Problemas y luchas

Para evitar caer en la desesperaciรณn, frente a un debate pรบblico en crisis y sometido al tribalismo, conviene distinguir entre problemas y luchas. Los problemas son tรฉcnicos; las luchas, histรณricas. Los problemas se solucionan; en las luchas se combate. Los problemas pueden acabar; las luchas no.
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Entonces Hipias, que lo escuchรณ, dijo como riรฉndose de รฉl:
โ€œยฟEs que todavรญa andas diciendo, Sรณcrates, las mismas cosas que te oรญ decir tiempo atrรกs?โ€
Y Sรณcrates le contestรณ: โ€œSรญ, Hipias; y, lo que resulta mรกs sorprendente,
no solo digo siempre las mismas cosas, sino tambiรฉn sobre los mismos temas.โ€

Jenofonte, Recuerdos de Sรณcrates, IV.4.6
[Trad. Josรฉ Antonio Caballero Lรณpez]

En la plenitud de desalientos que es la historia contemporรกnea, quizรก el que mรกs me escuece es que cada vez tengo menos esperanza en la posibilidad de persuadir. ยฟQuiรฉn cambia ya de opiniรณn? ยฟCuรกl es la diferencia entre una sociedad abierta pero intelectualmente petrificada y una sociedad cerrada? En una sociedad democrรกtica, que se rige por intercambios y tabulaciones de opiniones, el primer requisito de una ciudadanรญa significativa es la receptividad. La irreflexiรณn es una traiciรณn a la democracia. John Stuart Mill dijo que la democracia es โ€œgobierno a travรฉs del debateโ€. El propรณsito del debate es demostrar el mรฉrito de las opiniones, bajo la presunciรณn de que uno puede convencer a otros, o ser convencido por otros, de nuevos puntos de vista. Una de las experiencias fundamentales de la vida democrรกtica es admitir que uno estรก equivocado. En los debates sobre grandes principios y grandes programas, no todo el mundo puede tener razรณn, y a veces ni siquiera un poco de razรณn; y en un orden liberal la adjudicaciรณn de las contradicciones no se lleva a cabo con pistolas sino con argumentos. O eso nos gusta decirnos a nosotros mismos. Pero el degradante espectรกculo de lo que pasa por debate pรบblico en Estados Unidos ha hecho tambalearse mi vetusta fe en la fiabilidad de los argumentos. ยฟSon las redes sociales un debate? ยฟEs un grito un argumento? ยฟDรณnde estรก la deliberaciรณn razonada que Milton, Madison y Mill consideraban la base de una entidad polรญtica decente? Ellos intuรญan que el camino de la sinrazรณn a la indecencia no es largo, y nosotros estamos confirmando diabรณlicamente su intuiciรณn. Hemos convertido la โ€œrazรณn pรบblicaโ€ en un oxรญmoron. Nos ahogamos en la basura discursiva. Incluso las personas que creen en la persuasiรณn parecen persuadirse solo entre sรญ. No son mรกs que otra comunidad estadounidense de elegidos: la secta meliflua y elocuente de los argumentadores.

Muchos observadores han detectado esta catรกstrofe intelectual. Sugieren una serie de soluciones. Debemos mantener la mente abierta. Debemos escuchar con mรกs atenciรณn. Debemos respetarnos. Debemos ser razonables e incluso racionales. Debemos identificar nuestros prejuicios y corregirlos. Debemos aportar pruebas. Debemos bajar la temperatura. Debemos aumentar nuestra capacidad de empatรญa. Debemos conectar con los demรกs y con el Otro. Debemos practicar la humildad epistรฉmica. Estas homilรญas estรกn por todas partes, y todas las prรฉdicas son ciertas. En efecto, debemos hacer todas estas cosas nobles y necesarias. Son los rasgos de un individuo democrรกtico. Pero ยฟno ha llegado el momento de seรฑalar la inutilidad de esta sabidurรญa en los Estados Unidos de hoy dรญa? Nadie parece escuchar que deberรญamos escuchar. Esas exhortaciones casi no dejan huella en nuestra vida pรบblica, que se vuelve cada vez mรกs tonta y desagradable. Se han convertido en un triste y encantador gรฉnero propio, un contrapunto periodรญstico de perogrulladas urgentes pero tranquilizadoras. Puede que no consigan mรกs que proporcionar consuelo y compaรฑรญa a quienes las pronuncian. Yo mismo he pronunciado muchas de ellas, y las mantengo. Son las รบnicas respuestas. Pero empiezo a sentirme un poco tonto, desconectado y marginal; no me siento lo bastante รบtil.

