necesita alcanzar un determinado nivel de bienestar antes de avanzar hacia la erradicación del maltrato o la crueldad hacia los animales. “Hace falta que haya una clase media grande y cierto grado de prosperidad”, sostiene. Aunque encuentra ejemplos en algunos países africanos, podría ampliarlos a otros en distintos continentes: “Hablar de los derechos de los animales en lugares donde ni siquiera se han consolidado plenamente los derechos humanos puede ser visto como un insulto.”
Favre, al igual que Garcés y Edwards, comparten la misma convicción: convivir con animales domésticos nos hace más conscientes sobre sus emociones y nos vuelve más empáticos hacia el sufrimiento animal en general. Y si hay consenso en algo, es que como sociedades, aun con retrocesos en materia de derechos en general, la mirada hacia los animales está moviéndose hacia la compasión.
El espejo humano
Revisando el estatus legal de los animales a lo largo del planeta se pueden encontrar diversas leyes e iniciativas que ofrecen un verdadero muestrario de visiones, interpretaciones e intenciones; sin embargo, pese a sus similitudes, hay una divergencia que me lleva a consultar con el experto en derecho sobre algún tipo de acuerdo internacional. “Lamento decirte que no existe un estándar internacional. Nada. Ahora con un grupo de seis abogados redactamos una propuesta de tratado que permitiría hablar de estándares internacionales, y estamos buscando países interesados en apoyarlo”, responde Favre.
Por lo pronto en México, como en muchos otros países, el tema se dirime por estados que quieran suscribir las leyes e iniciativas. Un avance interesante ha sido la modificación a los artículos 3°, 4° y 73° de la Constitución, que buscan que el Estado garantice la protección, conservación y buen trato a los animales.
A nivel mundial, una de las leyes más antiguas, conocida como Martin’s Act,10 creada en el Reino Unido en 1822, se dictó para proteger al ganado del maltrato, posiblemente guiados más por evitar la pérdida económica que esto conlleva que por el sufrimiento de los animales. Aún así, ese precedente ha dado pie a nuevas leyes dirigidas al bienestar animal. Más recientes e innovadores son el reconocimiento constitucional de la dignidad animal en Suiza,11 que data de 1992, y las leyes de “sintiencia” de países como Reino Unido12 o Nueva Zelanda,13 que obligan a evaluar el bienestar animal al diseñar políticas públicas.
En los tribunales, los animales comienzan a dejar de ser “cosas”. En los laboratorios, los criaderos, los circos y zoológicos, esa transformación apenas inicia. El derecho animal, con su lenguaje técnico e ininteligible para los legos, podría verse como un espejo en el que nos miramos como especie.
Tal vez no se trata solo de salvar animales, sino de recordar qué significa ser humanos. ~
- Joyce D’Silva et al., “Animal sentience: The science and its implications, with particular reference to farmed animals”, disponible en onlinelibrary.wiley.com.
↩︎ - David Favre, “Ethical duties based upon animal interests”, en Revista de Bioética y Derecho, Universidad de Barcelona, núm. 19, mayo de 2010.
↩︎ - Kitty Block, “More animals than ever before –92.2 billion– are used and killed each year for food”, disponible en humaneworld.org.
↩︎ - “Animals in cosmetics testing”, disponible en hsi.org.au.
↩︎ - M. M. Odeón y S. A. Romera, “Estrés en ganado: causas y consecuencias”, en Revista Veterinaria, Universidad Nacional del Nordeste, vol. 28, núm. 1, enero de 2017.
↩︎ - “Greenhouse gas emissions from agrifood systems. Global, regional and country trends, 2000-2022”, disponible en fao.org.
↩︎ - AA. VV., “La larga sombra del ganado. Problemas ambientales y opciones”, FAO, 2009, disponible en openknowledge.fao.org.
↩︎ - Aruna D’Souza, Imperfect solidarities, Berlín, Floating Opera Press, 2024.
↩︎ - Bob Mullan y Garry Marvin, Zoo culture, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1987.
↩︎ - “1822: 3 George 4 c.71: Cruel Treatment of Cattle Act”, disponible en statutes.org.uk.
↩︎ - Gieri Bolliger, “Legal protection of animal dignity in Switzerland: Status quo and future perspectives”, en Animal Law Review, 2025, vol. 22, núm. 2.
↩︎ - “Animal Welfare (Sentience) Act 2022, Chapter 22”, disponible en legislation.gov.uk.
↩︎ - “Animal Welfare Act 1999. Version as at 5 April 2025”, disponible en legislation.govt.nz. ↩︎