Vi a mi madre sentada en un portal tal y como habrรญa sido a los setenta aรฑos, con gafas de sol, mirรกndome socarrona. Mi madre ya habรญa muerto, pero estaba allรญ, un poco mรกs llena por la edad โpensรฉ que habรญa logrado quitarse de encima los nervios que la secaban, esos nervios que le comรญan la carne y la convertรญan en puro pellejoโ. Me miraba como si estuviera esperรกndome en las escaleras de ese portal, y al mismo tiempo, como si no me conociese. Yo tampoco estaba segura de conocerla.
โยฟDe quรฉ te rรญes? โle dije. Llevaba aรฑos sin verla, y parecรญa haberse liberado al fin de mรญ, del desastre que fue nuestra relaciรณn. Ahora podรญa contemplarme desde la distancia.
Y desde esa distancia, se reรญa.
En cambio, yo me dispuse a alejarme de ella con el rostro baรฑado en lรกgrimas, llena de nostalgia por aquella relaciรณn dramรกtica, y tambiรฉn cรณmica, que habรญamos tenido. Ella se habรญa liberado de mรญ porque estaba muerta, pero yo seguรญa viva y lloraba al verla.
โSiempre irรกs asรญ vestida โme dijo entonces sin mudar la sonrisa cuando ya me marchaba, con esa superioridad que siempre tuvo, aunque no aรฑadiรณ la coletilla con la que solรญa acompaรฑar estas afirmaciones: โTu padre y tรบ no tenรฉis remedio.โ Ella, que poseรญa el don de la elegancia y el carisma y despertaba admiraciรณn allรก donde fuera, se resignรณ a caminar por este mundo con esos dos seres incapaces de la mรกs mรญnima gracia en el vestir y en todo lo relacionado con la presencia social.
ยฟSe acordarรญa de mi padre allรก donde estuviese, que en este instante era ese portal? Se trataba de un portal cualquiera del extrarradio de Madrid, donde ella jamรกs habrรญa vivido. Solo le gustaban los centros. Daba igual que fuese el centro de una ciudad grande o pequeรฑa, o el de un pueblo; lo importante era que tuviese la apariencia de centro. Ninguno de los municipios del cinturรณn de la capital lo tiene, pues lo que queda de sus cascos histรณricos es como un chiste. Sin embargo, mi madre reinaba ahora en la entrada de un bloque feo de ladrillo rojo, convertido de sรบbito en el mismรญsimo centro del universo, pues ella, con su sola presencia, lo iluminaba, lo volvรญa grandioso. Un portal cualquiera de una ciudad cualquiera se convertรญa en la puerta al mรกs allรก por obra y gracia de mi madre.
Porque siempre tuvo mucho arte y salero, y dicho ademรกs de este modo. Llevaba con orgullo lo de ser andaluza. Cantaba fandango y bailaba, y no solo no estaba en desacuerdo con algunos tรณpicos sobre los andaluces, sino que los celebraba y los cumplรญa con toda exactitud. Y ahora, ya muerta, tenรญa mucho mรกs arte y salero, seguรญ pensando mientras me alejaba, pues habรญa aprendido a dejar de hablar de mรญ.
Se pasรณ media vida refiriรฉndoles nuestros problemas a los demรกs, como una obsesiรณn. Les detallaba las cosas que nos gritรกbamos y se lamentaba de la hija tan extraรฑa que tenรญa. Luego dudaba. ยฟEra yo una mala hija o era ella una mala madre? No lo sabรญa muy bien, se hacรญa un lรญo entre su culpabilidad y la mรญa, y exigรญa ver quรฉ tipo de relaciรณn mantenรญan las demรกs madres con sus hijas. Si las veรญa charlar alegremente y compartir intereses y confidencias, preguntaba: โยฟPor quรฉ vosotras os llevรกis bien y yo con mi hija me llevo mal?, ยฟcรณmo lo hacรฉis?โ Creรญa poder encontrar una fรณrmula infalible. Luego venรญa a mรญ y me decรญa: โHe estado con fulanita y su hija. Se han ido a comprar juntas. La hija se deja aconsejar por su madre. ยฟPor quรฉ no puedes parecerte un poco a ella?โ
Yo la castigaba con mi silencio. No soportaba que anduviera contรกndole nuestra relaciรณn a todo el mundo. Me sentรญa desnuda y traicionada ante los demรกs.
Muito legal es el nombre de una fotografรญa por satรฉlite de la Tierra que guardo en mi ordenador, y que uso como fondo de pantalla. La imagen estรก tomada de noche, y me da el mismo sosiego que ver las luces titilando en la oscuridad, como luciรฉrnagas. Es una tranquilidad infantil, la misma que tenรญa cuando atravesรกbamos la campiรฑa cordobesa en coche y, desde la ventanilla, contemplaba los centelleos de los pueblos lejanos, aquella inmensidad tan concreta, que se atrapaba con el puรฑo.
Hacerse un pet es como meterse en el tambor de una lavadora tras excitar las cรฉlulas malignas con azรบcar. La mรกquina capta su movimiento, y las imรกgenes son semejantes a mi Muito legal, a la calma de lo que brilla a lo lejos, aunque con un color rosa que enseguida me resulta perturbador.
โVisible no hay nada โdice el mรฉdico. Mi madre, hambrienta porque la prueba era en ayunas, estalla de alegrรญa. Luego, en la calle y camino de almorzar, se acuerda de la febrรญcula y se agarrota.
โLa calentura โle digoโ no tiene por quรฉ estar relacionada con el tumor. Puede ser nerviosa. โNo me cree, porque en los libros que hay en casa, con los que estudia su enfermedad, se describe la fiebre tumoralโ. ยฟNo te acuerdas de que la tรญa tenรญa febrรญcula al final del dรญa por la ansiedad? โinsisto a pesar de todo.
