En su breve pelรญculaย Los asedios del Alcรกzar, estrenada en 1989, el crรญtico y director Luc Moullet (Parรญs, 1937) se rรญe sin tapujos de la cinefilia y de sus practicantes. Nos presenta en ella los hรกbitos de un redactor deย Cahiers du Cinรฉmaย que acude obsesivamente a un cine de barrio para, sentado siempre en las primeras filas y pendiente de los detalles mรกs triviales de la proyecciรณn, asistir a una retrospectiva del director italiano de melodramas yย peplumsย Vittorio Cottafavi, a quien exalta como โAntonioni de los pobresโ ante la sofisticada crรญtica deย Positifย que constituye su nรฉmesis. Disponible en YouTube, la parodia no tiene desperdicio.
Pero basta un vistazo a la biografรญa de Moullet para comprobar que se estรก riendo de sรญ mismo: รฉl ha sido ese crรญtico ya desde muy joven. Lo que la pelรญcula no muestra es que Moullet fue un aguerrido defensor de su propio juicio en las pรกginas de la inevitableย Cahiersย y que, ademรกs, ha hecho un cine muy personal โbajo presupuesto, desenfado intelectual, subversiones genรฉricasโ en los mรกrgenes de la industria. Tambiรฉn, por cierto, ha sido actor. Por todo ello, hay que saludar con entusiasmo la publicaciรณn en Espaรฑa de su importante ensayo sobre la autorรญa cinematogrรกfica de los actores, que viene adornado por sus principales virtudes como analista: se trata de un trabajo original, escrito de manera brillante y lleno de agudas observaciones sobre el cine del Hollywood clรกsico.
Publicado originalmente en 1993, de tal manera que casi hemos tenido que esperar casi treinta aรฑos hasta poder leerlo en nuestra lengua, el ensayo de Moullet presenta ingeniosamente desde el tรญtulo su entero argumento: los actores deben ser considerados tambiรฉn autores de las pelรญculas en las que aparecen. Frente al cรฉlebre รฉnfasis cahierista en los directores, Moullet prefiere fijarse en los actores. Y si los jรณvenes turcos de la revista โentre los que se contaba รฉl mismoโ podรญan formular toda una โpolรญticaโ en defensa de su tesis, ยฟpor quรฉ no va a poder hacerlo รฉl? Moullet va en serio y lo demuestra presentando un estudio en profundidad sobre el estilo de cuatro grandes actores norteamericanos: Gary Cooper, John Wayne, Cary Grant, James Stewart. A comienzos de los noventa, los editores aรบn no pedรญan cuotas de gรฉnero y no deja de ser una pena que Moullet no aplique su mรฉtodo de observaciรณn a artistas tan formidables como Katherine Hepburn, Bette Davis, Barbara Stanwyck o Ingrid Bergman; sobre todo porque uno tiene la sensaciรณn de que habrรญa estado encantado de hacerlo. Alguno quizรก desprecie el libro por eso, pero tampoco hay que ponerse asรญ.
De manera que la idea es analizar los componentes del estilo de cada uno de esos actores y evaluar la huella que dejaron en los cientos de filmes en los que participaron, poniendo con ello de manifiesto su contribuciรณn โautoralโ. Moullet no hace grandes afirmaciones teรณricas en la introducciรณn al libro, limitรกndose a justificar de manera poco convincente la exclusiรณn de Henry Fonda โquien por tratarse de un actor menos inclinado al cine de gรฉnero que el resto habrรญa sido ya objeto de anรกlisis fecundosโ y a desarrollar un jugoso excurso acerca del underplaying como la vรญa mรกs natural para el actor cinematogrรกfico. No es que a Moullet le disguste el histrionismo interpretativo; solo le parece que el cine llama a la contenciรณn mรกs que al exceso. Y si esa contenciรณn ha sido la base esencial del cine americano frente al europeo, ello obedecerรญa a la ausencia de una tradiciรณn teatral que se remonta siglos atrรกs en nuestro continente: resulta significativo que la primera obra significativa del drama estadounidense โThe emperor Jones de Eugene OโNeillโ llegue seis aรฑos despuรฉs del rodaje de El nacimiento de una naciรณn, la pelรญcula de Griffith que proporciona el modelo para la narrativa cinematogrรกfica clรกsica. Aunque hubo, claro, actores norteamericanos exagerados: basta ver a John Barrymore en Twentieth century, la genial comedia del genial Hawks.
