¿Hay diferencias reales entre el valor mundial de los diarios canónicos de Kafka, Woolf o Camus y los de Ribeyro, Bioy Casares y, ahora, los de Donoso? Sus Diarios centrales –con contextos inestimables de Cecilia García-Huidobro Mc para develamientos siempre extraordinarios– tienen la misma centralidad que los anteriores e igualmente enjundiosos Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950-1965 (2016). La mayor donosidad al distribuir lo sensible en este segundo tomo revela una mente compleja y atormentada (el “infierno” del título), no estrafalaria como la de Kafka. Innumerables páginas dignas de citas dan fe de un novelista angustiado, azaroso, ciertamente envidioso, despiadadamente introspectivo, lúcido y convulsionado por la falta de honestidad.
Los años relatados son extraordinarios para la narrativa hispanoamericana y la marcha de su mundialización, y Donoso resulta ser el más abierto de los “boomistas” (que vivían en la misma calle, pero en diferentes direcciones). Es elogioso, pero amonesta el éxito de Fuentes y la liviandad de García Márquez. La abundancia de perspicacias y albores, chismorreo y tasaciones francas en un bilingüismo fluido es juguetona y contundente. Anotada sobriamente por García-Huidobro Mc, esa plétora se convierte en un dietario intelectual que corrige especulaciones académicas y periodísticas sobre protagonistas o subsidiarios. Además, exhibe su sofisticación y actualidad respecto a la literatura mundial (Vidal, Vonnegut, Styron), por no decir nada de los clásicos, con frecuentes registros de sus favoritos.
En 1971 afirma: “No son los críticos los que me interesan, son los escritores escribiendo crítica, escribiendo sobre todo sobre sus obras y las de sus amigos y sobre sus amigos sin sus obras”, una práctica que resulta evidente en Historia personal del “boom” (1972, cuya edición de 2021, aumentada y revisada, corrió también a cargo de García-Huidobro Mc). Los años que son sujetalibros para ese ensayo son los más fecundos al rastrear los preparativos conceptuales y logísticos (hacía listas de todo y para todo; desconsuela detallarlas) y las cavilaciones y dudas acerca de su propia obra, de entonces y futura. Obsesionado con terminar Casa de campo (1978), asiente: “Al comenzar la novela todo esto de la úlcera está ya muy enredado con mi problema de no poder trabajar.”
Junto a la invariable preocupación por su salud y la convicción de que “la novela de denuncia es hoy novela burguesa, es realista”, su bloqueo surge de otra percepción: “la conciencia de que la novela está en bancarrota, desde la novela ‘concreta’ de Vargas con su appeal popular, hasta la novela ‘abstracta’, que es puro lenguaje, de Sarduy, culta y aristocrática. A nadie le interesa la novela. […] Esto lleva, naturalmente, al tema Chile. ¿Es que no puedo producir ya nada de interés o de importancia, porque estoy alejado de mis raíces?”. No; él y otros no se quedaron haciendo patria, por múltiples razones. Habrá que comparar su incertidumbre con cartas más pluralistas que las seleccionadas para Las cartas del boom (2023), no con memorias o autobiografías y su pátina decorosa.
No lo son sus opiniones sobre sus pares. Es severo con Asturias, y ambivalente con Vargas Llosa: “Un día de estos escribiré un análisis de su personalidad, que no publicaré”, dice en 1973, y “yo lo he oído hablar en forma que queda claro que la obra de Puig le resulta desagradable si no repugnante”, añadiendo que “en cierto sentido son estos dos jóvenes, agresivamente diversos […], los que van a la vanguardia misma de la literatura hispanoamericana de hoy, los que están trazando caminos”. Son afirmaciones equilibradas por la indecisión o discreción.
Entre tantas evocaciones del privilegiado mundillo literario anglófono en que se mueve anota: “Y mi soupçon de entonces, que Harold Nicolson, en el coche que nos llevaba a la Embajada de Inglaterra made advances to me, que yo no seguí, ciertamente no por inocencia, sino por mi propia inseguridad en ese sentido.” Similar es su titubeo sobre volver a Chile (antes del golpe) y “escribir una novela política sensación”. Dudando de su reintegro, se pregunta: “¿Escribir algo sobre el brainwashing que significa este ‘arte para el pueblo’ que están inventando? ¿No se dan cuenta de que el realismo, etc., es simplemente una imposición porque su régimen solitario lo necesita?”
