Primer amor, primeras penas

La historia de la URSS puede verse como el aprendizaje de la decepciรณn. Para algunos fue el gulag, para otros la hambruna de Ucrania o la Guerra Civil espaรฑola. Para Daniel Bell, uno de los grandes intelectuales del siglo XX, fue el Kronstadt.
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En 1932, a los trece aรฑos, me unรญ a la Liga Socialista de Jรณvenes, comรบnmente conocida como los Yipsels, la divisiรณn juvenil del partido socialista. Habรญa crecido en los barrios bajos de Nueva York. Mi madre habรญa trabajado en una fรกbrica de ropa desde que tengo uso de razรณn; mi padre muriรณ cuando yo era un bebรฉ. A mi alrededor veรญa las hoovervilles, las villas de chabolas de hojalata cerca de los muelles del East River, donde los parados vivรญan en casas improvisadas y rebuscaban en la basura para conseguir comida. A รบltima hora de la noche iba con una pandilla de chicos a los mercados de verduras al por mayor del West Side, a robar patatas o a recoger tomates magullados en la calle para llevarlos a casa, o a comer alrededor de las pequeรฑas hogueras que hacรญamos en la calle con las cajas rotas de los mercados. Me preguntaba por quรฉ las cosas tenรญan que ser asรญ. Mi conversiรณn en sociรณlogo fue inevitable. En la sucursal Ottendorfer de la Biblioteca Pรบblica de Nueva York me acuclillaba ante la secciรณn de sociologรญa โ€“que en el sistema de clasificaciรณn Dewey que se utilizaba entonces estaba en el nรบmero 300โ€“, agradecido no solo por la gratuidad de la biblioteca sino tambiรฉn por el acceso abierto a los anaqueles, que me permitรญa hojear a voluntad y leer a Robert Hunter sobre la pobreza o los Principios de sociologรญa de Herbert Spencer.

Los fines de semana iba a la Escuela Dominical Socialista, donde estudiรกbamos The case for socialism de Fred Henderson y el Marx esencial de Algernon Lee. Dos veces a la semana, por las tardes, iba a la Rand School of Social Science de la calle 15 para asistir a un grupo de lectura sobre El capital de Marx โ€“el texto, sin embargo, era un resumen de un hombre llamado Borchardt (segรบn recuerdo), y habรญa sido editado por Max Eastmanโ€“ e incluso asistรญ a un curso sobre materialismo dialรฉctico. En ese curso aprendรญ que el materialismo ordinario veรญa los acontecimientos en tรฉrminos simples de causa y efecto, como una piedra que cae de una cornisa y golpea a alguien en la cabeza, mientras que el materialismo dialรฉctico buscaba las causas en los contextos naturales y sociales mรกs amplios, de modo que habรญa que entender que la piedra se habรญa caรญdo porque el suelo se habรญa erosionado por la explotaciรณn de la tierra. Me impresionรณ. Tenรญa trece aรฑos.

Al igual que muchos de los Yipsels de la รฉpoca, me sentรญ tentado por el movimiento comunista. John Dos Passos habรญa dicho entonces que afiliarse al partido socialista era como beber near beer, la cerveza dรฉbil y casi sin alcohol que se permitรญa en aquella รฉpoca bajo la Ley Seca. (En aรฑos posteriores, Dos Passos se convirtiรณ en un โ€œborracho reformadoโ€ y a veces actuaba como tal.) La victoria de Hitler, y la rรกpida destrucciรณn del poderoso movimiento socialdemรณcrata, me hizo creer que, efectivamente, estรกbamos ante el conflicto final, y que cada uno debรญa ocupar su lugar. Muchos de mis compaรฑeros se unieron a la Uniรณn de Jรณvenes Comunistas; unos pocos, mรกs sofisticados, se convirtieron en trotskistas. Yo estaba dividido entre los dos. Se lo comentรฉ a unos parientes anarquistas, primos de mi madre, un matrimonio ruso-judรญo que vivรญa en Mohegan Colony, un asentamiento radical a ochenta kilรณmetros de Nueva York, donde yo pasaba una o dos semanas en verano despuรฉs de terminar mi trabajo en el distrito de la confecciรณn, donde empujaba pesados carritos de ropa por las calles y repartรญa folletos propagandรญsticos del Sindicato Internacional de Trabajadoras de la Confecciรณn. No les importaba que me hubiera hecho socialista. Pero que pensara en hacerme comunista o trotskista les horrorizaba.

Me llevaron a ver a Rudolf Rocker, el venerable lรญder anarquista, un hombre imponente y corpulento, con una gran cabeza cuadrada y una imponente mata de pelo gris, que entonces vivรญa en la Colonia. Rocker simplemente me dijo que los bolcheviques โ€“me llamรณ la atenciรณn entonces, y recuerdo casi medio siglo despuรฉs, que nunca los llamaba comunistas sino bolcheviquesโ€“ se habรญan apropiado del poder en nombre del pueblo utilizando lemas anarquistas como el de la tierra para el pueblo; que los sรณviets, los consejos de obreros y soldados, eran movimientos espontรกneos que demostraban la veracidad de las sentencias anarquistas, pero que los bolcheviques habรญan tomado el poder y los habรญan destruido. Al despedirse, me dio varios panfletos anarquistas, de Malatesta, de Kropotkin (sobre la Comuna de Parรญs), y en particular dos panfletos de Alexander Berkman, La tragedia rusa y La rebeliรณn de Kronstadt, escritos en inglรฉs pero โ€œpreparados e impresos para Der Syndikalistโ€, Berlรญn, 1922 โ€“panfletos que tengo ante mรญ mientras escribo (uno con una dedicatoria, con grandes letras redondas, โ€œcon saludos fraternales, A. B.โ€)โ€“ y me sugiriรณ que leyera El mito bolchevique de Berkman, el diario de sus aรฑos en Rusia, 1920-1922, un ejemplar que pronto encontrรฉ y que aรบn conservo. Se dice que cada generaciรณn radical tiene su Kronstadt. Para algunos fueron los Juicios de Moscรบ, para otros el Pacto Nazi-Soviรฉtico, para otros Hungrรญa (el Juicio de Rajk o el aรฑo 1956), Checoslovaquia (la defenestraciรณn de Masryk en 1948 o la Primavera de Praga de 1968), el Gulag, Camboya, Polonia (y habrรก mรกs por venir). Mi Kronstadt fue Kronstadt.