Hasta cierto punto, por supuesto, siempre fue asรญ. Nunca hubo una รฉpoca en la que la cortesรญa madisoniana gobernara nuestra polรญtica. ยฟHubo alguna vez un medio de comunicaciรณn renuente al fanatismo o que diera la espalda a la mentira? ยฟLos fanรกticos y los extremistas se han quedado alguna vez sin instrumentos de influencia? Supongo que esta larga historia de lo que nos aqueja puede servirnos de consuelo. No somos los primeros en no estar a la altura de nuestros ideales discursivos.

Ademรกs, es bueno que la gente defienda aquello en lo que cree. La obstinaciรณn intelectual es, a su manera, una seรฑal de madurez intelectual. Con demasiada frecuencia se confunde lo maleable con lo razonable. Es bueno que la gente tenga convicciones firmes y que confiera a las creencias un papel destacado en su identidad. Pero la fuerza de una convicciรณn no tiene nada que ver con su mรฉrito. Las creencias no son como los alimentos que saben mejor calientes. Demasiadas personas sostienen sus creencias por malas razones, o sin ninguna razรณn en absoluto, simplemente porque otras personas como ellas las sostienen, en las โ€œcascadasโ€ y los โ€œcontagiosโ€ que han examinado los cientรญficos sociales en su estudio de nuestra era de conformidad. En la articulaciรณn de nuestras creencias, el sustituto mรกs comรบn de las razones son las pasiones. La idolatrรญa de los sentimientos que caracteriza a nuestra cultura desde hace muchas dรฉcadas se ha extendido ahora a nuestra polรญtica. Pero ยฟquรฉ tiene que ver la pasiรณn con la persuasiรณn? Persuadir por medio de la pasiรณn es una bonita definiciรณn de demagogia.

Esta vez nos hemos quedado muy cortos. El colapso es especialmente doloroso para alguien como yo, que ha pasado aรฑos en el negocio de la argumentaciรณn. Era, y sigue siendo, una vocaciรณn idealista. Venรญa acompaรฑada de muchos escrรบpulos sobre la integridad de la argumentaciรณn. Nos esforzรกbamos mucho cuando discutรญamos e intentรกbamos no hacerlo nunca de manera personal. (Casi nadie tiene un historial perfecto a la hora de convertir una discusiรณn en una pelea. Yo, desde luego, no lo tengo. A veces la hostilidad surge de forma natural tras haber comprendido las peligrosas tonterรญas que tu interlocutor vende.) Habรญa una atmรณsfera de regocijo que rodeaba la seriedad. Por supuesto, tambiรฉn existรญan formas degradadas de la prรกctica: el tipo gladiatorio, donde el debate es una especie de deporte, una exhibiciรณn de virtuosismo dialรฉctico, un concurso de astucia; y el tipo acadรฉmico, en el que el debate consiste en hacer โ€œmovimientosโ€ y โ€œgirosโ€ y combinaciones de los mismos, como en un juego profesional; y el tipo del festival de ideas, en el que el pensamiento se presenta alegremente como una โ€œparada obligatoriaโ€ para el entretenimiento de los clientes y de los ricos. Pero aรบn quedaban, aรบn quedan, intelectuales con sentido del honor, para quienes la verdad y el mรฉtodo son lo mรกs importante, y que consideran su actividad, con razรณn, como una contribuciรณn significativa a su sociedad. Uno pensarรญa que estas personas nunca son mรกs valiosas que en una crisis, pero me temo que estรกn aprendiendo que es precisamente en una crisis cuando pueden ser menos valiosas y mรกs fรกcilmente anuladas. En 2016, por ejemplo, casi todos los columnistas conservadores que tendรญan a la reflexiรณn en Estados Unidos se opusieron valientemente a Trump, y fue como si nunca hubieran existido. Ahora mismo, el argumento de la persuasiรณn, un argumento estadounidense donde los haya, parece estar experimentando la misma indiferencia.

Sin embargo, hay otra forma de considerar este problema, y otros, para eludir la desesperaciรณn y encontrar fuerzas. Se trata de considerarlo no como un problema, sino como una lucha.

El รฉxito con el que afrontamos las dificultades que se nos presentan depende, en primer lugar, de una descripciรณn precisa de las mismas. Nada destruye tan rรกpidamente la esperanza como plantear una pregunta de manera que resulte imposible responderla. Una pregunta asรญ nos deja con la impresiรณn paralizante de que el mundo es finalmente irresoluble, de que no hay nada que hacer. Es uno de los mejores trucos del pesimismo. Hay situaciones, por supuesto, en las que no se puede hacer nada, pero son raras, incluso en la adversidad, y tambiรฉn hay que caracterizarlas con precisiรณn, si queremos estar seguros de que la realidad es la que nos estรก frustrando y no nosotros mismos.

