Un toscano que corta chuletas y recita la Divina comedia

ยฟPuede un carnicero ser algo mรกs que un vulgar matarife? Mientras crece en el mundo la turba de vegetarianos bio, y arrecia la condena contra el maltrato animal, en Italia prospera la insรณlita celebridad de Dario Cecchini, un toscano que corta chuletas y recita a Dante y a Garcรญa Lorca.ย 
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En estas tierras no se ven vacas. La carretera sinuosa que va de Florencia a Panzano solo ofrece infinitas hileras de vides y olivos de tallos torcidos. Este suelo produce vinos Chianti y aceites de perfume intenso. Pero no hay ganado. La legendaria vaca toscana, la raza chianina, famosa por su bistecca, prรกcticamente desapareciรณ.

Pero aquรญ siguen llegando carnรญvoros. A este pueblo medieval ubicado sobre una colina vienen italianos de otras regiones. Vienen sobre todo franceses, espaรฑoles, ingleses, gringos y unos pocos latinoamericanos con apetito: gente que viaja seducida por el embrujo de la carne.

A las once de la maรฑana Panzano estรก medio vacรญo. Pasan carros esporรกdicos y los jubilados charlan en una plaza junto a la vรญa.

Subiendo por una vereda โ€“franjas rojas y blancas en la fachada, letrero de mรกrmolโ€“ se encuentra el aviso de la carnicerรญa: โ€œAntica Macelleria Cecchiniโ€. Cuando dice antica no miente: doscientos cincuenta aรฑos llevan los hombres de la familia vendiendo carne en el mismo lugar. El local es estrecho. Hay dibujos de ganado pastando, de ovejas y cerdos en su ambiente rural. Hay dos cuernos sobre un escaparate. Hay grandes piezas de charcuterรญa colgadas en ganchos, y cortes de carne exhibidos tras el vidrio de un mostrador. En cada rincรณn se ven bustos de Dante Alighieri. Hay una biblioteca con muchos libros de cocina, y al lado una mesa llena de comida para los clientes: pan tostado con una capa de manteca (lo llaman Burro del Chianti: una grasa de cerdo curada con romero y especias que en efecto parece mantequilla), prosciutto y tres garrafas con vino de la casa.

Abunda la gente en el local. Entonados por el licor y la mรบsica, todos hablan en voz alta, comen, rรญen y se toman fotos que llevarรกn de recuerdo.

Detrรกs del mostrador estรก Dario, el carnicero, que mira la escena con una sonrisa luciferina. Es un tipo grande y blanco, de ojos azules muy expresivos, de brazos largos y manos fuertes. Lleva puesto su uniforme: suรฉter rojo, bufanda con la bandera italiana, delantal blanco salpicado de sangre y un cuchillo en las manos.

Suena el telรฉfono. Dario corre hacia una esquina y responde con un grito alegre:

โ€“Buongiorno, Macelleria Cecchini!

Crudo

Dario Cecchini naciรณ en 1955 en una vieja casa frente a la carnicerรญa. Su padre, Tulio, era un hombre con fama de seductor. El abuelo, tambiรฉn carnicero, vivรญa preocupado por esa indisciplina y un dรญa, poco antes de morir, le rogรณ a su hijo que olvidara las conquistas y se enfocara en el trabajo. Tulio obedeciรณ y se encargรณ del negocio durante muchos aรฑos, hasta que un dรญa la historia se repitiรณ. Dario recibiรณ una llamada de su hermana: โ€œPapรก tiene cรกncer.โ€

โ€“Yo no querรญa ser carnicero โ€“confiesa Dario mientras corta pedazos de carneโ€“. No querรญa matar animales, sino cuidarlos. Yo estudiรฉ tres aรฑos de veterinaria en la universidad. Pero habรญa una tradiciรณn familiar…

En Toscana, como en toda Italia, la palabra โ€œtradiciรณnโ€ implica historia y familia. Pero tambiรฉn un respeto reverencial por la gloria inamovible del pasado. Muerto su padre, Dario dejรณ la universidad y aprendiรณ el oficio en las manos del Maestro, un viejo carnicero que habรญa trabajado siempre con la familia Cecchini.

