En México, nuestros ilustres expertos en educación decidieron, hace dos o tres años, eliminar civismo y materias afines dentro de los programas de enseñanza básica e intermedia. En el mundo, el valor de la ética ha quedado relegado. Basta atestiguar cómo se mata –asesinar no basta: se decapita, mutila o tortura– para comprobar el estado crítico de la ética.
La ética médica, inseparable de la ética universal, confronta el mismo olvido. Tanto por los temas con los que lidia –aborto, donación de órganos, clonación, eutanasia activa–, como por el desprecio y el rechazo que muestran hacia ellos los dueños del mundo y las corrientes religiosas más recalcitrantes. La autonomía es uno de los principios fundamentales de la ética médica, aceptada por las corrientes laicas, denostada por las religiones. Establecer la validez de ese principio, “contar con la capacidad de autolegislarse de acuerdo a la razón“, ha sido fundamental para la evolución de la ética médica; su progreso depende del fortalecimiento de la autonomía de las personas.
En contra de críticos y críticas añejas, si la autonomía se ejerce “adecuadamente”, es poco probable dañar a terceros. Muchos sostienen que los suicidas hieren a sus seres queridos. Otros aseguran que la eutanasia activa es ilícita, ya que “Dios da la vida y solo él tiene derecho a disponer de ella”. Algunos afirman que no es correcto abortar, ya que desde el momento de la concepción el embrión es un ser humano. Los detractores de la autonomía afirman que esas acciones lastiman a los allegados, y sostienen que nadie tiene derecho a disponer de la vida de otras personas. Quienes vindican la autonomía apoyan sus ideas en los preceptos de varios filósofos. Entre muchos, recojo el principio del imperativo categórico de Emmanuel Kant.
El imperativo categórico, concepto central de la ética kantiana, ofrece algunos elementos para entender y ejercer “adecuadamente” la autonomía. Existen varias traducciones: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio.” Es fácil vincular imperativo categórico y autonomía. Las acciones que efectúe una persona y que impliquen a otros seres humanos deberán ejercerse como si uno mismo, o un ser querido, fuese el sujeto de la acción. Vínculos similares se pueden encontrar entre autonomía y ética médica. Toda acción debe conllevar propósitos constructivos; al llevar a cabo algún movimiento, la persona debe actuar extendiendo “su verdad” hacia los “otros”. Autonomía, ética médica e imperativo categórico conforman un triángulo interdependiente.
Gracias a la autonomía, la ética médica laica ha logrado desarrollarse. Gracias a ambas, y a la ética kantiana, los pacientes del siglo XXI adquieren, poco a poco, el derecho de aceptar o no una decisión médica. Dos ejemplos. En caso de gangrena, es frecuente que la única opción para salvar la vida consista en amputar la pierna, a pesar de que su vida corra riesgos: ¿tiene derecho el paciente a negarse? Segundo ejemplo: si una persona, con alguna enfermedad neurodegenerativa –esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica–, sufre neumonía, ¿tiene derecho de ir en contra de su familia y de la opinión médica y optar por no hospitalizarse, es decir, elegir morir?
La autonomía le ha permitido al enfermo desprenderse del paternalismo médico y decidir si desea o no recibir tratamiento médico. Le ha permitido también valorar lo que ofrece la tecnología médica y le ha dado voz; sopesar los límites de la vida y confrontarlos con los límites de la medicina es logro de la autonomía. Ese derecho, innato para los librepensadores, aunque conlleva la posibilidad de enfrentar al enfermo con su médico, ha sido la piedra angular para el crecimiento de la ética médica. ~
(ciudad de México, 1951) es médico clínico, escritor y profesor de la UNAM. Sus libros más recientes son Apología del lápiz (con Vicente Rojo) y Cuando la muerte se aproxima.