¿Cรณmo se mide la cultura?, me preguntรณ hace aรฑos un empresario, con absoluta buena fe. ¿Cรณmo se miden Orozco y Rivera?, le contestรฉ. Al advertir en su mirada un atisbo de duda, soltรฉ una cascada de nombres, poetas, novelistas, ensayistas, mรบsicos, pintores, arquitectos, cineastas, dramaturgos mexicanos de excelencia internacional, que con su obra han enriquecido nuestra vida colectiva. En el balance histรณrico -remachรฉ, usando tรฉrminos contables-, la cultura ha sido siempre, de Nezahualcรณyotl y Sor Juana a Tamayo y Octavio Paz, un activo fundamental. No recuerdo haberlo convencido, pero un libro de apariciรณn reciente lo convencerรก por completo: Dinero para la cultura, de Gabriel Zaid.
Se trata del anรกlisis mรกs serio publicado en muchos aรฑos en torno al estado material y moral de la cultura en Mรฉxico. En el tema hay un equรญvoco mayor: la confusiรณn entre educaciรณn y cultura. Parece obvio pero no lo es. La educaciรณn es transmisiรณn de cultura del maestro al alumno; la cultura es creaciรณn que va del autor al pรบblico. En las รบltimas dรฉcadas el equรญvoco se ha complicado, porque mucha gente cree que las instituciones de educaciรณn superior son las fuentes principales de cultura. No lo son ni lo han sido nunca. (Las ciencias, que por lo general requieren un marco institucional para llevar a cabo su labor de investigaciรณn, son tema aparte). Aunque en zonas de las humanidades las universidades crean conocimiento, la fuente histรณrica de la cultura -explica Zaid- es una instituciรณn que no es vista como tal porque no tiene edificios, ni aulas, ni maestros, ni alumnos, ni burocracias, ni sindicatos, ni calificaciones, ni nรณminas, ni presupuestos, ni contratistas, ni direcciones y subdirecciones, ni logos, ni lemas, ni equipos de futbol. Esa inadvertida instituciรณn es la cultura libre:
La cultura libre prospera en la animaciรณn y dispersiรณn del diรกlogo y la lectura libre: las imprentas, librerรญas, editoriales, revistas, cafรฉs, tertulias, salones, academias; los teatros, grupos de mรบsicos, cantantes y danzantes, casas de mรบsica, galerรญas, talleres de arquitectos, pintores, escultores, orfebres. Prospera en las microempresas de discos, radio, cine y televisiรณn, mientras son artesanales: no integradas a monopolios mediรกticos. Prospera en los blogues y otras formas de publicaciรณn en la internet.
En tรฉrminos de creatividad, la distinciรณn entre universidad y cultura libre es universal. Los grandes creadores desde el Renacimiento no sรณlo no tuvieron que ver con la universidad sino que la rechazaron: "Erasmo, Descartes y Spinoza no querรญan ser profesores -dice Zaid- sino contertulios y autores. Frente al saber jerรกrquico, autorizado y certificado que se imparte en las universidades, prefirieron la conversaciรณn y la lectura". La lista de creadores es inagotable:
Las influencias dominantes del siglo XX (Marx, Freud, Einstein, Picasso, Stravinsky, Chaplin, Le Corbusier) nacieron de la libertad creadora de personas que trabajaban en su casa, en su consultorio, en su estudio, en su taller. Influyeron por la importancia de su obra, no por el peso institucional de su investidura. Tenรญan algo importante que decir y lo dijeron por su cuenta, firmando como personas, no como profesores, investigadores, clรฉrigos o funcionarios.
¿Cรณmo se financia la cultura libre? Los departamentos de Difusiรณn Cultural de las universidades pรบblicas no se hacen esa pregunta: viven tranquilamente del Estado. El presupuesto de ese departamento en la UNAM para 2011 fue de 2,426 millones de pesos. Aunque el monto de sus diversos rubros es pรบblico, nadie conoce su aplicaciรณn en detalle. (De ocurrir, quizรก serรญa un escรกndalo, como el extraordinario despilfarro que descubre Zaid en la impresiรณn de libros universitarios que no llegan a las librerรญas ni a los lectores pero sirven para enriquecer a los impresores y apuntalar los currรญculos).
En contraste, las empresas privadas de la cultura libre no cuentan ni con la milรฉsima parte de ese presupuesto. Por suerte, tampoco lo reclaman ni necesitan, porque pueden (y deben) vivir de una combinaciรณn de diversas fuentes: el mecenazgo, el pรบblico consumidor, los anunciantes privados, los anuncios de entidades pรบblicas y lo que Zaid llama sacrificio personal (en otras palabras, apretarse el cinturรณn). Dinero para la cultura hace un llamado al surgimiento de los posibles Medici mexicanos o, mejor aรบn, a un involucramiento de los propios empresarios en la vida cultural que ademรกs de apasionante puede ser redituable.
Pero son tales las necesidades y oportunidades de la cultura libre en Mรฉxico, que no bastarรญa con el concurso activo del sector privado (hasta ahora, por lo demรกs, muy marginal). Es por eso, desde hace casi cuarenta aรฑos, Zaid comenzรณ a publicar en las revistas Plural y Vuelta una serie de propuestas para invertir el dinero pรบblico en alentar la cultura libre con reglas claras, sin burocracias y con apoyos directos. Estas ideas derivaron en la creaciรณn del Fonca. Con todas sus limitaciones, esa canalizaciรณn directa de recursos a los creadores (escritores, pintores, etc…) ha sido benรฉfica.
¿Quรฉ empobrece a la cultura? Ante todo, la gravรญsima crisis de la lectura en Mรฉxico. Para Zaid, como para Vasconcelos, la lectura es -incluso por encima de la creaciรณn- el corazรณn de la cultura. La caรญda en los รญndices de lectura demuestra el fracaso de nuestro sistema educativo. Pero hay otros agentes que contribuyen a degradarla: el mal periodismo cultural, la deficiente difusiรณn de la oferta cultural que ya existe y, sobre todo, la baja calidad de la crรญtica.
Dinero para la cultura contiene una mina de ideas prรกcticas para elevar el nivel de la cultura libre (apoyar a las librerรญas y bibliotecas, promover la carrera y los oficios del editor, recrear instrumentos como el "Correo del libro" donde los maestros puedan elegir los libros que les interesen, alentar la discusiรณn de libros en medios electrรณnicos). La secciรณn final recoge y pone al dรญa una de las batallas histรณricas de Zaid: la exenciรณn fiscal a los creadores. De gran importancia es su amplio alegato sobre las ricas posibilidades culturales de la radio y su crรญtica a la televisiรณn comercial. En "La tercera cadena", Zaid fundamenta la idea de que la prรณxima licitaciรณn abra paso a una televisiรณn cultural privada.
El libro honra, con pequeรฑos perfiles, a esas escasas y no muy comprendidas figuras que han sido nuestros empresarios culturales: editores de libros, animadores de la literatura, bibliรณfilos con sentido histรณrico, directores de revistas: Ignacio Manuel Altamirano, Daniel Cosรญo Villegas, Arnaldo Orfila Reynal, Joaquรญn Dรญez-Canedo, Octavio Paz. "Ver el milagro de la cultura como una actividad mรกs o menos superflua -nos recuerda Zaid- es no tener sentido de la realidad. La cultura es el origen y la culminaciรณn del desarrollo". Tiene razรณn. La cultura es un milagro que no se mide: se suscita, se construye.
(Reforma, 7 julio 2013)
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.