โYo no tengo ansiedad.
Observo su rostro vacilante, quebrado; los ojos verdes son bellos y estรกn llenos de un enfado que explosiona como un motor atascado, sin fuerza, aunque haciendo ruido al principio.
โMamรก, el dentista te ha hecho una funda para que no te destroces los dientes.
โยฟY?
โQue te los estรกs haciendo polvo porque en la mandรญbula se acumula la tensiรณn.
โLa tensiรณn no es ansiedad โrepite.
No insisto; en el fondo, tambiรฉn creo que la fiebre se debe al tumor.
Con el paso de los meses, conforme empeora, aquel sรญntoma se convierte en el orรกculo total sobre su curaciรณn, y desarrolla una relaciรณn compulsiva con รฉl. Se toma la temperatura a todas horas; el termรณmetro emite su brillo desde cualquier rincรณn de la casa. Se lo coloca nada mรกs levantarse, y despuรฉs de ir al baรฑo y otra vez antes de sentarse. Si le decimos que se lo acaba de poner, sonrรญe como una niรฑa traviesa y parece que entre el termรณmetro y ella medie algo misterioso, encerrado en un eterno movimiento, en un tic de brazo tieso pegado cuatro minutos a lo largo del costado. Se sume en una espera atenta, crucial, cada media hora, olvidada de sus conocimientos mรฉdicos, esperando recuperar la salud de un instante para otro a medida que la pierde para siempre.
Les pido a los alumnos que cierren los ojos y doblen los brazos sobre el pecho. Deben simular que estรกn en el ataรบd en el dรญa de su entierro, y que vienen a despedirse sus seres queridos. Les digo que sean libres. ยฟQuiรฉn les vela? ยฟY quรฉ dicen? Todas las respuestas apuntan al sentido, pero no al de las visitas, sino al que ellos les dan a sus vidas. Excepto una mujer mayor que ya no le tiene tanto miedo al futuro, el resto ha construido su existencia en torno al miedo. Una teme estar sola y hace hablar a sus familiares sobre la soledad que ellos sienten sin ella. Otro teme no ser perfecto, etc. Salgo de la clase. Me voy al metro. En el andรฉn me digo que me ha faltado hacer el ejercicio conmigo misma. Cierro los ojos, me imagino en un fรฉretro. Mis alumnos solo han llevado a personas vivas a su funeral imaginario; yo llevo a mi madre, muerta pero viva en mi imaginaciรณn. Mi madre se acerca a mi ataรบd y me mira, pero de su boca no sale nada. Por mรกs que trato de conjeturar quรฉ me dirรญa, no acude a mi mente ni una sola palabra.
โTu madre siempre estรก en elipsis โme dijo mi novio tras leerle yo un e-mail dirigido a mi madre por un compaรฑero de la universidad pocos meses antes de que muriera. No tengo mรกs datos y debo suponer, por el asunto del e-mail, que ella escribiรณ a sus amigos de la facultad de Medicina para informarles de su cรกncer. Es verdad que de mi madre solo queda un hueco al que hacemos referencia, un hueco del que hablamos infructuosamente, pues de รฉl brota el silencio. Mรกs silencio cuanto mรกs hablamos.
Mi madre muriรณ en julio de 2011. Durante un tiempo, creรญ que iba a escribir un libro sobre ella. Ensayรฉ varios arranques de esa supuesta novela: son, mรกs o menos, los contenidos en este breve texto. Ninguno de ellos me condujo a lugar alguno. Me puse entonces a leer novelas autobiogrรกficas sobre progenitores e incluso diseรฑรฉ un curso, โEscribir nuestros orรญgenes: la novela de la madre y del padreโ, que impartรญ en varias escuelas de escritura para ver si analizando textos en el marco de una clase โcon lo que ello implica de lectura atenta y debateโ arrancaba mi propio libro. Lo รบnico que creรญ sacar en claro eran las diferencias entre escribir sobre padres y madres. En aquel momento, me pareciรณ que los primeros siempre conducรญan a retratos nรญtidos, casi cartesianos, incluso en las facetas mรกs incomprensibles, y que ademรกs el acercamiento a la figura paterna se hacรญa desde la fortaleza, que permitรญa una comprensiรณn justa y conducรญa al perdรณn. Sin embargo, me decรญa yo por aquella รฉpoca, las novelas de la madre (pensaba en Marguerite Duras, en Delphine de Vigan, en Jeanette Winterson) narraban la imposibilidad de comprender el rol materno. Las madres, en la literatura, estaban locas o lo parecรญan por tener caracteres mรกs errรกticos y oscuros, lo que me llevaba al tรณpico de lo femenino como la encarnaciรณn de lo irracional. ยฟHasta dรณnde, me preguntaba, eran ciertos los tรณpicos?
Mรกs tarde me di cuenta de que solo proyectaba mi propia experiencia en la interpretaciรณn de los textos, y que incluso las lecturas del curso estaban escogidas para que confirmasen mis vivencias. Pero, por ejemplo, en Lรฉxico familiar de Natalia Ginzburg hay una madre perfectamente cabal, mientras que La muerte del padre de Karl Ove Knausgรฅrd pinta un padre impenetrable y loco, y en Vengo de ese miedo de Miguel รngel Oeste vemos el pavor de un hijo ante una figura paterna desquiciada y envilecida.
Aรบn sigo sin saber quรฉ escribir sobre mi madre. ~
(Huelva, 1978) es escritora. Ha publicado 'La ciudad en invierno' (Caballo de Troya, 2007) y 'La ciudad feliz' (Mondadori, 2009).