Alexander Berkman era un anarquista de origen ruso que habรญa cumplido catorce aรฑos de prisiรณn por disparar a Henry Clay Frick, el director de la siderรบrgica Carnegie, durante la sangrienta huelga de Homestead en 1892, y habรญa escrito el hermoso y elocuente libro Memorias de un anarquista en prisiรณn. En 1917, รฉl y su compaรฑera Emma Goldman fueron detenidos tras el estallido de la guerra, cumplieron condena en prisiรณn y, en 1919, fueron deportados a Rusia. Emma Goldman, de hecho, habรญa escrito un panfleto justo antes de ir a la cรกrcel durante dos aรฑos, titulado La verdad sobre los Boylsheviki (ยกsic!), en el que alababa los โ€œplanes libertariosโ€ y la โ€œintegridad incorruptibleโ€ de Lenin y Trotski, โ€œgrandes figuras de la Revoluciรณnโ€. Ojalรก fuera posible reimprimir รญntegramente las doce pรกginas del diario de Berkman en Petrogrado, desde finales de febrero hasta mediados de marzo de 1921, ya que ningรบn resumen puede transmitir la inmediatez, la tensiรณn y el dramatismo que vivieron los marineros de la primera y segunda escuadras de la flota del Bรกltico en Kronstadt, los hombres de la base naval de Petrogrado que habรญan catalizado las jornadas de octubre de 1917, cuando hicieron un llamamiento, tras las huelgas espontรกneas de los trabajadores en Petrogrado y Moscรบ, para establecer la libertad de expresiรณn y de prensa โ€œpara los obreros y campesinos, para los partidos anarquistas y socialistas de izquierdaโ€, por la liberaciรณn de โ€œtodos los presos polรญticos de los partidos socialistasโ€, para โ€œigualar las raciones de todos los que trabajanโ€, etc. Para Trotski, que era presidente del Sรณviet Militar Revolucionario, eso era mvatezh, o sea, un motรญn. Exigiรณ que los marineros se rindieran u โ€œos dispararรฉ como a faisanesโ€. Las tres รบltimas entradas de los diarios de Berkman relatan el lamentable final:

7 de marzo. Un estruendo lejano llega a mis oรญdos mientras cruzo la Nevsky. Vuelve a sonar, mรกs fuerte y cercano, como si rodara hacia mรญ. De inmediato me doy cuenta de que se estรก disparando la artillerรญa. Son las 6 de la tarde. Kronstadt ha sido atacada.

17 de marzo. Kronstadt ha caรญdo hoy. Miles de marineros y trabajadores yacen muertos en sus calles. Continรบa la ejecuciรณn sumaria de prisioneros y rehenes.

18 de marzo. Los vencedores celebran el aniversario de la Comuna de 1871. Trotski y Zinoviev denuncian a Thiers y Gallifet por la matanza de los rebeldes de Parรญs.

Seguรญ siendo socialista y me desplacรฉ hacia el ala derecha del partido.

Las mentiras del partido

La conmociรณn emocional al leer sobre Kronstadt se vio reforzada por los detalles fรกcticos sobre la cooperaciรณn comunista con los nazis en Berlรญn en 1932, la espantosa teorรญa del โ€œfascismo socialโ€ en la que la Comintern proclamaba que no eran los nazis, sino los socialdemรณcratas, los principales enemigos de los comunistas. A esto se aรฑadieron las espantosas escenas de febrero de 1934, cuando el partido socialista celebrรณ una gran reuniรณn en el Madison Square Garden de Nueva York para demostrar su solidaridad con los socialistas austriacos (que se habรญan levantado en conflicto armado contra el Heimwehr de Dollfuss), solo para que esa reuniรณn fuera violentamente interrumpida por los comunistas, que estaban llevando a cabo literalmente, en la prรกctica, la teorรญa del socialfascismo. Todo esto, y mรกs, es historia. Pero no es la historia de los โ€œvencedoresโ€. Y el hecho de ser los โ€œvencedoresโ€ no explica el recurrente atractivo del comunismo, mucho despuรฉs de que los acontecimientos de Kronstadt se repitieran una y otra vez. La explicaciรณn โ€“tras las repetidas desilusionesโ€“ ha sido dada muchas veces, y recientemente de forma mรกs vรญvida y convincente por Jorge Semprรบn en Autobiografรญa de Federico Sรกnchez, las experiencias de un intelectual comunista contadas en forma novelรญstica.

Semprรบn se afiliรณ al Partido Comunista Espaรฑol en el exilio en 1947. ยฟNo conocรญa los fusilamientos de anarquistas en Barcelona, los violentos atentados contra el cuasitrotskista poum, el papel asesino del dirigente comunista francรฉs Andrรฉ Marty al ordenar la ejecuciรณn de โ€œopositoresโ€ dentro de las Brigadas Internacionales, el siniestro papel de la gpu? No importa. โ€œAl fin y al caboโ€, escribe Semprรบn sobre su alter ego, โ€œlos aspectos cotidianos de la polรญtica siempre le han aburrido; la polรญtica solo le ha interesado como riesgo y como compromiso totalโ€. Y cuando, en el otoรฑo de 1952, Semprรบn leyรณ en Lโ€™Humanitรฉ que, en el juicio de Slansky, Josef Frank, el secretario general adjunto del Partido Comunista de Checoslovaquia, habรญa confesado haber trabajado bajo las รณrdenes de la Gestapo en Buchenwald , โ€œte paralizรณ por un momento un extraรฑo escalofrรญoโ€, pues Frank habรญa sido su camarada en Buchenwald, y conviviรณ con รฉl durante dos aรฑos, y supo โ€œinmediatamente [โ€ฆ] con esa certeza fรญsica y brutal que imponen las verdades materiales [โ€ฆ] que la acusaciรณn era falsaโ€. Pero:

No dijiste nada, sin embargo. No proclamaste en ningรบn sitio la inocencia de Frank, la falsedad de la acusaciรณn que se le hacรญa. Sin duda, de haber proclamado esa inocencia habrรญas terminado siendo expulsado del partido. Decidiste permanecer en el partido. Preferiste vivir, dentro del partido, la mentira de la acusaciรณn contra Frank que vivir, fuera del partido, la verdad de su inocencia. Frank fue condenado a muerte y ajusticiado en la horca.

Aunque las memorias de Semprรบn aparecieron en 1977, fue esa historia, ya contada por Koestler, Silone, Manes Sperber y docenas de otros un cuarto de siglo antes, y mi propio recuerdo vivo de Kronstadt, lo que me hizo ser tan receptivo, cuando las leรญ en 1947, a las pรกginas finales de La polรญtica como vocaciรณn (1918) de Max Weber. La de Weber es la declaraciรณn mรกs conmovedora que conozco sobre las tensiones de la รฉtica y la polรญtica, y una descripciรณn descarnada de las opciones a las que se enfrenta el individuo que se compromete con la polรญtica. No hace falta que repita la discusiรณn de Weber sobre la โ€œรฉtica de la responsabilidadโ€ y la โ€œรฉtica de los fines รบltimosโ€, y la corrupciรณn inherente a cada camino si se sigue hasta el final: la pรฉrdida de principios por el compromiso constante de la โ€œresponsabilidadโ€, y el fanatismo cuando los fines se utilizan para justificar cualquier medio moralmente aborrecible. โ€œNo se puede prescribir a nadieโ€, escribiรณ Weber, โ€œsi debe seguir una รฉtica de los fines absolutos o una รฉtica de la responsabilidad, o cuรกndo lo uno y cuรกndo lo otroโ€. Weber comprendiรณ, dadas las tormentas de su propia vida de 1910 a 1920, los dilemas y paradojas รฉticas de estas opciones. En sus รบltimos aรฑos, cuando los impulsos erรณticos consiguieron superar algunas represiones profundas, Weber se sintiรณ atraรญdo por las corrientes romรกnticas de la รฉpoca. Sin embargo, por educaciรณn, por posiciรณn social y, en รบltima instancia, por temperamento, siguiรณ la รฉtica de la responsabilidad. En el diรกlogo tรกcito con Nietzsche que recorre como un hilo escarlata su obra posterior sobre religiรณn y polรญtica, Weber dice: Sรญ, a mรญ tambiรฉn me gustarรญa ir a la cima de la montaรฑa, como Zaratustra, para pararme en Pisgah; pero si voy, ยฟquiรฉn se โ€œquedarรก a cargo de la tiendaโ€, quiรฉn se ocuparรก de las tareas monรณtonas y prosaicas del mundo mundano? Como sabรญa Weber, despuรฉs de la erupciรณn carismรกtica viene el aburrido dรญa siguiente, de nuevo con la ronda diaria de tareas. โ€œLa polรญtica estriba en una prolongada y ardua lucha contra tenaces resistenciasโ€, escribiรณ. De lo que mรกs desconfiaba era de la โ€œexcitaciรณn estรฉrilโ€ (frase de Georg Simmel que repite dos veces en las รบltimas pรกginas) de los intelectuales en el โ€œcarnavalโ€ al que se da, para embellecerlo, el orgulloso nombre de Revoluciรณn. Es un โ€œromanticismo de lo intelectualmente interesanteโ€, un โ€œvacรญo desprovisto de todo sentimiento de responsabilidad objetivaโ€. Y detestaba a los polรญticos Weltanschauungs, los โ€œcharlatanes que no se dan cuenta del todo de lo que asumen pero que se intoxican con sensaciones romรกnticasโ€.

