Hemos celebrado las exequias de Marx y de mayo del 68 como un exorcismo y ya podemos seguir igual o peor, mejorando siempre (a gran escala pinkeriana). Escribe Daniel Gascón en El golpe posmoderno, citando las memorias de Christopher Hitchens, que a veces hay que dejar de analizar los tonos grises y “hacer distinciones esenciales y sencillas”. Lo sencillo ahora es esto: renta básica y paridad entre hombres y mujeres. La utopía es seguir como estamos.
Lo que mejor refleja el mundo de hoy es el espeluznante relato de Kafka “En la colonia penitenciaria”, que es ilegible de puro dolor. La máquina de ejecutar redacta la sentencia en la piel del condenado durante doce horas de agonía. El explorador o viajero, que podría ser Javier Reverte, asiste impasible a la explicación de la tortura legal en una remota colonia. Hoy todos somos ese viajero en YouTube. Todos vemos el horror, en directo y en las pantallas. El establecimiento penal es literalmente Guantánamo, pero también es el mundo.
La paridad es lo mínimo, la renta básica universal, lo básico. Esos dos detalles son la reforma inmediata, lo que hay que hacer, la línea roja de Hitchens. Con pequeños retoques: fin del plástico, energía producida en casa.
La complejidad no avanza, solo oculta. La acción local no basta. El dinero saldrá de donde sale ahora, de ninguna parte, de deuda y delirio. El capitalismo necesita un reset interior, un ajuste bravo para tirar unos años más. De acuerdo, desde el 68 ha ganado el capital, y desde la caída del muro no hay competencia. Ese monopolio contradice la propia esencia teórica del mercado, al no haber rival no hay estímulo para mejorar. La utopía es seguir igual mientras se deshielan los polos, etc.
La renta básica mundial y la paridad por ley simplifican bastante el problema. Unos años de respiro, diez años, veinte, un ciclo de humanidad. Parar el reloj que es la máquina de Kafka, las agujas que nos tatúan el lomo mientras todos miramos nuestra propia agonía. El que va bien o muy bien no está tranquilo, solo le queda invertir en seguridad, en inmortalidad, que es una forma de obviar a los hijos, nietos, al futuro. Los nietos no existen en la mente de los inmortales, son un estorbo.
La paridad es una forma básica de luchar contra la violación, contra la biología salvaje y contra milenios de angustia. La paridad por ley trae ya otro mundo que no sabemos imaginar. Es una ventaja para el varón, un respiro legal. Por algún sitio hay que avanzar porque el estancamiento, el retroceso, nos llega al tuétano; quizá estamos ya en la última hora de la ejecución de la máquina de Kafka. En la novelita atroz la máquina se rompe por falta de mantenimiento. No esperamos a esa desidia que quizá ya ha llegado. Crucemos la línea roja. El propio calentamiento opulento se sentirá mejor si el mundo es un poco mejor. Y ganará más trillones.
Los bancos centrales han dado miles de millones a los bancos y corporaciones para que sobrevivan y que el sistema aguante un poco más, es como parchear la máquina kafkiana, que va a saltar de todas formas ante nuestros ojos youtubizados e instagramizados. Dar dinero a los bancos es ya el colmo, aunque todo lo que ocurre nos parece normal, natural. Imprimir dinero para los bancos es la declaración más obvia de que nada funciona, el artilugio se ha roto y hay que subvencionarlo.
Cuando el sistema reconozca que se ha roto el invento –como ya lo ha hecho el fmi–, ya se podrá pensar en repararlo. Entretanto lo que urge es aliviar el dolor. Y la mejor manera es dar el dinero a la gente; los bancos ya han recibido bastante, y solo ha servido para oscurecerlo todo, zona de grises impenetrable. El dinero, a la gente, por blockchain. Solo con el ahorro en burocracia y monsergas y memes ya se paga la renta básica. La gente, luego, comprará cosas. Se ha demostrado que los pobres gastan mucho más que los ricos, porque todo les falta. El entusiasmo creador, si has comido, si sabes que vas a comer mañana (el ensayo de Remedios Zafra), es mayor.
Esto ya no se puede aguantar más. Vamos forzando la máquina humana espachurrando personas hasta que reviente. El sistema se refuerza y se blinda con cada nueva aparente revolución o chispazo de descontento, solo hay desánimo.
Así que dos cosas habría que hacer ya en el mundo entero. Renta básica global universal y paridad por ley en todos los países. Que lo haga la onu, y así sirve para algo. Que lo hagan los bancos, y así tendrán clientes, miles de millones de clientes inesperados, deseando endeudarse por primera vez, a ver qué se siente.
¿Qué va a hacer la gente innumerable con el dinero, con ese poco de dinero garantizado? Seguramente, nada. Comer, combatir el plástico, vivir un poco. Ya es mucho. Ya es todo. Primero comer, luego pensar.
Estas son las líneas rojas de Hitchens para hoy. Hay que decirlo a ratos, no vaya a ser que esta situación ridícula siga ni un minuto más. Renta para todos, y a consumir y crear. A ver series, lo que sea. Comprar comida prefabricada, carne de laboratorio de Bill Gates. Incluso podría haber agua potable para todos.
Y la paridad es también una medida preventiva de autodefensa machista, al menos habrá paridad cuando dé la vuelta la sartén. Hasta en China agradecerían el mismo número de mujeres que de hombres, presidencias duales, diunviratos, nada de turnos, todo bicéfalo, bicorpóreo. La mujer, legalizada por fin.
La máquina de la colonia penitenciaria de Kafka se ha roto. Este artículo lo ha dictado ya la ia low cost. Así que hay que hacerle caso. ~
(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).