Gilberto Freyre: un brasileño entre otros hispanos

La obra Casa-grande & senzala de Gilberto Freyre causó una revolución en la sociología, pues aportó una defensa del mestizaje en la cultura de Brasil. Además de ponderar sus alcances, este texto reconstruye los puentes que el pensador nacido en Pernambuco estableció con el humanismo español del cual es heredero.
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En 2023 se cumplieron noventa años de la primera edición de la que quizá sea, por su influencia y profundidad, la obra más importante de interpretación de la cultura y de la formación nacional brasileña. Esta es Casa-grande & senzala (1933), del ensayista y pensador pernambucano Gilberto Freyre (1900-1987). A pesar de que mantiene aún hoy su vigencia y carácter provocador –es de hecho una obra que sigue arrojando luz sobre los fundamentos de la cultura, las relaciones sociales, el mestizaje racial y la identidad nacional en Brasil, “igualmente equilibrada en sus comienzos y todavía hoy en sus antagonismos”–, el ambiente intelectual brasileño, en su vertiente académica o en la periodística, vive algo ajeno a la necesidad de repensar su legado y herencia. Me parece como mínimo sorprendente que no se haya celebrado y discutido como debería, ni en 2023 ni en 2020 (en los 120 años del nacimiento de Freyre), la enorme trayectoria de las ideas que brotaron de Casa-grande & senzala y el giro cultural y antropológico que ha representado la defensa, a la vez sociológica, cultural y filosófica, del mestizaje para nuestro pensamiento social y para la idea que tenemos sobre lo que somos los brasileños. Y es que nuestro ambiente actual en el campo de las humanidades, muy influido por los diversos tipos de activismos intelectuales y políticos importados de las universidades de Estados Unidos –más particularmente por la ideología del identitarism–, asfixia toda idea compleja.

He insinuado antes que poco se ha hecho o dicho en los últimos tiempos sobre Freyre y su herencia intelectual. Es verdad, pero poco no es nada. A finales de 2022, los investigadores Josias de Paula Jr. y Roberto Azoubel coordinaron O enigma Gilberto Freyre, un libro precioso con algunos ensayos muy agudos –no todos, es verdad– sobre el “pensador de Apipucos” (al lector lejano, aclaro que Apipucos es un barrio de la ciudad de Recife, capital de Pernambuco). La obra recoge diferentes perspectivas críticas e ideológicas, y logra atestiguar la vigencia de las ideas freyrianas para el debate cultural y social de nuestro tiempo. Aparte del omnipresente asunto del mestizaje, el libro presenta reflexiones sobre cómo Freyre, de forma pionera en Brasil, abordó temas como la ecología, el urbanismo y la calidad de vida en las ciudades modernas, el patriarcado, los límites de las visiones ideológicas del mundo, la necesidad de pensar –y establecer teorías– a partir de las circunstancias particulares de cada pueblo, etc.

Así, en relación a las ideas que desarrollaré más adelante, recupero un fragmento del escritor Antonio Risério en una especie de testimonio de lector, personalísimo, publicado como último capítulo del libro antes citado: “Lo que más impresiona, en Gilberto Freyre, es –digámoslo así– la intimidad táctil de su mirada, en el sentido físico y no metafórico. Es decir, en el sentido de la acción de mirar, poner atención, observar y, a la vez, en el sentido de punto de vista, perspectiva, manera de leer, forma de interpretar. Su mirada parece tocar, apalpar, acariciar, alisar o aun abrir, cortar, trillar, lamer las cosas de la vida y del mundo. Por ese camino, él ha logrado llegar a un modo brasileño de ver y leer las cosas brasileñas.”

