Los niรฑos ya no pueden leer Matar a un ruiseรฑor, el bestseller de Harper Lee publicado en 1960. Palabras como nigger son demasiado insultantes y ofensivas, segรบn varios padres que obligaron a un colegio del estado de Misisipi (Estados Unidos) a quitar esta novela de las lecturas escolares. Los visitantes del Metropolitan Museum of Art de Nueva York tampoco deberรญan admirar el cuadro Thรฉrรจse dreaming, pintado por Balthus en 1938. Para once mil personas, aquellas que firmaron un manifiesto exigiendo su retirada, es โsexualmente sugerenteโ y arroja una mirada ยฟsucia? sobre el cuerpo de los menores. Tampoco es lรญcita la pintura que realizรณ la artista blanca Dana Schutz sobre la fotografรญa de Emmett Till, un adolescente linchado por dos hombres blancos en Misisipi en 1955. Varios artistas y comisarios de exposiciones pidieron incluso su destrucciรณn cuando fue expuesta en la Biennial del Museo Whitney de Washington.
Todas estas manifestaciones ocurrieron en 2017 y son muestra de una nueva censura cultural. Si bien los impulsos censores siempre han estado presentes, en los รบltimos tiempos han tomado una mayor relevancia, en parte debido al gran altavoz que suponen las redes sociales, que consiguen agrupar a un mayor nรบmero de personas en torno a una protesta, y tambiรฉn al rumbo polรญtico y social que han tomado algunos de los paรญses mรกs desarrollados en los รบltimos meses. No obstante, son muchos los interrogantes que se abren en torno a estas nuevas posturas que no pueden limitarse al anรกlisis fรกcil de las redes o a triunfos de polรญticos reaccionarios. ยฟPor quรฉ hay voces que hoy persiguen libros, cuadros, fotografรญas de hace mรกs de medio siglo? ยฟQuรฉ ha cambiado para que entonces no supusieran ningรบn problema y hoy sean pasto de linchamientos y prohibiciones?
Causas de la โnueva censuraโ
Desde un punto de vista polรญtico, Manuel Arias Maldonado, profesor de ciencia polรญtica de la Universidad de Mรกlaga y autor de libros como La democracia sentimental (Pรกgina Indรณmita, 2016), ofrece principalmente dos causas. La primera tiene que ver, precisamente, con su tesis sobre el nuevo sentimentalismo, es decir, โcon un deseo de proteger a quien puede sentirse ofendido, que es una patologรญa de las sociedades ricas, porque cuando hablamos de sentimentalizaciรณn de los conflictos no deja de ser un lujo. Son preocupaciones no materialistas porque ya se habla menos de la distribuciรณn de los salarios, y se habla mรกs de los cรณdigos a partir de los cuales nos comunicamosโ, argumenta. Dicho de otra manera: cuanto mรกs ricos somos, mรกs fina tenemos la piel. O aรบn mรกs llano: cuando no hay una problemรกtica muy grave hay que hacer un drama de cualquier cosa, a priori banal.
La segunda causa estriba en โla articulaciรณn identitaria de los grupos sociales. Uno se adscribe a un grupo y siente atacada su autoestima en la medida en la que es criticado ese grupo. Se establece un vรญnculo entre el sentido de nuestra autoestima y el grupo al que nos ligamosโ, sostiene. Este razonamiento explicarรญa, por ejemplo, que, en el caso de los artistas que se manifestaban contra el cuadro de Schutz o en el caso de la novela Matar a un ruiseรฑor, por motivos de raza, estas personas se sintieran ofendidas por una imagen de un joven negro mutilado o unas palabras que consideran ofensivas.