En mi primer libro, Marxian socialism in the United States (1952), adoptรฉ el marco de Weber en un esfuerzo por comprender la polรญtica radical. El bolchevique, como quiliasta o escatรณlogo, escribรญ, no estรก en este mundo ni es de este mundo, y por tanto no asume ninguna responsabilidad moral por las acciones de la sociedad burguesa; sigue una รฉtica de fines รบltimos. El movimiento sindical, que tiene que lidiar con el dรญa a dรญa, la lucha contra tenaces resistencias, necesariamente estรก en y es de este mundo, y sigue una รฉtica de la responsabilidad. El socialista (y para mรญ Norman Thomas era el ejemplo) era de este mundo, pero no estaba en รฉl, sino que estaba atrapado en la pureza moral y el compromiso polรญtico. Al igual que Weber โ€“tanto por razones de mi propio temperamento como por las โ€œpenas tempranasโ€ de la polรญticaโ€“ optรฉ por la รฉtica de la responsabilidad. En su juventud, Weber habรญa estudiado las ideas del sacerdote unitario y pacifista estadounidense de principios del siglo xix William Ellery Channing, que habรญa influido en el pensamiento de la madre de Weber. Al rechazar cualquier absolutismo รฉtico, escribiรณ, en una carta de juventud, โ€œla cuestiรณn no me parece tan desesperada si no se pregunta de forma demasiado exclusiva: โ€˜ยฟQuiรฉn estรก moralmente bien y quiรฉn estรก moralmente mal?โ€™, sino si uno se pregunta mรกs bien: โ€˜Dado el conflicto existente, ยฟcรณmo puedo resolverlo con el menor daรฑo interno y externo para todos los implicados?โ€™.โ€ Y este es el punto de vista que defendรญ. Este punto de vista corre el riesgo de ser oportunista, pero el principio de compromiso en la polรญtica es primordial porque, como insistiรณ Weber, โ€œel medio decisivo para la polรญtica es la violenciaโ€, y los que recurren a la violencia creyendo que tales acciones estรกn justificadas tienen que estar preparados tambiรฉn para aceptar las consecuencias, โ€œlas fuerzas diabรณlicas que acechan a toda violenciaโ€. Lo que me conmoviรณ fue la forma en que, despuรฉs de casi cuarenta pรกginas de distinciones didรกcticas e incluso รกridas sobre sistemas de partidos y tipos de roles polรญticos, irrumpe en su conferencia una pasiรณn personal que culmina en unas preocupaciones atormentadas y atribuladas y unas palabras finales estoicas. Hacรญa tiempo que habรญa identificado detrรกs de sus รบltimas observaciones cierta tensiรณn, y el pasaje que durante mucho tiempo permaneciรณ en mi mente, y que en numerosas relecturas de ese ensayo siempre me hizo detenerme, fue este:

Ahora bien, en el plano de las realidades, observamos de continuo cรณmo aquellos que proceden conforme a la รฉtica de la convicciรณn se convierten con gran rapidez en profetas quiliรกsticos; vemos, por ejemplo, a quienes han predicado repetidamente el amor frente a la fuerza acogerse en seguida a la fuerza, a la fuerza definitiva que trae implรญcito el aniquilamiento de la violencia total […] Para quien actรบa de acuerdo con la รฉtica de la convicciรณn resulta intolerable la irracionalidad รฉtica del mundo. Se trata de un racionalismo cรณsmico-รฉtico. Al respecto, todo aquel que haya leรญdo a Dostoievski recordarรก sin duda la escena del Gran Inquisidor, en la cual se plantea este problema en tรฉrminos muy profundos. No podemos meter en un mismo saco la รฉtica de la convicciรณn y la รฉtica de la responsabilidad, nos resultarรก imposible, asรญ como tampoco es posible determinar รฉticamente los fines que pueden santificar tales o cuales medios cuando pretendemos hacer alguna concesiรณn a este principio.

El idealismo suicida de Ernst Toller

Weber debe de haber tenido a alguien en mente. ยฟQuiรฉn? Habรญa dos jรณvenes angustiados que formaban parte del cรญrculo de Heidelberg de Weber durante la Primera Guerra Mundial, dos hombres cuyos tormentos contemplaba con simpatรญa. Ambos, por los mismos impulsos, se habรญan unido a causas revolucionarias, y ambos, a su manera, sufrieron destinos trรกgicos. Uno de ellos era Ernst Toller, poeta y dramaturgo profundamente emotivo. Sensible al antisemitismo de las universidades alemanas, Toller se fue a estudiar a Grenoble, pero regresรณ a Alemania en 1914, voluntariamente, para alistarse en el ejรฉrcito. Herido en el frente en 1916, sufriรณ una crisis nerviosa y, licenciado del ejรฉrcito, asumiรณ con una pasiรณn excesivamente moralizante la causa del pacifismo. En las sesiones de puertas abiertas que Weber celebraba los domingos por la tarde, en el invierno de 1917-18, leรญa sus poemas en voz alta. Sus oyentes, como relata Marianne Weber, se sentรญan โ€œconmovidos por el aliento de un alma pura que tenรญa fe en la bondad original y la solidaridad de los seres humanosโ€. Toller reuniรณ a su alrededor a un grupo de jรณvenes devotos con el pacifismo y pidiรณ a Weber que apoyara su causa. Como escribe Toller en su autobiografรญa, Fui alemรกn,

La mayorรญa de los jรณvenes de la รฉpoca se acercaron a Max Weber profundamente atraรญdos por su honestidad intelectual. Detestaba el romanticismo polรญtico y atacaba amargamente a [Max] Maurenbrecher [un destacado reformador social que proclamaba la misiรณn de Alemania de revitalizar Europa] y con รฉl a todos esos eruditos alemanes… ยฟDe quรฉ sirve, decรญa, encontrar la propia alma cuando la propia naciรณn anda a tientas en la oscuridad exterior? El Estado alemรกn era una autocracia.

