Es una mera casualidad que Guillermo Sucre haya muerto una semana antes que Roberto Calasso, pero la coincidencia no deja de llamarme la atenciรณn. Fueron escritores muy distintos y de รกmbitos distantes, pero cada uno cumpliรณ, mรกs allรก de su fervorosa y fecunda obra crรญtica poรฉtica, una funciรณn fundamental para una comunidad definida de lectores por su labor minuciosa de cartรณgrafos. Calasso, ya se sabe, fue durante mรกs de medio siglo el director literario de Adelphi, una editorial que no fue ni pretendiรณ ser en modo alguno hegemรณnica sino, como en efecto resultรณ al cabo, definitoria de un gusto y de algo que podemos llamar un orden espiritual. Sucre, en cambio, ocupรณ solo un par de aรฑos el cargo de director editorial de Monte รvila, pero a รฉl se debe, en una etapa previa, el diseรฑo intelectual de esa casa editora del Estado venezolano que, concebida a imagen del Fondo de Cultura Econรณmica โel de hace medio siglo, claro, no el fantasma que alienta hoy a su sombraโ, cumpliรณ con inteligencia una anรกloga funciรณn orientadora, antes de ser convertida por el chavismo y su secuela en un ruinoso instrumento de propaganda. Pero ademรกs, claro, Guillermo Sucre fue el autor de un libro de ensayos sobre poesรญa hispanoamericana, La mรกscara, la transparencia, que en estos dรญas aciagos no ha cesado de mencionarse como canรณnico.
Debo decir que nunca vi en la constelaciรณn poรฉtica trazada por las consideraciones de La mรกscara, la transparencia la consagraciรณn de un canon. La palabra no aparece una sola vez, creo, en todo el libro (que tampoco prodiga expresiones como โgran poetaโ) y me parece claro, ademรกs, que la ambiciรณn canรณnica es esencialmente ajena al espรญritu que anima la empresa crรญtica de Sucre. No hubiera sido difรญcil seรฑalar, en el momento en que se publicรณ el libro, su desatenciรณn a tales o cuales autores, o su generosidad acaso excesiva con algรบn otro, pero habrรญa sido un despropรณsito reprochรกrselas, pues esas pรกginas no se proponรญan razonar simpatรญas y diferencias sino trazar las lรญneas centrales de una tradiciรณn siguiendo las metamorfosis de ciertas visiones, ideas y sensibilidades a travรฉs de un conjunto de obras que, cifra cada una de un destino individual, debรญan ser leรญdas en sus propios tรฉrminos al tiempo que como metamorfosis del espรญritu de la modernidad. Lo memorable, para mรญ, de ese libro orgรกnico de ensayos en clara secuencia no es la nรณmina resultante sino el continuado fervor de cada pรกgina, el espectรกculo de una inteligencia tan apasionada como lรบcida y en constante estado de gracia. Lo admirable de los ensayos de La mรกscara, la transparencia no estรก ni en la vasta erudiciรณn de su autor, ni en su familiaridad con las retรณricas clรกsicas y modernas, ni en su destreza interpretativa, capaz de penetrar en los lenguajes mรกs hermรฉticos; tampoco, a fin de cuentas, en su capacidad para advertir la relaciรณn espejeante entre unas obras y otras y el modo en que, en ese sistema de espejos giratorios que es una tradiciรณn en movimiento, las ideas, las visiones y aun los sentimientos se transmiten, se transmutan, se transfiguran. Lo esencial de ese libro, mucho mรกs vasto que el nรบmero de sus pรกginas, es el modo en que, mรกs allรก de glosar e interpretar, sabe leer en cada obra una poรฉtica y en cada poรฉtica la cifra de un destino. Ese virtuoso modo personal de leer โel estilo, mรกs que el mรฉtodo, de su lecturaโ es su gran riqueza.