Hay problemas y hay luchas. Los problemas tienen soluciones; las luchas tienen resultados. Los problemas son tรฉcnicos; las luchas son histรณricas. Los problemas se repiten; las luchas persisten. Los problemas enseรฑan impaciencia; las luchas, paciencia. Los problemas se solucionan; en las luchas se combate. Los problemas exigen habilidad; las luchas, carรกcter. Los problemas exigen conocimientos; las luchas, sabidurรญa. Los problemas pueden acabar; las luchas no. Un problema que no termina es una derrota o un fracaso; una lucha que no termina es una responsabilidad y un legado. No se nos da a elegir entre un mundo de problemas y un mundo de luchas, por lo que debemos ser diestros. Los distintos temperamentos se inclinan hacia uno u otro, o se sienten especialmente acosados por ellos; y lo mismo puede ocurrir con las comunidades y las sociedades. La afinidad estadounidense por los problemas frente a las luchas es bien conocida: la gran epopeya estadounidense del sentido prรกctico y sus recompensas. Nos importa tanto lo prรกctico que con el tiempo se elevรณ a filosofรญa, segรบn la cual las satisfacciones probadas de un martillo y un clavo eran lo suficientemente poderosas como para librarnos nada menos que de la metafรญsica. William James, que perversamente consideraba el pragmatismo un rรฉgimen espiritual, definiรณ una vez la realidad como โ€œuna jungla perfecta de conveniencias concretasโ€. Sea o no asรญ la realidad, la realidad estadounidense lo es. El desenfreno de la religiosidad estadounidense puede entenderse como la respuesta a ese entorno de utilidades desenfrenadas. (Silicon Valley es un hervidero de basura new age.) Sin embargo, la obsesiรณn estadounidense por el funcionamiento de las cosas ha producido muchos resultados admirables, entre ellos la tecnocracia que ahora inspira la ira de los populistas. Pero a la larga las luchas tambiรฉn tienen un lugar para la polรญtica, pero es mejor que no la hagan los visionarios.

Los pensadores, desde Agustรญn hasta Heidegger, han menospreciado los usos de las cosas. Segรบn el segundo, lo โ€œlisto para usarโ€, debido a su โ€œutilidadโ€, es ontolรณgicamente superficial y estรก demasiado alejado del Ser. Segรบn el primero, el uti, el uso de algo por el bien de otra cosa, es igualmente secundario y extrรญnseco a los significados mรกs elevados, y se pregunta si โ€œlos hombres deben disfrutar, usar o hacer ambas cosasโ€. La experiencia estadounidense del disfrute en el uso, del placer en la funciรณn, estรก mรกs allรก de su imaginaciรณn. Una visita a una ferreterรญa estadounidense echarรญa por tierra semejante jerarquรญa de valores. A los antipragmรกticos les inquieta el amor por lo extrรญnseco, igual que a los pragmรกticos les inquieta el amor por lo intrรญnseco. La respuesta a la pregunta de Agustรญn, obviamente, es que debemos hacer ambas cosas.

Ademรกs, hay gloria, y no solo necesidad, en nuestros logros prรกcticos (igual que, por ejemplo, hay belleza, y no solo necesidad, en la arquitectura). El homo faber, si ha de hacer cosas y construirlas, debe incluir entre sus talentos un sentido de la forma y un concepto del diseรฑo, asรญ como una capacidad para elaborar los propรณsitos de un objeto ademรกs de sus propiedades materiales. El abismo entre la instrumentalidad y el arte no es tan grande como nos quieren hacer creer los estetas y los platรณnicos. Aprendรญ esa lecciรณn en Kensington, Maryland, donde habรญa una tienda que vendรญa herramientas antiguas โ€“herramientas de carpinterรญa, de construcciรณn, de cocina, para la chimeneaโ€“, un paraรญso de la practicidad; y cuando entrรฉ por primera vez en la tienda me sorprendiรณ no el espectรกculo de la utilidad, sino el de la imaginaciรณn. Las formas y los metales eran preciosos. Todavรญa conservo la pesada olla de hierro de finales del siglo XIX, con sus delicadas asas y su tapa bellamente picada, que adquirรญ allรญ. Es un lastre bienvenido para mis aspiraciones elevadas.