Lo que Toller querรญa era la aprobaciรณn de una proclama que pedรญa, entre otras cosas, el gobierno de Eros en el mundo y la aboliciรณn de la pobreza. Weber se horrorizรณ โ€œante este programa confuso y poco realistaโ€ (como escribe Marianne Weber), pero cuando Toller fue detenido por provocar una huelga general, Weber pidiรณ que se le permitiera testificar y consiguiรณ su liberaciรณn. En febrero de 1919, los diversos partidos socialistas de Baviera, dirigidos por Kurt Eisner, se unieron para proclamar una repรบblica socialista independiente. El famoso economista Lujo Brentano y el joven filรณsofo austriaco Otto Neurath fueron puestos al frente de un programa de โ€œsocializaciรณn totalโ€ para frenar el creciente movimiento comunista. Fracasaron, y en abril una coaliciรณn mรกs radical, en la que destacaban Toller y el ensayista y filรณsofo anarquista Gustav Landauer, proclamรณ una nueva repรบblica soviรฉtica, solo para que una facciรณn bolchevique aรบn mรกs radical, dirigida por Eugen Levine, proclamara un rรฉgimen comunista.

Eisner habรญa sido asesinado en las primeras turbulencias. Cuando las tropas gubernamentales regresaron en mayo, Toller, con veintisรฉis aรฑos, se convirtiรณ en el comandante del Ejรฉrcito Rojo y dirigiรณ los destacamentos obreros en la brutal lucha callejera. Cuando la repรบblica soviรฉtica fue aplastada, Landauer fue asesinado y Neurath y Toller fueron juzgados por traiciรณn. Weber compareciรณ ante el tribunal por ambos. Atestiguรณ la integridad de Neurath y hablรณ especialmente โ€œen favor de Toller, de cuyo pensamiento idealista estaba tan seguro como de su inmadurez polรญticaโ€. Durante la vista judicial (como continรบa Marianne Weber), Max Weber caracterizรณ a Toller como un Gesinnungsethiker (un hombre guiado por una รฉtica de fines รบltimos) que era weltfremd (visionario) frente a las realidades polรญticas que habรญan apelado, inconscientemente, a los instintos histรฉricos de las masas. โ€œEn un arrebato de cรณleraโ€, dijo Max Weber, โ€œDios lo convirtiรณ en polรญticoโ€. Toller fue condenado a la prisiรณn fortaleza de Niederschรถnenfeld donde, en octubre de 1919, en un perรญodo febril de dos dรญas y medio, escribiรณ su famosa obra expresionista Masse-Mensch (tรญtulo que posteriormente se tradujo como Las masas y el hombre: Un fragmento de la revoluciรณn social del siglo XX).

Masse-Mensch es una obra moral, tan descarnada y sencilla como Jedermann, pero su tema es el dilema del uso de la violencia por una causa justa. La lรญder de la revoluciรณn es una mujer, Sonia, que desea una revoluciรณn de la Masse pero tambiรฉn reverencia la individualidad, Mensch. La revoluciรณn comienza con sangre y se ahoga en sangre. Durante la revoluciรณn, Sonia (la รบnica persona individualizada) pierde el control de los acontecimientos ante der Namenlose, el sin nombre, la imagen sin rostro de la violencia de masas. La revoluciรณn fracasa y Sonia es condenada a muerte. Der Namenlose aparece en la cรกrcel y le dice a Sonia que puede ser liberada, pero solo a costa de la muerte de un guardiรกn. Sonia se niega, y en un diรกlogo que tiene ecos de Weber y que recuerda a Brecht (la apologรญa de la revoluciรณn escrita diez aรฑos despuรฉs, Die Massnahme, un Lehrstรผck cuyo tรญtulo recuerda inquietantemente al de Toller), Toller escribe:

El Sin Nombre: Lo que cuenta son las Masas, no el hombre. ยกNo, tรบ no eres nuestra heroรญna, nuestro lรญder! Cada uno lleva consigo sus debilidades de origen; y las marcas de nacimiento de su clase: debilidad y autoengaรฑo.

La Mujer: ยกNo, tรบ no amas a la gente!

El Sin Nombre: Nuestra Causa va primero. Amo a la gente que serรก, amo el futuro.

La Mujer: La gente es lo primero. Sacrificas a la gente de ahora por unos dogmas.

El Sin Nombre: Nuestra Causa requiere de su sacrificio. Pero tรบ traicionas a las Masas, traicionas la Causa. Tienes que decidir hoy. El que vacila ayuda a nuestros amos, a los que nos oprimen y matan de hambre. El que vacila es nuestro enemigo.

La Mujer: Si tomara una sola vida humana, traicionarรญa a las masas. Quien actรบa asรญ acaba sacrificรกndose a sรญ mismo. Escรบchame: ningรบn hombre ha de matar por una causa. Maldita sea toda causa que necesite matar. Cualquiera que pida derramar la sangre de los hombres es Moloch. Dios era Moloch. El Estado es Moloch. Y las Masasโ€ฆ Moloch.

Conocรญ a Toller en Nueva York en 1937. Yo era entonces presidente de la Huelga de Estudiantes contra la Guerra en la sede del City College de Nueva York. Habรญa leรญdo su Masse-Mensch y citado con pasiรณn sus argumentos contra โ€œla izquierdaโ€. Habรญa devorado El libro de las golondrinas, el largo poema escrito en la cรกrcel, y luego Mirar a travรฉs de los barrotes, sus cartas escritas desde la cรกrcel, incluyendo sus poemas. Su autobiografรญa y sus obras de teatro habรญan moldeado mi conciencia. Compartรญa su romanticismo, pero tambiรฉn temรญa el holocausto que podrรญa desencadernarse por culpa de los excesos de la pasiรณn. Le escribรญ expresando mi admiraciรณn, y le pedรญ que se uniera a nosotros como รฉl, veinte aรฑos antes, habรญa pedido a sus mayores que se unieran a รฉl. Me respondiรณ con una nota triste en la que expresaba su consternaciรณn por el giro de los acontecimientos en el mundo, pero aceptรณ participar. Era un dรญa de abril, corrรญa un viento frรญo. Se acercรณ a nuestro estrado, un hombre delgado y compacto, de tez oscura, con ojos negros profundos. Comencรฉ a decirle con entusiasmo lo mucho que me gustaban sus escritos, pero parecรญa perturbado y no se sentรญa a gusto con esa atenciรณn. Lo presentรฉ al pรบblico, que en su mayorรญa no habรญa oรญdo hablar de รฉl. Hablรณ despacio, entrecortadamente, en un inglรฉs roto. La mayorรญa de los estudiantes no lo escucharon. Al cabo de un rato se detuvo y, tras un breve saludo a los que estรกbamos en el estrado, se marchรณ. Dos aรฑos mรกs tarde, tras la invasiรณn nazi de Checoslovaquia, se suicidรณ, actuando segรบn su propia รฉtica del fin รบltimo.

Lukรกcs y Kierkegaard

El segundo joven del cรญrculo de Weber con el que los Weber โ€œentablaron una estrecha amistadโ€ (como dice Marianne Weber) fue Gyรถrgy von Lukรกcs. Era hijo de un banquero hรบngaro-judรญo, Gyรถrgy von Lukรกcs, que habรญa recibido una patente de nobleza por los servicios prestados a la monarquรญa austro-hรบngara, y el hijo conservรณ el โ€œvonโ€ heredado hasta que se uniรณ al Partido Comunista Hรบngaro en 1918. En los aรฑos que precedieron a la Primera Guerra Mundial, Weber habรญa salido de su propio puritanismo ascรฉtico para explorar relaciones erรณticas; habรญa conocido, a travรฉs de Friedrich Gundolf, al famoso poeta estรฉtico Stefan George; y se habรญa convertido en el centro de un grupo de jรณvenes estudiantes rusos con los que mantuvo largas discusiones sobre Dostoievski y Tolstรณi, especialmente sobre Tolstรณi, cuya dedicaciรณn a la pureza moral y sus discursos sobre el Sermรณn de la Montaรฑa le atraรญan profundamente.

