Todo es arte, según Ben Vautier

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Recientemente se presentó en el MUAC la muestra Ben Vautier. La muerte no existe, curada por el argentino Ferran Barenblit. Aún activo, el artista francés de origen suizo ha visto desarrollarse y morir las vanguardias. Sus performances y escrituras, obras con texto que interpelan directamente al espectador, son meditaciones tan simples como complejas que aún desmenuzan las ideas de qué es el arte, cuál es el trabajo de los artistas y cómo perciben estos al mundo.

Para entender a cabalidad a Vautier, en esta entrevista Barenblit explica cuáles son sus motivaciones y el contexto en el que comenzó a desarrollar su profusa obra.

Ben Vautier hace una declaración contundente: todo es arte. La frase es una de sus obras. En el presente esa idea se puede interpretar de muchas formas, sobre todo porque ahora la tecnología le permite hacer casi cualquier cosa a cualquier persona. ¿De dónde viene esa afirmación y a qué se refiere?

Proviene de ese momento de impugnación a la modernidad. Hay una buena parte del trabajo de Ben Vautier que dialoga con eso. Es un personaje que forma parte de una generación privilegiada que vio cambios radicales de la historia del siglo XX que, por supuesto, tuvieron efecto en el arte. Vautier nace justo antes de la guerra; de alguna manera es hijo de la guerra porque tuvo una infancia nómada, lo cual lo convierte en políglota también; ahora que de nuevo vuelve a haber guerra en Europa y que se difunden imágenes de refugiados, pienso en los niños que han vivido cosas que no hubieran vivido de otra manera. Vautier puede ser hijo de esas circunstancias: nace en Nápoles, hijo de una francesa y un suizo, vive en Egipto, en Turquía, en Suiza, al final llega a Niza y ahí se establece. Es un momento en el que todo se desvanece, después de la guerra los grandes relatos modernos se deshacen. Hay una cinta de Broodthaers que se llama La lluvia (proyecto para un texto) (1969), es muy corta, apenas unos minutos, filmada en súper 8, sin sonido, en la que se le ve intentando escribir en el patio de su casa, pero empieza a llover y la lluvia se lleva la tinta. Es incapaz de escribir. El agua ya se lleva el gran relato, es imposible transcribirlo. Entonces el todo es arte entra en esa capacidad de decir, es el desvanecimiento de la modernidad. Su impugnación implica poner en duda la autoría, la materialidad del arte y ciertas convencionalidades asumidas, por ejemplo, que tiene que ser algo sublime y creado por un artista, con mucho esfuerzo y sabiduría, con maestría. Al afirmar que todo es arte, Vautier hace eso: impugnar lo que había sido hasta entonces.

Con respecto a la actualidad, los que nacimos después de la impugnación somos de generaciones que llegaron al mundo cuando Beuys ya había dicho que cualquiera puede ser artista, lo que creó un campo de juego infinito para el arte. Que lo pueda realizar cualquiera es lo que convierte al arte en algo extraordinariamente poderoso porque abre el campo de acción hasta donde sea. El que todos lo podamos hacer, lo cual no quiere decir que todos lo hagamos, abre ese camino.

¿Cómo se relacionan las obras de Vautier con el presente que mira hacia atrás? Al relacionarse con su trabajo hay una especie de añoranza crítica que cuestiona de una forma particular el pasado.

Su trabajo tiene un punto de nostalgia porque se trata del fin de la modernidad. Un ejemplo es la pieza de 1967 de un artista más joven que él, aunque no mucho más, Bruce Nauman, que hace una espiral de neón en la que se lee el artista verdadero ayuda al mundo revelando verdades místicas. Lo que Nauman dice es que está claro que no hay un artista verdadero, que un artista no ayuda al mundo y mucho menos revela verdades místicas, pero que le hubiera gustado mucho que todo eso fuera cierto. Otra vez se decreta el fin de la modernidad. El 68 fue el pico de ese momento al dejar atrás la promesa de un discurso moderno, sólido, seguro, también las ideas de avance y progreso y del Estado nación. Si todo eso hubiera funcionado habría sido maravilloso, pero no fue así.

Vautier ha transitado por muchas etapas, incluso ha visto desarrollarse y morir a las vanguardias. ¿Cómo se relaciona con el arte pop y la idea del ego y la fama del artista?

