Viracrucis

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Nunca nos imaginamos
una Cuaresma de Pascua
reducida a cuarentena
que se alarga y alarga.

Escribo con las dos manos
sedientas de contacto,
esperanzadas de estrechar
algรบn dรญa tus manos.

Miro hacia el parque:
Los columpios vacรญos,
huรฉrfanos de niรฑos,
maรฑanas y tardes.

Me asomo a la verja:
Amapolas y tulipanes.
Me contengo
temeroso de contagiarles.

Tendido en la acera, raรญda
su chaqueta de cuero,
de bruces, como tosiendo…
Cierro la cortina.

Nada en la casilla de correo.
En el pasillo: la nueva vecina.
Embozados, nos miramos
sin cruzar palabra ni gesto.

Leo la prensa en pantalla,
doy la vuelta al mundo
en una sucesiรณn de ambulancias
y ataรบdes.

Viernes Santo. Sรกbado Santo.
Domingo de Resurrecciรณn
y continรบa el calvario.

Miedo a que el desconocido
nos gane con tanto cerco,
y nos imponga el hรกbito
del recelo y el aislamiento.

No, no se muestra
pero estรก aquรญ, a un paso,
a un roce, a un suspiro,
sin mรกs cara que las nuestras.

Y ahora dรณnde andarรก ella.
(ยกHace no tanto tiempo!)
Donde quiera que sea,
que no salga, Dios mรญo,
que se quede en casa,
en cama โ€“el amor era el vestido
que mejor le quedaba.

Da mi reloj mediodรญa:
Hora de la clase telemรกtica.
Nos toca sor Juana Inรฉs,
platicamos sobre su vida
de monja en clausura,
de su pasiรณn por las ciencias,
los astros y la escritura,
y de su agรณnica muerte
en la feroz epidemia
que azotรณ su convento.
                                  Leemos
sus cartas, las redondillas,
sus sonetos y romances
de amor sin sosiego,
y las รบltimas lรญneas
de Primero sueรฑo
con el mundo iluminado
y ella despierta.

Termina la clase. Una tras otra
nuestras imรกgenes se borran.

El breve esplendor del ocaso,
abro la ventana: entra
una bandada de aplausos
y, sรบbitamente emocionado,
hacia afuera grito:
            ยกรnimo,
todos a una! Y cientรญficos:
ยกA inventar la vacuna!

Ya mediados de mayo,
la esperanza flaquea,
y รฉl sigue su marcha
sin nada que lo detenga.

Alzo la vista al cielo:
Millares de estrellas,
siento que nos observan
como por un microscopio.

Pero no… Estamos solos,
en la Tierra indefensa, ultrajada,
con ciudades donde propagan
la viruela del desempleo.

Me protejo, me parapeto
con libros y mรบsica:
Pessoa, Walt Whitman,
las sonatas de Mozart…

Y propenso a los motivos
de cotidiano asombro,
imagino hombres y mujeres
caminando por las calles,
de la mano, abrazรกndose,
y sobre parques colmados
el jรบbilo de los columpios
rizando el aire.
                       Anochece,
caigo dormido. De pronto,
estoy en Manhattan, huyendo,
descalzo, por avenidas sin nadie,
repletas de barbijos y barro.

La luz toca mis pรกrpados,
me desclava de la pesadilla,
y piso el mundo frรกgil,
volรกtil como los sueรฑos. ~

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(Oruro, Bolivia, 1943) es poeta. Pre-Textos publicรณ en 2007 su libro 'Vitrales de la memoria'.


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