He aquรญ un pasaje de uno de los muchos libros estadounidenses sobre (este es su subtรญtulo) โ€œcรณmo perfeccionar el fino arte de la resoluciรณn de problemasโ€:

La resoluciรณn de problemas es una habilidad fundamental para la supervivencia porque las cosas nos salen mal todo el tiempo. Resolver problemas es crucial para la productividad, los beneficios y la paz. Sin embargo, nuestro mundo complicado y dependiente de la tecnologรญa ha cortocircuitado nuestra capacidad para resolver problemas. ยฟPor quรฉ aprender a arreglar algo cuando Google puede hacerlo? Por desgracia, la calamidad no siempre cabe en una barra de bรบsqueda. Y cada vez mรกs en nuestro mundo moderno y peligroso, los problemas que surgen son sutiles, estรกn cargados de subtexto o se tambalean en la punta de una pendiente resbaladiza: todos los atributos que requieren un toque humano para resolverlos. Como tales seres humanos, no solo debemos ser capaces de abordar los problemas que surgen en todas las profesiones y รกmbitos de la vida, sino tambiรฉn de resolverlos. Antes de que nos ahoguen, nos condenen o nos destruyan. Afortunadamente, la resoluciรณn de problemas es una habilidad que puede aprenderse.

Prรกcticamente puedo oรญrย el himno nacionalย de fondo. Pero todas las palabras son irreprochables, excepto quizรก la referencia a la paz, que pertenece de forma mรกs realista al รกmbito de la lucha. La confianza inquebrantable en la capacidad humana, el respeto por lo concreto, el elogio de lo artesanal y lo colaborativo, la fe en la educaciรณn y la transmisiรณn de habilidades: son elementos de la mentalidad que construyรณ ciudades y creรณ revoluciones tecnolรณgicas, y sus deslumbrantes beneficios sociales y econรณmicos. Los inventores, los manitas, los chapuzas, los reparadores, los retocadores: son pilares de la existencia cotidiana, que desafรญan nuestro sentimiento de impotencia y nos liberan de muchas de las opresiones de nuestro entorno material. Hacen que la vida sea mรกs digna, porque hay dignidad en la seguridad y la comodidad y en la conquista de la ansiedad.

La misma mentalidad, por desgracia, estos mismos elementos son tambiรฉn la fuente de nuestros peligros icarianos. A veces, nuestra capacidad de hacer cosas supera nuestra capacidad de comprender lo que estamos haciendo, y desplegamos nuestros inventos antes de comprender adecuadamente sus propรณsitos y sus efectos. La โ€œresoluciรณn de problemasโ€ no tiene contenido รฉtico; sirve a muchas causas y a muchos cรณdigos. El mal, como la bondad, busca apoyo tรฉcnico, razรณn por la cual โ€œpragmรกticoโ€, en el uso ordinario, tambiรฉn tiene una connotaciรณn peyorativa. (Al igual que โ€œsolucionadorโ€.) La cuestiรณn de cรณmo funcionan las cosas nunca es la pregunta mรกs fundamental que uno puede hacerse sobre los asuntos humanos. Pero las preguntas fundamentales no son las รบnicas que estamos obligados a hacernos. Somos, incluso los de alma mรกs grande, criaturas vulgares que viven frรกgilmente en un mundo de grietas y apaรฑos. Nos fortifican mรกs las reformas que las revoluciones. Asรญ que benditos sean los solucionadores, especialmente aquellos que reconocen los lรญmites del apaรฑo como modelo para todas las soluciones humanas.

No todas las dificultades que nos atormentan pueden calificarse de problemas solucionables.ย ย  Algunos de ellos son mรกs profundos, mรกs espesos y mรกs duraderos y, por tanto, mรกs inmunes a nuestra brillantez prรกctica y a nuestros talentos utilitarios. Son condiciones, estados de cosas heredados, sistemas y estructuras, tradiciones y lealtades, disposiciones internas en el individuo y la comunidad, premisas culturales santificadas por generaciones, concepciones abstractas e ideales reificados. Impregnan todo lo que hacemos, pero no podemos darles con un martillo. (Excepto sin querer, claro: la violencia en una sociedad que soluciona problemas se debe en parte a la frustraciรณn especial que generan los problemas que no pueden solucionarse. La frustraciรณn, y la incapacidad de vivir con ella, es uno de los peligros caracterรญsticos de la visiรณn del mundo del โ€œsรญ se puedeโ€.) De hecho, la ubicuidad de sus efectos, su saturaciรณn de todos los รกmbitos privados y pรบblicos, contribuye a su perdurabilidad. Y, sin embargo, hay que luchar contra ellos.

