Cambios en los patrones migratorios: optimismo con reservas

 Un análisis de los cambios demográficos migratorios y las distintas explicaciones que se han esgrimido para dar cuenta de esta evolución. 
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Contra la corriente antiinmigrante de los últimos años en Estados Unidos, recientemente se han publicado varios estudios que destacan cambios demográficos significativos en las características de la migración mexicana a Estados Unidos y documentan las contribuciones económicas de los migrantes. Más allá del debate sobre las cifras y las razones que explican estos cambios en los patrones migratorios, la mayoría de estos estudios coinciden en que este tipo de datos pueden contribuir a cambiar las percepciones negativas de la población estadounidense sobre la migración, particularmente sobre los migrantes mexicanos y latinoamericanos, y desde esa base será posible proponer políticas migratorias más realistas y efectivas.

No obstante algunas de las tendencias positivas que señalan estos estudios, como las contribuciones fiscales de los migrantes indocumentados, su aportación a la recuperación del mercado de vivienda, el aumento de la población de migrantes de alta calificación (high skilled), y el hecho de que el crecimiento de la población latina se debe más a nacimientos dentro de Estados Unidos que a la llegada nuevos migrantes, es innegable el rezago de la población de origen mexicano en cuanto a educación, dominio del inglés, migración legal y tasas de naturalización, factores que influyen en su integración económica, laboral, política y social y en las percepciones negativas que se tiene de ellos en las comunidades receptoras.

Sin afán de ser pesimista ante los resultados de los estudios que destacan los factores positivos de la migración, un análisis más profundo sobre las características de los mexicanos de primera y segunda generación en Estados Unidos hace sonar una nota de cautela ante el optimismo sin matices sobre los cambios en los patrones migratorios en el largo plazo, su impacto en las comunidades emisoras y receptoras, y sus implicaciones políticas.

Por ejemplo, el artículo ampliamente citado de Damien Cave en el New York Times argumenta que la principal razón por la que se ha reducido la migración mexicana a Estados Unidos es porque hay mejores oportunidades económicas y educativas en México y por ello los jóvenes prefieren quedarse en el país. Como evidencia, el autor presenta cifras sobre el aumento en el número de escuelas de bachillerato, que se ha duplicado en Jalisco en los últimos diez años, y el incremento de profesionistas con licenciatura o un grado mayor, que también se ha duplicado en estados como Jalisco, Oaxaca y Chiapas. Sin cuestionar o profundizar al respecto, Cave cita a un maestro mexicano que considera que “con más educación, es más probable que [los estudiantes] acepten la realidad aquí e intenten mejorarla”.Complementa esta cita con otra deJeffrey Passel, demógrafo del Pew Hispanic Center, quien argumenta que “si se tiene un título universitario es mucho más probable que la gente se quede, porque definitivamente es más valioso en México”.

Contra estos datos y argumentos, pocas semanas antes de que se publicara el artículo del New York Times, el Subsecretario de Educación, Rodolfo Tuirán, presentó un estudio de la SEP, “La educación Superior en México y la movilidad hacia Estados Unidos”, que revela que uno de cada diez mexicanos con licenciatura, uno de cada seis con maestría y uno de cada cinco con doctorado residen en Estados Unidos. Poco más de un millón de profesionistas con licenciatura o posgrado viven en Estados Unidos (comparado con 411 mil en 2000), lo que equivale a una tercera parte de la matrícula actual de jóvenes que estudian la educación superior en México (tres millones). Y contrario a lo que argumenta Passel, un gran número de estos mexicanos con licenciatura (aproximadamente 141,680) recibe un mayor ingreso en Estados Unidos trabajando (muchos de ellos de manera irregular) como albañiles, carpinteros, cocineros, lavaplatos o meseros que lo que ganarían en México desempeñando puestos relacionados con sus estudios.