โ€“ร‰l me enseรฑรณ todo lo que sรฉ: cรณmo reconocer la buena carne y quรฉ hacer con ella.

Hoy Dario recuerda sus inicios y sonrรญe: los tiempos difรญciles ya se han ido. Pero fue duro. ร‰l tenรญa veinte aรฑos y ninguna experiencia.

โ€“Me paralizaba de miedo. Arruinaba la carne con el cuchillo, me herรญa. Tenรญa los brazos llenos de cicatrices.

Ahora, la mano firme y hรกbil, Dario sostiene el cuchillo sin vacilar. Parece el arma de un cazador (la palabra cecchini significa โ€œfrancotiradoresโ€). La hoja de acero abre los mรบsculos con facilidad, y a cada rato, en un gesto compulsivo, รฉl le saca filo sobre la misma piedra que usaba su padre.

Durante veinticinco aรฑos Dario fue un carnicero competente y anรณnimo. Su celebridad germinรณ hace solo once aรฑos cuando se propagรณ en Europa la โ€œenfermedad de las vacas locasโ€. Alarmada por la epidemia, la gente dejรณ de comer carne bovina. Y Dario, siempre dramรกtico, decidiรณ celebrar en su carnicerรญa el funeral de la legendaria bistecca alla fiorentina. Es decir, el sepelio de su carrera y el fin de la larga historia familiar. La ceremonia fue noticia: Dario apareciรณ en televisiรณn y muchos aficionados a la cocina empezaron a preguntarse quiรฉn era aquel excรฉntrico vestido con delantal.

Tรฉrmino medio

Tulio solรญa visitar con su hijo los museos de Florencia. Frente a Miguel รngel y Da Vinci, con autรฉntico orgullo regional, le decรญa: โ€œยฟVes esas obras? Son toscanas. Las hicimos nosotros.โ€ Aquellas jornadas de apreciaciรณn artรญstica despertaron en Dario una sensibilidad especial. ร‰l no pinta, no escribe: su trabajo simplemente se come. Pero Dario defiende una รฉtica elevada. Por encima del ruido en la carnicerรญa, casi grita:

โ€“Hace treinta y seis aรฑos que hago este trabajo, y creo que en todos los oficios se puede buscar armonรญa o poesรญa. No soy religioso, pero creo que todos debemos buscar la luz โ€“Dario toma un ejemplar de la Divina comedia y declama: โ€œHiciste como aquel que, por la noche, / lleva la luz detrรกs y no se ayuda, / pero va iluminando a otras personas.โ€

ยฟSe ve a sรญ mismo como un educador, un pionero que abre camino a quienes lo siguen? No, no llega a tanto. Pero le basta, dice, con sembrar curiosidad y alegrรญa en la gente que lo visita. Dario es obviamente un carnicero atรญpico: es el cerebro gastronรณmico de su negocio. La mitad del trabajo en la macelleria consiste en producir gelatina de pimientos, terrinas, salsas y una vieja receta de soppressata del siglo XVI: carne y grasa de cerdo embutida en un trozo de intestino. Pero por buenos que sean todos los productos, nadie viaja cientos o miles de kilรณmetros solo por un pedazo de bistec. Hay algo mรกs: la macelleria vende una experiencia. Es un exquisito parque de diversiones para adultos buenavida. Basta cruzar la puerta para sentir la atmรณsfera de gozo que flota en el ambiente.