En este contexto, Lukรกcs, con sus propias y candentes preocupaciones estรฉticas y รฉticas, encontrรณ un pรบblico dispuesto. En 1910, con veinticinco aรฑos, habรญa publicado una colecciรณn de ensayos en hรบngaro, El alma y las formas, que apareciรณ en forma algo ampliada en alemรกn un aรฑo despuรฉs. Uno de los ensayos, โ€œEl estilo de vida burguรฉs y el arte por el arteโ€, una meditaciรณn sobre Theodor Storm โ€“un novelista y poeta hoy casi olvidado pero que en el tercer cuarto del siglo xix fue, con Eduard Morike y Theodor Fontane, uno de los escritores mรกs importantes de Alemaniaโ€“ plantea una paradoja en su tรญtulo y la resuelve mediante una formulaciรณn que se convirtiรณ en un motivo recurrente en el pesimismo cultural que ha persistido hasta nuestros dรญas. En su รฉpoca de auge, decรญa Lukรกcs, la vida y la cultura burguesas se fundรญan en forma de vocaciรณn:

La profesiรณn burguesa como forma de vida significa, en primer lugar, la primacรญa de la รฉtica en la vida: la vida dominada por algo que se repite sistemรกtica y regularmente, algo que sucede una y otra vez en obediencia a una ley [โ€ฆ] Su consecuencia mรกs profunda, quizรกs, es que esa dedicaciรณn puede vencer la soledad egoรญsta.

Pero en una รฉpoca de disoluciรณn la comunidad se disuelve, el artista vive alejado del mundo cotidiano de la burguesรญa, mientras que el artesano solo encuentra su sentido en la prรกctica de su vocaciรณn, del deber, como un fin en sรญ mismo. En este ensayo Lukรกcs daba expresiรณn, a travรฉs de la estรฉtica, a lo que el propio Weber habรญa presagiado en las melancรณlicas รบltimas pรกginas de La รฉtica protestante una media docena de aรฑos antes: la imagen prohibitiva de la โ€œpetrificaciรณn mecanizadaโ€ del ascetismo mundano, y lo que Thomas Mann habรญa retratado en su gran novela publicada tras el cambio de siglo, Los Buddenbrook: Decadencia de una familia, sobre el ciclo de cuatro generaciones de una familia mercantil burguesa que termina en una desintegraciรณn que el esfuerzo del รบltimo hijo, Hanno, cuya vida estรก enteramente comprometida con el arte, no puede evitar. Esta tensiรณn entre โ€œformaโ€ y โ€œvidaโ€ era el centro de la estรฉtica de Lukรกcs. No se podรญa establecer una โ€œformaโ€ en la vida, porque la vida, caรณtica y alienada, carecรญa de centro; sin embargo, la forma seguรญa existiendo en el arte, y la cuestiรณn para Lukรกcs era si la forma artรญstica podรญa superar la vida alienada que estaba disolviendo la cultura. El alma y las formas, como ocurre con cualquier escrito apasionado de un joven, tiene sus dimensiones autobiogrรกficas, y el verdadero hรฉroe del libro (como han seรฑalado Andrew Arato y Paul Breines) es Soren Kierkegaard. En gran medida descuidado despuรฉs de su vida, excepto por un largo estudio del crรญtico danรฉs Georg Brandes en 1877, Kierkegaard se dio a conocer rรกpidamente en Alemania antes de la Primera Guerra Mundial gracias a las traducciones de su obra entre 1909 y 1914. Lukรกcs fue uno de los primeros en explorar su pensamiento.

El ensayo sobre Kierkegaard se titula, significativamente, โ€œLa fundaciรณn de la forma contra la vidaโ€, y se subtitula โ€œSoren Kierkegaard y Regine Olsenโ€. El ensayo trata menos de cualquiera de los argumentos teolรณgicos de Kierkegaard que de su renuncia a Regine Olsen como paso necesario para convertirse en el hรฉroe ascรฉtico y tambiรฉn en la bรบsqueda de una vida absoluta a travรฉs de medios absolutos: โ€œEl mundo de la comuniรณn humana, el mundo รฉtico cuya forma tรญpica es el matrimonio, se sitรบa entre los dos mundos del alma de Kierkegaard: el mundo de la poesรญa pura y el mundo de la fe pura.โ€ Su gesto de renuncia fue โ€œun camino hacia el gran y รบnico amor absoluto, el amor de Diosโ€. Kierkegaard, escribiรณ Lukรกcs, โ€œconstruyรณ toda su vida a partir de un gestoโ€. Su โ€œheroรญsmo fue que quiso crear formas de vida. Su honestidad es consecuencia de haber visto una encrucijada y haber llegado hasta el final del camino que habรญa elegido. Su tragedia fue querer vivir lo que no se puede vivirโ€. Escritas en 1909, estas palabras se convertirรญan en un gesto diez aรฑos mรกs tarde y bien podrรญan servir, como veremos, de epitafio para la propia vida de Lukรกcs. De 1912 a 1915, fue miembro del cรญrculo de Weber, sobre todo en las habituales jornadas de puertas abiertas de los domingos, en las que la presencia de Weber dominaba la escena aunque, como escribiรณ su esposa, โ€œsolo algunos de los invitados, como Gundolf o Lukรกcs, fueron capaces de expresar sus ideas lo suficientemente bien como para convertirse en puntos de interรฉs independientesโ€.

Weber se interesรณ por el trabajo de Lukรกcs en el campo de la estรฉtica, pero lo que mรกs le atrajo fue un relato suyo escrito en 1912, โ€œVon der Armut am Geisteโ€ (De los pobres de espรญritu), sobre el autorreproche de un joven tras el suicidio de una chica a la que habรญa amado โ€“un hecho mรกs o menos autobiogrรกficoโ€“. El nรบcleo de la discusiรณn es la idea de โ€œbondadโ€ que, al igual que la idea de carisma de Weber, significa โ€œser agraciado con el poder de romper las formasโ€. Un tono dostoievskiano recorre el relato. Al igual que en Memorias del subsuelo, hay una crรญtica al comportamiento โ€œorientado a los objetivosโ€, โ€œresponsableโ€ o โ€œรบtilโ€, en definitiva, burguรฉs:

Quรฉ le importan a la bondad las consecuencias [โ€ฆ] La bondad no tiene utilidad como no tiene razรณn [โ€ฆ] La bondad es divina, metapsicolรณgica. Cuando la bondad aparece en nosotros, el paraรญso se ha convertido en realidad y la divinidad se despierta en nosotros. [โ€ฆ] ยฟRecuerdas a Sonia, al prรญncipe Myschkin, a Alexei Karamasoff en Dostoievski? Me has preguntado si hay hombres buenos: aquรญ estรกn.