“Intimidad táctil de su mirada”, dice Risério. Bien, para un lector familiarizado con el pensamiento hispánico, la afinidad con la perspectiva defendida por uno de los ensayistas más importantes del siglo XX es muy patente. En un bello pasaje y de gran hondura filosófica de sus Meditaciones del Quijote, José Ortega y Gasset (1883-1955) afirmaba que los latinos preferían la sensación viva de las cosas, querían quedarse con las impresiones; eran sensualistas antes que todo: “palpar con la pupila la piel de las cosas”. El filósofo, aunque reconozca que él mismo forma parte de la continuidad histórica de esa cultura (la mediterránea), va a tener como meta intelectual la síntesis entre dos formas distintas de comprender las cosas, la impresionista y la conceptualista: “La impresión es filiada, sometida a civilidad, pensada –y de este modo entra a cooperar en el edificio de nuestra personalidad.”

Presentada esta afinidad intelectual, me parece más necesario que nunca recuperar y reubicar una historia de influjos perdidos, o más bien olvidados: la gran influencia del ensayismo humanista español en uno de los más relevantes intérpretes de la realidad cultural brasileña. En este sentido, considero que una relectura del ensayismo de Gilberto Freyre, a la luz de esta hermenéutica particular, puede generar nuevas comprensiones respecto a la fuerte relación entre filosofía y literatura en su pensamiento, de manera que se superen los retos exclusivamente sociológicos de investigación de la realidad brasileña.

Experta en la obra de Gilberto Freyre, la profesora y socióloga Elide Rugai Bastos, autora de Gilberto Freyre e o pensamento hispânico: entre Dom Quixote e Alonso El Bueno (1975), subraya que, pese a que varios estudios tratan de la influencia de pensadores y escritores españoles sobre los intelectuales latinoamericanos, disponemos de poca bibliografía sobre cómo esos autores y sus ideas circularon en el ámbito cultural brasileño. Bastos defiende que es fundamental redimensionar la importancia del pensamiento hispánico para los pensadores brasileños, “tanto en la interpretación de país como en la conducción de algunas ideas políticas, pues esa inspiración alcanzó a un número considerable de intelectuales brasileños que no solo reflexionaron sobre la formación nacional sino que también desempeñaron un papel destacado en las instituciones públicas”. Entre los intelectuales mencionados estaba, por supuesto, Gilberto Freyre, el más destacado e influyente entre ellos.

Otro trabajo importante que trata de la influencia hispana en Freyre es el libro O monóculo & o calidoscópio (2009), del ensayista y novelista Cláudio Aguiar. Fundamentalmente, Aguiar empieza señalando, de manera muy resumida, la relación general entre Freyre y el mundo cultural español, y luego se dedica de manera más detallada a trazar relaciones entre el sociólogo brasileño y el filósofo vasco Miguel de Unamuno.

El mismo Gilberto Freyre, en repetidas ocasiones, en sus ensayos, cartas y diarios, mencionó la deuda intelectual que tenía con dicha tradición: “Pasaré por España. Nuevamente también por Francia. Howard [Junior] dice que me sentiré español en España. Que soy de hecho español”, escribió en 1975. De hecho, Gilberto Freyre señala muchas veces la relación entre su pensamiento y su pertenencia a la tradición intelectual ibérica, que marcaría, según él, su estilo como escritor-ensayista, su personalismo crítico, su valoración de una mirada impresionista, su sensibilidad hacia lo concreto y su metodología narrativa de acercarse a los hechos históricos y a las interpretaciones generales. En su libro O brasileiro entre os outros hispanos: afinidades, contrastes e possíveis futuros nas suas inter-relações, Freyre reunió los ensayos en que reflexiona sobre esas relaciones, influencias y estilos.

¿Y qué más se puede decir sobre el tema de la relación de Gilberto Freyre con el mundo hispano? ¿Hay algo que falte por profundizar? Mi hipótesis es que la respuesta a tales preguntas es positiva y prometedora, pero su compresión depende no solamente de una nueva perspectiva hermenéutica hacia el legado intelectual de Freyre, sino, además, de una manera filosóficamente redimensionada de considerar la tradición intelectual hispana, particularmente en su vertiente retórica y humanista.