El prestigio de Dario ha crecido, ademรกs, con la ayuda de algunos colegas cรฉlebres. Estรก Bill Buford, que escribiรณ un magnรญfico libro sobre cocina italiana, Calor, y trabajรณ en a como aprendiz de carnicero. Estรก Faith Willinger, una escritora culinaria radicada en Florencia, que viajรณ con Dario a Estados Unidos y lo sirviรณ en bandeja ante la prensa especializada. Y luego Tony Bourdain, chef y escritor, que grabรณ en la carnicerรญa un episodio de No reservations, su programa de televisiรณn: โ€œLa macelleria no es solo una venta de carne, y Dario no es solo un carnicero. Tiene sabidurรญa sobre todas las cosas toscanas: la comida, la literatura y la poesรญa. Es un feroz defensor de los mรฉtodos tradicionales y las recetas originales de su tierra.โ€

Dario rescatรณ una del aรฑo 1400 y la llamรณ Tonno del Chianti (es decir, atรบn): jamรณn de cerdo cubierto por una semana con sal marina cocido por cinco horas en una mezcla de vino blanco, agua y hojas de laurel. Cuando se enfrรญa, la carne se desgrasa y se conserva en aceite de semillas de girasol con otro poco de laurel. Resultado: una carne pรกlida y suave que parece atรบn y va muy bien con jugo de limรณn. El nombre es marca registrada de la โ€œAntica Macelleria Cecchiniโ€ y figura en el Atlante dei prodotti tipici salumi, editado por el Instituto Nacional de Sociologรญa Rural de Italia.

Dario elogia la receta entre carcajadas: le divierte la analogรญa entre carne y pescado. Un ayudante le entrega una mole de carne que debe separar. Y donde los neรณfitos vemos fibra indistinta, รฉl ve lรญneas claras que le indican cรณmo proceder. Dario empuรฑa el cuchillo y extrae piezas a gran velocidad.

โ€“Esto es fiocco di manzo. Esto de acรก se llama tenerumi salata. Esto, carne en galera

Cuando ha separado los tres cortes, queda en sus manos una pieza perfecta.

โ€“ยฟQuรฉ es?

โ€“Bistecca โ€“dice.

La famosa bistecca: una pieza sรณlida de cinco libras de peso y diez centรญmetros de altura que cuesta doce dรณlares. Dario dice que se vende poco.

โ€“ยฟPor quรฉ?

โ€“Porque nuestros clientes son inteligentes. Esto es bueno, pero no es lo mejor.

โ€“ยฟY quรฉ es lo mejor?

โ€“La rodilla. La rodilla tiene todo: cartรญlago, hueso, mรบsculo, grasa โ€“Dario rรญe, abre la boca, se excita y mueve la cinturaโ€“. ยกLa rodilla es movimiento, es vida, es la salsa que bailamos! Mientras que el lomo estรก quieto, aburrido โ€“arruga la caraโ€“. El lomo es Chopin. Y Chopin es bello de vez en cuando, pero nunca serรก como la salsa.

Dario se queja:

โ€“La comida se estรก volviendo cada vez mรกs seria. Hay que meterle ironรญa. Por eso he llamado a esto Sushi del Chiantiโ€“. Dario seรฑala en el mostrador una tira de carne molida, y la prepara en una taza grande de metal. Sazona con otro de sus inventos: Profumo del Chianti, una mezcla aromรกtica de sal gruesa molida con pimienta, romero y flor de hinojo. Luego pone ajo, peperoncino, perejil y un chorro de aceite de oliva producido en la zona. El local sigue repleto y Dario hace la mezcla delante de todos, sin misterios.

โ€“El secreto es que no hay secretos โ€“dice.

Seria o no, hace mucho que la cocina se volviรณ un espectรกculo. La gente ve en Dario, en su carisma abrumador, un personaje irresistible. De nuevo: รฉl no pinta, no escribe, pero sรญ actรบa. Recita de memoria a Dante, a Garcรญa Lorca y a otros poetas. A veces llora, conmovido por la belleza que sale de sus labios, y el pรบblico lo aplaude como en el teatro. Sobre ese talento histriรณnico ha levantado buena parte de su fama.

โ€“Sรญ, la publicidad es รบtil, pero no es todo. La gente viene y, si no encuentra algo que le convenza, no vuelve. Los clientes no son tontos.

Dario camina hacia el cuarto frรญo, donde cuelgan medias reses que esperan el tajo de su cuchillo. Allรญ acaricia con cariรฑo las piezas refrigeradas y habla de la matanza:

โ€“Matar animales es una cosa muy seria. Hace falta un espรญritu fuerte. No es casual que este oficio lo hicieran antes los sacerdotes, a quienes cambiaban con frecuencia para que no se acostumbraran a la sangre.

