Ni
un ave canora, ok, qué le vamos a
/ hacer. Me contento
con poner en el radio música
clásica, Delius (no me atrae
gran cosa) es bueno estar a la
merced del azar radiofónico,
agradezco lo que me echen
(Delius, no): no tengo apenas
qué leer, tres libros en la mesa
de noche, al azar abro una
traducción de Pound, coqueteo
con un poema. Me voy haciendo
a la idea (¿un subterfugio más?)
(¿un subterfugio astral?) de un
dormitar, un amodorramiento,
el lelo defecar matutino,
quedarme a primeras horas
sentado ante la taza de café
vacía, ni un ave canora para
indicarme que ya tomé café,
hora de cepillarme (no son
postizos). ¿Salir? Hace sesenta
años el viejo, dogmático y
paradigmático, mi padre
incontrovertible, me decía a
cada dos por tres, que qué se
me perdió en la calle. Y en
verdad nada. Ya me activé
(sentado ante mi vacío). Estoy
fregando la taza de café, el olor
industrial del líquido lavavajillas
se mezcla con una mezcla de
flatos, aroma a viejo, leve
sobaquina de quien hace tres
días no ve correr agua de ducha.
Ducho me he vuelto en convivir
a solas con la desgana. Se
entreveran florestas inexistentes
con viveros forestales nonatos. El
aura (que ya se le apareciera a los
griegos frente a Troya) aquí no arde
ni corre ni por asomo. Ni por pienso,
expresión muy castiza que leí por
primera vez en un libro del búho
Unamuno, refunfuñón don Miguel.
Ése, que de joven me comió el coco.
Notable en quien vive desterrado cómo
recuerda palabras aprendidas en el
propio idioma natal (asediado) asociadas
a algo, alguien, verbi gratia (v.gr.)
apapachar (Bilo Sheridan, Tlalpan)
paluchero (Baruj Salinas, Coral Gables)
siútico (Armando Roa Vial, Santiago
de Chile) placard (Reynaldo Jiménez,
Baires) aquí, largo etcétera (que va
para 50 años el varapalo). No veo la
hora de que se ausenten en un 80%
las palabras: con unas mil voy que
chuta para pasar el resto de esta
jornada. Canta, canta, ave canora,
que no vales nada: canta sin saber tu
nomenclatura, orden natural, especie,
modo de alimentación, tipo de vuelo
(por seguro rasante) aquí, corto
etcétera. No dar pie con bola (sin
exasperarse) una bendición. ¿A qué
saber? ¿A qué rememorar? Pace,
vaca, rumia, y al garfio. Pon, gallina,
empolla, y a la olla. ¿O íbamos a
diferenciarnos por mor de conciencia
o la apariencia racional del resto de
las criaturas? Please. Dios no distingue
el microbio que nos mata de nuestra
rematada ansia de resurrección. El
día es mediodía, ya anocheció. No se
distingue el microbio de la madre que
nos parió (mismitico, parece que fue
ayer, éramos chamas). Se atoró lo
sucesivo. Para indicar que no hay
nada: y aunque sea lícito el juego,
no hacen falta pirotecnias verbales
del tipo mónada, monada, no es
nada, nonada moneda este redondo
aún vivo rodando en carne viva
rodeado de nonada que no es
nada pronto devuelta a la mónada
esencial que, en efecto, serio
desperfecto es, monada, la Nada.
Venga, no jeringues más. Este juego
ya lo jugaron, burla burlando,
Cervantes y Quevedo. Oigo, allá
afuera (¿mirlo o totí?) vuela a su
nido la nonata bijirita, pieza de
nada. La serpiente acecha. El resto
del día (anocheció) escucharé bullir
la calefacción y el extractor de humo
(y de hedores). Acaríciame, lengua
cubana (retrechera), encarámame a la
sunamita susurrándome obscenidades
al oído izquierdo (plagado, de bullicio):
me dé jamón: me haga cosquillas en
las tetillas: y de su mano (salto al vacío)
revierta yo (entre jerigonzas cubanas)
chinche hedionda en una piscina de La
Florida. ~