Pero las virtudes de La mรกscara, la transparencia ya estaban, y en plenitud, en el primer libro crรญtico de Guillermo Sucre: Borges, el poeta. El tรญtulo admite, desde luego, dos lecturas: la que elige al poeta sobre el prosista, la que ve en el poeta al creador esencial. La primera describe bien la materia del libro, la segunda es mรกs fiel a su perspectiva. Dice ahรญ Sucre, en el capรญtulo dedicado a Elogio de la sombra (que solo figura a partir de la ediciรณn francesa), pero refiriรฉndose a toda la poesรญa de madurez de Borges:
Se trata, en gran medida, de una poesรญa de lector, pero del vasto lector que ha sido Borges. Y la experiencia estรฉtica de Borges ยฟno es, acaso, tan inquietante y compleja como cualquier experiencia directa (si la hay) del mundo? ยฟNo es tambiรฉn la lectura una manera de soรฑar el mundo? El propio Borges lo ha sugerido asรญ desde el comienzo mismo de su obra.
Son unas lรญneas reveladoras porque, invirtiรฉndolas, es posible referirlas al propio Sucre. Su lectura es siempre la de un poeta, pero el lรบcido poeta que fue Sucre. Y esa lectura interesada, ยฟno es acaso tan pertinente y estricta como la de un crรญtico objetivo (si hay tal cosa) de la poesรญa? ยฟNo es la poesรญa tambiรฉn una forma de lucidez? Desde luego que sรญ, dirรญa (y dice mรกs de una vez) el propio Sucre. Si la lectura de La mรกscara, la transparencia es tan enriquecedora, tan apasionante, es porque se trata de la lectura de un poeta, y porque lo que ese poeta busca, a la vez que describe la trama colectiva que teje la poesรญa moderna de Amรฉrica Latina, es sin duda la cifra de su propio destino. Digo esto pensando, desde luego, en dos pรกginas brevรญsimas que estรกn entre las mรกs memorables de la obra entera de Borges: โDel rigor en la cienciaโ, de El hacedor, y la parรกbola, en el epรญlogo de ese mismo libro, sobre el hombre que se propone la tarea de dibujar el mundo para descubrir, al cabo, que ha trazado la imagen de su cara.
La obra poรฉtica de Guillermo Sucre no es pues subsidiaria de su obra crรญtica sino todo lo contrario: estรก en su fundamento, es su condiciรณn de posibilidad. Ha recibido mucho menos atenciรณn, y es natural. En primer lugar, porque asรญ ocurre siempre y por fortuna con la poesรญa, y en seguida porque la suya, que fue publicando con muchos aรฑos entre un libro y otro y cada vez en una ciudad distinta de un paรญs distinto, rehuyรณ desde el principio el patetismo, el sentimentalismo, la impostura confesional e incluso, mientras fueron pasando los aรฑos, las mรบsicas mรกs evidentes. Tambiรฉn, seguramente, porque en lugar de ofrecer un asidero en la certidumbre esta poesรญa es con mucha frecuencia una forma de la duda. Creo que solo en su primer libro, Mientras suceden los dรญas (1961), es muy perceptible en su voz la entonaciรณn de otro poeta, Saint-John Perse:
En medio de las aguas un orden sistemรกtico morรญa,
se esfumaba una red de voces como una dinastรญa de sal.
Habรญa tanta fosforescencia, tantos soles caรญdos
en las espesas olas
y luego ese martirio de
la luz devorรกndose a sรญ misma.