โ€“ยฟQuรฉ es lo mรกs difรญcil del oficio?

โ€“Eso, el espรญritu. Al principio yo pensaba que el problema estaba en la vaca: dรณnde debรญa cortar. Despuรฉs creรญa que el problema era el cuchillo. Pero con los aรฑos aprendรญ que el problema estรก en el espรญritu del carnicero.

Tres cuartos

Dario Cecchini ha invertido energรญa en el costado intelectual de su oficio. Ha escrito manifiestos sobre la calidad de la carne, y textos suyos aparecen en varios libros de gastronomรญa. En su biblioteca sobresale uno titulado Primal cuts, y el prรณlogo lleva su firma: โ€œLa esencia del oficio carnicero: algo crudo y compasivo, fuerte pero delicado, siempre respetuoso de la matanza. Y con un imperativo รฉtico: usar la carne de la mejor manera posible, sabiendo que desde el principio de los tiempos estos animales nos fueron dados como regalo de Dios. El autรฉntico carnicero, como los artistas del Renacimiento, camina un sendero en la bรบsqueda de su propio arte: el mรกs delicado oficio de todos los que comemos y nos nutren.โ€ Al final pone su mantra: To beef or not to beef.

โ€“No hago carnicerรญa como lo hacรญa mi padre, ni como lo hacรญa mi abuelo โ€“dice Darioโ€“. Soy un carnicero contemporรกneo.

Aunque reniega del business, ha hecho de su nombre una marca rentable. Alrededor de la macelleria han prosperado otras iniciativas. Primero, en el local de al lado, Dario abriรณ la Officina della bistecca, un pequeรฑo restaurante donde la famosa pieza es protagonista. Este corte de solomillo de res con su hueso se cocina en la parrilla solo cinco minutos por cada lado. El centro permanece casi crudo y solo lleva sal y aceite de oliva. La bistecca es una receta original de la familia Medici, la antigua y poderosa realeza toscana. Por setenta dรณlares la Officina ofrece un menรบ que va desde el antipasto y varias ensaladas, hasta el postre, el cafรฉ y la grappa.

Dario sabe que estas opciones son costosas, que la suya no es precisamente comida para el pueblo.

โ€“Para el pueblo tenemos Mac Dario โ€“se defiende.

Es su respuesta a la comida rรกpida. Ubicado justo encima de la carnicerรญa, en un comedor para cuarenta personas, este otro restaurante vende hamburguesas de una carne jugosa y tierna, hecha en una parrilla al aire libre, acompaรฑada de vegetales y papas por solo catorce dรณlares.

โ€“La bistecca no es el รบnico producto โ€“explica Dario mientras manosea distintas piezas de carne en el mostradorโ€“. Hay muchos cortes, y todos, bien tratados, pueden ser muy sabrosos. Es un gran desperdicio no aprovechar todo el animal. Yo creo en esta idea: el animal necesita una vida buena, una matanza piadosa y un buen carnicero.

Sobre estas tierras pastรณ durante siglos una vaca blanca, alta y fuerte llamada chianina. Su carne firme y poco grasosa, con mรบsculos que servรญan parar arar la tierra, llegรณ a ser un valioso sรญmbolo toscano. Pero luego vinieron dos heladas que arrasaron la agricultura de la zona. Aparecieron los tractores, utilizados por los campesinos en la recuperaciรณn de sus lotes (no mรกs vacas en yunta). Y llegaron, para completar la amenaza, los supermercados con su oferta de carne econรณmica. Esta situaciรณn relegรณ a la chianina casi hasta la extinciรณn. Ahora nadie vende su carne, aunque muchos vienen a Panzano buscando precisamente eso: un pedazo de tradiciรณn comestible.

Para Dario es un tema incรณmodo. No lo oculta, pero tampoco lo grita: รฉl vende carne espaรฑola.

โ€“ยฟEspaรฑola?