Ahรญ estรก la diferencia: arreglar no es exactamente luchar, aunque sea duro. No es necesario luchar cuando la satisfacciรณn puede lograrse tรฉcnica y eficazmente, y no hay primeros principios en juego. Una soluciรณn a un problema puede ser errรณnea sin ser mala. El ensayo-error es una guerra benigna contra el error; una correcciรณn de errores, no de pecados. La cuestiรณn de cuรกl es la mejor manera de luchar contra la inflaciรณn, o cuรกl es la mejor manera de reducir nuestra dependencia de los combustibles fรณsiles, o cuรกl es la mejor manera de detener la proliferaciรณn nuclear… estas cuestiones pueden provocar debates virulentos, pero la virulencia no suele ser filosรณfica. Son preguntas sobre el โ€œcรณmoโ€, y no todas las preguntas sobre el โ€œcรณmoโ€ deben convertirse en preguntas sobre el โ€œporquรฉโ€. Un debate sobre los medios cuando hay consenso sobre los fines es mucho mรกs fรกcil de resolver que un debate sobre los fines. Por el contrario, una forma tradicional de echar por tierra un debate sobre los medios es convertirlo en un debate sobre los fines: hacer de cada dificultad una cuestiรณn de principios, transformar los problemas en luchas. La transformaciรณn de un problema en una lucha es una buena estrategia para los enemigos de una soluciรณn.

Quizรก la diferencia fundamental entre un problema y una lucha sea el tiempo. Los horizontes temporales de la lucha son largos, a veces muy largos, incluso mรกs largos que una vida. A veces legamos una lucha a nuestros hijos. El luchador, como el amante, estรก dispuesto a esperar. Un problema, por el contrario, no tolera tanta duraciรณn. Necesita resolverse pronto, si queremos funcionar; mientras que las luchas no son la condiciรณn de nuestro funcionamiento, sino de nuestro funcionamiento justo y adecuado. Uno de los hechos mรกs mezquinos de la vida humana es que las sociedades injustas pueden funcionar. (Hacer que una sociedad funcione es una de las excusas mรกs antiguas de la injusticia.) Pero tambiรฉn hay cierto consuelo en ese hecho, ya que nunca ha existido una sociedad justa. Nuestras รบnicas alternativas pueden ser la imperfecciรณn o la extinciรณn.

Fiat justitia et pereat mundus: la vieja mรกxima latina capta la tensa relaciรณn entre perfecciรณn y realidad. ยกQue se haga justicia aunque perezca el mundo! Esa fue la lectura habitual de la mรกxima, entre otros por Kant, que la describiรณ como โ€œun sรณlido principio de derecho […] que debe considerarse como una obligaciรณn de quienes detentan el poder de no negar ni menoscabar los derechos de nadie por desdรฉn o simpatรญa hacia los demรกsโ€. Pero ยฟquรฉ clase de justicia es la destrucciรณn del mundo? ยฟDรณnde estรก la virtud en la nada? (Kant esquivรณ esta objeciรณn รฉticamente complicada con una extraรฑa parรกfrasis del significado de la mรกxima: โ€œque reine la justicia aunque tengan que perecer todos los pรญcaros del mundoโ€.) Podemos leer la mรกxima de otra manera, menos como un mandato de celo: podemos leerla como una advertencia de que la insistencia en la justicia perfecta puede destruirlo todo, como una advertencia sobre el absolutismo en una lucha justa. ยกTen cuidado de no destruir el mundo cuando busques la justicia! Y he visto una inflexiรณn peculiarmente americana del adagio. En el Tribunal Supremo cuelga un retrato de John Marshall pintado por Rembrandt Peale en 1834. El jurista estรก colocado heroicamente en un รณvalo de piedra con ornamentaciรณn romana, y debajo de รฉl hay una piedra en la que estรกn grabadas las grandes palabras fiat justitia. El resto de la mรกxima, la preocupaciรณn por las consecuencias de la rectitud, ha desaparecido. Solo una sociedad consagrada a la novedad, una sociedad que se consideraba a sรญ misma como un comienzo en lo que es justo, podรญa haber desterrado tan alegremente las sombras del antiguo mandamiento.

Una lucha no permite tal inocencia, aunque solo sea por su riqueza de experiencia aleccionadora. Si has luchado contra una injusticia, entonces la has conocido, has sido testigo de ella y has existido con ella. Has aprendido demasiado sobre el mundo como para creer que el pragmatismo es todo lo que necesitarรกs para enfrentarte a รฉl. Hay otros recursos interiores que debes preparar: firmeza, paciencia, tenacidad, resistencia, valor. Cuanto menos necesite tu vida de esas cualidades, mรกs feliz (y afortunada) serรก. Una vida de problemas no es como una vida de luchas. Las pruebas de arreglar son reales, pero difieren de las pruebas de luchar: las pruebas del arreglador son mรกs bien exasperaciones. Pero la exasperaciรณn ante la historia, en particular ante una historia de sufrimiento, no es mera exasperaciรณn: es un sentimiento de tragedia. Aborda la cuestiรณn mรกs difรญcil de todas, que es la de la justificaciรณn de la esperanza.