Nada convencional, pugna contra mediocridades estéticas y sociopolíticas, antes de novelizar en El jardín de al lado (1981) el efecto en la camarilla literaria latinoamericana de la universidad estadounidense. (Donoso podía satirizar la autosatisfacción y convencionalidad burguesa de esa clase profesoral por no ser parte de su complicidad.) La segunda mitad de Diarios centrales se enfoca en su incapacidad “de escribir directamente sobre mí, sobre mí mismo, sobre mi vida. Lo cobarde que soy. […] ¿Lograré algún día decir la verdad total sobre mí mismo?”, y terminar Casa de campo. No le ayuda contrastarse o querer releer a Woolf o Sabato, u organizar profusas conferencias estadounidenses. La domesticidad (“María Pilar must grow up”) y los presupuestos le hacían sentirse responsable de todo y todos. Así: “Hoy no me resulta el trabajo. Nada. Estoy yerto, muerto, loco, obsesivo, desmemoriado, desprovisto de fuerza, de entusiasmo. ¿Quién? ¿Tranxilium o María Pilar? No lo sé.”
¿Y el Donoso anterior a esas obsesiones? En su tesis de licenciatura de 1951, escrita originalmente en inglés, impresa elegante y cuidadosamente como Jane Austen y la elegancia del pensamiento, asevera que una heroína de Austen “es la personificación de virtudes femeninas como la fidelidad, la moderación, el recato, la modestia, el desinterés y la tolerancia”, dictamen “clasista” que los mercenarios académicos cancelarían. García-Huidobro Mc bien recuerda, vis-à-vis, argumentos sobre Austen de Edward Said, que “en 1951 no era una sensibilidad que se visibilizara en la academia en que se insertó Donoso”. Como sus diarios, sus tempranas reflexiones sobre Austen perciben en la autocensura un escamoteo de conocimiento personal y público, percepción mayor de su monografía. Las 109 notas al pie, del traductor Rodrigo Rojas y García-Huidobro Mc, apuntalan los contextos mayores detrás del joven literato que, por las exigencias de la tesis (que iba a ser sobre Woolf), no exterioriza desear ser novelista, sino que interpreta seriamente (no trata la parodia de novelas góticas quijotescas en La abadía de Northanger) una novelística canónica desafiante.
Donoso logra una close reading sin el “discurso técnico filosófico” que decía no entender (años después Barthes, Sontag y Trilling le serían “recuperables”). En su crítica los subtextos y valores analíticos de Jane Austen y la elegancia del pensamiento son patentes: 1) qué empresas similares tenían sus contemporáneos, 2) es un escritor del “tercer mundo” que conoce colmadamente el canon novelístico de Occidente (lo inverso no existía), 3) es un examen foráneopara el ámbito anglófono, 4) se adelanta a enfoques presentes sobre pensar la novela, 5) reivindica a autoras y personajes femeninos (capítulos II y IV), 6) Ediciones Lastarria y De Mora latiniza la interminable devoción a Austen (hay muestras entusiastas en el mundo anglosajón como una Orgullo y prejuicio zombi y A truth universally acknowledged. 33 great writers on why we read Jane Austen), y 7) Jane Austen y la elegancia del pensamiento hace releer al chileno desde su elegancia.
Donoso quería saber las reglas de los fieros prescriptores del juego de ser “novelista” en un ambiente que las creía moribundas. Sabía las de escribir novelas (evidente en Jane Austen y la elegancia del pensamiento), consciente de que los lectores anhelan saber el resultado de ese juego o de proyectos desatendidos o recogidos (“Biografía de mis novelas”). En 1971 apunta: “Creo que mi libro sobre Radiografía del Pájaro puede quedar bien.” Si hay optimismo en las entradas finales de Diarios centrales sobre la novela que sería El jardín de al lado y sobre un filme basado en su visión de la controvertida The return of the native de Hardy, la disconformidad es: “Hoy decidí definitivamente: María Pilar es alcohólica. Tengo terror de mi futuro y sobre todo el futuro de mi hija.”
Parafraseando a Austen, ahora es “una verdad universalmente reconocida” que Donoso sabía que no podía ser al mismo tiempo amigo, esposo, filósofo, mediador, pedagogo, padre abnegado o tesorero; ni lidiar con la tensión de no convertir cada obra en Bildungsroman,o subsanar sus diversos pánicos. Cada entrada de Diarios centrales abunda con esas ocupaciones, con personajes y situaciones reales y ficticias que las enaltecen, facilitan u obstruyen, y las apostillas de García-Huidobro Mc son imprescindibles para tomos futuros que, juntos, muestran el proceso creativo de otra Gran Novela de Donoso. ~
(Guayaquil, Ecuador) es crítico literario. Su estudio Los peajes de la crítica latinoamericana aparecerá próximamente.