En este sentido es donde cobran importancia las redes sociales como trampolรญn de los ofendidos y las enseรฑanzas de la psicologรญa. Segรบn Pablo Malo, psiquiatra, miembro de la Txori-Herri Medical Association y de los Beautiful Brains y autor del blog Evoluciรณn y neurociencias, en el que tiene colgados varios posts sobre la nueva indignaciรณn moral y el supuesto derecho a no ser ofendido, para explicar la relevancia que hoy cobran las โofensasโ tambiรฉn habrรญa que acudir a dos motivaciones psicolรณgicas que han tenido un enorme auge recientemente: el poder del cotilleo y la fuerza de la reputaciรณn. โEl cotilleo no ha sido suficientemente estudiado y da para mucho. De hecho, los programas de cotilleo estรกn ahรญ por algo. Entretienen a la gente, pero ademรกs tienen una funciรณn moral, ya que hacen que el individuo acepte la norma, transmiten unos lรญmites y coartan la libertad individual para que el sujeto se someta a las reglas. No hay cultura que no tenga cotilleo. En la sociedad moderna nos habรญamos hecho muy individualistas, habรญamos perdido esa vigilancia del cotilleo. Pero con las redes nos vigilamos unos a otros. Gracias a esta posibilidad que han dado Twitter y Facebook nos hemos lanzado todos a ser los mรกs buenos y a criticar a todo el mundo. Estamos haciendo tribu, en el fondo es un pegamento moralโ, explica el psiquiatra. La reputaciรณn irรญa ligada a esta hipervigilancia, puesto que es el cotilleo el que destruye las reputaciones. โSi la pierdes estรกs muerto. Como ahora estamos todos en la famosa aldea global, tu reputaciรณn es muy importanteโ, aรฑade Malo.
Los nuevos ofendidos
Ahora bien, ยฟquiรฉnes son los nuevos ofendidos? Porque ya no es (solo) un ultraconservador el que decide tapar el seno de una estatua sino que, paradรณjicamente, la mayorรญa de los nuevos ataques proceden de grupos que, en principio, han querido actuar desde la buena fe y de lo considerado โbuenoโ para la sociedad (no insultos a los negros, no imรกgenes que โsexualicenโ a los menores). De hecho, este maremรกgnum de emociones, sentimentalismo, de preocupaciรณn por lo โpolรญticamente correctoโ que acaba llevando al lado oscuro de las libertades, a una especie de cara b โsoy libre de exigir que se prohรญba algo porque me ofendeโ y a la apariciรณn del victimismo (otra fรณrmula para definir la nueva ofensa) es una copia mala de lo que ya hicieron los polรญticos estadounidenses conservadores en los ochenta. Asรญ al menos lo entiende Daniel Gamper, profesor de filosofรญa moral de la Universidad Autรณnoma de Barcelona, que seรฑala que este fenรณmeno fue creado por los republicanos estadounidenses en las guerras culturales. โEra un proyecto de victimizaciรณn, decรญan ser vรญctimas de una censura liberal (de izquierdas) que querรญa imponer un lenguaje. Si en una sociedad se llega a un consenso compartido para dejar de usar determinadas palabras, serรญa รฉtico, y por tanto decir que eso es censura es una beaterรญa de la libertad. Lo que se ha producido ahora es la perversiรณn de la otra beaterรญa, la de las minorรญas, con ese paternalismo excesivoโ, sostiene.
Como explica Arias Maldonado, โla izquierda antaรฑo era un movimiento ofensivo para acabar con los tabรบes, garantizar derechos humanos, etc. Y eso ya estรก hecho, por lo que ahora hay que cambiar el pie: ser conservador para mantener el Estado del bienestar. Cuando centras el debate en que lo personal es lo polรญtico y piensas que los sujetos se forman a partir de las experiencias que tienen, y que estรกn inermes a la hora de reaccionar a esas influencias, te conviertes en alguien extremadamente sensible. Es el asunto de la heterosubjetividad. Tienes el temor a que se produzca el daรฑo psicolรณgico y emocional. La izquierda posmoderna es un poco estudiantil y adolece de una sobrerreacciรณn, ya que cuando tus valores son hegemรณnicos, se compite por la atenciรณnโ. O lo que es lo mismo: tocar โImagineโ al piano despuรฉs de un atentado terrorista.
