Que gobierne Larry Fink

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La pandemia demuestra que el Estado no funciona. Es lógico, pues ha sido larga y meticulosamente desmantelado. El sistema, el capitalismo, tampoco va muy bien. Ya lo avisaban desde hace un año sus propios custodios, sus medios globales de cabecera. El capitalismo ha sido devorado por su propio hijo, el capitalismo financiero, encarnado en Deuda. (Algunos autores afirman que este proceso acabó con el imperio español, el holandés, el inglés, etc.)

El capitalismo, mientras tuvo rival, hizo concesiones a la ciudadanía, que disponía de una alternativa más o menos remota. Cayó el muro y al quedarse sin competencia, en monopolio, el capitalismo, tal como él mismo predica, abusó sin límites. Abusó tanto de ese monopolio que se comió todo lo que había, incluyendo al Estado.

La pandemia acelera y deja ver esta decadencia mixta de sistema y Estado. Hasta febrero ambos iban renqueando, con fallos, protestas, ansiedad, precariedad, productividad estancada, sueldos ídem, PIB de subsistencia… La única esperanza lejana era el gran pack de negocios del Cambio Climático (CC), aún en fase cigoto.

La carta anual de enero de Larry Fink –la máxima autoridad mundial, presi y ceo de BlackRock– ya hablaba del CC y de dar un giro al agónico sistema; pero esa carta, equivalente a la la Biblia, ya la habrán leído mil veces.

O sea, el mundo estaba en peligro y los jefes y sus medios (todos) eran conscientes de ello y estaban anunciando tímidamente un cambio: el propio sistema intentaba autorrepararse, alargar sus telómeros.

Con el virus, la gente no ha ido a ver qué decían los estadistas, cuyas recetas son beber detergente, etc. Hemos acudido de nuevo al oráculo de Delfos: a leer la carta –edición especial– de Larry Fink, de BlackRock, el mayor fondo de inversiones del mundo, que ayuda a gobiernos contra la pandemia y está en todas partes: 6,3 billones de euros, casi más que el PIB sumado de Francia y Alemania. El capital financiero es varias magnitudes mayor que todo lo demás. Luego está el fondo Vanguard Group, que quizá es el primero, porque cada fondo tiene una parte de los otros, y de todas las grandes corporaciones, incluyendo las célebres plataformas tecnológicas, los bancos y el 88% de las compañías del s&p 500. BlackRock gestiona, por ejemplo, el fondo de pensiones de California. Si usted cree que no trabaja para los fondos de inversión es que no lo ha mirado bien. La creatividad y la productividad han migrado a este mundo, que inventa cada día nuevos híbridos, como los ETF, mezcla de fondo de inversión y acciones, un fondo que se vende como acciones, mundos apasionantes. Los fondos de inversión tienen también participaciones en los emporios que nos alimentan el cerebro, como Disney, que es Marvel, y el vibrante mundo de las series. Las decisiones sobre los ETF y otros instrumentos de inversión las toman las máquinas, los fondos invierten mucho en ia (buscar la plataforma Aladdin de BlackRock para flipar). Aparte de usted, los fondos tienen en nómina (también) a los mejores guionistas.

Como deudor de su inmensa Deuda, el Estado es un servidor o un auxiliar del capital financiero. El Estado ha servido para rescatar bancos y empresas en el crack 08 y, ahora para aliviar bancos, rescatar empresas y personas en el ciclo sars 20. Pero es a costa de endeudar a los biznietos. Sin dinero no se puede funcionar. Los bancos centrales fabrican dinero y lo prestan a muy bajo interés a los bancos normales para que puedan ir tirando prestando a su vez a los Estados y bla bla. El virus ha saturado el esquema.

La idea es cancelar poco a poco las dos ficciones –Estado, capitalismo– que han cumplido su papel pero ya no rulan y dejar paso a lo que funciona de facto: los fondos de inversión, que ya deciden casi todo. Jeffrey D. Sachs apela directamente a Larry Fink en su artículo de mayo de Project Syndicate para salvar a Argentina y, de paso, salvar el mundo: “Tu turno, Larry Fink, te toca ayudar a evitar una catástrofe financiera mundial.”

Los fondos de inversión han ocupado el Estado de mil maneras. Lo que “invierten” en las elecciones, en grupos de presión y en las célebres puertas giratorias. Aunque también importan los contenidos que producen, la cultura que justifica y argumenta ese postmundo. El crack 08 no tuvo culpables: nadie fue juzgado, ni siquiera Dick Fuld, jefazo de Lehman Brothers, apodado “el gorila” (vid. el documental Los hombres que robaron el mundo, de Antón Valuka, 2009, en la web).

El Estado fue desmantelado hasta en los detalles que ahora más nos importan: los recursos contra las tan anunciadas epidemias han sido cancelados en los últimos años.

La idea es dejar de mantener tantas ficciones que no funcionan, que no tienen recursos. El Estado y el capitalismo han engendrado un nuevo sistema que ya manda y dirige, pero no da ruedas de prensa. Hay que pedirles a los jefes de los fondos de inversión que se hagan cargo de esta chapuza. O sea, que pasen a gestionar directamente el mundo. No será difícil si utilizan sus avanzados sistemas de ia (¡y sus guionistas!). Nadie mejor que ellos conoce la realidad al segundo. No puede ser muy difícil organizar un consejo mundial y darles el poder que ya ejercen, darles la visibilidad. Lo digo en serio, las cartas de Larry Fink son un modelo de prudencia y sabiduría. Ellos sí que miran a largo plazo. Los Estados pueden quedar como museos, entes subsidiarios, gestores de proximidad, etc. Una vez que tengan el poder visible, querrán hacerlo bien. ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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