Una vida en lucha es una vida en esperanza, y la esperanza se hace mรกs fuerte a medida que su base en la realidad se debilita, hasta que finalmente flota libre de la experiencia y proclama una pura afirmaciรณn de la voluntad de existir. Cuanto mรกs empรญrica es la esperanza, menos necesaria es. Pero la esperanza no empรญrica, o la esperanza despuรฉs de la catรกstrofe, es, por eso mismo, invencible; y serรญa una ofensa a todas las comunidades de lucha, a todos los pueblos destrozados pero intactos, desechar esa esperanza como ilusiรณn, cuando es la prueba mรกs pura de una vitalidad intacta. En un hermoso estudio sobre la perdurabilidad espiritual de la Naciรณn Crow, Jonathan Lear ha llamado a este fenรณmeno โ€œesperanza radicalโ€, que entiende como una independencia interior de la historia que permite albergar โ€œla posibilidad de nuevas posibilidadesโ€. Por esta razรณn, quien participe en una lucha no considerarรก un mal dรญa la รบltima palabra, porque vive esperรกndolo y estรก acostumbrado a un ritmo diferente de progreso, a la inestabilidad del movimiento hacia delante, a los retrasos y retrocesos y a las pรฉrdidas. Cuanto mรกs grande es la meta, mรกs accidentado es el camino hacia ella.

Si preferimos vernos como una naciรณn de solucionadores de problemas, puede que sea en parte porque preferimos apartar la vista de los luchadores que hay entre nosotros. Una vez completadas sus tareas, los solucionadores de problemas proceden a la actividad estadounidense mรกs tรญpica de todas: pasan a otra cosa. Pero los luchadores no pueden seguir adelante. Son prisioneros de las circunstancias, y del poder que con sus prejuicios dispuso sus circunstancias. Su libertad interior es una medida de la necesidad exterior. Nuestros siglos de innovaciones y avances fueron tambiรฉn siglos de opresiรณn y discriminaciรณn. Nuestro paรญs ha albergado muchas comunidades de lucha: los nativos americanos, por ejemplo. Durante unos cien aรฑos, el movimiento obrero representรณ una comunidad de lucha, y puede que vuelva a hacerlo. Pero ningรบn estadounidense tiene una comprensiรณn mรกs natural de la lucha que los estadounidenses de raza negra. Su emancipaciรณn, que tratamos como un acontecimiento histรณrico discreto hacia 1863, fue (en palabras de un historiador) โ€œla larga emancipaciรณnโ€.

La historia de la cultura afroamericana es una historia de melancolรญa y su dominio. Hay alegrรญa en el blues, lo que no ocurre con muchas otras tradiciones de canciรณn triste. Las canciones de esclavos y el gรณspel conocen รญntimamente los โ€œproblemas del mundoโ€, pero nunca he oรญdo que ninguna recomiende la rendiciรณn. โ€œTodavรญa no estoy cansado, todavรญa no estoy cansado, tengo un testigo en mi corazรณn, todavรญa no estoy cansado.โ€ Los esclavos cantaban: โ€œSeรฑor, hazme mรกs pacienteโ€; cantaban: โ€œResiste hasta el fin.โ€ Y muchas dรฉcadas despuรฉs, los poetas expresaron el mismo compromiso extremo con la resistencia. He aquรญ a Sterling A. Brown, dirigiรฉndose a una โ€œpareja sin nombreโ€ sureรฑa que ha sufrido muchas penurias:

Incluso vosotros dijisteis
lo que necesitamos
ahora en nuestro tiempo de miedo,
incrustado en su propia miseria profunda y temor,
murmurando, bajo un cielo hostil:
โ€œSupongo que lo intentaremos una vez mรกs,
supongo que lo intentaremos una vez mรกs.โ€

Y aquรญ estรก โ€œLa torre oscuraโ€ de Countee Cullen, cuyo tรญtulo hace referencia a un lugar en la calle 136 de Harlem donde se reunรญan los poetas, como si el poema, en su primera persona del plural, pudiera hablar por todos ellos.

No siempre plantaremos mientras otros cosechan
el dorado incremento de la fruta que estalla,
no siempre el semblante, abyecto y mudo,
que hombres inferiores dediquen a hermanos que desprecian;
ni eternamente mientras otros duermen
seduciremos sus miembros con una flauta melosa,
no nos doblegaremos siempre ante algรบn bruto mรกs sutil;
no estamos hechos para llorar por siempre.

