Sobre el nuevo ‘curriculum’: ¿qué pasará con la sintaxis en la clase de lengua de secundaria?

Una vez más, el Ministerio renuncia a lo que debería ser irrenunciable: un marco común en el que movernos que fuera más allá de las grandes líneas.
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Durante las últimas semanas, un aluvión de noticias en los periódicos insistían en que, en el nuevo curriculum de lengua de ESO, la sintaxis cedía su lugar privilegiado a las competencias relacionadas con la comunicación. Como lingüista preocupada por la formación de los estudiantes de secundaria, estas noticias despertaron mi interés y, por qué no decirlo, mi preocupación. Y esto por dos motivos. El primero de ellos es que, sin contenidos gramaticales explícitos, difícilmente se puede llegar a una buena competencia lingüística. Dicho de otro modo, mejorar la comprensión lectora y la expresión oral y escrita de nuestros jóvenes es un objetivo loable por parte de nuestros políticos, pero que difícilmente se conseguirá reduciendo los contenidos gramaticales del curriculum. El segundo tiene que ver con algo de más calado: la formación secundaria, que es la última que recibirá cierta parte del alumnado, no puede reducirse a implementar competencias clave. Es como si la asignatura de biología centrara todo su esfuerzo en saber llevar una vida saludable. Estar escolarizado hasta los 16 años debe implicar que los ciudadanos estén formados para comunicarse y para vivir saludablemente, por supuesto, pero, más allá de esto, deben tener un conocimiento básico de cómo funciona nuestro cuerpo (incluido nuestro lenguaje, capacidad cognitiva de primer orden), cómo se organiza nuestro mundo (el físico y el socio-político), de dónde venimos o quiénes somos. Todos estos conocimientos básicos, en la doble acepción de la palabra, son los que conseguirán que los ciudadanos, además de saber cómo expresarse, tengan algo interesante que decir.

Con estos pensamientos, me puse a navegar por la red hasta que encontré el borrador al que aludían los periodistas. Y allí me encontré dos cosas. La primera es que en realidad en dicho borrador la sintaxis (o mejor, la gramática) no desaparece. Antes al contrario, se dice de forma explícita, una y otra vez, que el conocimiento metalingüístico es el único que asegura unas buenas competencias comunicativas. Echo en falta que se mencione también que dicho conocimiento implicará entender el modo en el que funciona nuestra mente. Lo echo en falta, pero no me sorprende. Llevamos décadas sufriendo en todas partes la reducción de nuestro lenguaje a mera herramienta de comunicación. Ojalá pronto se entienda que, además (y antes) de usarlo como expresión de pensamientos, lo utilizamos para pensar.

Pero, si no reduce la importancia de la gramática, ¿qué significan los titulares a los que aludía al principio? La confusión que encontramos en los medios parte de entender mal lo que significa estudiar sintaxis. En realidad, lo que trata de reducir el borrador son las horas dedicadas al mero etiquetado de fenómenos lingüísticos. Porque se entiende que estudiar sintaxis es otra cosa. La idea no es nueva. Desde hace años, un nutrido grupo de lingüistas de distintas universidades (en torno a la asociación GrOC, que fundaron Germán Cánovas y Ángel Gallego) estamos tratando de cambiar el modo en el que se afronta la sintaxis en el aula. Como ha repetido Ignacio Bosque en diversas publicaciones y charlas, el etiquetado de categorías y funciones no puede ser sino el primer paso para la explicación sintáctica. Saber reconocer el sujeto, el complemento directo o el complemento predicativo es importante, pero si no entendemos cómo incide esto en el significado, no estamos haciendo sintaxis. Saber gramática nos debe permitir hacer cosas interesantes, como acceder a las sutilezas semánticas del pensamiento o ser capaces de comparar lenguas y variedades y, de este modo, entender la naturaleza humana y fomentar el respeto a la diversidad lingüística. Hasta aquí nada que objetar al borrador del nuevo curriculum. Ahora bien, para poder transformar la clase de lengua va a ser necesaria una decidida inversión económica. Porque los profesores necesitan formación y aulas menos concurridas. La primera necesidad la estamos cubriendo, gratuita y vocacionalmente, algunos profesores, pero harán falta más medios. La segunda, como todos sabemos, es perentoria.

Lo segundo que encontré al leer el curriculum es que, si bien se repite que los contenidos gramaticales son fundamentales, la verdad es que no se entra a detallarlos. Parece que ese será el cometido de las Comunidades Autónomas. Una vez más, el Ministerio renuncia a lo que, en mi humilde opinión, debería ser irrenunciable: un marco común en el que movernos que fuera más allá de las grandes líneas. Los contenidos concretos que se deben dar y su secuenciación en el tiempo no deberían variar de una comunidad a otra, por lo que sería interesante encontrarlos en el curriculum. Esta renuncia a hablar de contenidos tampoco es nueva. Desde que hace unos años el Gobierno Central decidió prescindir de los libros blancos, nuestra universidad ha empeorado sustancialmente. Me temo que aquí no nos irá mucho mejor. Ojalá me equivoque.

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Mamen Horno (Madrid, 1973) es profesora de lingüística en la Universidad de Zaragoza y miembro del grupo de investigación de referencia de la DGA
Psylex. En 2024 ha publicado el ensayo "Un cerebro lleno de palabras. Descubre cómo influye tu diccionario mental en lo que piensas y sientes" (Plataforma Editorial).


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