Esta migración de “talentos” obviamente representa una gran pérdida para México y la SEP reconoce que los esfuerzos de repatriación hasta el momento no han generado los resultados esperados. Sin embargo, desde la perspectiva de Estados Unidos, el estudio del Brookings Institute, The Geography of Immigrant SkillsEducational Profiles of Metropolitan Areas, señala como una tendencia positiva el hecho de que recientemente el número total de inmigrantes con licenciatura ha sobrepasado el número de inmigrantes que no han completado los estudios de bachillerato (aunque cerca de la mitad están subempleados). Por medio de un análisis de las 100 áreas metropolitanas más grandes del país, el estudio concluye que 44 de ellas tienen un mayor porcentaje de migrantes con estudios de licenciatura que de aquellos sin bachillerato.

Datos recientes del Migration Policy Institutecoinciden con que el número de migrantes mexicanos con altas credenciales educativas ha crecido en Estados Unidos, y los autores argumentan, con más matices que el reportaje del New York Times, que se debe a que las nuevas oportunidades educativas en México han avanzado más rápidamente que la creación de empleos. Sin embargo, la tendencia general sigue siendo que la mayoría de los inmigrantes con los niveles más bajos de educación provienen de México. En 2008, 61.5% de inmigrantes mexicanos de 25 años en adelante no habían terminado la preparatoria (en comparación con 32.5% del resto de la población nacida en el extranjero) y sólo 5.2% tenía un grado de licenciatura o mayor (comparado con 27.1% para el resto de la población nacida en el extranjero). Aunque las cifras mejoran en la segunda y tercera generación, los mexicano-americanos tienen el peor desempeño educativo en comparación con otros grupos de origen extranjero. Esta es la principal población que integra el mercado de inmigrantes de baja calificación, es la que tiene los niveles más bajos de educación y de dominio del inglés, tiene las tasas más bajas de naturalización, representa el mayor porcentaje de indocumentados, e incluye a los migrantes que han llegado recientemente a nuevos destinos dentro de Estados Unidos; ciudades y estados en donde generalmente se presentan las mayores reacciones antiinmigrantes.

Estudiosos del tema, como Douglas Massey, proponen que ante la evidencia de la migración indocumentada a la baja y un mayor control de las fronteras, este es el mejor momento para aprobar una reforma migratoria integral. Por su parte, el Brookings Institute argumenta que la reforma será más efectiva si se pone el énfasis en las diferentes capacidades de los migrantes y el hecho de que nuevas políticas también beneficiarían a migrantes de alta calificación. Varias instituciones han propuesto crear una comisión que seleccione a los migrantes de acuerdo a la demanda que exista en diferentes sectores en Estados Unidos en el corto y largo plazo. El Brookings Institute agrega un punto importante a esta propuesta al destacar la necesidad de tomar en cuenta las estructuras económicas locales por medio de comisiones a nivel estatal. Esto permitiría tener información más directa para corresponder a la demanda de trabajadores de acuerdo a sus habilidades y maximizar sus contribuciones económicas, independientemente de su alta o baja calificación. Aunado a programas para apoyar la integración de los migrantes por medio de clases de inglés, educación, participación cívica, entre otros, en el mediano o largo plazo este esquema lograría que crear una imagen más positiva sobre los migrantes en Estados Unidos.

Cada año que pasa sin una reforma migratoria surgen mejores estudios y mejores propuestas que justifican la necesidad de un nuevo sistema para administrar la migración a Estados Unidos y proteger los derechos de los migrantes. Sin embargo, mientras los institutos de investigación y los académicos resaltan las tendencias positivas y los futuros deseables, han ido aumentando las reacciones antiinmigrantes y las leyes restrictivas. Estas respuestas reflejan la búsqueda de soluciones inmediatas y una impaciencia ante los efectos negativos que se atribuyen a la migración que no se atempera con promesas de cambios demográficos o contribuciones positivas de largo plazo. De ahí el optimismo con reservas sobre el impacto de todos estos datos y noticias en la opinión pública estadounidense y su efecto en los congresistas que podrían aprobar una reforma migratoria. 

 

(Fuente de la imagen)

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es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.


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