Josep Pla
Viaje en autobรบs
La huida del tiempo
La calle estrecha
Introducciรณn de Sergi Doria
Madrid, Biblioteca de Castro, 2019, 672 pp.
Hace un par de meses Ramon Fontserรจ, director de Els Joglars, afirmรณ que el humor servรญa para vivir y sobrevivir. Nada mรกs cierto. Ahora y siempre. Para comprobarlo, basta leer los tres libros de Josep Pla que integran el volumen de la excelsa Biblioteca Castro y probar a imaginarse en la Espaรฑa entre la inmediata posguerra (Viaje en autobรบs es de 1942, y La huida del tiempo, de 1945) y los albores de la dรฉcada de los cincuenta (La calle Estrecha es de 1952, pero el original catalรกn lleva fecha del aรฑo anterior). En esos tres libros el humor ejerce una funciรณn reparadora, balsรกmica, consoladora.
Cierto es que ese papel salvรญfico se da mucho mรกs en Viaje en autobรบs y La huida del tiempo que en La calle Estrecha โpresunta incursiรณn de Pla en el terreno de la novelaโ. El calendario, claro. Esos primeros aรฑos cuarenta. Pero tambiรฉn los calendarios. Ambos libros โal igual, por cierto, que Humor honesto y vago (1942), que muy bien habrรญa podido incluirse en este mismo volumen de la Castroโ se nutren de los โcalendarios sin fechaโ que el autor publicaba semanalmente en la revista Destino. O sea, de columnas periodรญsticas en las que la realidad โesa realidad devastada por las contiendas civil y mundialโ tenรญa difรญcil cabida ante los embates de la censura. En semejante contexto, el humor adquirรญa y adquiere un relieve especial. Parafraseando aquel verso de La mort des pauvres, de Baudelaire, puede afirmarse que se trata de un humor que consuela, ยกay!, y ayuda a vivir. En otras palabras: sonreรญr o reรญr, para no llorar.
Detrรกs estรก el paisaje. El de ese viaje en autobรบs que no es tal viaje โo lo es tan solo hasta que el autor se olvida de viajar y se entrega a evocaciones y retratos de personajes del ayerโ. Y el de esa huida del tiempo que no logra sustraerse, mal que le pese, a las vicisitudes del presente. La รฉpoca es un โmanicomio sueltoโ y el pasado, la melancolรญa, la memoria, refugios en los que guarecerse mientras amaina. Suponiendo que amaine. Al fin y al cabo, del futuro solo sabemos que de โtan incierto [โฆ] no lo pueden concebir ni los poetasโ.
Y es ahรญ donde aparece el humor. Un humor que estรก mucho mรกs cerca, como ejercicio incluso de anticipaciรณn, del que cultivarรก รlvaro de Laiglesia en La Codorniz mediada la dรฉcada que del estrictamente contemporรกneo de Miguel Mihura. Mucho mรกs cerca del corrosivo que del โevasionistaโ, para entendernos โaunque el primero tambiรฉn sirviera, claro, para la evasiรณnโ. Asรญ, en lo tocante al rรฉgimen, nos encontramos en el autobรบs con unos ciudadanos que encienden โunos puros autรกrquicosโ, al tiempo que en otro punto del trayecto se nos instruye sobre las bondades del caracol, โun elemento situado en la lรญnea de la mรกs rรญgida autarquรญaโ.
No faltan tampoco las referencias a la guerra, como ese inventor de los muebles tubulares โprecursor indirecto de las checasโ, o a los estragos de la revoluciรณn, el rojerรญo y el socialismo. Y el hambre, sobra indicarlo, es una realidad que aprieta. Las alusiones al racionamiento (la gente no come, โconsume el racionamientoโ) y al estraperlo (โA la luz cruda de la vida actual, quiero decir a la luz del estraperloโ) se combinan con episodios donde las gallinas, los pollos y los patatales tienen a menudo un carรกcter ilusorio, al modo de las alucinaciones que afectarรกn un par de aรฑos mรกs tarde a Carpanta, aquel inolvidable personaje de Escobar en Pulgarcito. Aunque acaso la muestra mรกs elocuente de la desgraciada fragilidad de los tiempos sea esa pastilla de jabรณn cuya existencia estaba acreditada por la noche en una habitaciรณn de fonda y se ha convertido, a la maรฑana siguiente, โen una masa informe y flรกccidaโ.
Pero el humor no se proyecta solo sobre las estrecheces del presente. A veces los temas tratados son intemporales. Como en esa pequeรฑa obra maestra de La huida del tiempo titulada โEl cuclilloโ y en la que puede leerse: โEl cuco estรก unido a los mitos del eterno rejuvenecimiento, en virtud de los cuales las mujeres se entregan a dulces imaginaciones y los hombres tuercen el cuello y ponen unos ojos naufragados y acuosos de becerro. Aparece el cuco, las mujeres dan unos saltos en los colchones, los รกrboles sacan sus hojitas y surge el cocu que es la especie de hombres que a mรญ me infunde mรกs respeto.โ Mediante un metaplasmo que incluye el recurso a otra lengua, Pla se inscribe de lleno en una tradiciรณn โla del elogio del cornudoโ que tendrรก en un chansonnier como Georges Brassens a uno de sus mรกximos exponentes.
Y a propรณsito del lenguaje, resulta obligado mencionar esa โdesnudez estilรญsticaโ, esa โsimplificaciรณn mรกxima de la manera literariaโ a la que Pla confiesa aspirar en el prรณlogo de Viaje en autobรบs y que alcanza ya su mรกxima expresiรณn en los tres libros que componen este volumen de la Biblioteca Castro para el que Sergi Doria ha escrito una introducciรณn tan รบtil como bien trenzada. Porque sin esa desnudez, sin ese gris estilรญstico al que el autor tuvo siempre tanto apego, difรญcilmente el juego verbal surtirรญa efecto. Difรญcilmente sobresaldrรญa, por ejemplo, โel vientre juguetรณn y bรบdicoโ del burro Baldiri de La calle Estrecha y difรญcilmente sonreirรญamos ante el recurso a la obviedad en el siguiente diรกlogo: โโ[โฆ] si usted sueรฑa es porque duermeโฆ โapunto para animarla. / โNo comprendo. / โClaro estรก. Si usted sueรฑa es que duerme, porque en este paรญs no existen personas que sueรฑen despiertasโฆ / โSรญ, claroโ. Del mismo modo, es esa contenciรณn sentimental, ese pudor estilรญstico, lo que hace que toda hipรฉrbole o exclamaciรณn lleve la mayorรญa de las veces implรญcita la consiguiente retranca. O que la poesรญa acabe siempre hecha unos zorros.
En definitiva, lean y relean, vivan y revivan, que el disfrute estรก asegurado. ~
(Barcelona, 1956) es filรณlogo y periodista. Especialista en el escritor Josep Pla. En 2009 se publicรณ su obra mรกs reciente, 'Filologรญa catalana. Memorias de un disidente' (Barataria).