Progresos

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Sentir este cuerpo, comprobar que le pican los mosquitos y que podría morir. Sentir este aguijón de nuevos venenos sintéticos, coger un albaricoque, ajuste fino de los dedos, tocar sin saber un piano, unos pechos (los míos), recordar ciertos ensalmos, letanías ilegibles para este cerebro nuevo tantos años sin estrenar que no espera nada y el manual está en chino abreviado […].

El cambio climático era verdad, o por lo menos el calor nos mata, deberíamos habernos ido hace años, cuando avisaron, recuerdo que pasó una furgoneta con altavoces, y un helicóptero lanzaba octavillas, aquí guardo una. Lo que nos reímos. Desconfiamos, pensamos que nos querían quitar los huertos, las tierras. Luego cortaron el agua y volvimos a habilitar los pozos. Y aquí estamos.

El verano es todo el año, hay un respiro en diciembre o enero, ya no sé, pero a este paso no vamos a llegar. Tú no te acuerdas porque te han puesto ese cuerpo de adonis apolíneo y no te funciona la memoria, ni de cerca ni de lejos. Ayer dijimos que bajaríamos a limpiar la bodega inferior, es lo único que puede salvarnos. La de arriba ya ha cogido calor y tampoco se puede estar. No queda dónde esconderse. Podríamos cavar si tuviéramos fuerzas. En los mástiles de los generadores que dejaron tirados vive mucha gente, son tubos huecos inmensos, pero cuando se recalientan ya no se puede estar.

Sí, sí, vete por ahí a acariciarte, para ser un experimento gratis lo tuyo es una maravilla, lástima que no quede casi nadie para admirarte, nadie a quién seducir, eres un resto del programa de narcisismo provincial, deja, tira, marcha, ya limpio yo la bodega de abajo, quizá tengas refrigeración asistida o resistencia térmica pero ni esto de seso.

La bodega está infestada de trastos, yo no recordaba haber bajado nunca, y dicen que aún hay otra más abajo, a esa no llegaremos aunque igual huyendo del calor llegamos al infierno. He encontrado un cuerpo casi entero, seco pero bien, o sea, se parece a los retratos de los antepasados que vendimos al anticuario aquel. Lo he sacado entero y se lo he llevado al médico, que tiene un espectrómetro o algo así. Pero se ha roto la rueda del carretillo.

Lo llamamos médico por entendernos y porque a veces nos da pastillas de longevidad, a él le prueban bien pero jodo, a los demás no nos hacen el mismo efecto, él dice que es porque no tenemos constancia, el médico debía ser un investigador, creo que vino ya jubilado con todas esas cajas de pastillas milagrosas y una furgona llena de artilugios, ya no me acuerdo, y ahora es casi un niño, aunque la barba le llega hasta el ombligo. Bueno, cuando llegó era una mujer, pero se ve que con tantas pastillas y tanta longevidad ha evolucionado el chaval.

Me dice que no vale la pena pasar el cuerpo por la máquina porque de esos ha visto a montones, dice que esta zona está llena de cuerpos como este, y yo que pensaba venderlo en alguna subasta y sacar un extra… Dice que es un neandertal aunque ya evolucionado, y que las bodegas de esta zona los conservan muy bien. Dice que a los vecinos les debía de dar vergüenza enseñar esas criaturas un poco raras, tampoco tanto, y por eso las mantuvieron en las bodegas y tienen casi todas las momias marcas de grilletes o cadenas, eso explica los aullidos que recuerdo de mi infancia, que parecían salir de la tierra y de ahí salían, ya ves.

Total, que a pesar del parecido con el cuadro de los ancestros lo he tirado a la fosa container, que por cierto ya se está llenando y ahora no viene nadie a vaciarla. Te cuento estas tontadas a ver si se te queda algo, ya ves que nunca me vengo abajo, ya llevas veinte o treinta años con ese cuerpo tonto y sigo intentando que me entiendas o lo que sea, en fin, ayúdame a cargarlo que se ha roto el carretillo, todo se rompe, y este tío pesa lo suyo, estoy decidido a despejar la bodega de abajo, aquí ya no se puede aguantar, coge de ahí, que no muerde.

–¡Yayo, yayo!

Qué delirio. Vale pues, le he dejado que se lo meta en su cuarto, le ha cogido cariño, a fin de cuentas es la primera vez que demuestra apego a alguien, es asombroso, el médico me dice que quizá tiene evolución lenta y le ha llegado el momento de los afectos, y que puede ser peligroso, lo que faltaba, el médico insiste en que ese programa de cuerpos de efebos estaba ya muy obsoleto cuando lo ofreció la comarca, toma, por eso lo daba gratis, ya le avisé yo, pero no me hizo caso. Ahí está con su “abuelo”, que no lo suelta ni para dormir.

Lo que es verdad del cuerpo del efebo es que no se deteriora ni envejece, así como el del médico va para atrás, y eso no tiene buena pinta, el de este inútil siempre está igual, y buenas ofertas le han hecho en estos años para encimarse pero como, según el médico, no le habían venido los afectos… a ver ahora si se anima.

Ni de noche se puede salir a la calle, te derrites, sientes que se te deshacen los huesos. He desistido de despejar la segunda bodega, temo encontrar más momias, con lo que pesan. Ah, ¿qué quieres tú ahora?

–Mira, lo hemos revivido, el médico y yo hemos revivido al yayo.

–¡Hablas!

Más me asombra el habla del efebo que los torpes pasos del neandertal resucitado, que sin duda es un engendro de las malas artes del niño médico… le habrá puesto un motorcito…

–No, es él –dice el médico, muy ufano–, su propia entraña, ha bastado una inyección. Y eso que estaba caducada.

Todo esto lo sé porque lo he visto. Hace treinta o cuarenta años lanzaron una especie de insectos cuyos ojos grababan y hacían fotos de todo y lo enviaban a su nube, pero eso se canceló, aunque los insectos han seguido reproduciéndose y haciendo su trabajo, pero como no tenían dónde enviar la información, la única forma de librarse de ese peso, digo yo, es picar… y con la picadura transmiten los bits y por eso sé todo esto, porque lo estoy viendo y es lo que pasó ayer u hoy. ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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