Porque Gilberto Freyre, tan brasileño, tan pernambucano,
se sentía radicalmente hispano –uno de sus libros se titula
O brasileiro entre os outros hispanos– y nada en
nuestra lengua le era ajeno.
Julián Marías, “Adiós a Gilberto Freyre” (1987)

Tomemos una vez más en consideración lo que dice Freyre sobre sí mismo: “No soy escritor –si soy escritor– fácil de clasificar; y en esto tal vez sea caricaturescamente ibérico. […] Me confieso anárquico, algo personalista, algo impuro, algo contradictorio, algo desordenado y, en estos defectos, una caricatura de aquellos escritores ibéricos que todavía hoy son inclasificables.” Obsérvese el tono y uso de términos que, en principio, podrían connotar una visión negativa de ellos mismos y de la cultura ibérica: “contradictorio”, “desordenado”, “defectos”, “caricatura”, “personalista”… Sin embargo, la retórica freyriana invierte toda esa percepción sugerida con la palabra final: “inclasificable”. Aquí, la idea de que un escritor de filiación ibérica no obedece a moldes, reglas de estilo, normas, directrices anteriores o metodologías estandarizables es evidentemente parte de una autoimagen positiva: autónoma, creativa y libertaria.

En otro momento, intentando justificar el estilo digresivo y el carácter indisciplinado de su prosa ensayística, de su metodología de investigación y de su manera de acercarse a las cosas, propone otro paralelismo con la tradición intelectual hispana: “El hispano es escritor, siendo principalmente una persona o sobre todo un hombre: un hombre que ajusta la palabra a su personalidad en lugar de ajustar su personalidad a cualquier conjunto de convenciones del arte literario consideradas esenciales para la consagración de un hombre específicamente de las Letras.”

Esta identificación de sí mismo con la tradición intelectual española es a la vez una manera de justificación teórica y metodológica (o más bien estilística). Hay aquí toda una visión respecto a la actividad de pensamiento: el individuo piensa respondiendo a las interpelaciones de la circunstancia y, más fundamentalmente, a su particular e intransferible perspectiva. El estilo de ensayista revela que la tensión insuperable entre los elementos subjetivos y objetivos del discurso es una característica de su manera de pensar y narrar lo que piensa. No se trata, pues, de caer en una especie de lirismo irracionalista o subjetivismo radical, pero tampoco de emular el estilo seco y completamente objetivista del discurso lógico-formal. Según Thomas Mermall, el ensayismo de índole humanista se caracteriza por mantener “una tensión o interdependencia entre la secuencia lógica autónoma de concepto y la experiencia e impresión personales de estos conceptos; su estructura se basa por lo tanto en la interdependencia de observación e introspección, intuición y lógica, imaginación e intelecto, pruebas implícitas y explícitas”.

En Insurgências e ressurgências atuais, Freyre se refirió al “lúcido humanismo español –o, por extensión, hispano– desde los Gracián a los Ortega y desde los Ortega a los Julián Marías”. Este aspecto particular del humanismo, sigue Freyre, presentaba “una sensibilidad hacia la razón-logos de los griegos. Una perspectiva que no debe confundirse en modo alguno con el cartesianismo estrictamente racionalista, corregido en la propia Francia por Montaigne, Pascal y, en la actualidad, por Bergson, continuado por los pensadores sociales modernos”.

Se revela en Freyre, además, un camino –de matiz muy orteguiano– de un pensar que abandona la pretensión de una mirada sub specie aeternitatis [en su forma esencial o universal], asumiendo un modo de intelección sub specie instantis [como se presenta en el instante] a través de un ejercicio de razón narrativa retórico-metafórica que trasciende los modelos hegemónicos de comprensión de la racionalidad, y en el que se revela un ideal de integración entre literatura, retórica y filosofía; entre lo metafórico y lo conceptual. En términos nuevamente orteguianos, podríamos hablar de la tensión –muy productiva especulativamente– que se produce entre la “voluntad de concepto” y la “voluntad de estilo” en el pensamiento plasmado en la prosa ensayística de Gilberto Freyre. ~

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es crítico literario y profesor de literatura y
comunicación en la Universidade Federal de Pernambuco (Brasil).


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