La historia, mรกs claramente que la mayorรญa de escritos de Lukรกcs, revela las dos almas en su seno: una, la que busca estar entre los pocos elegidos que pueden prepararse para la โ€œbondadโ€, que pueden liberarse de su โ€œdeterminaciรณn psicolรณgicaโ€ (es decir, su propio pasado burguรฉs), para lograr la โ€œnecesidad metapsรญquicaโ€, el โ€œgiro del estado empรญrico a la vida autรฉnticaโ€, donde los hombres buenos son โ€œgnรณsticos de la acciรณnโ€; la otra, la nociรณn formal de obligaciรณn รฉtica, el hallazgo del propio daemon, la aceptaciรณn de la idea del deber, y ser โ€œposeรญdoโ€ por el propio trabajo, que es la verdadera virtud

((Que ese episodio y ese dilema absorbieron tambiรฉn a Weber se ve claramente en el hecho de que, segรบn informa Arthur Mitzman, โ€œWeber tenรญa tan alta opiniรณn del relato que propuso que se lo enseรฑaran al amante de una de las amigas de Marianne (Weber), junto con Los hermanos Karamazov, para disuadirlo de la idea de que el comportamiento moral debรญa juzgarse por sus resultados mรกs bien que por su valor intrรญnsecoโ€. Lo que resulta igualmente claro es que el elemento sexual, que parece encontrarse tras el colapso nervioso de Weber y sus dos decisivas relaciones extramaritales, tenรญa alguna relaciรณn con el hecho de que Weber se identificara con aquella historia.))

Como recuerda y resume Marianne Weber aquellos dรญas y estados de รกnimo, escribiendo una dรฉcada despuรฉs, tras la muerte de su marido:

Para Lukรกcs el esplendor de la cultura del mundo interior, en particular su lado estรฉtico, era el Anticristo, la competencia โ€œluciferinaโ€ contra la eficacia de Dios. Pero debรญa haber un desarrollo pleno de este รกmbito, pues no se debรญa forzar al individuo a elegir entre su mundo interior y lo trascendente. La lucha final entre Dios y Lucifer estรก aรบn por llegar y depende de la decisiรณn de la humanidad. El objetivo final es la salvaciรณn frente al mundo, no, como piensan [Stefan] George y su cรญrculo, la realizaciรณn en รฉl [รฉnfasis en el original].

Lukรกcs habรญa esperado instalarse en la tranquila paz acadรฉmica de Heidelberg, pero la guerra, junto con el apoyo prestado a Alemania por la mayor parte de la intelectualidad, incluido Weber, echรณ por tierra esas intenciones. En 1914-15, escribiรณ Teorรญa de la novela, que es el mรกs concentrado de sus escritos sobre la novela como forma. El anรกlisis es frรญo en todo momento, hasta las รบltimas pรกginas, en las que irrumpe un estallido de pesimismo cultural y Lukรกcs declara que โ€œla novela es la forma de la รฉpoca de la pecaminosidad absoluta, como dijo Fichte, y debe seguir siendo la forma dominante mientras el mundo estรฉ gobernado por las mismas estrellasโ€. Solo en Dostoievski, proclamรณ, se vislumbra un mundo nuevo, de un escritor quizรก tan grande como Homero o Dante. โ€œSerรก tarea de la interpretaciรณn histรณrico-filosรณfica decidir si estamos a punto de salir de la รฉpoca de la pecaminosidad absolutaโ€, o si esas esperanzas serรกn aplastadas โ€œpor el poder estรฉril de lo existenteโ€.

De Dios a la revoluciรณn

En 1915 Lukรกcs regresรณ a Budapest, y en torno a รฉl y a su amigo Bela Balazs se formรณ un pequeรฑo grupo que se reunรญa los domingos por la tarde para mantener debates inspirados en las reuniones del cรญrculo de Weber. Entre los miembros mรกs jรณvenes se encontraban Karl Mannheim, Arnold Hauser, Frederick Antal y Michael Polanyi, hombres que se hicieron famosos en el mundo angloamericano, asรญ como un grupo de intelectuales hรบngaros de mayor edad y hoy menos conocidos. El tema de discusiรณn era siempre elegido por Lukรกcs e invariablemente se centraba en alguna cuestiรณn รฉtica sugerida por los escritos de Dostoievski y Kierkegaard. La polรญtica y los problemas sociales, como recordarรญa posteriormente Arnold Hauser, nunca se discutรญan. Ademรกs, el grupo creรณ una โ€œEscuela Libreโ€ en 1917, y varios miembros dieron conferencias sobre sus intereses. Como seรฑalรณ Mannheim en una conferencia programรกtica, la tradiciรณn cultural con la que la escuela deseaba identificarse incluรญa, โ€œen la Weltanschauung y la actitud ante la vida, a Dostoevski; en nuestras convicciones รฉticas, a Kierkegaardโ€.

El Partido Comunista Hรบngaro se formรณ el 24 de noviembre de 1918. Lukรกcs se uniรณ al partido al mes siguiente junto con su esposa Yelena Grabenko y Bela Balazs. Los miembros de su club de debate de los domingos, que seguรญan sin comprometerse, recibieron la noticia con estupor. Como relata Lee Congdon: โ€œLe habรญan conocido bien y le habรญan oรญdo hablar a menudo de Dostoievski y Kierkegaard y de los grandes problemas morales universales que definen la condiciรณn humana. Pero nunca le habรญan oรญdo hablar de Marx o de la necesidad de la participaciรณn polรญtica.โ€

Los comunistas estaban aรบn mรกs desconcertados. En su autobiografรญa, el escritor proletario Lajos Kassak recordaba su sorpresa al enterarse de que Lukรกcs escribรญa en revistas comunistas:

รฉl, que unos dรญas antes habรญa publicado un artรญculo en Szabadgondolat (Pensamiento libre) en el que decรญa con รฉnfasis filosรณfico que el movimiento comunista no tenรญa una base รฉtica y que, por tanto, era inadecuado para la creaciรณn de un mundo nuevo. Anteayer escribiรณ esto, pero hoy se sienta a la mesa de la redacciรณn del Vรถrรถs Ujsdag.

En ese artรญculo, โ€œEl bolchevismo como problema moralโ€, que se publicรณ, irรณnicamente, en el mes en que Lukรกcs ingresรณ en el partido, cuestionรณ la opiniรณn de que la victoria del proletariado acabarรญa con la opresiรณn. Si se admitรญan las afirmaciones de Marx, โ€œentonces es necesario aceptar el mal como mal, la opresiรณn como opresiรณn, el nuevo dominio de clase como dominio de claseโ€. Los bolcheviques, en su creencia de que el bien (la sociedad sin clases) podรญa surgir del mal (la dictadura y el terror), estaban demostrando una fe que era un ejemplo de credo quia absurdum est; y รฉl era incapaz de compartir esa fe, ya que la mejor parte de la sabidurรญa era el uso solo de medios morales para lograr fines morales. Sin embargo, una semana despuรฉs, Lukรกcs habรญa experimentado una conversiรณn. Al igual que Kierkegaard, Lukรกcs apostรณ entonces toda su vida por โ€œun gestoโ€. En un ensayo de una dรฉcada antes, se habรญa quedado prendado de las โ€œetapas en el camino de la vidaโ€ de Kierkegaard, que este habรญa definido como lo estรฉtico, lo รฉtico y lo religioso. Pero estos no eran lugares para la elevaciรณn racional, ya que entre cada uno de ellos habรญa un โ€œabismo insalvableโ€. El paso de uno a otro solo podรญa darse mediante un โ€œsaltoโ€, esa decisiรณn existencial que Lukรกcs veรญa como โ€œla metamorfosis de toda la existencia de un hombreโ€. Y entonces Lukรกcs tambiรฉn habรญa dado un โ€œsaltoโ€, no de lo รฉtico a lo religioso, sino de lo รฉtico a lo polรญtico, que era a su vez religioso. Con ese salto, se convirtiรณ en uno de los virtuosos especiales cuyas vidas estรกn atrapadas en el ritmo interminable del pecado y la expiaciรณn y la trรกgica sensaciรณn de no saber nunca si el resultado es la salvaciรณn o la condena.