La noche cuyo pecho azabache alivian crudas
y blancas estrellas no es menos hermosa por ser oscura,
y hay capullos que no pueden florecer en absoluto
en la luz, sino que se arrugan, lastimeros, y caen;
asรญ que en la oscuridad escondemos el corazรณn que sangra,
y esperamos, y cuidamos nuestras semillas agonizantes.

Ahรญ estรก el temperamento de la lucha: esperar y cuidar las semillas agonizantes, que un dรญa, debido precisamente al dolor de su cultivo, crecerรกn.

ยฟSiguen siendo capaces los estadounidenses, en particular los liberales, de ese temperamento? ยฟHemos perdido, en la velocidad interior de nuestro presente digital y consumista, la disposiciรณn mental para el futuro ampliado, o la hemos malgastado en futurismo? Lleguรฉ a esta distinciรณn amplia e imprecisa entre problemas y luchas para comprender la desesperaciรณn que veo a mi alrededor. Atribuyo esa desesperaciรณn a una confusiรณn entre esos รณrdenes de dificultad. Tiene sentido desesperarse por resolver un problema โ€“al fin y al cabo, algunas cosas no tienen arregloโ€“; pero no tiene sentido desesperarse en una lucha, porque la decepciรณn es una caracterรญstica habitual de la lucha, y la perseverancia precede al รฉxito. La injusticia es mucho mรกs que un problema. Cualquiera que combata la injusticia sin la sabidurรญa de la lucha fracasarรก en el esfuerzo por evitar que se convierta en un destino. Hay casos concretos de injusticia, por supuesto, que pueden abordarse con remedios jurรญdicos o polรญticos. Pero no hay polรญticas para el corazรณn humano. Una desgravaciรณn fiscal por ingresos no puede curar las heridas psรญquicas y culturales. Se puede acabar con la discriminaciรณn por medios prรกcticos, pero no con el racismo. La discriminaciรณn es un problema, pero el racismo es una lucha. El racismo y todos los demรกs pรกnicos a la diferencia nunca desaparecerรกn. Son tan antiguos como la civilizaciรณn, y la mayor afrenta a la misma. Lo รบnico que se puede hacer es elevar los costes jurรญdicos, polรญticos y sociales de una determinada expresiรณn de un prejuicio, y luego, tras haberle infligido una derrota, esperar su resurgimiento, que nunca debe sorprendernos aunque nos escandalice. El luchador no es un pesimista, pero sรญ un desengaรฑado. La apariciรณn del antisemitismo en Estados Unidos no refuta la promesa revolucionaria de Estados Unidos para los judรญos, porque ยฟquรฉ estudioso de la historia judรญa, quรฉ estudioso de la historia cristiana, quรฉ estudioso del mal en la historia humana, creyรณ alguna vez que de una vez por todas el antisemitismo acabarรญa? El antisemitismo nunca fue ilegรญtimo en la tradiciรณn polรญtica europea ni en la rusa, pero es ilegรญtimo en Estados Unidos segรบn los tรฉrminos de nuestra fundaciรณn. (Mientras que la supremacรญa blanca estaba inscrita en algunos de ellos.)

Cuando mis amigos me dicen, como consecuencia de Trump y el ascenso de la derecha radical estadounidense, que Estados Unidos se ha acabado, o cuando me dicen, como consecuencia de Netanyahu y el ascenso de la derecha israelรญ, que Israel se ha acabado, los fustigo por no estar dispuestos a luchar. (Tengo tres patrias: Estados Unidos, Israel y mi biblioteca.) Cuando me dicen, mientras dan vueltas al mundo, que la democracia se ha acabado, les respondo que el ascenso del autoritarismo no es un acontecimiento, sino una รฉpoca; y que llevarรก mucho tiempo, una generaciรณn o mรกs, hacer retroceder a los autoritarios y restaurar el prestigio de la sociedad abierta; y que no debemos medir la crisis en ciclos electorales, porque es mรกs profunda que la polรญtica; y que la incapacidad de la democracia para defenderse ha sido siempre su mayor defecto histรณrico; y que su rechazo no la refuta: en resumen, que estamos en una lucha histรณrica. La negativa a reconocerla como tal hace mรกs probable su fracaso. Es, ademรกs, un privilegio servir. La lucha por la democracia, como la lucha por la justicia, hace que la vida sea menos trivial. Camus creรญa que Sรญsifo era feliz.

