Perpetuidad acotada

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“Este soldado del pueblo es ya candidato a la Presidencia en 2012”, dijo Hugo Chávez ante una multitud extasiada, agregando que lo será “hasta que Dios quiera”. Dios no opina mucho sobre estas cosas, pero es probable que Chávez, cuya energía es sobrehumana, esté considerando abandonar el poder en 2041, a los 87 años de edad. Quizá entonces será el momento de abrir paso a nuevas generaciones.

El referéndum de la perpetuidad llevado a cabo el 15 de febrero en Venezuela fue enteramente inequitativo. De un lado estaba la oposición, sin recursos económicos (en Venezuela los partidos no cuentan con fondos públicos) y exhausta tras años de intensas protestas. Del otro estaba Chávez, con todo el poder económico y propagandístico del Estado y cientos de miles de funcionarios trabajando ilegalmente por su causa. Habiendo cerrado, acosado o multado a los pocos medios que se le han opuesto, Chávez utilizó la impresionante red mediática que ha montado (300 estaciones de radio, periódicos subsidiados, cinco canales de televisión sólo en la capital), dedicándola día y noche a la propaganda de su imprescindible y ubicua persona. A la oposición, vetada y calumniada en los medios oficiales, sólo le quedaba una televisora abierta y otra de cable (que Chávez, con toda probabilidad, cerrará muy pronto). Por otra parte, no faltaron los actos de fuerza e intimidación. A sabiendas del creciente antagonismo de la juventud hacia Chávez, se impidió el empadronamiento de más de 300,000 estudiantes. Empleados públicos repartían los volantes a favor de la reelección indefinida: “Chávez nos ama, y amor con amor se paga”. La oferta ya no era la economía ni la justicia social, era “el amor”. Y prendió: “Yo voto por lo que él diga -dijo el día de la votación una chavista de barrio popular. Que cambie toda la Constitución si quiere. Él ama a todas las personas, nos da muchas providencias. Y bueno, sí, es mi Dios, y ¿qué?”. Finalmente, el hombre elevado a deidad alcanzó su propósito. Pero, ¿podrá gobernar de aquí a la eternidad?

El primer límite será económico. En 2009 el ingreso por exportaciones de petróleo puede ser menos de un tercio del de 2008. El gobierno podrá posponer por unos meses la inevitable reducción del gasto haciendo uso de las reservas internacionales, pero la magnitud de la caída hará inevitable la reducción significativa del gasto. La población verá mermar su ingreso personal, erosionado por una inflación galopante. Una posible salida sería la reanimación del aparato productivo. Pero Venezuela ya no cuenta con ese polo dinámico de crecimiento. Se hizo dependiente como nunca antes de un ingreso que se creyó inagotable. Los empleados públicos y los perceptores de transferencias directas a través de las “misiones” sufrirán la caída de su capacidad de compra. La base clientelar perderá su asidero. Las fidelidades se mantendrán por razones ideológicas o por el temor de la gente a perder lo poco que tiene. Lo mismo ocurrirá, probablemente, en el plano internacional: aliados de ocasión, ganados por dádivas multimillonarias, se distanciarán de Chávez en la medida que pierda la capacidad de regalar dinero.

El segundo límite estará en la oposición. Hay una sociedad civil activa y vibrante en Venezuela. Por Chávez votaron 6.3 millones de personas (entre simpatizantes, devotos y clientes), contra Chávez votaron 5.2 millones (cifra récord). Más de cinco millones se abstuvieron. La oposición se integra por un amplio abanico social: obreros, amas de casa, líderes sindicales, pequeños y medianos empresarios, intelectuales, académicos, artistas, escritores, sacerdotes, periodistas y un sector muy considerable de gente pobre. Los estudiantes, en particular, han sido la vanguardia de esta lucha. Para ellos es impensable un Chávez gobernando a sus hijos y nietos. El tercer factor que puede poner límites a Chávez es la geopolítica regional. Días antes del referéndum del 15 de febrero, Fidel Castro -el “padre de Chávez”- lo comparó con Bolívar. Pero Raúl, el “tío” de Chávez, puede no estar de acuerdo con esa interpretación heroica de su “sobrino”. Un acercamiento de Cuba con la izquierda moderada de Brasil y Chile y el deshielo de las relaciones con Estados Unidos (incluido, por supuesto, el urgente levantamiento del embargo) aislarían a Chávez. Su discurso, en esas circunstancias, parecerá cada vez más solipsista y anacrónico.

La combinación de esos tres factores afectará a Chávez en 2009 y condicionará los importantes comicios legislativos del 2010. Si la oposición no pierde el temple, en esa fecha podrá conquistar una representación importante y a partir de ella fiscalizar al gobierno, minando su credibilidad para el 2012. Ese desvanecimiento paulatino y pacífico es el escenario mejor para salir de la grotesca monocracia que padece aquel país. Pero por desgracia hay otro factor que podría acabar con Chávez de mala manera: su propia Hybris. Ante la crisis económica, la presión opositora y el marco geopolítico adverso, ¿endurecerá su política y radicalizará sus posiciones o hará un llamado a la concordia? Lo más probable es que, en sentido contrario a Cuba (que comenzará a orientarse hacia un modelo chino), Chávez caminará hacia una reedición del caduco modelo cubano, con Irán jugando el papel de Rusia. Si Bolívar fue el héroe del siglo XIX y Castro del XX, Chávez buscará ese mismo sitio para el siglo XXI. Ése es el delirio que lo mueve. En ese caso, llevará la crispación hasta el límite. Y Venezuela, como tantas veces en su historia, podría precipitarse en la violencia.

– Enrique Krauze

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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