Se trata de algo mรกs que una influencia. En Perse reconociรณ quizรก Sucre sus temas esenciales: la plenitud de la experiencia y la vastedad del mundo y, al mismo tiempo, la experiencia del exilio, que en รฉl fue mucho menos รฉpica y mรกs azarosa pero no menos definitiva. El exilio, primero, de la orfandad temprana y, pronto, el de la expulsiรณn de las provincias de la infancia; mรกs tarde, el exilio de su paรญs, por razones polรญticas y tras pasar por la cรกrcel, y luego del continente. (La palabra se repite a lo largo de ese primer libro: โAsรญ construรญ la ciudad donde todo serรญa la ausencia del exilioโ; โrelรกmpagos del exilio, astros de la errancia, los adiosesโ; โConocimos el exilio que se establece / en el corazรณn para siempreโ.) Pero hay otro exilio, que es el motivo de muchos de sus poemas y un tema al que vuelve una y otra vez en sus ensayos: el que revela la prรกctica misma de la poesรญa, que al nombrar el mundo inevitablemente lo aleja. A ese exilio se refiere el mรกs antologado de sus poemas (copio las dos primeras de sus nueve partes): โSino gestosโ, de La mirada, el segundo libro de Sucre.
I
Las notas que tomo en mi memoria
y luego olvido o traslado
torpemente,
desasistido ya
de ese relรกmpago que enardecรญa mi infancia,
las veo llenarme de ruinas, frases
que no logro hilvanar
con hechizo,
y asรญ se deslizan,
discurren con crueldad.
Lo extraรฑo: su tenaz compaรฑรญa,
los gestos, los sueรฑos que hacen
nacer en mรญ
y las furias, las cรณleras
que en mรญ sepultan.
Para decirlo todo: aรฑaden no
la confusiรณn
sino el espejo
transparente
del fracaso.
Donde me miro y reconozco
mi rostro.II
Donde los demรกs no ven
se detiene la mirada que soy.
Sin ilusiรณn, sin presunciรณn.
Pierdo fondo, es verdad.
Hace agua la conciencia.
Y lo que digo es cosa de empezar
a decirlo de nuevo.
Sufro la hipnosis, la refracciรณn,
la dilataciรณn
de otra mirada que ya no soy.
Y de este espejismo surge acaso
mi lenguaje, el que nadie
sabe al menos que construyo
con desdรฉn.
Estรกn en estas lรญneas los motivos centrales de la poesรญa de Sucre: la memoria que largamente hace germinar y de pronto suscita el poema; el olvido que mina y transfigura lo que la memoria guarda; el relรกmpago que (como el esplendor, la claridad, la transparencia: palabras que aparecen una y otra vez) representa tanto la plenitud de la visiรณn como la de lo visto; el reino perdido de la infancia; la โtenaz compaรฑรญaโ de la poesรญa y, en fin, la certidumbre del fracaso. Un fracaso consustancial a la prรกctica de la poesรญa y a la certidumbre del exilio.
Unos versos de la segunda parte del poema (โSufro la hipnosis, la refracciรณn, / la dilataciรณn / de otra mirada que ya no soyโ) sugieren que, en parte al menos, la nociรณn del exilio que alienta en esta poesรญa puede verse como una metamorfosis de un tema de Borges: el de la continua fluidez de la identidad y la final inasibilidad del yo y, por lo tanto, de la experiencia del mundo y la memoria. (โEsta intemperie fue mi รบnica sabidurรญaโ, dice mรกs adelante.) Seรฑalo esta filiaciรณn para advertir cรณmo en Sucre el crรญtico se sustenta en la visiรณn del poeta y el poeta en la conciencia crรญtica.
Pero esa nociรณn sufre una metamorfosis en el siguiente libro de Sucre, En el verano cada palabra respira en el verano (1976), cuyo primer poema termina de este modo:
La felicidad ahora me doy cuenta no es el tema de un discurso
sino el discurso mismo
un discurso que siempre se aparta de su tema o que despuรฉs
de haber sido escrito descubre
discurre
que debe ser escrito de nuevo
El discurso: el rรญo, que nunca tiene las mismas aguas. El rรญo: la identidad, siempre cambiante. El verano: la plenitud del tiempo en que se consume. Solo lo fugitivo permanece y dura. En el verano cada palabra respira en el verano es un libro curiosamente feliz en el que esta idea de una poesรญa que no puede ser sino discurriendo, una escritura que no puede correr sino borrando, una memoria que no puede recobrar sino olvidando, se corresponde con la experiencia erรณtica, en la que el cuerpo no puede tocarse sin fragmentarse, disiparse y disolverse, ni reconocerse sin resolverse en otra cosa. La experiencia erรณtica como la experiencia amorosa, que transfigura lo que toca.