Toda su obra es autoirónica, en eso sigue a Duchamp. Hay una anécdota de Duchamp con Pierre Cabanne. El crítico de arte y periodista le dice que siempre que hacía algo lo matizaba a través de la ironía y Duchamp responde: “por supuesto, porque tampoco creía en ello”. ¿Cómo que no creía en ello? Duchamp le dice que hay que dudar de todo incluido de uno mismo. En Vautier se ve claramente la estela duchampiana. ¿Cómo podemos hacer un mundo post-Duchamp? Quizás el pop tiene que ver con eso. Eso también contesta lo del ego, es como si dijera sí, soy el gran artista, pero tampoco me creo ello. Vautier tiene su retrato en la tapa de un retrete, al mismo tiempo que Piero Manzoni enlata su propia mierda. Para poner en duda el mundo y las normalidades asumidas con las que negociamos a diario, empieza con poner en duda el papel del artista.

¿Hay una relación entre el trabajo de Vautier, lleno de textos y frases, y la literatura de su época?

Quizá me equivoco, pero no creo que Vautier considerara que su trabajo tuviera que insertarse en ese momento literario, aunque es verdad que, si nos fijamos en la época, la literatura está con lo mismo: Sartre, Boris Vian, la reacción ante las guerras de Indochina y Argelia. Vian escribe “Señor presidente, yo no quiero hacer la guerra”. No estoy seguro de cuál es su relación con la literatura, pero sí con el texto.

Todo su trabajo es acción, ver es verbo, por eso adopta tan pronto de una manera intuitiva el performance, la acción. En su libro Cómo hacer cosas con palabras (1962), Austin dice que las palabras no solo enuncian sino que hacen; ahora sabemos que las palabras son capaces de actuar y no solo de denunciar. Pero eso empieza en ese momento. La literatura de Vautier es entender que las palabras son acción y por eso sus acciones también son la línea más corta, nunca necesitó nada complejo, es la sencillez máxima que incluso tiene que ver con lo mínimo. Quizá su performance más conocido es Mírame con eso basta (1962): su título alude a un parpadeo que concentra en ese momento el tiempo, la voluntad de ser absoluta y contundentemente directa. Ahí es donde radica esa capacidad de acción.

La muestra en el MUAC es como un gabinete, como abrir cajones y armarios, descubrir curiosidades.

Ir a su estudio es entrar en su mente y en su vida, lo ha guardado todo, donde mires hay una obra o la obra de otro incorporada a la suya; en las paredes, los techos, los objetos desbordan todo el estudio. Pocas muestras como esta dan la sensación de estar transitando por las ideas y la historia de un artista con mucha sinceridad; Vautier participó mucho en esta exposición en el MUAC, el texto de entrada es suyo. Tiene algo que me atrae mucho: su trabajo es la línea más corta entre sus ideas y la audiencia. En el fondo considero que hay pocos artistas que necesiten menos explicaciones, su obra es exactamente lo que estás percibiendo, no hace falta más, es muy directo, impacta.

Si su trabajo concentra o en algún sentido resume el fin del gran relato moderno, ¿hacia dónde avanza su mirada después?

Es interesante de dónde surge Ben, de un lugar relacionado con el fin del gran relato moderno, con el gran fracaso de la modernidad que generó avance, industria, pero también los medios de comunicación que embelesaron a millones de alemanes para cometer las atrocidades más grandes de la historia. Él mira desde Niza. Hace unas acciones en la promenade des Anglais o paseo de los Ingleses, un bulevar creado por y para los ingleses en el siglo XIX, momento en que se realizan los mapas, donde al sur de Europa solo se le permite ser lugar de sueño para el norte industrial, productivo; los del norte van al sur a buscar cierta autenticidad, buen clima y folclor; al sur le toca entretenerlos, cualquier otra cosa se tiene que negociar. En ese lugar opera ciertas acciones, no las hace en una estación de ferrocarril o en una plaza del centro; no, las hace en el lugar más turístico porque a esa dirección se dirige, a esa nueva Europa que se está dibujando, que otra vez es el fin del proyecto moderno porque no hay nada más posmoderno que el ocio. ~

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es periodista cultural, crítico de cine y traductor literario.


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