โ€“Sรญ. En Barcelona una finca crรญa animales para mรญ; la traen todas las semanas por carretera. Lo importante no es la raza, amigo, sino la crรญa: cรณmo mantienes a los animales. Yo no soy racista, no creo en la raza. Creo en los cruces y en la calidad.

Los crรญticos de Dario, sus propios paisanos, se burlan de esta ironรญa: hay espaรฑoles que viajan a Italia para comer carne producida en su paรญs. Algunos lo consideran un estafador, un bufรณn que hace dinero cazando turistas. Sin embargo, nadie discute la altรญsima calidad de su producto. Dario es el รบnico carnicero que crรญa sus propios animales. La pequeรฑa granja en la Costa Brava es un lugar rรบstico donde las vacas crecen sin prisa y comen pasto de forma tradicional. Esa pureza parece querer recrear a la desaparecida chianina.

Despuรฉs del mediodรญa llega por fin el momento de probar esta carne. Cruzamos la vereda y compartimos con varios italianos una mesa redonda en Solociccia, el tercer restaurante que abriรณ Dario justo frente a la macelleria. En la mesa hay botellas de vino que el mesero rellena varias veces. De inmediato llega la primera ronda de carne: Crostini di sugo (ragรบ de carne picante sobre rebanadas de pan tostado) y Fritto del macellaio (trozos de carne seleccionada por el carnicero, rebosada y frita, servida con vegetales). Despuรฉs un pinzimonio (mezcla de vegetales del huerto), focaccia casera y sopa de garbanzos con frijoles. Y enseguida una nueva tanda: Ciccia arrosto (delicada carne horneada); Tenerumi in insalata (carne cocida en su caldo, muy parecida a la carne mechada, pero notablemente superior, y una nueva raciรณn de ensalada). Y para cerrar, Ciccia in umido (carne braseada a baja temperatura por un largo tiempo, similar a la anterior y servida en su salsa).

El vino abundante y la carne exquisita nos elevan a un รฉxtasis suave. La carne con su grasa es ligera y excelsa. Percibimos su delicadeza frotando, como recomienda Dario, la lengua en el paladar. Y mientras comemos, la tarde avanza lentamente: se ve por la ventana cรณmo cambia la luz amarilla en los sembradรญos de la plรกcida tierra toscana. Dan ganas de quedarse a vivir, pero no es posible.

Salimos de Solociccia y volvemos a la macelleria. Damos las gracias a Dario por su hospitalidad y charlamos unos minutos con รฉl y su esposa antes de despedirnos. Entonces, cuando caemos en cuenta, le preguntamos por su heredero.

โ€“ยฟHabrรก un nuevo macellaio Cecchini?

โ€“No tengo hijos โ€“dice Dario.

Doscientos cincuenta aรฑos de tradiciรณn, ocho generaciones de carniceros y ahora la โ€œAntica Macelleria Cecchiniโ€ no cuenta con un sucesor. Entonces, ยฟquiรฉn recibirรก el testigo?

Dario no parece preocupado. Vive feliz en su tierra y complacido con su obra: รฉl no querรญa ser carnicero, pero se vio obligado. De modo que se propuso convertirse en uno especial. Y lo logrรณ. Ahora todo marcha bien y su espรญritu es el de un optimista. El testigo, dice, ya ha sido entregado.

Dario da media vuelta detrรกs del mostrador, suelta por fin el cuchillo y toma un รกlbum grueso de color rojo. Allรญ muestra fotos de sus aprendices, mรกs de cincuenta personas que han venido desde distintos lugares: un mecรกnico de Brasil, un escritor de Luisiana, un asesor econรณmico de Kazajistรกn… Gente que viajรณ hasta Panzano y aprendiรณ el oficio trabajando con el carnicero mรกs famoso del mundo.

Dario pasa las pรกginas y seรฑala con orgullo los rostros de sus discรญpulos:

โ€“Ellos son mis herederos. ~

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(Valledupar, 1977), periodista independiente que vive en Venezuela. "Se escribe como se vive: contrarreloj", se lee en su blog tiempocontado.posterous.com.


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