naranja
olor de la vista
sol fragante
(que queda)
despuรฉs del chaparrรณn de verano
estamos vestidos
como el bosque
nuestros vellos son hojas
y nuestros ojos solos
exhalan
una penumbra salvaje
En el siguiente libro, La vastedad (1988), el tono es distinto: mรกs contenido y mรกs reflexivo โen el doble sentido de la palabra, pues los poemas avanzan por medio de oposiciones y paradojas, como por una galerรญa de espejosโ. Comienza asรญ el primero: โEscribo con palabras que tienen sombra pero no dan sombraโ; y el segundo: โLa memoria no perfecciona el pasado sino la soledad del pasado / pero la memoria no es una soledadโ; y mรกs adelante: โpalabra a palabra la mano que escribe en lo claro traza lo oscuroโ; despuรฉs hay un โmanantial que sin cesar no manaโ. Los ejemplos podrรญan multiplicarse; bastan para mostrar cรณmo aquรญ la paradoja no es una debilidad del ingenio sino una forma lรบcida de la ironรญa y un desgarramiento de la pasiรณn que se resuelve en una โpuesta en abismoโ de la conciencia.
La contenciรณn de La vastedad no estรก solo en el tono, sino tambiรฉn en el despojamiento del lenguaje, que aspira a una mรกxima transparencia, sobre todo en la breve serie de breves poemas en prosa que se llama asรญ, precisamente: โTransparenciasโ. Cito el mรกs breve:
No baรฑado sino penetrado de luz. No lo que nos refleja, sino lo que vemos. El cristal, no el espejo: una imagen vista sin travรฉs: nรญtida, pura, absoluta en sรญ misma, sin destello. Una imagen que es imagen. Un rostro que es un rostro โsobre todo por sus ojos, por su mirada.
Pero esa misma transparencia โยฟo habrรญa que decir mejor: evidencia?โ estรก en todo el libro:
Hay una distancia que es la verdadera distancia
la perplejidad de vivirlo todo por รบltima vez
Un destino es una vida cuyo decurso se dibuja al cabo con nitidez: una vida con un sentido. Si la vida de un poeta estรก cifrada en su poesรญa, la poesรญa de Guillermo Sucre llegรณ al cabo, por la vรญa de la crรญtica severa y la duda radical, a una asombrosa simplicidad, a una curiosa transparencia. Supongo que escribiรณ ya entonces sin la convicciรณn del fracaso.
La muerte que no supe
รngel Fariรฑas Salgado in memoriam
Un amigo ha muerto y no lo supe.
Semanas, meses, y no lo supe.
No estuve al lado de su cuerpo
inerme, no contemplรฉ en su rostro
los pรกrpados severos, no velรฉ
su memoria junto al ser amado
que tanto lo amรณ. En el exilio
ambos fueron para mi mocedad
los padres que apenas tuve.
Al hablarme yo sentรญa su mano
sobre mi frente; en algรบn rincรณn
de mi infancia ella me abrigaba
de nuevo. Supieron de la lรกmpara
que nunca supo apagarse a tiempo,
y esa renuencia del muchacho
a la ternura, su hostil o su hostigado
orgullo. Pero en la mesa girante
de las estaciones y los aรฑos
el pan y el vino fueron la ley
invariable del amor, y la gracia.
ยฟCรณmo no ser doblemente culpable?
Una y otra vez la falta va marcando
mi destino. El tormento y el vacรญo.
Puedo imaginar la noche de una รบltima
plรกtica con la verdad o, a la hora
del tรบmulo y del laude, discurrir
con la reverencia de la maรฑana
o de la tarde. Pero el adiรณs que no
dije quedarรก para siempre en mi alma
como una nostalgia salvaje. ~