El grueso del libro estรก compuesto por cuatro estudios en los que se describe el estilo de cada uno de esos actores, por lo general siguiendo un orden cronolรณgico que sigue su evoluciรณn dentro de la industria sin perder de vista en ningรบn momento aquello que los singulariza. Cooper es asรญ presentado con acierto como el โcampeรณn del underplayโ, dueรฑo de una inexpresividad que termina siendo expresiva; alto y bien parecido, al joven Cooper le sentaban bien todos los uniformes โdesde la Legiรณn Extranjera de Marruecos al norteamericano de Sargento Yorkโ y la impresiรณn que causaba su distinciรณn natural era reforzada por su economรญa verbal y gestual: mรกs que encarnar a los personajes, dice Moullet, los evoca. No todos los directores lo aprovechan igual; se discuten aquรญ los mรฉtodos de Borzage, Capra, Vidor o ese Lang que lo desperdicia en Clandestino y caballero al tratarlo como un actor mรกs. Moullet resume a Cooper ejemplarmente: โComo no hacรญa nada, podรญa hacerlo todo. Y lo hizo.โ Por su parte, John Wayne es abordado por Moullet como un actor sabiamente mitificado desde su primera apariciรณn importante โel gesto con que detiene La diligencia de Fordโ y que desde entonces se relaciona de distintas maneras con esa excepcionalidad. En particular, Wayne serรญa โel actor de la vejezโ, temรกtica constante de los lรญmites fรญsicos que explora principalmente en sus muchos westerns con Ford y Hawks: de Rรญo Rojo y La legiรณn invencible a El Dorado y Liberty Valance. Mientras que Cooper es provocador en su inmovilidad, Wayne rechaza los efectos y se integra en el filme dejรกndose llevar por la acciรณn: signo, dice Moullet, de modernidad.
ยฟY quรฉ hay de Grant y Stewart? Moullet califica a Grant con justicia como el mejor actor que ha dado el cine, asociando el suplemento que proporciona en pantalla con una vida personal llena de claroscuros desde su mismo y problemรกtico origen: sus personajes siempre parecen estar ocultando algo. Es sabido que Grant tardรณ en dar con su camino, pues la Paramount se empeรฑรณ en darle papeles inadecuados a comienzos de los aรฑos treinta; son Cukor y Hawks los que dan la verdadera alternativa a un intรฉrprete superdotado. Maestro de la comedia del recasamiento, Grant hace una contribuciรณn decisiva a ese milagro que es la comedia screwball de los aรฑos treinta, jugando con la ambigรผedad sexual e incluso colando su verdadero nombre โArchie Leachโ en un momento de Luna nueva. Pero es Hitchcock quien explota mejor la oscuridad de Grant, sobre todo en Sospecha y Encadenados. Moullet atiende a los detalles: es el รบnico actor de los cuatro que no tiene los ojos azules, lo que da una especial intensidad a su mirada, ยกpese al blanco y negro! Tambiรฉn observarรก luego que la desapariciรณn del sombrero priva al cine de una herramienta dramรกtica muy valiosa. A ratos, Moullet es taxonรณmico: describe hasta nueve figuras en el estilo de Grant, que van de lo gimnรกstico al alejamiento de la mirada.
Finalmente, Moullet nos presenta a James Stewart como โel hombre de las manosโ por la manera original y precisa en que las emplea. Curiosamente, el Mr. Smith que compone para Frank Capra en Caballero sin espada serรญa un ejemplo de overplaying logrado: Moullet no es dogmรกtico. Stewart representa con frecuencia el americano medio que, sin embargo, se revela en el transcurso de la narraciรณn como un ser excepcional, pero tambiรฉn interpreta al intelectual que gracias a su aspecto no levanta suspicacias. En la inmortal Historias de Filadelfia, Stewart destaca gracias a la generosidad de Grant, que le regala el รscar; consagrado popularmente gracias a El invisible Harvey, Stewart no se apoltrona: la segunda etapa de su carrera estรก marcada por la creciente ferocidad de sus personajes, a menudo compensada por la herida injusta que se les infligiรณ en el pasado. Pensemos en Winchester 73 y el resto de westerns con Mann; en La ventana indiscreta o Vรฉrtigo; en el antipรกtico cazarrecompensas de Dos cabalgan juntos. De ahรญ, en parte, que Stewart encarne al hombre ordinario que jamรกs logra ser un mito: no es el hombre del Oeste que encarnan Wayne y Cooper, ni el gran seductor que es Grant. Pero no es menos extraordinario por eso: en un pรณquer de ases, ninguna carta es mรกs importante que las demรกs.
A estas alturas, en fin, deberรญa quedar claro que estamos ante un libro indispensable y festivo para cualquier verdadero aficionado al cine: no tarden en hacerse con รฉl. ~
(Mรกlaga, 1974) es catedrรกtico de ciencia polรญtica en la Universidad de Mรกlaga. Su libro mรกs reciente es 'Ficciรณn fatal. Ensayo sobre Vรฉrtigo' (Taurus, 2024).