Pero como se dice en polรญtica exterior, ยฟtenemos la capacidad de seguir, el staying power? La analogรญa con la polรญtica exterior es bastante รบtil. Ya se oye y se lee en Estados Unidos sobre la โ€œfatiga de Ucraniaโ€. ยฟNos cansamos de su lucha por la supervivencia? ยกQuรฉ vanidad! Si la guerra de Ucrania es justa, entonces es justa aunque nos cansemos de ella. La administraciรณn Biden ha respondido mรกs o menos esplรฉndidamente a la agresiรณn de Putin, pero se necesitarรก mรกs, porque no es un problema, es una lucha. (Los ucranianos han creado โ€œcentros de resistenciaโ€ contra la destrucciรณn de las infraestructuras del paรญs y el frรญo invernal.) Era justo ahora cuando esperaba que la determinaciรณn de la administraciรณn chocara con la falta de determinaciรณn del paรญs. Ya ha pasado todo un aรฑo. Muy pronto tendremos otra โ€œguerra eternaโ€ entre manos.

No hay prueba mรกs condenatoria de que la disposiciรณn para la lucha estรก menguando en Estados Unidos que nuestra estรบpida retirada de Afganistรกn. Veinte aรฑos no es ni siquiera cerca de una eternidad, excepto para las personas que no entienden el tiempo histรณrico y han sido daรฑadas por la velocidad warp de la vida estadounidense. Habรญa sรณlidas razones morales y estratรฉgicas para nuestra presencia en Afganistรกn; y esto se concede sin querer cada vez que las mismas pรกginas de opiniรณn que pedรญan estridentemente el fin de la โ€œguerra eternaโ€ publican conmovedores artรญculos sobre la difรญcil situaciรณn de las mujeres afganas y los escolares afganos en el reino de los talibanes. ยฟQuรฉ pensaban que iba a pasar? Al mundo entero se le enseรฑรณ que podรญa esperar a Estados Unidos, que tenemos una competencia limitada para comprometernos. A diferencia de nosotros, nuestros enemigos saben practicar el arte de la espera. No se sienten intimidados, ni aburridos, por la longue durรฉe. En su rivalidad global con nosotros, se preparan para la lucha.

La psicologรญa de la lucha es un freno tambiรฉn contra otro peligro que tenemos de frente. Debido a la magnitud y la multiplicidad de las crisis que afrontamos, el espรญritu apocalรญptico ha cobrado nueva vida. La histeria se acepta cada vez mรกs como inteligente, como respuesta condigna a un anรกlisis adecuado de las cosas. En nuestra cultura nos fascinan los finales, sobre todo cuando son espectaculares. Hay una nueva moda del fin de la historia, que es tan ciego como el antiguo. A diferencia del antiguo, a este no lo anima una sensaciรณn de triunfo, sino de hastรญo, de desรกnimo. La historia puede contarse ahora entre las causas de la depresiรณn. Las profecรญas de decadencia y destrucciรณn son abrumadoras. En polรญtica, la creencia de que el tiempo se acaba, de que es demasiado tarde para cambiar de rumbo, de que todo lo que nos espera es un cataclismo, tiene dos consecuencias antitรฉticas: la apatรญa y el apocalipsis.

Un apocalรญptico es alguien que decide tratar una lucha como un problema, y acabar de una vez. Quiere una soluciรณn escatolรณgica rรกpida; su visiรณn estรก distorsionada por su desesperaciรณn. El abatimiento ha minado su voluntad y su energรญa, o, mejor dicho, le ha dejado solo la cantidad de voluntad y energรญa suficientes para la vรญa menos exigente del radicalismo, que (como sabemos por el pasado radical) o harรก estallar las cosas o se agotarรก. La lucha, en otras palabras, incluso la lucha que dura generaciones, es la vรญa antiapocalรญptica por excelencia. No se dejarรก esperar, ni se verรก permanentemente entorpecida por el pesimismo. En su decisiรณn de burlar la desesperaciรณn, en su solemne promesa de que su resoluciรณn serรก invulnerable a la fortuna, el espรญritu de lucha nos arma no solo contra la injusticia que combatimos, sino tambiรฉn contra nuestras propias fragilidades. Podemos reflexionar, y estar tranquilos, y mantenernos unidos, en la tormenta, porque somos mรกs sabios que la tormenta. Como el caballero de Durero podemos avanzar, pero a diferencia del caballero de Durero no estamos solos. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.
Publicado originalmente en
Liberties.

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(Brooklyn, 1952), crรญtico, editor y, desde 1983, editor literario de The New Republic. Es autor de Kaddish (Vintage, 2009), entre otros libros.


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