La obra poética de Rafael Cadenas es el testimonio de una irrenunciable constancia en la escritura que, sin embargo, se materializa en formas diversas –incluso, por momentos, divergentes– del decir. En esa apasionada búsqueda puede discernirse un claro hilo conductor: un posicionamiento ético que concierne tanto la relación de los humanos con el mundo, como el espesor que dicha relación adquiere a través de la palabra. De hecho, su poesía podría caracterizarse como un esfuerzo constantemente renovado de imbricar ambos aspectos. “Enloquezco por corresponderme”, nos dice; una frase en la que “corresponderse” apunta a las imprescindibles “nupcias” –la palabra es también de Cadenas– entre dicha visión y la palabra que ha de sostenerla; mientras que el “enloquecer” manifiesta los elementos de un drama: el recorrido por momentos en busca del estadio culminante y definitorio que dará sentido y coherencia al desarrollo. Pero este drama, como veremos, puede pensarse incluso en sentido musical. Por ello, no dejará de ser iluminador repasar sus diversas escenas para poder patentizar la naturaleza de su quête ético-verbal.
Una atenta lectura a los libros que componen su obra poética, desde Una isla (escrito a finales de los 50) hasta Sobre abierto (2012) y En torno a Basho y otros asuntos (2016), nos permite sugerir que proponen una suerte de “suite y variaciones” que se cumple en las múltiples exploraciones de la dicción. Así, en Una isla –aquel libro inaugural, inédito hasta 1977– el sujeto que enuncia parecía situarse en un lugar de plenitud: el amor, el paisaje, la sensualidad, la sensorialidad parecen ser los rasgos distintivos de una visión sostenida por una escritura sosegada, pausada, incluso plena.
El cierre del libro, sin embargo, anunciaba una despedida de aquel estado y, con ella, el comienzo de la suite: los distintos intentos por recuperar aquel estado vital y verbal. En la primera danza de la suite, Los cuadernos del destierro (1960), encontramos la escritura desmesurada y fabuladora de un sujeto dislocado y múltiple que, perdida aquella clave, da cuenta de esa su particularísima “temporada en el infierno”. La segunda danza, Falsas maniobras (1966), recurre esta vez a la escritura precisa, casi clínica, incluso irónica de un sujeto todavía dislocado que parece ahora darse vuelta y querer mirar hacia su “espacio del adentro”. En la tercera danza, Intemperie (1977), luego de una pausa de una década, la escritura corresponde aún a la de un sujeto atormentado que ironiza por momentos; sin embargo, comienza ahora a adquirir un tono diferente, más sosegado e introspectivo, con inflexiones casi de plegaria, como puede percibirse en su célebre “Ars poética”. La cuarta danza de esta suite, Memorial (1977), es a la vez una recapitulación: las diversas partes del libro nos ofrecen una suerte de bitácora en la que se repasan todas las dicciones anteriores (la escritura de la plenitud, la de la fabulación desencadenada, la de la precisión clínica y auto irónica, la de la introspección y la plegaria) para finalmente dar paso a los indicios de otra escritura: pausada, breve, meditativa, con acento de alabanza.
A partir de este momento su obra parece alcanzar la anhelada dicción. En Amante (1983), la búsqueda escritural alcanza su fruición: parece reencontrarse ahora aquella clave perdida, que sin embargo se ha transfigurado en el proceso. La plenitud ya no reside en un espacio exterior, suerte de lugar paradisíaco; antes bien se ha interiorizado como experiencia existencial. En consecuencia, cesa todo afán descriptivo y la atención se dirige ahora al sabor y el saber de las palabras y a su posibilidad de enunciar esa experiencia, no solo en tanto vehículos sino en tanto presencias. La alabanza se asume ahora en su doble signo: el reconocimiento del deberse al otro, a lo otro, y la necesidad de hacerlo (en) palabras. Es el momento en que “la diosa” de Memorial se convierte en “ella”, es decir, en lo celebrado y la celebración en el lenguaje: la realidad que nos sostiene y la lengua, la verbalización que la real(i)za.
Comienzan entonces las “variaciones”: textos breves, iluminaciones verbales que hacen constelación respecto a ese núcleo, fundamental y a la vez inasible que constituye la existencia, eso otro que, como afirma en algún momento, “es paradójicamente nuestra esencia”. De aquí en adelante, su escritura “solo dice bodas”. Así Gestiones (1992), la primera variación, acendra esa dicción sosegada, de versos breves y con tono de homenaje, casi oracional, que además comienza a “contaminarse” de una inflexión aforística –otra veta fundamental de su escritura–. Cierra el libro, además, con un homenaje explícito a la poesía y los poetas, entre los que destaca Rilke. La segunda variación, Sobre abierto (2012), insistirá en el gesto de alabanza, en el que las palabras se ponen al servicio de eso otro y el vivir se convierte en “vivir/ de amanuense asombrado” para “honrar su alrededor”. Por último, la más reciente variación, En torno a Basho y otros asuntos (2016), parece aunar el tono reflexivo, el aforístico, el poético y su interés por la mística, siempre con esa meditada escritura y su insistente llamado a la atención: “recibe tu alrededor como un amante”.
La poesía de Cadenas parece haber alcanzado ese estadio feliz en el que lo dicho resulta indisociable del decir, en el que las palabras ya se han vuelto la materia misma de lo nombrado –eso otro– y no simplemente su expresión; pero a la vez dejan de ser solo palabras para constituirse en experiencia vital, auténtica y honda. Y si antes hablé del sabor y el saber de las palabras es porque, además, las suyas siempre se han nutrido de las fuentes de su idioma, de las palabras de los clásicos castellanos y su tradición, para adquirir en sus textos otra inflexión: sonoridad, fuerza y presencia renovadas. El español de Cadenas está sin duda entre los más límpidos, precisos y auténticos de la literatura reciente.
Esta obra es, entonces, un homenaje a la existencia, al lenguaje, a la escritura, a la poesía y su tradición occidental, pero también un homenaje al idioma español, que en sus textos adquiere ese sabor tan singular, a la vez nuevo y ancestral. Inevitablemente era ya hora de añadir a todos sus otros méritos el de honrar y renovar la lengua de Cervantes.
Berlín, noviembre de 2022
Luis Miguel Isava (Caracas, 1958) es doctor en Literatura Comparada por la Universidad de Emory y profesor titular del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar. Actualmente es investigador invitado en la Universidad Libre de Berlín. Este 2022, Pre-Textos publicó su libro más reciente, De las prolongaciones de lo humano. Artefactos culturales y protocolos de la experiencia.