Desde hace días veo que circula la foto de Julio César Mondragón. Intuyo que es una imagen macabra, pero no me he atrevido a corroborarlo. Desde que se dieron a conocer las condiciones en las que fue encontrado su cuerpo, un día después de la matanza de Ayotzinapa ocurrida la madrugada del 27 de septiembre, he evitado a toda costa detenerme en esa imagen.
Sé que le arrancaron los ojos y le desollaron el resto de la cara. Siendo así, la imagen que circula no es la de Julio César Mondragón sino la del horror anónimo. ¿Por qué le arrancaron el rostro? No sé si la acción es un mensaje lleno de simbolismos o es el resultado puro y burdo de una violencia sádica e irracional.
In facie legitur homo
(En la cara se lee al hombre)
En Una historia moral del rostro, Belén Altuna, señala que la tendencia a leer los rostros es una inclinación natural, que seguro viene de nuestro primeros antepasados. Sobre eso, la hipótesis antropogenética en la que coinciden los expertos es que “nuestro rostro se hizo lampiño, perdió la pelambrera característica de otros homínidos y simios, para que los otros pudieran leer en él. Porque las caras lisas amplían enormemente el vocabulario facial, hacen más claros, sutiles y variados los mensajes: facilitan el camino para las criaturas hipersociales que somos”.
En Julio César Mondragón no hay rostro que leer.
Por la mirada se reconoce a un hombre, y por su aspecto, al hombre sabio
Eclesiástico 19: 29
Lavater, un fisiognomista suizo del siglo XVIII creía, según rescata Francisco González Crussí en su último libro, que “aunque la verdadera fisionomía puede a veces esconderse, disimularse o alterarse por accidentes o hábitos, llega un momento en que el individuo recobra su aspecto original, la fisionomía que le es propia. El momento supremo es la muerte; de ahí el interés de Lavater y sus discípulos por observar a los murientes”
Si esto fuera cierto a Julio César Mondragón no solo lo asesinaron sino que le arrebataron ese momento supremo. El recuerdo último de su verdadera fisionomía.
“La epifanía del rostro como rostro introduce la humanidad”
Emmanuel Lévinas
Para Lévinas, nosotros llamamos rostro al modo en el cuál se presenta el Otro. Y es precisamente con esa presentación con la que comienza toda relación social. “El rostro es, en él solo, sentido. Tú eres tú”, sin necesidad de que medie la creación de un personaje [Julio César Mondragón, estudiante de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”] o un contexto que lo defina [Ayotzinapa, Tierra Caliente]. Reconocer el rostro de los otros es lo que nos hace ser éticos. Es el principio de la inteligibilidad y la responsabilidad para con el prójimo.
Si quienes se llevaron el rostro de Julio César Mondragón creen que su responsabilidad con todos los Otros, con nosotros, está terminada, se equivocan. Ese rostro nos llama y nos exige. Sus asesinos y nosotros seremos sus rehénes hasta que no se haga justicia.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.