La renuncia de Porfirio Díaz (25 de mayo de 1911) contiene estas graves palabras: "Espero… que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas". A cien años de su muerte, ese estudio "concienzudo y comprobado" está por escribirse.
Comencemos por los números económicos. Según Cosío Villegas (Historia moderna de México) fueron sobresalientes. Si se tiene en mente el retraso de siglos que acarreábamos con respecto a los países occidentales, no puede menos que admirarse el progreso que se alcanzó con Díaz. La agricultura comercial, la minería y la industria crecieron a tasas envidiables. La inversión extranjera fluía de manera productiva. Díaz veló por conservar un equilibrio (en cuantía, en áreas de inversión) entre los norteamericanos y los europeos. Se construyeron 18,000 kilómetros de vías férreas, se tendió la red de telégrafos, se estableció un expedito sistema de correos, se crearon nuevas ciudades y puertos, se equilibraron los presupuestos, se consolidó la antigua deuda externa, se acreditó al país en los mercados financieros. Al mismo tiempo, contra el dogma liberal puro, se avanzó en la nacionalización de los ferrocarriles.
Muchos de los problemas sociales de México (como el régimen de servidumbre que se vivía en algunas haciendas) provenían de tiempos coloniales. Otros se agudizaron durante la era liberal. Si Porfirio Díaz fue insensible a la desigualdad, comparte la responsabilidad con su época. El Porfiriato practicó un cierto abstencionismo del Estado en cuanto a los problemas sociales, pero no dejó de preocuparse activamente por la salud, la prevención de enfermedades y la educación. Detrás de cada nombre en la Colonia de los Doctores hay una hazaña olvidada de beneficio social. Por lo demás, del propio progreso porfiriano surgió una nueva y nutrida clase obrera y una clase media reducida pero pujante. Hombre del siglo XIX al fin, Porfirio no comprendió las demandas de justicia y participación de esos grupos emergentes.
El Ateneo de la Juventud pregonó la idea del Porfiriato como una era cultural estéril, extranjerista e inauténtica. No es exacta. Por una parte, hubo un impulso nacionalista en las artes y las letras. Y la corriente cosmopolita fue más fértil de lo que se supone. La filosofía positivista, por ejemplo, tuvo exponentes notables por su claridad y rigor (la Lógica de Porfirio Parra). Los planes educativos de Sierra y Rébsamen, las generaciones preparatorianas, las leyes y los códigos civiles, no pocas hazañas de la arquitectura y la ingeniería, la Revista Azul y la Moderna, la propia Universidad, los primeros trabajos arqueológicos, son creaciones del Porfiriato.
En términos políticos, la reprobación que Madero hizo del régimen en 1908 se sostiene plenamente. Aunque con matices de tiempos y lugares, Díaz gobernó el país como una monarquía con ropajes republicanos (frase de Justo Sierra). En 1904 o 1908 debió abrir paso a Bernardo Reyes y la nueva generación que lo acompañaba: así, México se habría ahorrado mucha sangre y habría dado pasos hacia una modernización económica más inclusiva en lo político y más justa en lo social. Dicho lo cual, al condenar políticamente al Porfiriato, el régimen de la Revolución se condenaba a sí mismo: entronizó a un Porfirio cada seis años.
Por lo que hace a su saldo de sangre, Porfirio Díaz no fue, ni remotamente, el mayor asesino de nuestra historia. Los crímenes que refieren J. K. Turner y otros críticos (Valle Nacional, "Mátalos en caliente", Río Blanco, Tomóchic) son ciertos y deplorables, pero la medalla de oro en esa práctica no la tiene Porfirio Díaz sino el otro Díaz de nuestra historia reciente (Ordaz), varios caudillos de la Revolución y los presidentes sonorenses. Frente a la matanza de chinos en Torreón, las barbaridades de Villa, los fusilamientos de todas las facciones, la Cristiada, Topilejo y Tlatelolco, Porfirio Díaz fue, casi, una alma de la caridad.
Clío TV ha preparado una serie de cinco documentales titulados "Porfirio Díaz: El Centenario". Se transmitirán a lo largo del mes en Foro TV. Intervienen decenas de historiadores de todas las corrientes. Contienen fotografías, caricaturas, pinturas e imágenes fílmicas inéditas o poco conocidas, música de la época y un acercamiento comprensivo y plural a la vida cotidiana en aquellos tiempos. Ojalá esos programas sirvan para acercarnos a un "juicio correcto" sobre aquel hombre proscrito de la patria a la que sirvió y en cuyo seno, después de cien años, merece descansar.
(Publicado previamente en el periódico Reforma)
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.