Para Victoria Camps, filรณsofa y catedrรกtica emรฉrita de รฉtica en la Universidad Autรณnoma de Barcelona, ademรกs de autora de libros como El gobierno de las emociones (Herder, 2011), esta sobrerreacciรณn de la izquierda se observa incluso en el lenguaje y en ejemplos como los cuentos infantiles, โque se han querido cambiar porque las historias son patriarcales o no son animalistasโฆ Hay gente que se queja del uso metafรณrico de la palabra cรกncer o del uso metafรณrico del tรฉrmino autismo. Con todos estos fenรณmenos solo empobrecemos el lenguaje y eso es negativoโ, afirma. Para ella, esta discusiรณn hace tiempo que estรก sobre la mesa y no siempre adquiere un carรกcter positivo. โYa no decimos que alguien es subnormal. Pero al cambiarlo ocurre una paradoja: el nuevo nombre que damos a la causa acaba siendo tan despreciativo como el anterior, y tenemos que cambiarlo. Hoy ya no se acepta discapacitado sino diversidad disfuncional. El desprecio y el carรกcter despectivo dependen tambiรฉn del contextoโ, alega.
Coincide con su colega Arias Maldonado en el rizo de los valores progresistas. โHoy ningรบn partido deja de ser feminista o de hablar de polรญticas sociales. Y hacer cambios en temas sociales es mucho mรกs complicado. Acabo de ver la serie The crown y en la segunda tempo- rada dicen que uno de los personajes es โmaricaโ porque entonces, en los aรฑos cincuenta, era la รบnica palabra para designar a los gais. Hoy nadie la pronunciarรญa porque es despectivo y porque le hemos dado a la homosexualidad un reconocimiento que antes no existรญa. Y eso es lo importante y lo progresista. Insistir demasiado en un lenguaje correcto es falta de imaginaciรณn. Un ejemplo es el artรญculo neutro. En parte ha contribuido a visualizar a las mujeres, pero ahora roza el ridรญculoโ, comenta.
Espaรฑa no es (todavรญa) paรญs para censuras (pese a Twitter)
โAquรญ no tenemos guerras culturales. Las tuvimos con el matrimonio gay, el aborto, etc., pero ahora mismo no. La sociedad espaรฑola es muy tolerante con respecto a ese tipo de cosas. Con el tema de las razas, por ejemplo, no hay ningรบn partido que haya cogido la bandera de la xenofobia. No sรฉ si porque somos catรณlicos o porque nos hemos secularizado bastante. Tambiรฉn se ha individualizado mucho la sociedadโ, reconoce Gamper. โPuede que tambiรฉn porque en Estados Unidos son menos homogรฉneos. Es verdad que las redes sociales por su naturaleza polรฉmica estรกn contribuyendo a que esto se reproduzca aquรญ y hay determinadas fracturas culturales como las del animalismo con los toros y las ideolรณgicas, el centro-periferia, izquierda-derecha. Pero hay otras que parece difรญcil que se reproduzcan: no creo que tengamos esa hipersensibilidad de los campus universitarios de Estados Unidos o la de los grupos รฉtnicos. En todo caso no ha llegado a Espaรฑaโ, aรฑade Arias Maldonado.
Pero estos pequeรฑos casos sรญ abren, al menos, el debate sobre la libertad de expresiรณn, principalmente en las redes sociales. โEs que ahรญ se mezclan cosas. En las redes es una comunicaciรณn muy agresiva y una reacciรณn hipersensible puede estar justificada. Aquรญ tenemos la Ley Mordaza, que es un error, porque no vamos a avalar que se pueda decir cualquier cosa, pero tampoco se puede prohibir. Hay determinadas mofas del sentimiento religioso que me parecen innecesarias porque el catolicismo ya ha perdido. Igual ofendes a mi abuela que va a mi misa, y quรฉ necesidad. Pero esto no avala que solo un escritor negro pueda escribir sobre los negrosโ, dice Arias Maldonado. Tambiรฉn Camps entiende que uno no puede decir todo lo que quiera. Existen los lรญmites. โLa autocensura es ideal en un mundo plural, abierto y libre, debe haberla antes de pronunciarseโ, afirma.
Lo que viene a ser puro sentido comรบn: pensรกrselo dos veces antes de ofender o sentirse ofendido. ~
es periodista freelance en El Paรญs, El Confidencial y Jotdown.