El escollo para Lukรกcs habรญa sido el problema del terror y la probabilidad de que la dictadura no se liquidara a sรญ misma. Habรญa meditado profundamente sobre Los poseรญdos de Dostoievski, habรญa discutido la cuestiรณn con su esposa, Yelena Grabenko, que habรญa cumplido una condena en las cรกrceles zaristas por pertenecer al ala terrorista del Partido Social-Revolucionario Ruso, y a diferencia de la mayorรญa de los intelectuales que se afiliaron al partido, tuvo el valor de mirar de frente a esa cabeza de Medusa. En un ensayo publicado en 1919, titulado Tรกctica y รฉtica, Lukรกcs expuso su apologรญa pro vita sua. En la โ€œera de la pecaminosidad absolutaโ€ no hay escapatoria para los hombres que desean conservar su pureza moral. Todos los hombres estรกn atrapados en el dilema de la violencia de la revoluciรณn y la violencia sin sentido del viejo mundo corrupto. Sin embargo, la elecciรณn no es arbitraria si se entiende la idea de โ€œsacrificioโ€, que es el sacrificio del propio yo moral. Lukรกcs lo subrayรณ citando las novelas de Boris Savinkov, el terrorista socialrevolucionario ruso que habรญa sido uno de los asesinos del ministro ruso Von Plehve:

El asesinato no estรก permitido; el asesinato es un pecado incondicional e imperdonable. Sin embargo, es ineludiblemente necesario: no estรก permitido, pero debe hacerse. […] Savinkov no ve la justificaciรณn de su acto (eso es imposible), sino su raรญz moral mรกs profunda en que sacrifica no solo su vida, sino tambiรฉn su pureza, su moralidad, incluso su alma por sus hermanos. En otras palabras, solo aquel que reconoce sin tapujos y sin reservas que el asesinato no es en ningรบn caso sancionable puede cometer el acto asesino que es verdadera โ€“y trรกgicamenteโ€“ moral.

Y Lukรกcs concluye: โ€œPara expresar este sentido de la mรกs profunda tragedia humana en las incomparablemente bellas palabras de la Judith de Hebbel: โ€˜Aunque Dios haya puesto el pecado entre mรญ y el acto que se me ha encomendado, ยฟquiรฉn soy yo para poder escapar de รฉl?โ€™.โ€

Cuando leรญ por primera vez ese pasaje en 1974, me di cuenta de repente de que era Lukรกcs a quien Weber habรญa tenido en mente en aquellas pรกginas finales de La polรญtica como vocaciรณn; cuando dijo: โ€œEl defensor de una รฉtica de fines absolutos no puede enfrentarse a la irracionalidad รฉtica del mundo.โ€ Era la decisiรณn de Lukรกcs la que habรญa provocado la angustia de Weber. Muchas imรกgenes borrosas se enfocaban ahora de forma coherente.

Hace mucho tiempo comentรฉ con mi antiguo compaรฑero del City College, Melvin Lasky, las notables pรกginas de la obra de Franz Borkenau El comunismo mundial (1938), en las que ese experto excomunista (el รกngel caรญdo de la Escuela de Frankfurt) habรญa citado un artรญculo poco conocido escrito en 1921 por Ilona Duczynska (la esposa de Karl Polanyi y una de las fundadoras del movimiento comunista hรบngaro), con motivo de su temprana ruptura con el movimiento comunista, refiriรฉndose de forma velada a Lukรกcs:

Un teรณrico y quizรกs el รบnico cerebro del comunismo hรบngaro me dijo una vez: โ€œEl mรกs alto deber de la รฉtica comunista es aceptar la necesidad de actuar inmoralmente. Este es el mayor sacrificio que nos exige la revoluciรณn. La convicciรณn del verdadero comunista es que el mal se transforma en dicha a travรฉs de la dialรฉctica de la evoluciรณn histรณrica.โ€

Y fue esta โ€œteorรญa dialรฉctica de la maldadโ€ la que constituyรณ el nรบcleo del famoso retrato de Lukรกcs dibujado por Thomas Mann en el personaje de Naphta, el dialรฉctico judรญo-jesuita de La montaรฑa mรกgica. En mi conferencia de Hobhouse en la London School of Economics en la primavera de 1977, titulada โ€œยฟEl retorno de lo sagrado?โ€, escribรญ una secciรณn sobre Lukรกcs y las fuentes gnรณsticas de las religiones polรญticas. Pensรฉ entonces en establecer la conexiรณn entre Weber y Lukรกcs, pero no tenรญa mรกs pruebas que las alusiones especulativas y, aunque era fascinante como historia moral de detectives, el excurso serรญa una digresiรณn en el hilo de mi argumento. En 1979 habรญa iniciado una correspondencia con la sociรณloga hรบngara รgnes Heller, la รบltima alumna de Lukรกcs y su albacea literaria. La seรฑorita Heller, su marido Ferenc Fehรฉr y su colega Andras Hegedus, antiguo primer ministro comunista de Hungrรญa, habรญan perdido unos aรฑos antes sus puestos de profesor y fueron perseguidos de forma mendaz por plantear pรบblicamente cuestiones sobre la burocracia, el derecho a la libre oposiciรณn y temas similares, aunque siempre dentro del marco del socialismo.

Finalmente, la seรฑorita Heller y su marido pudieron marcharse y ocupar puestos de profesores en Australia. En una de mis cartas, le planteรฉ a la seรฑorita Heller mi creencia de que uno de los hilos ocultos del ensayo de Weber, y la persona que tenรญa en mente en la secciรณn crucial que he citado antes, era Lukรกcs. Ella respondiรณ:

En cuanto a Politik als Beruf: el pasaje estรก interconectado con conversaciones y debates entre Weber y Lukรกcs, pero no de forma directaโ€ฆ hay un vรญnculo directo [diferente]: en enero de 1919 Weber enviรณ una carta personal de advertencia (eine Art von Kassandrabrief) a Lukรกcs, que acababa de unirse al comunismo, cuyo contenido bรกsico es: el experimento ruso, demasiado audaz, desacreditarรก โ€“moral y sociolรณgicamenteโ€“ al socialismo durante cien aรฑos. Este fue un giro inesperado con Weber: preocuparse por el socialismo. Este es bรกsicamente el trasfondo. Dostoievski, tiene razรณn, es fundamentalmente โ€œimportadoโ€ en este complejo de problemas por Lukรกcs. (Por separado, mi marido Ferenc Fehรฉr le enviarรก su ensayo Am Scheideweg des romantischen Antikapitalismus, que contiene la historia โ€œsecretaโ€ de un libro de Lukรกcs-Dostoievski, la revoluciรณn rusa, etc.) Pero en concreto este es un pasaje muy injusto y definitivamente no es una respuesta a Lukรกcs. Es injusto (a) porque amalgama a Lenin y a Rosa [Luxemburgo]: Lenin sรญ tenรญa la convicciรณn de que โ€œnoch einege Jahre Krieg und Revolution anstatt ietzt Friede und keine Revolutionโ€ [โ€œalgunos aรฑos mรกs de guerra y revoluciรณn, o la paz ahora y ninguna revoluciรณnโ€]. Rosa definitivamente no. La referencia al espartaquismo en este sentido y en este mismo momento โ€“el momento histรณrico de su carnicerรญaโ€“ no es del todo agradable. (b) Lukรกcs nunca ha representado una รฉtica del amor que se convirtiera en una simple รฉtica (maquiavรฉlica) de la violencia โ€œfinalโ€. Pero es cierto que Lukรกcs hizo comprender a Weber en muchos aspectos que la รฉtica personal del Gran Inquisidor y la รฉtica colectiva del revolucionario ruso tienen muchos rasgos importantes en comรบn y que en el contraste entre la รฉtica del amor (impotente) del Jesรบs de la parรกbola y la Gewaltethik materialista del Inquisidor se expresa la antinomia moral bรกsica de la รฉpoca.

