PosesiĆ³n inmortal

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En 1932, diez aƱos despuĆ©s de instalarse en Hollywood y rodar en esa dĆ©cada no menos de catorce pelĆ­culas mudas y habladas, Ernst Lubitsch hizo por encargo de la Paramount Broken lullaby (conocida en EspaƱa como Remordimientos). Fue su Ćŗnico filme dramĆ”tico del sonoro, y no tuvo Ć©xito, pese a contar con actores de renombre y un guion de sus colaboradores de tantas obras maestras, Ernest Vajda y Samson Raphaelson. El sombrĆ­o y a ratos convencional melodrama, basado en la pieza teatral de Maurice Rostand El hombre al que matĆ©, tiene escenas sublimes desde el mismo arranque, un funeral militar sintetizado por las espadas, espuelas y arreos del alto mando presente en la iglesia, hasta ā€“pisando el terreno mĆ”s propio de la comedia cĆ”usticaā€“ la sinfonĆ­a de puertas y ventanas que se abren y cierran con descarado entrometimiento en el pequeƱo pueblo alemĆ”n donde sucede la acciĆ³n o, la mĆ”s memorable, el encuentro en el cementerio local de las dos madres que han perdido un hijo en la Gran Guerra; patĆ©tica y cĆ³mica, la escena es un plano secuencia de mĆ”s de tres minutos a cĆ”mara fija en el que las mujeres lloran la pĆ©rdida y se consuelan con el recuerdo del pastel de canela que uno de los caĆ­dos comĆ­a subrepticiamente, enzarzĆ”ndose ambas, antes de volver a su evocaciĆ³n dolorida, en los secretos caseros de la deliciosa receta culinaria.

Pasados mĆ”s de ochenta aƱos del estreno y rĆ”pido olvido de Remordimientos, FranƧois Ozon, sin conocer de antemano el filme de Lubitsch, se sintiĆ³ atraĆ­do por el original escĆ©nico de Rostand, escribiĆ³ el guion de Frantz y lo filmĆ³, con una duraciĆ³n que casi dobla la del precedente. Se trata de una de las grandes pelĆ­culas de este prolĆ­fico y desigual cineasta francĆ©s que nunca, ni en sus fracasos, renuncia a la bĆŗsqueda de soluciones distintas para abordar historias en las que el componente mĆ³rbido, misterioso, no falta. Por eso el cine de Ozon jamĆ”s deja indiferente al espectador. Frantz empieza con una toma bucĆ³lica en colores, un paisaje florido de la campiƱa, al que de inmediato sigue un blanco y negro muy saturado de grises para reflejar la vida mortecina de la familia alemana protagonista, el doctor del pueblo, su dulce esposa, la bella prometida del hijo que no volviĆ³ del frente, Anna, a la que los Hoffmeister han acogido y tratan filialmente. Frantz es el joven violinista muerto en combate, y el fantasma principal de esta pelĆ­cula de posesiones y ausencias, carencias, ficciones, falsificaciones, incertidumbres, mantenidas, con la mano maestra del director, en una permanente lĆ­nea de intriga y sorpresa. Cambiando el punto de vista del relato respecto a Lubitsch, Ozon introduce como personaje soƱado al que no vive, haciĆ©ndolo vivir no solo en la fantasĆ­a (la escena del sueƱo en que toca el violĆ­n con la cara ensangrentada por las heridas mortales es de las menos logradas) sino, esencialmente, en la memoria no del todo explĆ­cita de los que le amaron. Y en el cĆ³mo le amaron, y en el porquĆ© no le olvidan, se desarrolla la ambigua trama y la verdad Ćŗltima, abierta a la duda, de Frantz, una lĆ­nea narrativa que no estaba en Broken lullaby.

Es un acierto de gran narrador que, cuando llevamos solo la mitad del metraje, la pelĆ­cula parezca, sin estarlo, resuelta, tras la confesiĆ³n de que el francĆ©s Adrien, tambiĆ©n mĆŗsico, ha ido al pueblecito alemĆ”n a llorar y poner flores en la tumba de Frantz no por ser, como la familia cree, amigo suyo anterior sino, al contrario, siendo el soldado enemigo que le matĆ³. En esos primeros cincuenta minutos, la conjetura de que entre los dos muchachos pudo existir una relaciĆ³n erĆ³tica se insinĆŗa con refinada sutileza; el padre del desaparecido, mĆ©dico experto, lo sospecha de inmediato, en una estupenda escena domĆ©stica de dobles sentidos, la cĆ”mara los junta en un plano-contraplano de la foto de Frantz enfrentada al rostro compungido de Adrien en la consulta, y hasta la prometida busca la explicaciĆ³n de ese gran dolor del extranjero, preguntĆ”ndole si a ambos jĆ³venes les unĆ­a el deseo por una misma mujer. ā€œNinguna mujerā€, responde taxativo Adrien ante la lĆ”pida funeraria. Y enseguida llega la antedicha confesiĆ³n, que aclara las razones del peregrinaje sin disipar el fondo subterrĆ”neo de esa intensidad de ultratumba.

La segunda mitad de Frantz cambia de paisaje, de colorido, de tonalidades, dejando atrĆ”s el medio rural y centrĆ”ndose en una bĆŗsqueda a la inversa, la de Anna por un huidizo fantasma de carne y hueso, Adrien, que la posee a ella como Frantz poseyĆ³ a sus seres queridos supervivientes desde una sepultura que ni siquiera contiene sus restos (otro inteligente aƱadido del guion de Ozon). En esta parte continĆŗa asimismo la plasmaciĆ³n de un contexto polĆ­tico, las rivalidades histĆ³ricas franco-alemanas, convertidas en manifestaciones xenĆ³fobas de unos contra otros (himnos patriĆ³ticos, desprecios al que viene de fuera), que es, con el del pacifismo sobrevenido del doctor Hoffmeister, un hilo aƱadido a los ya mencionados; el propio director ha subrayado que esa lectura, aceptada por Ć©l y en mi opiniĆ³n muy secundaria, conecta con la actualidad del miedo al inmigrante y la reafirmaciĆ³n de las fronteras. Siendo asunto de gran calado, en Frantz resulta apenas complementario al que sostiene con tanta brillantez y originalidad la construcciĆ³n del filme, el de la mentira novelesca como soporte de una idea de la felicidad fundada en los estĆ­mulos de lo que no es vida real pero nos hace mĆ”s humanos: la mĆŗsica (Beethoven, Debussy), la poesĆ­a (Verlaine, Rilke), la pintura (el museo del Louvre como paraĆ­so de la intimidad).

Estas suprarrealidades artĆ­sticas, igualmente introducidas por Ozon en el tronco de la historia original, ofrecen los momentos mĆ”s sugestivos, en especial el plano final del cuadro de Manet como alegorĆ­a de la muerte que resucita e ilumina el rostro de Anna. Es una lĆ”stima que Ozon, engolosinado por el hallazgo de la alternancia fotogrĆ”fica entre color y blanco y negro, no reservara la eclosiĆ³n cromĆ”tica para ese desenlace, que le habrĆ­a dado a esta pelĆ­cula emocionante y fascinadora mayor enjundia aĆŗn y mĆ”s significado. ~

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Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mƔs reciente es 'El tercer siglo. 20 aƱos de
cine contemporƔneo' (CƔtedra, 2021).


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