Asรญ que ahรญ estaba. Weber, angustiado al ver cรณmo los jรณvenes que habรญan estimulado su vejez se hacรญan revolucionarios, tratรณ de disuadirlos, o al menos intentรณ que rindieran cuentas ante la Historia. En un sentido inmediato, su esfuerzo fue inรบtil. Pero ยฟhay algo de caridad en todo esto? Toller se habรญa retirado a un pacifismo absoluto y al suicidio. Lukรกcs habรญa atravesado un valle de lรกgrimas hasta el amargo final, fue un racionalista cรณsmico llevado por un romanticismo fรกustico al pacto con el diablo que lo atรณ hasta el final de sus dรญas.

(( El punto รกlgido fue la degradante โ€œconfesiรณnโ€ de Lukรกcs en Moscรบ, en 1934, ante la secciรณn filosรณfica de la Academia Comunista, cuando repudiรณ el libro que le habรญa dado su reputaciรณn, Historia y conciencia de clase. Como dijo en ese momento: โ€œEmpecรฉ como estudiante de Simmel y Max Weber (entonces estaba bajo la influencia de las tendencias filosรณficas alemanas, las Geisteswissenschaften) y me desarrollรฉ, filosรณficamente hablando, desde el idealismo subjetivo al objetivismo, desde Kant a Hegel [โ€ฆ] Entrรฉ en el Partido Comunista de Hungrรญa en 1918 con una visiรณn del mundo que era claramente sindicalista e idealista [โ€ฆ] El libro que publiquรฉ en 1923 [โ€ฆ] era una sรญntesis filosรณfica de estas tendencias.โ€))

Como dijo el predicador Koheleth: โ€œEn mi vacรญa existencia lo he visto todo, desde un justo que perece en su justicia hasta un malvado que envejece en su maldad. No seas demasiado justo ni demasiado sabio.โ€

Mis primeras penas, por fortuitas que fueran, habรญan llegado con el conocimiento de Kronstadt. Ese conocimiento, combinado con mi temperamento, me convirtiรณ en un menchevique de toda la vida โ€“he elegido, casi siempre, el mal menorโ€“. Como he sobrevivido โ€“como observador, gracias a Dios, mรกs que como vรญctimaโ€“ a las purgas estalinistas y los paroxismos nazis, al Holocausto y el Gulag, a las medidas frรญamente calculadas para diezmar a una clase educada en Camboya y la alegre matanza de diferentes tribus en Uganda, cuestiones todas estas que han hecho de este siglo el mรกs pavoroso de la historia humana, hace mucho tiempo que empecรฉ a temer a las masas en la polรญtica y a aquellos que fustigan las pasiones de las muchedumbres โ€œen nombre del puebloโ€, como en otro tiempo se hacรญa en nombre de Dios. Siempre me he considerado socialista en economรญa, en el sentido de que he defendido el principio de que los recursos de la comunidad, como primer gravamen, deben utilizarse para satisfacer las โ€œnecesidades bรกsicasโ€ de todos (y el concepto de โ€œnecesidades bรกsicasโ€ no es tan ambiguo; es lo que estรก por debajo de los โ€œingresos discrecionalesโ€ del bolsillo de la clase media).

Y porque aprecio profundamente los hilos de continuidad que puede proporcionar una tradiciรณn, frente al sincretismo que mezcla indiscriminadamente todas las culturas, soy un conservador de la cultura. Y en cuanto a la polรญtica: si hay alguna lecciรณn que aprender de este espantoso siglo, es que la polรญtica ideolรณgica, la polรญtica a ultranza โ€“la polรญtica que se grita en nombre del pueblo y que, como observรณ una vez Groucho Marx, busca el poder para los que gritan โ€œpoder para el puebloโ€โ€“ destruye al pueblo y a menudo tambiรฉn a los que gritan. La รฉtica de la responsabilidad, la polรญtica de la civilidad, el miedo al fanรกtico y al fundamentalista โ€“y al hombre moral dispuesto a sacrificar su moral en el delirio egoรญsta de la desesperaciรณn totalโ€“ son las mรกximas que han regido mi vida intelectual. Y sin embargo, como ha dicho Hegel, la historia no enseรฑa nada a los que creen que pueden cambiar โ€œsuโ€ curso. (โ€œLos ejemplos de virtud elevan el alma y son aplicables a la instrucciรณn moral de los niรฑosโ€.)

El romanticismo corrupto de la โ€œRevoluciรณnโ€ โ€“ยกel equivalente moral de la guerra!โ€“ ejerce su constante y renovada fascinaciรณn. Contra la groserรญa de la vida burguesa, como en Alemania, o el abatimiento burocrรกtico, como en Italia, los nuevos jรณvenes terroristas, como la banda terrorista Baader-Meinhof en Alemania o las Brigadas Rojas en Italia, recurren a los atentados y a las ejecuciones para derribar el โ€œEstado represivoโ€. Y sin duda, cuando se publiquen sus cartas y se lean sus diarios, tendremos tambiรฉn sus angustiosas reflexiones sobre el asesinato y la moral. El lenguaje es ahora hueco y rebuscado, una autocomplacencia del alma adolescente. Hace setenta aรฑos, entre los jรณvenes terroristas rusos, cada acto se realizaba con miedo y temblor, pues el joven idealista reconocรญa que estaba cometiendo un asesinato y la mayorรญa de las veces se suicidaban en el acto. Hoy, con el terrorismo cada vez mรกs presente, el sentido individual se ha anestesiado, y el terror se ha convertido en un catecismo de los calibanes. Estoy demasiado cansado como para escuchar, demasiado enfadado para oรญr. Todavรญa estรกn en mi mente los mandatos de Max Weber: โ€œEl que busca la salvaciรณn del alma, de la suya y de la de los demรกs, no debe buscarla por la vรญa de la polรญtica.โ€ Fue esta cita con la que terminรฉ mi monografรญa de 1952 sobre el socialismo marxiano en Estados Unidos. Dado que la muerte del socialismo es el hecho polรญtico mรกs trรกgico โ€“y no reconocidoโ€“ del siglo XX, es un mandato que debe ser atendido ahora mรกs que nunca. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en Partisan Review. Vol. XLVIII, N.ยบ 4 (1981), 532โ€“551.

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Daniel Bell (Nueva York, 1919 - Cambridge, Massachusetts, 2011) era sociรณlogo. Entre sus libros destacan 'El advenimiento de la sociedad post-industrial' o 'Las contradicciones culturales del capitalismo'.


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